Nadie parece entender porqué decidí regresarme a Barcelona un 31 de diciembre. Yo, en cierta medida, tampoco. Pero entiendo que el boleto era imposiblemente más barato y que estaré mejor al regresar en un día de fiesta.
Por lo proto, el aeropuerto de la Ciudad de México se va quedando vacío. La gente va para Tokio, para Tijuana, para Barcelona. Yo, tecleo, mando tarjetas de Navidad retrasadas, pienso en mis ídolos no nombrados y todo lo que queda para 2010. Todo lo que queda por hacer. Y concluyo que está chido. Que todo indica que empezar el año viajando es un buen augurio de que volveré.
La otra pregunta sin respuesta es qué pasará en el avión. ¿Uvas? ¿Champagne? ¿Cena con pavo? Ya reportaré mañana. Con nuevo calendario.
Feliz 2010. Que sea tan brillante como suena.
31.12.09
30.12.09
Fantasmas de las navidades pasadas
Repaso la ciudad con ojos de nostalgia. Trato de encontrar esas cosas que eran mías hace 5, 10, 15, 20 años. No están los cines a los que iba en mi infancia. Las carreteras secundarias se han convertido en avenidas bien pavimentadas. Los amigos son padres de familia exitosos o están desaparecidos o juegan a ser tiburones financieros. Mis primos no tienen tiempo para verme - o cuando están, ya no tenemos nada que decirnos. Y ya no sirve pelearse.
Y aún así, vale tanto la pena recibir el abrazo cálido de aquel amigo no visto en años. Pasear por los pasillos de la Universidad. Conducir hasta el centro sólo para ver las luces de navidad. Tomarse una cerveza campechana o comerse una torta ahogada. Respirar el humo de un VW mal afinado. Comer un plato imposible de hotcakes. Intentar dormir hasta tarde. Hacer el tonto un rato con el perico en casa de la abuela o con los hijos de esos amigos hoy personas responsables.
Aparecen los fantasmas, siempre están. A la vuelta de la esquina, sentados en un café, escondidos detrás de un número secreto de móvil. Uno quiere verlos, abrazarlos, domarlos, dejarlos ir. Porque entonces, sólo por un momento, dejan de ser fantasmas: son la perfecta claridad de que - en palabras del sabio José José - lo que un día fue, no será.
Y la nostalgia es menos. O parece menos. O se diluye bajo la luna llena.
Y aún así, vale tanto la pena recibir el abrazo cálido de aquel amigo no visto en años. Pasear por los pasillos de la Universidad. Conducir hasta el centro sólo para ver las luces de navidad. Tomarse una cerveza campechana o comerse una torta ahogada. Respirar el humo de un VW mal afinado. Comer un plato imposible de hotcakes. Intentar dormir hasta tarde. Hacer el tonto un rato con el perico en casa de la abuela o con los hijos de esos amigos hoy personas responsables.
Aparecen los fantasmas, siempre están. A la vuelta de la esquina, sentados en un café, escondidos detrás de un número secreto de móvil. Uno quiere verlos, abrazarlos, domarlos, dejarlos ir. Porque entonces, sólo por un momento, dejan de ser fantasmas: son la perfecta claridad de que - en palabras del sabio José José - lo que un día fue, no será.
Y la nostalgia es menos. O parece menos. O se diluye bajo la luna llena.
25.12.09
Los ausentes
Anoche hubo cena de navidad en casa de mi abuela. Cumplimos el ritual de tener suficiente comida como para alimentar un batallón, de sentarnos alrededor de una mesa a escuchar villancicos y hasta de rezar - ateos confesos incluidos - para acostar al Niño Dios.
La pasé bien. Me gustó ver a mi familia. Me hicieron falta los ausentes: mi hermano haciendo una guardia, mis tíos que viven fuera de la ciudad. Pero me hizo más falta la ausencia de naturalidad al hablar de los otros ausentes: los exmaridos/exesposas, la pareja de mi tío gay, mi abuelo muerto. Supongo que uno no habla de lo que duele. O intenta no hacerlo.
La noche es de paz pero sólo con los que quieres que lo sea. Qué hacerle.
La pasé bien. Me gustó ver a mi familia. Me hicieron falta los ausentes: mi hermano haciendo una guardia, mis tíos que viven fuera de la ciudad. Pero me hizo más falta la ausencia de naturalidad al hablar de los otros ausentes: los exmaridos/exesposas, la pareja de mi tío gay, mi abuelo muerto. Supongo que uno no habla de lo que duele. O intenta no hacerlo.
La noche es de paz pero sólo con los que quieres que lo sea. Qué hacerle.
19.12.09
Serenata
Alguna vez mi hermana mayor dijo que, en realidad, ni mi boda ni mis noviazgos contaban en el gran esquema de las cosas siendo que ninguno de los galanes en cuestión me había llevado serenata a casa. En realidad era una lástima siendo que en casa de mi abuela - donde duermo hoy - siempre tuve una habitación con ventana a la calle.
No es que me estén trayendo serenata, pero a unas calles de aquí están celebrando la típica fiesta navideña con tambora en vivo. Y escucho el turruntuntún de sus percusiones y las guitarras y todo... bueno, escuchaba, porque al parecer el permiso municipal sólo aguanta hasta las dos. Y se acaba de terminar el encanto. Justo a tiempo para llevar mi cuerpecito por fin libre de jetlag a dormir.
PD - Tengo pendiente subir fotos, lo sé - también tengo pendiente salir mejor en las mismas.
No es que me estén trayendo serenata, pero a unas calles de aquí están celebrando la típica fiesta navideña con tambora en vivo. Y escucho el turruntuntún de sus percusiones y las guitarras y todo... bueno, escuchaba, porque al parecer el permiso municipal sólo aguanta hasta las dos. Y se acaba de terminar el encanto. Justo a tiempo para llevar mi cuerpecito por fin libre de jetlag a dormir.
PD - Tengo pendiente subir fotos, lo sé - también tengo pendiente salir mejor en las mismas.
14.12.09
Todo lo demás es prestado
Hoy me voy. A casa. A mi otra casa. La del otro lado mundo. A recibir abrazos, besos, comida de abuelitas, pláticas de primos, reencuentros con amigos viejos, amor (mucho, poco, medianito). A gastar pesos - a invertir pesos en libros y cafés y comidas. A tocar las calles de mi Guadalajara querida. Allá. Por los regalos que realmente importan en Navidad: los abrazos, los amores, esas cosas.
(PD - Barceloneses, no se pierdan esta tienda. Es por una buena causa)
(PD - Barceloneses, no se pierdan esta tienda. Es por una buena causa)
Empatía
Descubres que te duele. No es que debería de dolerte o no. No te toca. Pero te duele. Como una aguja en la pantalla de la televisión, como alguien que se cae en la página 15 de tu libro. Sientes el metal entrando a la vena. O las piedras pequeñas que se incrustan en tus rodillas. Sabes que dejará un pequeño globo, una costra, algo. Te duele.
Te duele porque le duele al otro. Porque no quisieras que le doliera. Porque como lo quieres, verás que sufre. No quisieras verlo sufrir. Quisieras cumplir con esa promesa implícita que nos hacemos cuando comenzamos - sin saber - a querer al otro: haré lo que esté en mi mano para hacerte la vida más sencilla, menos dura, más amable. Y no puedes.
Por eso te duelen las cosas que le pasan al otro. Pero también te duele, la verdad, por un momento de egocentrismo absoluto. Piensas - qué tontería, dirán otros, pero es así - cómo encajarías tú algo así. Cómo te sentirías si lo estuvieras viviendo en tu piel. Qué harías. Hasta que punto aguantarías. Cuál sería el siguiente paso para recuperar la normalidad.
Te duele el dolor de otro porque puedes reflejarlo en ti mismo. Y te da miedo que te duela igual.
Te duele porque le duele al otro. Porque no quisieras que le doliera. Porque como lo quieres, verás que sufre. No quisieras verlo sufrir. Quisieras cumplir con esa promesa implícita que nos hacemos cuando comenzamos - sin saber - a querer al otro: haré lo que esté en mi mano para hacerte la vida más sencilla, menos dura, más amable. Y no puedes.
Por eso te duelen las cosas que le pasan al otro. Pero también te duele, la verdad, por un momento de egocentrismo absoluto. Piensas - qué tontería, dirán otros, pero es así - cómo encajarías tú algo así. Cómo te sentirías si lo estuvieras viviendo en tu piel. Qué harías. Hasta que punto aguantarías. Cuál sería el siguiente paso para recuperar la normalidad.
Te duele el dolor de otro porque puedes reflejarlo en ti mismo. Y te da miedo que te duela igual.
11.12.09
Valores maternales
Hace unos días escuchaba en las noticias que el 20 por ciento de las chicas creen que los hombres violentos son más atractivos. Conozco a muchos hombres que nunca tenderían una cama ni lavarían los trastes porque su madre siempre les dijo que no tenía porqué hacerlo. Y bueno, ni siquiera me tengo que poner a contar a los que se aguantan las lágrimas.
Resulta que los reporteros se asombran cada vez más de descubrir que las hijas, las esposas y las novias de los mafiosos en Italia y de los narcotraficantes en México son las encargadas de llevar la voz cantante: las que mantienen los usos y costumbres, la factibilidad del negocio y las estructuras contra viento y marea.
En Portugal el primer apellido es el de la madre - porque en una nación de marineros, de madre seguro sabes y de padre... La herencia judía se transmite por madre: por eso la gran preocupación de las damas judías de que sus hijos no se casen con una infiel. Entre algunas comunidades vascas, se considera más vasco al que lo es por madre. Por sangre. Como también los mayas decidían por lazo materno el poder.
Madre no sólo hay una: hay muchas. Y lo curioso es ver cómo pueden hacer la vida de sus hijas tan miserable.
Resulta que los reporteros se asombran cada vez más de descubrir que las hijas, las esposas y las novias de los mafiosos en Italia y de los narcotraficantes en México son las encargadas de llevar la voz cantante: las que mantienen los usos y costumbres, la factibilidad del negocio y las estructuras contra viento y marea.
En Portugal el primer apellido es el de la madre - porque en una nación de marineros, de madre seguro sabes y de padre... La herencia judía se transmite por madre: por eso la gran preocupación de las damas judías de que sus hijos no se casen con una infiel. Entre algunas comunidades vascas, se considera más vasco al que lo es por madre. Por sangre. Como también los mayas decidían por lazo materno el poder.
Madre no sólo hay una: hay muchas. Y lo curioso es ver cómo pueden hacer la vida de sus hijas tan miserable.
8.12.09
Vivir en pecado
Momento confesional: me casé porque me daba la gana casarme. Porque me hacía una ilusión enorme. Porque estaba segura de que mi marido-to-be era el hombre de mi vida... y porque mucha gente me decía que tenía que casarme. No podía yo andar por ahí, viviendo en pecado.
Palabras de más, palabras de menos, algo así le está pasando a la nueva "Ministra de la Familia" en Alemania. Resulta que Kristina Köhler bueno, pues es ministra de la familia y no está casada. Por lo tanto no tiene hijos. Por lo tanto qué escándalo, dios mío, qué escándalo. Sobre todo porque es militante del Partido Cristiano Demócrata. Changos. Así que ya dijo que se casa en febrero - sí, con ese novio con el que vive en amasiato, también ministro - y que le gustaría tener hijos.
¿Soy solamente yo o esto suena a una cosa como contada por Laura Esquivel en Como Agua para Chocolate? Pues sabe. Con tal de que luego la dejen en paz... pero ya se verá.
Ah, esto de vivir en pecado... qué le vamos a hacer con el Santo Oficio detrás de uno... y peor que el Santo Oficio, los santos metiches internacionales. En fin. Ya se acaba mi pataleta. Eso.
Palabras de más, palabras de menos, algo así le está pasando a la nueva "Ministra de la Familia" en Alemania. Resulta que Kristina Köhler bueno, pues es ministra de la familia y no está casada. Por lo tanto no tiene hijos. Por lo tanto qué escándalo, dios mío, qué escándalo. Sobre todo porque es militante del Partido Cristiano Demócrata. Changos. Así que ya dijo que se casa en febrero - sí, con ese novio con el que vive en amasiato, también ministro - y que le gustaría tener hijos.
¿Soy solamente yo o esto suena a una cosa como contada por Laura Esquivel en Como Agua para Chocolate? Pues sabe. Con tal de que luego la dejen en paz... pero ya se verá.
Ah, esto de vivir en pecado... qué le vamos a hacer con el Santo Oficio detrás de uno... y peor que el Santo Oficio, los santos metiches internacionales. En fin. Ya se acaba mi pataleta. Eso.
7.12.09
La Casa de los Espejos
Sigo mi exploración minuciosa de los Países Bajos. Regreso a ver si la próxima vez me gusta menos mi sombra contra el agua, tantísima agua. A ver si ya no encuentro tan extraordinaria la luz del invierno entre todos estos árboles tan pelones, impúdicos.
En medio de una lluvia finísima - pero no por ello menos insistente - llegamos a Schiedam. A lo largo de sus canales, unos molinos enormes que trabajan constantes en moler el trigo para hacer ginebra, base aún de la vida económica de la ciudad. Antes de encontrar el Museo de arte que estamos buscando nos encontramos, claro, el Museo del Ginebra - también ahí, a la orilla del río. Y luego un museo en un viejo palacio de ciudad, con una entrada a lo Museo de Louvre (una mini-pirámide de madera que lleva a un piso -1) y pagar unos cuantos euros para ver qué es México.
A la entrada, se expone la "razón de ser" de la exposición de una parte de la Colección Coppel - ver si se puede definir la mexicanidad a partir de la obra de varios artistas (mexicanos y no) que trabajan con temas que podrían ser "mexicanos". Bajamos y subimos escaleras. Nos topamos con un enorme burro de Maurizio Cattelan, un montón de fotos y pinturas de Gabriel Orozco, hasta con unas fotos de Alvarez Bravo. Una pieza de sonido de Jorge Méndez-Blake a la entrada de una de las salas, con un viejo que repite, incesantemente: "Diles que no me maten... por piedad... Justino... diles que no me maten".
Me encanté durante minutos y minutos con un proyector de diapositivas de Francis Alÿs con chilangos arrastrando su forma de vida. Casi quise abrazar al burro de Cattelan (sentado con cara de agobio y mirando contra una pared) y caminé con cuidado entre una instalación de flores de ajo de nomeacuerdoynoapuntéquién. Intenté leer con mi neerlandés rudimentario las explicaciones en cada una de las obras. Me quise robar - como siempre me pasa - por lo menos una de las obras...
¿Qué si me reconozco en todos estos espejos? Creo que no. Difícilmente. Ni creo que sea fácil reconocer a alguien más. Pero bueno, hace ilusión, ver ese letrerote que dice "México: Expected/Unexpected" en la fachada del Stedelijk Museum. Y también darme cuenta que, cuando salgo y me encuentro con el improbable sol de invierno, hay una sola cosa que ilumina: justamente la palabra México.
En medio de una lluvia finísima - pero no por ello menos insistente - llegamos a Schiedam. A lo largo de sus canales, unos molinos enormes que trabajan constantes en moler el trigo para hacer ginebra, base aún de la vida económica de la ciudad. Antes de encontrar el Museo de arte que estamos buscando nos encontramos, claro, el Museo del Ginebra - también ahí, a la orilla del río. Y luego un museo en un viejo palacio de ciudad, con una entrada a lo Museo de Louvre (una mini-pirámide de madera que lleva a un piso -1) y pagar unos cuantos euros para ver qué es México.
A la entrada, se expone la "razón de ser" de la exposición de una parte de la Colección Coppel - ver si se puede definir la mexicanidad a partir de la obra de varios artistas (mexicanos y no) que trabajan con temas que podrían ser "mexicanos". Bajamos y subimos escaleras. Nos topamos con un enorme burro de Maurizio Cattelan, un montón de fotos y pinturas de Gabriel Orozco, hasta con unas fotos de Alvarez Bravo. Una pieza de sonido de Jorge Méndez-Blake a la entrada de una de las salas, con un viejo que repite, incesantemente: "Diles que no me maten... por piedad... Justino... diles que no me maten".
Me encanté durante minutos y minutos con un proyector de diapositivas de Francis Alÿs con chilangos arrastrando su forma de vida. Casi quise abrazar al burro de Cattelan (sentado con cara de agobio y mirando contra una pared) y caminé con cuidado entre una instalación de flores de ajo de nomeacuerdoynoapuntéquién. Intenté leer con mi neerlandés rudimentario las explicaciones en cada una de las obras. Me quise robar - como siempre me pasa - por lo menos una de las obras...
¿Qué si me reconozco en todos estos espejos? Creo que no. Difícilmente. Ni creo que sea fácil reconocer a alguien más. Pero bueno, hace ilusión, ver ese letrerote que dice "México: Expected/Unexpected" en la fachada del Stedelijk Museum. Y también darme cuenta que, cuando salgo y me encuentro con el improbable sol de invierno, hay una sola cosa que ilumina: justamente la palabra México.
4.12.09
En primera y tercera persona del singular y el plural
México suspira y se limpia las lágrimas, se reacomoda. En las redes sociales, en algunos medios, se escuchan todos los días alegatos nuevos sobre estas nuevas leyes en contra del aborto - básicamente leyes que se dedican a satanizar a las madres y a los médicos que practican el procedimiento. Algunos son arranques de pasión católica mal entendidos. Otros, como el artículo de Sara Schulz en Nexos, historias en primera persona de la experiencia de un aborto.
Schulz hace un comentario que a mí me parece importante: introduce el concepto de "nosotros". Esa importancia de sentirte apoyada también por la otra parte de las células que empiezan a crecer en tu cuerpo. Porque un embarazo - o para el caso un aborto - se tiene que contar desde la primera y la tercera persona del singular y del plural: yo, el, nosotros, ellos (los otros).
No puedo contar de mi sangre una historia al respecto de un aborto "prohibido". Puedo contar las de ellas: la de la que pidió un aborto a los 18 porque era adicta a las drogas y en el procedimiento le desgarraron el útero y no podrá tener más hijos; la que pidió un aborto a los treinta y pocos para evitarse un disgusto con sus padres y acabó muerta (sí, muerta) con una hemorragia incorregible; la que pidió un aborto a los 22 porque no estaba segura de que su novio quisiera al bebé y ahora es mujer de otro chico, con quien comparte la paternidad de una niña preciosa. El único común denominador en estas historias es que todas ellas se pusieron en peligro, pagaron a un médico que estuvo de acuerdo en ir en contra de las normas, por las razones que fueran.
El asunto final es que no se van a parar los abortos con prohibirlos: se van a hacer más caros, más peligrosos, más para gente con dinero que pueda pagárselos en el extranjero.
No es este un alegato en favor del aborto: defiendo profundamente la vida y la responsabilidad de los que no quieren ser padres en prevenir antes. Los abortos no son una experiencia agradable, en ningún caso. Son una intervención quirúrgica la mayoría de las veces que, si la pobre mujer tiene la misma suerte que tuve yo, se realizan en maternidades, escuchando los llantos de otros niños al nacer.
Vaya pues este alegato no sólo por el derecho a decidir, sino por proteger las vidas de las mujeres que se ponen en peligro y seguirán poniéndose, mientras no haya leyes que amparen su libre (y soberana) decisión. Aquí, la otra única cita posible es de Voltaire (nunca exacta la traducción): "podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo".
Schulz hace un comentario que a mí me parece importante: introduce el concepto de "nosotros". Esa importancia de sentirte apoyada también por la otra parte de las células que empiezan a crecer en tu cuerpo. Porque un embarazo - o para el caso un aborto - se tiene que contar desde la primera y la tercera persona del singular y del plural: yo, el, nosotros, ellos (los otros).
No puedo contar de mi sangre una historia al respecto de un aborto "prohibido". Puedo contar las de ellas: la de la que pidió un aborto a los 18 porque era adicta a las drogas y en el procedimiento le desgarraron el útero y no podrá tener más hijos; la que pidió un aborto a los treinta y pocos para evitarse un disgusto con sus padres y acabó muerta (sí, muerta) con una hemorragia incorregible; la que pidió un aborto a los 22 porque no estaba segura de que su novio quisiera al bebé y ahora es mujer de otro chico, con quien comparte la paternidad de una niña preciosa. El único común denominador en estas historias es que todas ellas se pusieron en peligro, pagaron a un médico que estuvo de acuerdo en ir en contra de las normas, por las razones que fueran.
El asunto final es que no se van a parar los abortos con prohibirlos: se van a hacer más caros, más peligrosos, más para gente con dinero que pueda pagárselos en el extranjero.
No es este un alegato en favor del aborto: defiendo profundamente la vida y la responsabilidad de los que no quieren ser padres en prevenir antes. Los abortos no son una experiencia agradable, en ningún caso. Son una intervención quirúrgica la mayoría de las veces que, si la pobre mujer tiene la misma suerte que tuve yo, se realizan en maternidades, escuchando los llantos de otros niños al nacer.
Vaya pues este alegato no sólo por el derecho a decidir, sino por proteger las vidas de las mujeres que se ponen en peligro y seguirán poniéndose, mientras no haya leyes que amparen su libre (y soberana) decisión. Aquí, la otra única cita posible es de Voltaire (nunca exacta la traducción): "podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo".
27.11.09
El anticool
Quizá lo debí de haber sospechado mucho tiempo atrás - a lo mejor cuando hice aquel sesudo postgrado sobre el coolness en donde me sentía tan fuera de lugar. Cuando insistía en vestirme con colores que estaban fuera de temporada o tenía que ir a buscar mis Converse a Estados Unidos en ciertos mercadillos, porque no estaban muy de moda. Yo nunca he sido lo más cool.
Me gustan más los lados B. La ropa que termina en rebaja. Los libros que después de un rato son vilipendiados y los automóviles cuya producción para más pronto de lo esperado. Como muchas cosas que desatan las iras alimentarias contra mí. Tengo poco odio hacia las naciones poderosas.
Podría presumir de en realidad soy una adelantada - que me gustan las cosas que vendrán más adelante. Pero no: la pura verdad es que soy más bien un imán que repele lo que viene de moda.
Una lástima.
Tiene una ventaja, sin embargo: si una canción, grupo, color de medias, sabor de refresco, estilo de zapatos, variedad de flores o ciudad me repele, quizá tiene grandes posibilidades de convertirse en un éxito desaforado. Podría, entonces, comenzar a detectar lo "bueno" por eliminación. Y seguir escondiendo mi iPod contra viento y marea.
Me gustan más los lados B. La ropa que termina en rebaja. Los libros que después de un rato son vilipendiados y los automóviles cuya producción para más pronto de lo esperado. Como muchas cosas que desatan las iras alimentarias contra mí. Tengo poco odio hacia las naciones poderosas.
Podría presumir de en realidad soy una adelantada - que me gustan las cosas que vendrán más adelante. Pero no: la pura verdad es que soy más bien un imán que repele lo que viene de moda.
Una lástima.
Tiene una ventaja, sin embargo: si una canción, grupo, color de medias, sabor de refresco, estilo de zapatos, variedad de flores o ciudad me repele, quizá tiene grandes posibilidades de convertirse en un éxito desaforado. Podría, entonces, comenzar a detectar lo "bueno" por eliminación. Y seguir escondiendo mi iPod contra viento y marea.
23.11.09
"El Partido de Internet"
Ya me lo había explicado a grandes rasgos mi director de tesis la semana pasada en medio del Personal Democracy Forum. Resulta que algunos iluminados quieren crear el "Partido de Internet" - una especie de plataforma ciudadana que garantizará que los votos del partido se realizarán de acuerdo con lo que les digan por Internet su militantes. Su máxima es, vamos, la libre expresión y la escucha del pueblo.
Una sola cosa me parece profundamente sospechosa: si el partido es de Internet y quien sea que se quiera expresar a través de él y no tiene ninguna línea ideológica clara que seguir... ¿no les preocupa terminar haciendo cosas absolutamente contradictorias? ¿Defender un día el derecho a tener libre internet y el siguiente negar una ley a favor de mejores condiciones de salud o de vida?
No sé... esto de "vengan a nosotros que somos la panacea porque somos ustedes" me resulta tremendamente raro e incluso un poco perezoso. ¿Qué necesidad de trabajarte una postura política cuando puedes utilizar el populismo? ¿O será que me perdí de algo? Ya veremos qué pasa después del famoso congreso fundacional...
Una sola cosa me parece profundamente sospechosa: si el partido es de Internet y quien sea que se quiera expresar a través de él y no tiene ninguna línea ideológica clara que seguir... ¿no les preocupa terminar haciendo cosas absolutamente contradictorias? ¿Defender un día el derecho a tener libre internet y el siguiente negar una ley a favor de mejores condiciones de salud o de vida?
No sé... esto de "vengan a nosotros que somos la panacea porque somos ustedes" me resulta tremendamente raro e incluso un poco perezoso. ¿Qué necesidad de trabajarte una postura política cuando puedes utilizar el populismo? ¿O será que me perdí de algo? Ya veremos qué pasa después del famoso congreso fundacional...
Comfort Televisivo
Cuando comencé a ver Sex and The City tenía 23 años y estaba a punto de casarme. Tenía un trabajo de alta responsabilidad, muchas horas y sueldo medio (más bien medio bajo). Me parecía de lo más cool sentarme en mi cama de la gran ciudad, con una pizza y una copa de vino tinto a ver a esas mujeres que se supone que tenían, cuando menos, diez años más que yo. Aparentemente, tampoco tenían ni idea. Pero algunas cosas les iban bien en la vida. Vamos, la protagonista tenía un trabajo por el que yo hubiera matado en términos de contenido, una casa preciosa y montones de zapatos. Yo podría tener montones de zapatos.
En el fondo, tenía dos razones poderosas para verla: me daba una perspectiva de vida a la que aún podía llegar (me faltaban años) y podía consolarme cuando tomaba decisiones raras: si ellas podían, porqué yo no.
Acabé siendo gran fanática. Tengo todas las temporadas de la serie y la película en DVD. Pero confieso que hace un par de años comenzó a parecerme menos simpática - quizá fue que las pláticas con mis amigas empezaron a sonar extrañamente parecidas a las de la serie, que me dí cuenta que seguía con un trabajo mal pagado y no, ni era tan fashion ni tenía tantos zapatos.
Hoy, a mediodía, estaba viendo Los Simpsons durante la hora de comer. Confieso que, cuando comencé a verla, me identificaba primariamente con Lisa por muchas razones - pero principalmente porque también yo fui una niña sabelotodo insoportable. Los años pasan y ellos ni envejecen ni nada (el mejor secreto antiarrugas es ser amarillo) pero uno sí. Entonces, hoy me encontré con que Marge le decía a Homero que tenía 39 años.
39 años. Los mismos que cumplió este año el que fue mi marido. Pensé de inmediato en donde estaba mi casa con hipoteca, mis tres hijos y mis arranques de histeria familiar. Suspiré. Y volví a ver la serie con la comodidad que me da saber que no me parezco nada - ni en lo amarillo - a esa familia de Springfield.
En el fondo, tenía dos razones poderosas para verla: me daba una perspectiva de vida a la que aún podía llegar (me faltaban años) y podía consolarme cuando tomaba decisiones raras: si ellas podían, porqué yo no.
Acabé siendo gran fanática. Tengo todas las temporadas de la serie y la película en DVD. Pero confieso que hace un par de años comenzó a parecerme menos simpática - quizá fue que las pláticas con mis amigas empezaron a sonar extrañamente parecidas a las de la serie, que me dí cuenta que seguía con un trabajo mal pagado y no, ni era tan fashion ni tenía tantos zapatos.
Hoy, a mediodía, estaba viendo Los Simpsons durante la hora de comer. Confieso que, cuando comencé a verla, me identificaba primariamente con Lisa por muchas razones - pero principalmente porque también yo fui una niña sabelotodo insoportable. Los años pasan y ellos ni envejecen ni nada (el mejor secreto antiarrugas es ser amarillo) pero uno sí. Entonces, hoy me encontré con que Marge le decía a Homero que tenía 39 años.
39 años. Los mismos que cumplió este año el que fue mi marido. Pensé de inmediato en donde estaba mi casa con hipoteca, mis tres hijos y mis arranques de histeria familiar. Suspiré. Y volví a ver la serie con la comodidad que me da saber que no me parezco nada - ni en lo amarillo - a esa familia de Springfield.
El encanto de lo que (casi) ya había escuchado
Creo que John Mayer es un buen músico. Pero lo mejor para mí es que tiene la capacidad de, en su cursilez espantosa, hablarme directamente. Como diría el crítico del NYT: "Mr. Mayer is a precise and gifted underachiever".
El disco nuevo es lo máximo. He dicho.
El disco nuevo es lo máximo. He dicho.
Discreción
Es fácil que me encuentre gente conocida en la calle. Me gusta. Conocida mía - esto es. No famosillos. Me gustan aquellos arrebatos del destino que te acercan a alguien a quien no estás tan cercano. Los atesoro.
A veces, cuando veo a lo lejos a alguien, me doy cuenta que realmente a ellos no les gustaría verme en ese momento. Que no es conveniente. O quizá hasta bochornoso. Y la relaciones públicas que vive en mi sonríe y da dos pasos, se aleja.
Quizá, ahora me doy cuenta, lo hace porque son cosas que realmente no le importan, no le tocan. Y hace algunos días que lo encontré a él, caminando de la mano de una chica por una calle que no nos era común a ninguno, tuve la tentación de seguir caminando. Pero no pude. La niña ansiosa que vive en mí le dió una patada a la relaciones públicas y la dejó un lado mientras lo llamaba a gritos. Y él volvió la cabeza. Y al verme soltó la mano de la chica, a la que me presentó después. Fingimos normalidad, hasta nos reimos. Prometimos vernos - sin poner fecha. Nos dimos besos. Nos dimos la espalda sin volver la vista. Por lo menos yo no volví la vista.
Me vine caminando a casa con la niña inquieta, la relaciones públicas y un montón de recuerdos. Y la claridad de que mi discreción se acaba donde empiezan mis ganas de acercarme a aquellos que quiero.
A veces, cuando veo a lo lejos a alguien, me doy cuenta que realmente a ellos no les gustaría verme en ese momento. Que no es conveniente. O quizá hasta bochornoso. Y la relaciones públicas que vive en mi sonríe y da dos pasos, se aleja.
Quizá, ahora me doy cuenta, lo hace porque son cosas que realmente no le importan, no le tocan. Y hace algunos días que lo encontré a él, caminando de la mano de una chica por una calle que no nos era común a ninguno, tuve la tentación de seguir caminando. Pero no pude. La niña ansiosa que vive en mí le dió una patada a la relaciones públicas y la dejó un lado mientras lo llamaba a gritos. Y él volvió la cabeza. Y al verme soltó la mano de la chica, a la que me presentó después. Fingimos normalidad, hasta nos reimos. Prometimos vernos - sin poner fecha. Nos dimos besos. Nos dimos la espalda sin volver la vista. Por lo menos yo no volví la vista.
Me vine caminando a casa con la niña inquieta, la relaciones públicas y un montón de recuerdos. Y la claridad de que mi discreción se acaba donde empiezan mis ganas de acercarme a aquellos que quiero.
12.11.09
Peer pressure
Resulta que cada cuatro días me llegan por FB solicitudes para que me haga fan de una cosa y de otra: de grupos de consumo, de gente que escribe, de proyectos sociales, de causas por el medio ambiente. Algunas cosas me parecen interesantes, otras no.
Gran amiga del botón de "ignorar", últimamente me he encontrado con que las mismas personas me mandan una y otra vez las mismas solicitudes, como extrañadas de que hubiese yo leído mal o no estuviera entiendiendo del todo la relevancia que tiene que me una a una causa pública en contra de las bolsas plásticas en una red social.
Hay días que, sin contemplaciones, vuelvo a poner "ignorar" a todos. Otros, como hoy, que pienso que soy una mala amiga virtual y debería apoyar las múltiples causas e intereses de mis buenos amigos, que comparten sus cosas conmigo. Y que a lo mejor han dado aceptar a alguna cosa que les he mandado yo.
Uf. Qué cruz tan pesada esta de ser socially correct en línea.
Gran amiga del botón de "ignorar", últimamente me he encontrado con que las mismas personas me mandan una y otra vez las mismas solicitudes, como extrañadas de que hubiese yo leído mal o no estuviera entiendiendo del todo la relevancia que tiene que me una a una causa pública en contra de las bolsas plásticas en una red social.
Hay días que, sin contemplaciones, vuelvo a poner "ignorar" a todos. Otros, como hoy, que pienso que soy una mala amiga virtual y debería apoyar las múltiples causas e intereses de mis buenos amigos, que comparten sus cosas conmigo. Y que a lo mejor han dado aceptar a alguna cosa que les he mandado yo.
Uf. Qué cruz tan pesada esta de ser socially correct en línea.
10.11.09
Ilusiones y caprichos
Estabamos embarcados en una de esas labores tan dominicales como leer la revista de domingo de los diarios - cada uno la de una cabecera. La que yo tomé tenía un especial de vestidos de novia y me apresuré a llegar a ellos. Suspiré. "Es que los vestidos de novia... me gustan tanto...".
Primero me miró con desconfianza. Sólo me miró. Y luego dijo: "seguro lo estás diciendo en un tono sarcástico, ¿verdad?".
Tuve que explicarle que no había sarcasmo. Que, en honestidad total, a mi me encantan los anillos de pedida y los vestidos de novia. Que me parece un plan de lo más divertido ir a inventarme una historia de boda inminente para probármelos todos en una de esas inmaculadas tiendas de las grandes avenidas.
También tuve que detallar que no había razón para entrar en pánico: no es que quiera un vestido de novia por aquello de casarme y prometer amor eterno. Es que bueno, al pedacito de Cenicienta que todavía vive en mí, le siguen encantando - aunque sea para verlos de lejos - los vestidos de princesa.
Primero me miró con desconfianza. Sólo me miró. Y luego dijo: "seguro lo estás diciendo en un tono sarcástico, ¿verdad?".
Tuve que explicarle que no había sarcasmo. Que, en honestidad total, a mi me encantan los anillos de pedida y los vestidos de novia. Que me parece un plan de lo más divertido ir a inventarme una historia de boda inminente para probármelos todos en una de esas inmaculadas tiendas de las grandes avenidas.
También tuve que detallar que no había razón para entrar en pánico: no es que quiera un vestido de novia por aquello de casarme y prometer amor eterno. Es que bueno, al pedacito de Cenicienta que todavía vive en mí, le siguen encantando - aunque sea para verlos de lejos - los vestidos de princesa.
2.11.09
5x5: Salamanca
1. Vista
- Las paredes de los edificios del centro, que se ven dorados con la luz artificial o con el sol directo
- El agua del río tan brillante que refleja los árboles alrededor
- Los pequeños detalles escondidos en la cantera de la Universidad (sí, la famosa rana) y la Catedral Nueva (el astronauta)
- La iglesia de San Martín, de planta redonda e interior de basilica
- La Plaza Mayor, tomada por un montón de libreros haciendo su feria del libro
2. Olfato
- Las manzanas verdes que ponían sobre la mesa de noche en mi hotel
- El olor característico de la carne de cerdo guisándose en todos lados entre las dos y las cuatro y media de la tarde y las ocho y las diez de la noche
- El cigarro, tan omnipresente en todos los bares con excepción del de la Universidad
- Mi perfume en alguien sentado enfrente de mí
- El pescado en el mercado que estaba enfrente de mi hotel
3. Gusto
- Los potajes y las sopas consistentes de todos los días, servidas tan calientes que quemaban la lengua
- Un pincho de pimiento relleno de tortilla acompañado de un vino Rueda fresquito por dos euros
- Café con cacaolat en el hotel en las mañanas
- Mousse de yogurt en un restaurant de menú donde comí dos días
- Agua del grifo en el bar, después de tomarme tres whiskies, mientras me deshidrataba bailando
4. Oído
- La voz de la guía recordando a Fray Luis de León: "Como decíamos ayer..."
- Los merolicos borrachos que gritan que "tienen hambre", regodeándose en la acústica de la ciudad
- Una gringa cantando "Bésame Mucho" con un conferenciante borracho a media cuadra del Palacio de Maldonado
- Un señor que vendía boletos de la Once, en calle Toro, gritando el número que terminaba el ocho. Le compré un pedacito y sacamos el reintegro.
- Los acentos - los mexicanos que se burlaban de mi acento "español" y los españoles que descubrían mis mexicanismos
5. Tacto
- Las pequeñas florecitas de los dientes de león en los parques
- Las sábanas frescas y un poco rugosas de mi hotel
- La manera en cómo el bolígrafo se deslizaba sobre el papel mientras tomaba notas
- El interior de los bolsillos de mi chaqueta, donde guardaba mis manos por el frío
- El ligerísimo relieve de los vítores sobre las paredes del Instituto y la Universidad
-
- Las paredes de los edificios del centro, que se ven dorados con la luz artificial o con el sol directo
- El agua del río tan brillante que refleja los árboles alrededor
- Los pequeños detalles escondidos en la cantera de la Universidad (sí, la famosa rana) y la Catedral Nueva (el astronauta)
- La iglesia de San Martín, de planta redonda e interior de basilica
- La Plaza Mayor, tomada por un montón de libreros haciendo su feria del libro
2. Olfato
- Las manzanas verdes que ponían sobre la mesa de noche en mi hotel
- El olor característico de la carne de cerdo guisándose en todos lados entre las dos y las cuatro y media de la tarde y las ocho y las diez de la noche
- El cigarro, tan omnipresente en todos los bares con excepción del de la Universidad
- Mi perfume en alguien sentado enfrente de mí
- El pescado en el mercado que estaba enfrente de mi hotel
3. Gusto
- Los potajes y las sopas consistentes de todos los días, servidas tan calientes que quemaban la lengua
- Un pincho de pimiento relleno de tortilla acompañado de un vino Rueda fresquito por dos euros
- Café con cacaolat en el hotel en las mañanas
- Mousse de yogurt en un restaurant de menú donde comí dos días
- Agua del grifo en el bar, después de tomarme tres whiskies, mientras me deshidrataba bailando
4. Oído
- La voz de la guía recordando a Fray Luis de León: "Como decíamos ayer..."
- Los merolicos borrachos que gritan que "tienen hambre", regodeándose en la acústica de la ciudad
- Una gringa cantando "Bésame Mucho" con un conferenciante borracho a media cuadra del Palacio de Maldonado
- Un señor que vendía boletos de la Once, en calle Toro, gritando el número que terminaba el ocho. Le compré un pedacito y sacamos el reintegro.
- Los acentos - los mexicanos que se burlaban de mi acento "español" y los españoles que descubrían mis mexicanismos
5. Tacto
- Las pequeñas florecitas de los dientes de león en los parques
- Las sábanas frescas y un poco rugosas de mi hotel
- La manera en cómo el bolígrafo se deslizaba sobre el papel mientras tomaba notas
- El interior de los bolsillos de mi chaqueta, donde guardaba mis manos por el frío
- El ligerísimo relieve de los vítores sobre las paredes del Instituto y la Universidad
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Sobrepolitizada - porque sí quiero una consulta sobre la independencia catalana
Me pasé la semana pasada en un Congreso de Estudios Electorales. Las palabras "encuesta", "percepción", "abstencionismo" y "concurrentes" - entre otras - me persiguen entre sueños como si fueran mosquitos. La verdad es que no he logrado desconectar del todo. Y me da gusto - eso me da aunque sea la esperanza de que algún día volveré a lo que me falta de la tesis.
Justo en este contexto, me encuentro con un montón de encuestas como electorales en tiempo no de elecciones sino de escándalos. Decirles, queridos lectores de allende el mar, que acá los queridos muchachos están descubriendo corruptelas una tras otra. Y se da den manazos y ya no saben ni cómo comportarse... pasa lo que pasa.
Entre las ochentamil encuestas - de intención de voto, de quién cree uno que era el origen de Cristóbal Colón (verídica, ver aquí) o las predicciones de ganancias del Barza, uno tiene la impresión de que igual las encuestas son a los adultos lo que los chismógrafos son a los alumnos de secundaria: todo lo que querías decirme pero no te atreves en un papel.
Entre la ola de encuestas, hoy leí una en la que se afirma que una mayoría del 53% de los habitantes de Catalunya estaría a favor de que hubiera una consulta sobre una posible independiencia, aunque sólo un 35% votaría a favor de la separación entre el estado. A mí lo que me entusiasma es que la gente vea la democracia como un instrumento de consulta propio, en el que puede salir a la calle, opinar, decir, de manera clara, lo que le gustaría. No estoy en contra de la democracia representativa, para nada, pero a veces me parece que estaría bueno preguntar a la generalidad en serio, para dejarnos de arengas sobre lo que podría ser o lo que dicen las encuestas.
Claro que, por ejemplo, esta encuesta puede ser una falsa y que nadie nunca quiera ir a votar. Pero con el famoso descrédito a los políticos, creo que sería más fácil y atractivo para la gente votar o elegir entre ideas que entre sonrisas colgate.
Ya, estoy sumamente densa e imposible. Lo siento.
Ah, por cierto: me gané un reintegro en la lotería. Seguiremos jugando a ver qué más toca. Capaz de que así se me olvida todo este asunto tan democrático.
Justo en este contexto, me encuentro con un montón de encuestas como electorales en tiempo no de elecciones sino de escándalos. Decirles, queridos lectores de allende el mar, que acá los queridos muchachos están descubriendo corruptelas una tras otra. Y se da den manazos y ya no saben ni cómo comportarse... pasa lo que pasa.
Entre las ochentamil encuestas - de intención de voto, de quién cree uno que era el origen de Cristóbal Colón (verídica, ver aquí) o las predicciones de ganancias del Barza, uno tiene la impresión de que igual las encuestas son a los adultos lo que los chismógrafos son a los alumnos de secundaria: todo lo que querías decirme pero no te atreves en un papel.
Entre la ola de encuestas, hoy leí una en la que se afirma que una mayoría del 53% de los habitantes de Catalunya estaría a favor de que hubiera una consulta sobre una posible independiencia, aunque sólo un 35% votaría a favor de la separación entre el estado. A mí lo que me entusiasma es que la gente vea la democracia como un instrumento de consulta propio, en el que puede salir a la calle, opinar, decir, de manera clara, lo que le gustaría. No estoy en contra de la democracia representativa, para nada, pero a veces me parece que estaría bueno preguntar a la generalidad en serio, para dejarnos de arengas sobre lo que podría ser o lo que dicen las encuestas.
Claro que, por ejemplo, esta encuesta puede ser una falsa y que nadie nunca quiera ir a votar. Pero con el famoso descrédito a los políticos, creo que sería más fácil y atractivo para la gente votar o elegir entre ideas que entre sonrisas colgate.
Ya, estoy sumamente densa e imposible. Lo siento.
Ah, por cierto: me gané un reintegro en la lotería. Seguiremos jugando a ver qué más toca. Capaz de que así se me olvida todo este asunto tan democrático.
25.10.09
Uso racional de los recursos
"No te podrías creer lo feliz que soy". La llamé (por Messenger) para felicitarla de su cumpleaños. Entre otras cosas, me comenzó a contar la historia de su nuevo novio - que por fin parecía que algo funcionaba. "Vamos de paseo, salimos juntos, me llevó a conocer a su familia... nos queremos mucho... y yo no reviso su Facebook, porque no me quiero enterar de lo que le escribe la gente. Prefiero creerme lo que me dice".
- * - * -
Vino a visitarme a casa después de un par de meses de no vernos. Cerveza de por medio, comenzó a contarme la historia del fin de una relación que hasta hacia poco parecía no tenerlo. Después de hablar con él, él le dijo que bueno, que no se comprometía porque, bueno, seguía enganchado de su ex. Que en realidad nunca había querido nada con ella. Esta se va a casa, sufre un poquito y lo deja pasar (estaba lista para dejarlo pasar). Al otro día, como parte de la limpieza, lo bloquea del Facebook. Y el señorcito, a las semanas, le reclama: "qué mal rollo, ¿no? que me borres de tu Facebook.... ¿Pues qué ya no te caigo bien?".
-*-*-
Hay gente de la cual su Facebook me da una curiosidad insana que sé podría satisfacer a cambio de un poquito de dignidad. Lo bueno es que sigo siendo rabiosamente digna. Y uno no tiene siempre que ver todo ni exponer todo. Aquí también se vale aquello de que "la curiosidad mató al gato".
- * - * -
Vino a visitarme a casa después de un par de meses de no vernos. Cerveza de por medio, comenzó a contarme la historia del fin de una relación que hasta hacia poco parecía no tenerlo. Después de hablar con él, él le dijo que bueno, que no se comprometía porque, bueno, seguía enganchado de su ex. Que en realidad nunca había querido nada con ella. Esta se va a casa, sufre un poquito y lo deja pasar (estaba lista para dejarlo pasar). Al otro día, como parte de la limpieza, lo bloquea del Facebook. Y el señorcito, a las semanas, le reclama: "qué mal rollo, ¿no? que me borres de tu Facebook.... ¿Pues qué ya no te caigo bien?".
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Hay gente de la cual su Facebook me da una curiosidad insana que sé podría satisfacer a cambio de un poquito de dignidad. Lo bueno es que sigo siendo rabiosamente digna. Y uno no tiene siempre que ver todo ni exponer todo. Aquí también se vale aquello de que "la curiosidad mató al gato".
21.10.09
Lo contemporáneo y lo que llamamos arte
Últimamente, la verdad, incluso he exagerado un poco. Además del atracón de exposiciones que me dí en la Biennale regresé a Barcelona y comencé a encontrarme, como siempre, diez mil cosas que hacer. El colmo fue hace dos semanas cuando de lunes a jueves tuve un compromiso "artístico" - uno de los cuales incluso me hizo salirme antes de la Escuela.
Lo hice porque tenía unas cortesías para ir al Teatro - para más señas, al Nacional de Catalunya, una pesadilla post-post modernista ideada por Bofill. Había el estreno de un texto de Yasmina Reza que, por lo general, me gusta bastante. Mientras iba de camino, entre el Teatro y la estación de Metro Gloriès, encontré un enorme baldío en donde no debía haber nada pero alguien había tirado muchas cosas. Al principio pensé que era sólo basura, pero luego me dí cuenta que había zapatos en buen estado, discos, bolsos, fotografías, juguetes de niños, ropa, unos cuadernos... y no pude preguntarme de qué eran resultado: ¿de un robo? ¿de un divorcio? ¿de un deshaucio? ¿de un artista de esos contemporáneos que quieren descontextualizar los objetos para transmitir ciertas sensaciones?
Soledad y desconsuelo, sentí. Y una cierta intuición de que, en un par de meses, podía acabar viendo fotografías de eso en uno de esos museos a los que tanto me gusta ir.
Sobre la obra de teatro sólo puedo decir que me reí a ratos - sobre todo cuando entendí el título de "Una Comedia Española": todos los personajes eran tan esperpénticos y gritaban como en una vieja peli de Almodóvar. Así que supongo que su título hacia referencia a "Átame" o algo así. Fuera de eso, ni le encontré lo de comedia, ni lo de española.
Lo hice porque tenía unas cortesías para ir al Teatro - para más señas, al Nacional de Catalunya, una pesadilla post-post modernista ideada por Bofill. Había el estreno de un texto de Yasmina Reza que, por lo general, me gusta bastante. Mientras iba de camino, entre el Teatro y la estación de Metro Gloriès, encontré un enorme baldío en donde no debía haber nada pero alguien había tirado muchas cosas. Al principio pensé que era sólo basura, pero luego me dí cuenta que había zapatos en buen estado, discos, bolsos, fotografías, juguetes de niños, ropa, unos cuadernos... y no pude preguntarme de qué eran resultado: ¿de un robo? ¿de un divorcio? ¿de un deshaucio? ¿de un artista de esos contemporáneos que quieren descontextualizar los objetos para transmitir ciertas sensaciones?
Soledad y desconsuelo, sentí. Y una cierta intuición de que, en un par de meses, podía acabar viendo fotografías de eso en uno de esos museos a los que tanto me gusta ir.
Sobre la obra de teatro sólo puedo decir que me reí a ratos - sobre todo cuando entendí el título de "Una Comedia Española": todos los personajes eran tan esperpénticos y gritaban como en una vieja peli de Almodóvar. Así que supongo que su título hacia referencia a "Átame" o algo así. Fuera de eso, ni le encontré lo de comedia, ni lo de española.
20.10.09
Lo peor de todo
Tengo dos millones de muletillas - al hablar y al escribir. Mis profesores de expresión oral lograron domar el "este" pero se les escapó una que me acompaña constamente, sobre todo en los momentos menos lúcidos de mi vida: "y es que lo peor de todo...".
Lo peor de todo parece ser todo, por lo mucho que repito la frasecita. Ya me lo han dicho varias veces - incluso alguna vez me ganó alguna charla pseudo espiritual sobre esta manera taaaaan negativa que tengo de ver la vida, que seguramente me traerá muchos problemas.
En fin que hoy, para variar, la utilicé bien. Comí con una amiga que me contó que, con la excusa de la crisis, su jefe está desmantelando la empresa. Cierto, no tienen muchos más clientes, pero no tan pocos como para ir despidiendo a la gran mayoría del personal. Desarmó un equipo que funcionaba bien y ahora están bajo mínimos. La excusa parecía ser que el gestor le dijo que si facturaba lo mismo con menos costos seguramente podría pasar la mala racha.
Ya. La pregunta es cuáles son costos de oportunidad y no. Si puedes dar el mismo servicio con una cuarta parte de la gente que tenías. Si puedes mantener la moral de tu equipo a pesar de tanto cambio. Si te creen algo. Y estuvimos así, discutiendo durante mucho tiempo. Hasta que de pronto, lo dije: "¿sabes qué es lo peor de todo? Que aunque todo se arregle y vuelvan a estar bien, el mejor momento ya pasó. Eso que tuvieron, por lo que te gustaba trabajar ahí, ya no volverá".
Mi nueva profesión es la de ave de mal aguero.
Lo peor de todo parece ser todo, por lo mucho que repito la frasecita. Ya me lo han dicho varias veces - incluso alguna vez me ganó alguna charla pseudo espiritual sobre esta manera taaaaan negativa que tengo de ver la vida, que seguramente me traerá muchos problemas.
En fin que hoy, para variar, la utilicé bien. Comí con una amiga que me contó que, con la excusa de la crisis, su jefe está desmantelando la empresa. Cierto, no tienen muchos más clientes, pero no tan pocos como para ir despidiendo a la gran mayoría del personal. Desarmó un equipo que funcionaba bien y ahora están bajo mínimos. La excusa parecía ser que el gestor le dijo que si facturaba lo mismo con menos costos seguramente podría pasar la mala racha.
Ya. La pregunta es cuáles son costos de oportunidad y no. Si puedes dar el mismo servicio con una cuarta parte de la gente que tenías. Si puedes mantener la moral de tu equipo a pesar de tanto cambio. Si te creen algo. Y estuvimos así, discutiendo durante mucho tiempo. Hasta que de pronto, lo dije: "¿sabes qué es lo peor de todo? Que aunque todo se arregle y vuelvan a estar bien, el mejor momento ya pasó. Eso que tuvieron, por lo que te gustaba trabajar ahí, ya no volverá".
Mi nueva profesión es la de ave de mal aguero.
18.10.09
Limpieza
Buscaba el significado de la palabra "lustro" - esa, la sinónimo de "quinquenio". Dice la Real Academia que viene del latín lustrum, de limpio y puro. Que significa cinco años. Cinco.
Me gustan los aniversarios - las fechas. Eso tiene un problema: también me persiguen los aniversarios, fechas, cumpleaños... Se sientan a mi sala en plan de "¿Qué? ¿Ya no piensas celebrar?". Y entonces ayer hizo cinco años que hicimos escala en Londres y después de horas y horas de vuelo llegamos a Barcelona, al que sería nuestro piso. No me acuerdo si venimos en taxi o cómo. No me acuerdo a qué hora llegamos. Recuerdo que dormí más de doce horas en aquella recámara increíblemente oscura. Y que cuando ví la primera cucaracha pensé: "Bueno, no es tan grave... en ocho meses regresaremos a casa".
Los ocho meses se convirtieron en cinco años. Ya no vivo en aquel piso. Considero que tengo un par de patrias ahora. La casa a la que iba a regresar ya no es mía. Ya no somos nosotros - esos, los que mañana hace siete años se habían prometido "para toda la vida".
Las cosas cambian. Todo cambia. Es bueno acordarse, tenerlo en cuenta: por eso somos quien somos. Diría la Venegas: "y todo lo que ya viví lo sigo cargando/lo llevo muy dentro de mí, nunca lo he olvidado/lo siento tan cerca de aquí/lo llevo muy dentro de mí".
Lo bueno es acordarse de hacer limpieza. Buscarse en las fotografías y ya no encontrarse en la mirada... quizá un poco en el gesto. Comenzar otra vez. Reaprender a conjugar y a utilizar los adverbios de tiempo y lugar: ensayar otro "nosotros", "mi casa", "mi sitio".
Me gustan los aniversarios - las fechas. Eso tiene un problema: también me persiguen los aniversarios, fechas, cumpleaños... Se sientan a mi sala en plan de "¿Qué? ¿Ya no piensas celebrar?". Y entonces ayer hizo cinco años que hicimos escala en Londres y después de horas y horas de vuelo llegamos a Barcelona, al que sería nuestro piso. No me acuerdo si venimos en taxi o cómo. No me acuerdo a qué hora llegamos. Recuerdo que dormí más de doce horas en aquella recámara increíblemente oscura. Y que cuando ví la primera cucaracha pensé: "Bueno, no es tan grave... en ocho meses regresaremos a casa".
Los ocho meses se convirtieron en cinco años. Ya no vivo en aquel piso. Considero que tengo un par de patrias ahora. La casa a la que iba a regresar ya no es mía. Ya no somos nosotros - esos, los que mañana hace siete años se habían prometido "para toda la vida".
Las cosas cambian. Todo cambia. Es bueno acordarse, tenerlo en cuenta: por eso somos quien somos. Diría la Venegas: "y todo lo que ya viví lo sigo cargando/lo llevo muy dentro de mí, nunca lo he olvidado/lo siento tan cerca de aquí/lo llevo muy dentro de mí".
Lo bueno es acordarse de hacer limpieza. Buscarse en las fotografías y ya no encontrarse en la mirada... quizá un poco en el gesto. Comenzar otra vez. Reaprender a conjugar y a utilizar los adverbios de tiempo y lugar: ensayar otro "nosotros", "mi casa", "mi sitio".
13.10.09
Poca suerte
Busqué hoy un gato negro, pasar por debajo de una escalera, zarpar en un barco. Nada.
Solamente quería poner a prueba aquello de la suerte.
Solamente quería poner a prueba aquello de la suerte.
12.10.09
Raza
Me dan ternurita mis compañeros de clase de la Maestría Ultrasecreta porque me tienen como una especie de condescendencia. Esta condescendencia clásica de "claro, es que ella... como viene de un país de tercer mundo..." Podría enojarme, pero visto que ya tengo más de cinco años encontrándome de pronto con gente que se comporta así, mejor me dan ternurita. E intento aprender lo que se pueda.
La semana pasada apenas me enteré que hoy sería festivo. Me dio mucha felicidad porque vislumbré mi primer día de descanso después de tres semanas de trabajo al hilo. Y me dí cuenta justamente en la Maestría. Algo estaban diciendo y yo, en voz fuerte y clara, pregunté: "¿pero exactamente porqué dan el día? ¿Por lo del Día de la Raza?". Silencio sepulcral. Miradas de pistola. Salida del salón - era el momento de descanso. Uno de ellos, compasivo, me tomó del brazo: "está muy mal visto decirlo así... es como... como muy franquista".
Me le quedé mirando sin contestar. Creo que esperaba que yo le diera las gracias. Para mí el 12 de octubre significa tres cosas: Descubrimiento de América (ergo, cuadro plástico en la Escuela con alguna ingenua vestida de Cristobal Colón), Día de la Virgen de Zapopan (ergo, bloqueó en Av. Ávila Camacho e incapacidad para llegar a la Escuela) y Aniversario de Boda de mis abuelos Uribe.
Lo del día de la "Raza" yo durante mucho tiempo pensé que se refería a la tremenda raza (mexicanismo: gran cantidad de gente) que nos reuníamos para celebrar a los viejitos: los 10 hijos con sus respectivos y los 38 nietos, algunos con novios, bisnietos y agregados. Ya no significa lo mismo, porque don Uribe hace rato se fue y andamos todos los demás desperdigados por el mundo... Pero sigue siendo un día festivo que embato felizmente desde mi cama.
Una pregunta: ¿cuántos días más le van a dejar a Franco? ¿cuántas palabras más le van a ceder a los malos recuerdos? ¿qué es lo que hace falta para dejar el pasado en el pasado? Y una afirmación: No, no estoy enojada con los españoles que llegaron a colonizar América. ¿Alguien me ha visto? ¿Se da cuenta que tengo un apellido vasco y otro navarro? ¿qué les hace pensar que yo hubiera nacido si no se hubiese dado la mezcla? Además, me gustan los chiles en nogada. I rest my case. Creo que esto de descansar me deja un poco tonta.
La semana pasada apenas me enteré que hoy sería festivo. Me dio mucha felicidad porque vislumbré mi primer día de descanso después de tres semanas de trabajo al hilo. Y me dí cuenta justamente en la Maestría. Algo estaban diciendo y yo, en voz fuerte y clara, pregunté: "¿pero exactamente porqué dan el día? ¿Por lo del Día de la Raza?". Silencio sepulcral. Miradas de pistola. Salida del salón - era el momento de descanso. Uno de ellos, compasivo, me tomó del brazo: "está muy mal visto decirlo así... es como... como muy franquista".
Me le quedé mirando sin contestar. Creo que esperaba que yo le diera las gracias. Para mí el 12 de octubre significa tres cosas: Descubrimiento de América (ergo, cuadro plástico en la Escuela con alguna ingenua vestida de Cristobal Colón), Día de la Virgen de Zapopan (ergo, bloqueó en Av. Ávila Camacho e incapacidad para llegar a la Escuela) y Aniversario de Boda de mis abuelos Uribe.
Lo del día de la "Raza" yo durante mucho tiempo pensé que se refería a la tremenda raza (mexicanismo: gran cantidad de gente) que nos reuníamos para celebrar a los viejitos: los 10 hijos con sus respectivos y los 38 nietos, algunos con novios, bisnietos y agregados. Ya no significa lo mismo, porque don Uribe hace rato se fue y andamos todos los demás desperdigados por el mundo... Pero sigue siendo un día festivo que embato felizmente desde mi cama.
Una pregunta: ¿cuántos días más le van a dejar a Franco? ¿cuántas palabras más le van a ceder a los malos recuerdos? ¿qué es lo que hace falta para dejar el pasado en el pasado? Y una afirmación: No, no estoy enojada con los españoles que llegaron a colonizar América. ¿Alguien me ha visto? ¿Se da cuenta que tengo un apellido vasco y otro navarro? ¿qué les hace pensar que yo hubiera nacido si no se hubiese dado la mezcla? Además, me gustan los chiles en nogada. I rest my case. Creo que esto de descansar me deja un poco tonta.
11.10.09
Rituales
Desde que me acuerdo, no había elección alguna: los domingos tocaba ir a misa. Desde mi casa, ubicada a un par de manzanas de una de las Iglesias más grandes de la ciudad, se escuchaban cada hora las llamadas. Si mal no recuerdo, las "funciones" eran de las 7 de la mañana hasta las 2 de la tarde, y de las 5 hasta las 10 de la noche (sí, cada hora en la hora).
Yo, la verdad, tuve largas temporadas en las que incluso lo disfrutaba. O cantaba en el coro, o me moría de nervios porque leía una de las lecturas o me queda mirando las lámparas de la perpetua obra en construcción tratando de descifrar - con la voz del párroco de fondo - cuál sería el método que tenía Dios para señalar a los pecadores. Al salir, lo más impactante de todo: dulces, pan, maíz cocido, helados... todo un mercadillo de antojos para satisfacer hasta el más pintado.
El domingo pasado me apunté a ir al cine con unos amigos. Yo llegué corriendo así que no tuve que sufrir la enorme fila de todos los que querían entrar a ver las películas en versión original. Vamos, ya habían comprado incluso las palomitas. Nos sentamos y comenzó la ceremonia. Y me recordó en mucho a tantas tardes de domingo: un montón de gente sentada, en silencio, algunas dando incluso tremendos bostezos (o ronquidos) y alguien repitiendo una homilía que tratábamos de entender. Confieso que pasé de la agitación, al miedo de dormirme por lo cansaba que estaba, a comenzar a pensar - con la voz de los actores de fondo - cómo podía solucionar un tema pendiente de un texto que estoy escribiendo.
El paralelismo con las tardes litúrgicas de mi infancia no acabó ahí: cuando salimos, decenas de vendedores estaban en las calles enfrente del cine, y la gente se compraba helados, o cafés o dulces.
No cabe duda que todos necesitamos ciertos rituales.
Yo, la verdad, tuve largas temporadas en las que incluso lo disfrutaba. O cantaba en el coro, o me moría de nervios porque leía una de las lecturas o me queda mirando las lámparas de la perpetua obra en construcción tratando de descifrar - con la voz del párroco de fondo - cuál sería el método que tenía Dios para señalar a los pecadores. Al salir, lo más impactante de todo: dulces, pan, maíz cocido, helados... todo un mercadillo de antojos para satisfacer hasta el más pintado.
El domingo pasado me apunté a ir al cine con unos amigos. Yo llegué corriendo así que no tuve que sufrir la enorme fila de todos los que querían entrar a ver las películas en versión original. Vamos, ya habían comprado incluso las palomitas. Nos sentamos y comenzó la ceremonia. Y me recordó en mucho a tantas tardes de domingo: un montón de gente sentada, en silencio, algunas dando incluso tremendos bostezos (o ronquidos) y alguien repitiendo una homilía que tratábamos de entender. Confieso que pasé de la agitación, al miedo de dormirme por lo cansaba que estaba, a comenzar a pensar - con la voz de los actores de fondo - cómo podía solucionar un tema pendiente de un texto que estoy escribiendo.
El paralelismo con las tardes litúrgicas de mi infancia no acabó ahí: cuando salimos, decenas de vendedores estaban en las calles enfrente del cine, y la gente se compraba helados, o cafés o dulces.
No cabe duda que todos necesitamos ciertos rituales.
29.9.09
Esa morena
La ví ayer de regreso de la Universidad. Al otro lado del cristal se vería, no sé cómo explicarlo, sexy. Brillante. Prometedora.
En el fondo, lo que más me gustaba es que no tiene mayores secretos. Si aprendo a tocarla, aprenderé. Cada vez será mejor. Seré mejor. La conoceré más claramente y podré hacer más cosas interesantes con ella. Me escuchará si le hablo. Y nunca, nunca me dirá que lo que hago es más bien mediocre. Por lo menos no ella.
Esa guitarra de la calle Tallers parece mucho más comprensiva que cualquier otra cosa ahora. Y me pregunto si realmente yo quería hacer una tesis, meterme en todo este fango académico. Enfrentarme a gente que dice que leyó mi trabajo y que NO LO LEYÓ (también yo sé hacer preguntas de trampa) y me puso una calificación de verguenza porque "en realidad, tiene errores formales importantes y me parece que no conoces bien la realidad de tu país cuando la escribes".
¿Por qué la gente quiere que uno escriba la tesis que ellos no pueden o no quieren escribir? ¿Por qué siempre tienen que ser del mismo tema? "Tienes razón, es un reto que quieras hacer una tesis diferente. Pero bueno, sigue intentándolo".
Intentándolo. Eso quieren que haga. Mi director de tesis me escucha enojarme y me mira con consuelo, como queriéndome decir que todo estará bien, que lograremos pasar a los "verdaderos conocedores" de la academia.
Insisto: sería más fácil comprarme la guitarra y empezar a tocar... quién me manda querer ser doctora.
En el fondo, lo que más me gustaba es que no tiene mayores secretos. Si aprendo a tocarla, aprenderé. Cada vez será mejor. Seré mejor. La conoceré más claramente y podré hacer más cosas interesantes con ella. Me escuchará si le hablo. Y nunca, nunca me dirá que lo que hago es más bien mediocre. Por lo menos no ella.
Esa guitarra de la calle Tallers parece mucho más comprensiva que cualquier otra cosa ahora. Y me pregunto si realmente yo quería hacer una tesis, meterme en todo este fango académico. Enfrentarme a gente que dice que leyó mi trabajo y que NO LO LEYÓ (también yo sé hacer preguntas de trampa) y me puso una calificación de verguenza porque "en realidad, tiene errores formales importantes y me parece que no conoces bien la realidad de tu país cuando la escribes".
¿Por qué la gente quiere que uno escriba la tesis que ellos no pueden o no quieren escribir? ¿Por qué siempre tienen que ser del mismo tema? "Tienes razón, es un reto que quieras hacer una tesis diferente. Pero bueno, sigue intentándolo".
Intentándolo. Eso quieren que haga. Mi director de tesis me escucha enojarme y me mira con consuelo, como queriéndome decir que todo estará bien, que lograremos pasar a los "verdaderos conocedores" de la academia.
Insisto: sería más fácil comprarme la guitarra y empezar a tocar... quién me manda querer ser doctora.
Cuidadito, cuidadito...
Como en canción de María Victoria, el Washington Post acaba de seguir los pasos de varios grandes medios americanos (de los EEUU, pues) para advertirles a sus reporteros y colaboradores que tengan cuidado con lo que publican en las redes sociales - que entiendan que nada es lo suficientemente privado. Entre las normas, les piden que no hagan amigos en Facebook con sus fuentes ni publiquen cosas en las que disientan de la calidad de los medios.
De nuevo: cualquier día de estos, todas las Universidades del mundo harán tomar a sus estudiantes un curso "Common Sense 101" en el primer semestre. Porque parece que eso es lo que falta. La nota, que leí en La Vanguardia, acá.
De nuevo: cualquier día de estos, todas las Universidades del mundo harán tomar a sus estudiantes un curso "Common Sense 101" en el primer semestre. Porque parece que eso es lo que falta. La nota, que leí en La Vanguardia, acá.
Esos suizos
Con lo de la famosa neutralidad y el chocolate, parecería que nos tienen que caer bien a todos. Pero lo chistoso es ir a Suiza y encontrarse con gente que a veces es muy racista o terriblemente cuadrada en términos de trabajo. O por ejemplo, pasar por el aeropuerto de Zurich, llegar a la zona de revisión de seguridad, ser seleccionado aleatoriamente para una revisión de esas intensas (salvándote de una revisión de cavidades sólo porque Dios es grande y habla alemán con acento suizo) y luego entrar a las zonas del Duty Free donde, antes de subir al avión, puedes comprar cuantas navajas suizas quieras y llevarlas contigo (eso sí, en una bolsita de plástico sellada).
Esos suizos, tan particulares, son los que tienen al mundo del arte en ascuas al arrestar a Roman Polanski para deportarlo a Estados Unidos por un crimen que podría haber cometido cuando faltaban dos años para que naciera yo. Polanski quien, por cierto, tiene una casa en Suiza y ha ido ahí no sé cuántas veces en los últimos años, iba al Zurich Film Festival a recibir un premio.
Y me pregunto yo: ¿será que quieren ser muy amigos de algún juez americano? ¿será que Polanski se hizo de enemigos en su última visita? ¿Será que al festival de cine de Zurich le faltaba movimiento y espectacularidad? ¿o es nada más que los Toblerones ya no venden todo lo que vendían antes?
Ah, este mundo. Tan loco.
Esos suizos, tan particulares, son los que tienen al mundo del arte en ascuas al arrestar a Roman Polanski para deportarlo a Estados Unidos por un crimen que podría haber cometido cuando faltaban dos años para que naciera yo. Polanski quien, por cierto, tiene una casa en Suiza y ha ido ahí no sé cuántas veces en los últimos años, iba al Zurich Film Festival a recibir un premio.
Y me pregunto yo: ¿será que quieren ser muy amigos de algún juez americano? ¿será que Polanski se hizo de enemigos en su última visita? ¿Será que al festival de cine de Zurich le faltaba movimiento y espectacularidad? ¿o es nada más que los Toblerones ya no venden todo lo que vendían antes?
Ah, este mundo. Tan loco.
26.9.09
Pequeñas diferencias
- Entre cocinar en casa de mi abuela para 70 personas con un montón de mujeres muertas de risa y hacerlo en una cocina profesional, para dar de desayunar a los comensales que aparezcan, intentando medir las recetas para la posteridad.
- Entre ver los fuegos artificiales agachada sobre el balcón con alguien cogiéndome la cintura para que no me caiga y escucharlos como un bombardeo sobre mi cabeza, sin ganas de salir a ver el humo sola.
- Entre la casa que habitaba hace dos años que se tomaron aquellas fotografías que encontré ayer y la casa (esta misma) que habito hoy.
- Entre levantarse a las tres de la mañana de golpe para escribir una idea clara de la tesina y hacer lo mismo para escribir ficción.
- Entre haber dormido ocho horas o tres, perseguida por pesadillas de primer día de colegio.
- Entre presentarme a abrir el restaurante hoy, que era mi primera vez, y mañana, que es mi segunda. Creo que mañana tendré más ganas y que hoy dormiré mejor. Por lo menos eso espero.
- Entre ver los fuegos artificiales agachada sobre el balcón con alguien cogiéndome la cintura para que no me caiga y escucharlos como un bombardeo sobre mi cabeza, sin ganas de salir a ver el humo sola.
- Entre la casa que habitaba hace dos años que se tomaron aquellas fotografías que encontré ayer y la casa (esta misma) que habito hoy.
- Entre levantarse a las tres de la mañana de golpe para escribir una idea clara de la tesina y hacer lo mismo para escribir ficción.
- Entre haber dormido ocho horas o tres, perseguida por pesadillas de primer día de colegio.
- Entre presentarme a abrir el restaurante hoy, que era mi primera vez, y mañana, que es mi segunda. Creo que mañana tendré más ganas y que hoy dormiré mejor. Por lo menos eso espero.
23.9.09
Yo, la estuata
No es que me crea aquello de que "eres un monumento" que gritan por las calles. Es más, creo que nunca me lo gritaron. Pero el fin de semana, en la Bienale de Venecia, disfruté profundamente con que Daniel Birnbaum, el curador, esté convencido de que el buen arte no está peleado con el humor. Así que me paseé por salas llenas de pinturas, instalaciones, videoarte y con jardines de falsas o verdaderas esculturas, como la serie "Eleven Heavy Things" de Miranda July, sobre una de las cuales, me fotografiaron.
Y tomé la foto como una suerte de deseo, de pensamiento de mi madre sobre mí, de deseo y esperanza de mí sobre mi misma. Eso es lo que cuenta del arte: que te haga sonreír (o llorar, o estremecerte, o pensar) y te deje después algo, aunque sea una esperanza de que las dudas en tí misma no devoren tus sueños.
Más fotos de la Bienale aquí.
Y tomé la foto como una suerte de deseo, de pensamiento de mi madre sobre mí, de deseo y esperanza de mí sobre mi misma. Eso es lo que cuenta del arte: que te haga sonreír (o llorar, o estremecerte, o pensar) y te deje después algo, aunque sea una esperanza de que las dudas en tí misma no devoren tus sueños.
Más fotos de la Bienale aquí.
22.9.09
Extensiones de la vida
Hace semanas que los aguacates desaparecieron de mi lista de la compra. A menos de que tenga unos invitados muy especiales o curso de cocina, la esperanza de comer guacamole disminuye conforme va subiendo el precio por kilo. Tampoco es inusual: cuando yo era chiquita (que no hace tanto), las frutas y las verduras eran estacionales y no pasaba nada por solo comer mandarinas en diciembre. De hecho, el que las cosas fueran de un momento, te hacia que lo disfrutaras más.
Total que hace como media hora llegué a hacer compras de emergencia en el Paki de la vuelta de mi casa (Paki-Mini super atendido por pakistaníes que abre prácticamente a todas horas). Cuando llegué a la puerta, me encontré con las típicas cajas de "basura" que son frutas o verduras ya muy pasadas, que dejan ahí para que la gente las recoja antes de que pase el camión. Había cuatro aguacates. De lejos, tenían buen ver. No pude evitar acercarme un poquito y tocarlos, por encimita, para ver cómo se sentían. El primero, malo. El segundo, bueno. El tercero, más bueno. El cuarto, malo.
Me metí a la tienda sin saber qué hacer. "¿Y esos aguacates, ya los vas a tirar?", le pregunté al chico que atendía que sólo me dedicó una inclinación de cabeza. Tomé dos tomates, cebolla, un pimiento, plátanos, una barra de pan, leche. Vamos, el super de supervivencia. Pagué. "¿Te molesta que me los lleve?". En respuesta, me miró y alzó los hombros.
Me traje los dos aguacates a casa. Los lavé y abrí el que sentía más flojito. Tenía, sí, un pedazo marrón, pero el resto era utilizable. Pique jitomate, cebolla, el pimiento, saqué limón. Y mi guacamole está buenísimo. Vaya cena sin esperarla para mí - vaya extensión de vida para el aguacate.
Total que hace como media hora llegué a hacer compras de emergencia en el Paki de la vuelta de mi casa (Paki-Mini super atendido por pakistaníes que abre prácticamente a todas horas). Cuando llegué a la puerta, me encontré con las típicas cajas de "basura" que son frutas o verduras ya muy pasadas, que dejan ahí para que la gente las recoja antes de que pase el camión. Había cuatro aguacates. De lejos, tenían buen ver. No pude evitar acercarme un poquito y tocarlos, por encimita, para ver cómo se sentían. El primero, malo. El segundo, bueno. El tercero, más bueno. El cuarto, malo.
Me metí a la tienda sin saber qué hacer. "¿Y esos aguacates, ya los vas a tirar?", le pregunté al chico que atendía que sólo me dedicó una inclinación de cabeza. Tomé dos tomates, cebolla, un pimiento, plátanos, una barra de pan, leche. Vamos, el super de supervivencia. Pagué. "¿Te molesta que me los lleve?". En respuesta, me miró y alzó los hombros.
Me traje los dos aguacates a casa. Los lavé y abrí el que sentía más flojito. Tenía, sí, un pedazo marrón, pero el resto era utilizable. Pique jitomate, cebolla, el pimiento, saqué limón. Y mi guacamole está buenísimo. Vaya cena sin esperarla para mí - vaya extensión de vida para el aguacate.
16.9.09
Muda
Compañeros de piso van y vienen. Amigos van y vienen. Veranos van y vienen. Empieza el curso. Casi me quedo dormida en el salón. Llega la nota de la tesina. Me emberrincho. Me pongo a hacer el diseño de un libro por algún acuerdo extraño: cuando lo tengo casi listo me dicen que el texto estaba malo. Casi lloro. Total, es lo que hay.
Me siento en posición casi yogui en mi sala. El problema es que no me puedo concentrar. Y en mi cabeza, hay demasiadas cosas.
Uf. Párenme, por favor.
Me siento en posición casi yogui en mi sala. El problema es que no me puedo concentrar. Y en mi cabeza, hay demasiadas cosas.
Uf. Párenme, por favor.
9.9.09
Queremos una mamá biónica para mi tocaya...
¿Le sobran unos pesos o unos euritos? Por favor, únase a esta súper campaña... es de verdad, yo conozco a la Tocaya y también a la China... y la queremos biónica.
Señales
Sobre todo en las grandes ciudades, tengo la mala costumbre de buscar señales - signos de buena voluntad. Son masivas, anónimas, extrañas. Y al mismo tiempo se parecen tanto entre sí. Los conductores en Ámsterdam son los mismos que hay en Roma, en Madrid, en NY o en el DF: malhumorados, a la ofensiva, agresivos. La gente no se mira. Es fácil saber quiénes viven ahí y quienes están de visita: unos miran hacia arriba y los otros hacia abajo.
Hace justo una semana tomé un tren de mañana a Ámsterdam, a ver qué sucedía. Qué encontraba ahí. A buscar a dos mitos de mi infancia. A buscar una señal.
No pedí un mapa. No pedí ayuda. Me perdí en las calles, buscando algo. Ví en mi primer paseo una librería de viejo, cerrada. Fuí a buscar al primer mito. Lo encontré, lo desmonté y luego seguí caminando. Regresé a la calle. La puerta estaba abierta. Un hombre de cabello totalmente blanco estaba sentado en una mesa caótica, mirando a un lápiz y escuchando a una discusión en la radio. Pregunté si hablaba inglés. Me dijo que sí. Pregunté si tenía algo de mi argentino favorito, pero en holandés. Me contestó que no me escuchaba: que estaba un poco sordo y la radio demasiado alta. Apagó la radio. Le repetí el nombre y me dijo que lo esperara. En el aparente caos de la tienda, movió tres o cuatro libros y de pronto sacó una edición de 1975 no de cualquier libro, sino de MI LIBRO FAVORITO.
Salí de ahí esperanzada. La sonrisa del hombre, el libro en mi bolso (que palpita, se despereza, casi se revuelve adentro, como un gato) y la certeza de que en esa ciudad, a pesar de todo, también hay cosas buenas para mí.
Hace justo una semana tomé un tren de mañana a Ámsterdam, a ver qué sucedía. Qué encontraba ahí. A buscar a dos mitos de mi infancia. A buscar una señal.
No pedí un mapa. No pedí ayuda. Me perdí en las calles, buscando algo. Ví en mi primer paseo una librería de viejo, cerrada. Fuí a buscar al primer mito. Lo encontré, lo desmonté y luego seguí caminando. Regresé a la calle. La puerta estaba abierta. Un hombre de cabello totalmente blanco estaba sentado en una mesa caótica, mirando a un lápiz y escuchando a una discusión en la radio. Pregunté si hablaba inglés. Me dijo que sí. Pregunté si tenía algo de mi argentino favorito, pero en holandés. Me contestó que no me escuchaba: que estaba un poco sordo y la radio demasiado alta. Apagó la radio. Le repetí el nombre y me dijo que lo esperara. En el aparente caos de la tienda, movió tres o cuatro libros y de pronto sacó una edición de 1975 no de cualquier libro, sino de MI LIBRO FAVORITO.
Salí de ahí esperanzada. La sonrisa del hombre, el libro en mi bolso (que palpita, se despereza, casi se revuelve adentro, como un gato) y la certeza de que en esa ciudad, a pesar de todo, también hay cosas buenas para mí.
7.9.09
Verano indio
Me pasé todo el fin de semana con frío. Mis pantalones de mezclilla ya se paran solos porque, por supuesto, sólo me traje un par y muchas falditas y vestidos, todavía confiada en el verano barcelonés. Pero nada. Acá, en las tierras bajas, había entrado de lleno el otoño. Y yo, destemplada, iba por aquí y por allá con un suéter que me queda como cuatro tallas más grande... Todo el mundo me decía que el colmo era que, justo cuando yo me fuera iba a entrar un "indian summer" - una especie de pequeño arrepentimento del clima, que regresa a pleno verano en lugar de seguir coqueteando con el otoño.
Qué hacerle. Nunca he sido gran amiga de los meteorólogos.
Hoy decidí que ya no me ponía el pantalón de mezclilla y salvé del fondo de mi maleta unas medias negras, muy densas. Con falda y tenis, no sería tan difícil eso de ir a caminar al centro. Me bañé, trabajé hasta pasado el medio día y luego salí a hacer "los mandados".
Ya por ahí de la esquina, me parecía que mi gabardina (en la bolsa) me iba a sobrar. Cuando llegué a la avenida me dí cuenta que me sobraba la gabardina, el suéter y las medias. Es más, hasta los tenis. Lo más correcto hubiese sido traer unas sandalias.
Así me recorrí el centro de Rotterdam, envidiando a la gente que chancleaba con felicidad las calles. Yo, con mis piernas mejor torneadas por las medias y mis pies mejor sujetados por los tenis, los miraba con un poco de rabia. Y seguí. Y caminé más. Y de pura rabia caminé mucho más lejos que hasta ahora...
Esta ciudad, como tantas otras, parece perfecta a la luz del verano. Aunque sea indio.
Qué hacerle. Nunca he sido gran amiga de los meteorólogos.
Hoy decidí que ya no me ponía el pantalón de mezclilla y salvé del fondo de mi maleta unas medias negras, muy densas. Con falda y tenis, no sería tan difícil eso de ir a caminar al centro. Me bañé, trabajé hasta pasado el medio día y luego salí a hacer "los mandados".
Ya por ahí de la esquina, me parecía que mi gabardina (en la bolsa) me iba a sobrar. Cuando llegué a la avenida me dí cuenta que me sobraba la gabardina, el suéter y las medias. Es más, hasta los tenis. Lo más correcto hubiese sido traer unas sandalias.
Así me recorrí el centro de Rotterdam, envidiando a la gente que chancleaba con felicidad las calles. Yo, con mis piernas mejor torneadas por las medias y mis pies mejor sujetados por los tenis, los miraba con un poco de rabia. Y seguí. Y caminé más. Y de pura rabia caminé mucho más lejos que hasta ahora...
Esta ciudad, como tantas otras, parece perfecta a la luz del verano. Aunque sea indio.
4.9.09
Cosas de familia
Ando buscando a los héroes y a los mitos de mi infancia y mi adolescencia. Desde mi infancia y mi adolescencia. A veces, cuando llego a ciertas ciudades, me acuerdo de ellos otra vez - con más fuerza. Y hago peregrinaciones a donde pudieron haber estado, donde quedó algo de lo que fueron.
Ayer fuí a la Casa de Anna Frank. Me subí al tren a Amsterdam pensando en la niña de diez años que se enamoró del libro y lo llevaba cargando de un lado a otro. De la que se horrorizó con la sensación de claustrofobia, y se enamoró de Peter y quería salir a la calle, a correr. De la que no era judía pero se sentía por un momento al leer la historia de alguien que se llamaba como ella.
Me prometí entonces ir a la casa de Anna Frank. Ya iban incontables visitas a los países bajos y nada. Ayer supuse que ya estaba bien: que había que ponerles atención a mis recuerdos infantiles. Y me hice la súper fila que toca hacer y entré al número 267, aunque debí de haber entrado por el número 263.
Me dieron muchas ganas de volver a leer el libro. Y con cada frase me acordé de mi misma. Y pensé que esa niña, a la que se le alaba por su contribución a los presos del mundo, quizá no hubiese sido una mujer muy agradable. Lo dice esta terrible autoconciencia, las declaraciones de las mujeres que les ayudaban que afirman que lo peor que se podía hacer era interrumpirla cuando estaba escribiendo... nadie duda que su contribución hubiese sido la misma. Pero quizá no tendría tanta repercusión y podría haber sido además una mujer bastante malhumorada. Con todo eso me salí en la cabeza y con la voz de Otto Frank que, aún sorprendido por los contenidos de los diarios de su hija, confiesa que cree que en realidad, ningún padre conoce a sus hijos.
Luego me fuí al Museo Van Gogh. Me encontré con que estaba medio cerrado, pero igual. Con una narración que desmitificaba el loco del que me habló mi profesora de historia del arte - el hombre quería vender, buscaba conceptos que se vendieran y pidió que lo encerraran en un hospital cuando se empezó a "poner loco". No era un desatado. Hubo que convencerlo para que dejara la pintura clásica. Dudaba de su capacidad. Y luego, cuando se murieron él y luego su hermano (su promotor, su mecenas), fue su cuñada quien comenzó a trabajar para que su obra se conociera: editó la correspondencia entre los hermanos y la puso a la venta. Para algunos fue una gran contribución por puro amor al arte. Yo creo que la pobre se vió viuda y con un montón de obras que no iba a poder vender a menos de que les hiciera buena promoción. Y comenzó a alimentar el mito de que su ex-cuñado era bueno, pues, un poco loco.
Él, que quería ser pastor. Y que pintó los girasoles en un gesto de agradecimiento para su casera francesa.
No cabe duda. Hay cosas que sólo quedan en familia.
Ayer fuí a la Casa de Anna Frank. Me subí al tren a Amsterdam pensando en la niña de diez años que se enamoró del libro y lo llevaba cargando de un lado a otro. De la que se horrorizó con la sensación de claustrofobia, y se enamoró de Peter y quería salir a la calle, a correr. De la que no era judía pero se sentía por un momento al leer la historia de alguien que se llamaba como ella.
Me prometí entonces ir a la casa de Anna Frank. Ya iban incontables visitas a los países bajos y nada. Ayer supuse que ya estaba bien: que había que ponerles atención a mis recuerdos infantiles. Y me hice la súper fila que toca hacer y entré al número 267, aunque debí de haber entrado por el número 263.
Me dieron muchas ganas de volver a leer el libro. Y con cada frase me acordé de mi misma. Y pensé que esa niña, a la que se le alaba por su contribución a los presos del mundo, quizá no hubiese sido una mujer muy agradable. Lo dice esta terrible autoconciencia, las declaraciones de las mujeres que les ayudaban que afirman que lo peor que se podía hacer era interrumpirla cuando estaba escribiendo... nadie duda que su contribución hubiese sido la misma. Pero quizá no tendría tanta repercusión y podría haber sido además una mujer bastante malhumorada. Con todo eso me salí en la cabeza y con la voz de Otto Frank que, aún sorprendido por los contenidos de los diarios de su hija, confiesa que cree que en realidad, ningún padre conoce a sus hijos.
Luego me fuí al Museo Van Gogh. Me encontré con que estaba medio cerrado, pero igual. Con una narración que desmitificaba el loco del que me habló mi profesora de historia del arte - el hombre quería vender, buscaba conceptos que se vendieran y pidió que lo encerraran en un hospital cuando se empezó a "poner loco". No era un desatado. Hubo que convencerlo para que dejara la pintura clásica. Dudaba de su capacidad. Y luego, cuando se murieron él y luego su hermano (su promotor, su mecenas), fue su cuñada quien comenzó a trabajar para que su obra se conociera: editó la correspondencia entre los hermanos y la puso a la venta. Para algunos fue una gran contribución por puro amor al arte. Yo creo que la pobre se vió viuda y con un montón de obras que no iba a poder vender a menos de que les hiciera buena promoción. Y comenzó a alimentar el mito de que su ex-cuñado era bueno, pues, un poco loco.
Él, que quería ser pastor. Y que pintó los girasoles en un gesto de agradecimiento para su casera francesa.
No cabe duda. Hay cosas que sólo quedan en familia.
Momentos de museo
Fanática irredenta de los museos holandeses, cuando ando de este lado intento culturizarme a marchas forzadas. El resultado es que acabo muy cansada, pero hay cosas que siempre estoy feliz de haber visto.
Gemeentemuseum, La Haya
* De schone slappster (La Bella Durmiente): una mini colección de unas diez piezas pre-rafaelistas traídas del Museo de Arte de Ponce, en Puerto Rico. Hay un cuadro de tres por siete metros de "El último sueño de Arturo en Avalon" que le tomó 20 años a su autor, Edward Burne-Jones, pintar. De hecho, se murió sin verlo terminado.
* Un montón de salas hasta el fondo de museo, en las que a alguien se le ocurrió "mudar" los muebles y las paredes de palacios del siglo XVIII. Lo increíble es lo mal que casan con el edificio. Y mejor aún, que hayan decidido poner a la mitad de todo una serie de piezas de arte contemporáneo en vidrio. Es como si alguien hubiera perdido un pedazo de la cabeza ahí.
* Un cuadro azul de Yves Klein por ahí... en una esquinita... como si el museógrafo no supiera muy bien dónde ponerlo. Y lo mismo pasa con un par de grabados de Otto Dix y hasta un Van Gogh.
Boijmans Van Beuningen, Rotterdam
* Los miércoles es gratuito.
* Justo a la entrada, entre las cajas y el guardarropas más lindo del mundo, hay tres salas que son gratuitas siempre. Entre ellas, un montaje de Pipilotti Rist que se llama Laat Je Haar Neer (Let your Hair Down) en el que te subes a una escalera y luego te puedes subir a una estructura de red y quedarte suspendido a una altura de dos pisos, mirando una película. La sensación es lo máximo.
* Otra intervención, cerca de la cafetería, de Tobias Putrih y el estudio de arquitectura MOS. Hicieron una cueva de hielo seco a la mitad de una sala. Es lo máximo. Y uno se puede meter ahí.
* Las piezas nuevas de la colección: ojo con un súper coso amarillo de Klaas Kloosterboer - no es una pieza clásica de pintura pero está construido con los mismos elementos e igualmente colgado de la pared. A la mitad de la expo hay una pieza de Emo Verkerk, sobre la visión de los peces ;). Al fondo, fondo, fondísimo, un par de piezas de Berend Strik que no hay que perderse: complementa fotos, diseños o pinturas cosiéndoles encima tela. Ojo con la vista africana impresionante.
Casa de Anne Frank, Amsterdam
* 8.50 euros la entrada.
* Las colas de verdad son larguísimas. Yo llegué temprano y ya estaba lleno de gente.
* Está planeado para que lo experimentes en muchos idiomas, lo que está muy bien.
* La casa es increíble.
* Hay una exposición interactiva que se llama Free2choose sobre los derechos fundamentales. Una manera muy divertida de descubrir si eres o no neoconservador.
Museo Van Gogh, Amsterdam
* Es carísimo: la entrada cuesta 12,50 sin reducción para nadie.
* Está cerrado como por mitad. Entiendo que a partir de finales de septiembre ya lo tendrán abierto todo, pero están cambiando las salas.
* La museografía cronográfica de los Van Goghs es lo máximo. Y los cuadros japoneses muy perturbadores.
* Hay una exposición temporal sobre un coleccionista - Andries Bonger, en específico sobre lo que tenía de Odilon Redon y Emile Bernard. Son contemporáneos a Van Gogh y Bonger le compraba la obra a Theo Van Gogh, hermano del artista. A pesar de que tuvo algunos cuadros de Vincent, los vendió, porque no le gustaban mucho. De estos dos, de sus colecciones, ojo con los grabados y las litografías. Y con la manera en cómo la obra de Van Gogh bueno, no casaba con los gustos de la época.
Gemeentemuseum, La Haya
* De schone slappster (La Bella Durmiente): una mini colección de unas diez piezas pre-rafaelistas traídas del Museo de Arte de Ponce, en Puerto Rico. Hay un cuadro de tres por siete metros de "El último sueño de Arturo en Avalon" que le tomó 20 años a su autor, Edward Burne-Jones, pintar. De hecho, se murió sin verlo terminado.
* Un montón de salas hasta el fondo de museo, en las que a alguien se le ocurrió "mudar" los muebles y las paredes de palacios del siglo XVIII. Lo increíble es lo mal que casan con el edificio. Y mejor aún, que hayan decidido poner a la mitad de todo una serie de piezas de arte contemporáneo en vidrio. Es como si alguien hubiera perdido un pedazo de la cabeza ahí.
* Un cuadro azul de Yves Klein por ahí... en una esquinita... como si el museógrafo no supiera muy bien dónde ponerlo. Y lo mismo pasa con un par de grabados de Otto Dix y hasta un Van Gogh.
Boijmans Van Beuningen, Rotterdam
* Los miércoles es gratuito.
* Justo a la entrada, entre las cajas y el guardarropas más lindo del mundo, hay tres salas que son gratuitas siempre. Entre ellas, un montaje de Pipilotti Rist que se llama Laat Je Haar Neer (Let your Hair Down) en el que te subes a una escalera y luego te puedes subir a una estructura de red y quedarte suspendido a una altura de dos pisos, mirando una película. La sensación es lo máximo.
* Otra intervención, cerca de la cafetería, de Tobias Putrih y el estudio de arquitectura MOS. Hicieron una cueva de hielo seco a la mitad de una sala. Es lo máximo. Y uno se puede meter ahí.
* Las piezas nuevas de la colección: ojo con un súper coso amarillo de Klaas Kloosterboer - no es una pieza clásica de pintura pero está construido con los mismos elementos e igualmente colgado de la pared. A la mitad de la expo hay una pieza de Emo Verkerk, sobre la visión de los peces ;). Al fondo, fondo, fondísimo, un par de piezas de Berend Strik que no hay que perderse: complementa fotos, diseños o pinturas cosiéndoles encima tela. Ojo con la vista africana impresionante.
Casa de Anne Frank, Amsterdam
* 8.50 euros la entrada.
* Las colas de verdad son larguísimas. Yo llegué temprano y ya estaba lleno de gente.
* Está planeado para que lo experimentes en muchos idiomas, lo que está muy bien.
* La casa es increíble.
* Hay una exposición interactiva que se llama Free2choose sobre los derechos fundamentales. Una manera muy divertida de descubrir si eres o no neoconservador.
Museo Van Gogh, Amsterdam
* Es carísimo: la entrada cuesta 12,50 sin reducción para nadie.
* Está cerrado como por mitad. Entiendo que a partir de finales de septiembre ya lo tendrán abierto todo, pero están cambiando las salas.
* La museografía cronográfica de los Van Goghs es lo máximo. Y los cuadros japoneses muy perturbadores.
* Hay una exposición temporal sobre un coleccionista - Andries Bonger, en específico sobre lo que tenía de Odilon Redon y Emile Bernard. Son contemporáneos a Van Gogh y Bonger le compraba la obra a Theo Van Gogh, hermano del artista. A pesar de que tuvo algunos cuadros de Vincent, los vendió, porque no le gustaban mucho. De estos dos, de sus colecciones, ojo con los grabados y las litografías. Y con la manera en cómo la obra de Van Gogh bueno, no casaba con los gustos de la época.
¿Cuánto cuestas?
Insistió. Me pidió ser su "amiga" en Facebook otra vez. No pude decirle que no. "Ya me borrarás después si quieres". Me sonrojé de pensar que me estaba leyendo la mente.
Después pensé que quizá tenía suerte. Que esto de tener 400 amigos en Facebook (ya sé, qué verguenza) y tratar más o menos con frecuencia con la mayoría (ya sé, qué socialité) era más bien algo de lo que estar contenta. Y no ser una de esas que compra amigos de Facebook a empresas, para que no se vea tan "deslucido" su perfil.
¿Será que se cotizará ser amigo de alguien? ¿Podríamos hacerlo negocio? Ya... debería de ponerme a trabajar.
Después pensé que quizá tenía suerte. Que esto de tener 400 amigos en Facebook (ya sé, qué verguenza) y tratar más o menos con frecuencia con la mayoría (ya sé, qué socialité) era más bien algo de lo que estar contenta. Y no ser una de esas que compra amigos de Facebook a empresas, para que no se vea tan "deslucido" su perfil.
¿Será que se cotizará ser amigo de alguien? ¿Podríamos hacerlo negocio? Ya... debería de ponerme a trabajar.
2.9.09
Mátenme porque me muero
Empecé a pensar en la muerte otra vez la semana pasada. Fuí al cine a ver Despedidas, la película japonesa que ganó el Óscar a Mejor Película Extranjera este año. Altamente recomendable, no sólo recupera el ritual del embalsamamiento japonés, sino que muestra de forma bastante cruda cómo nuestros sentimientos al final se destapan. Literalmente al final, cuando tenemos que despedirnos de alguien por última vez.
Hace años, muchos años - y creo que ya he hablado de ésto - mi "primer amor" me aseguró que si alguna vez a él le diagnosticaban Alzheimer, se iba a dar un tiro. Me acuerdo haberme enojado profundamente y pensar que estaba loco - durar semanas molesta con la idea. Yo tenía quizá 18 años. Y no me podía imaginar queriendo que alguien querido se muriera.
Y sin embargo ahora, que ya he visto a gente enferma de Alzheimer, que he visto a mis abuelos morir de forma radicalmente distinta - uno después de una larga enfermedad que lo llevó a menos durante años, otro después de dos días de enfermedad brutal -, pienso diferente. Pienso diferente de la eutanasia, cuando sé de tanta gente que tiene un día a día tan triste y tan doloroso. La extensión de la vida por la extensión misma me parece un poco idiota.
Hace poco me volvieron a insinuar, alguien muy querido, que si se enfermaba de Alzheimer preferiría morirse pronto. Lo entendí perfecto. No fue la imagen de él dandose un tiro, sino la imagen de él negándose a perder sus recuerdos, su dignidad.
Da para mucho para discusión. Seguramente volverá a tocar estas puertas. Pero creo que la gente que de verdad, de verdad quiere morirse, alguna razón tendrá. Y también creo que hay que tener la claridad de ofrecerles no solo una muerte digna, sino una vida digna. Si vamos a hacerlos que sigan viviendo, tenemos que garantizar que sea en las mejores condiciones. Y que guardemos el mejor recuerdo de ellos. Creo.
Vaya miércoles lúgubre el mío. Y la peli... la peli es preciosa. Hay que verla.
Hace años, muchos años - y creo que ya he hablado de ésto - mi "primer amor" me aseguró que si alguna vez a él le diagnosticaban Alzheimer, se iba a dar un tiro. Me acuerdo haberme enojado profundamente y pensar que estaba loco - durar semanas molesta con la idea. Yo tenía quizá 18 años. Y no me podía imaginar queriendo que alguien querido se muriera.
Y sin embargo ahora, que ya he visto a gente enferma de Alzheimer, que he visto a mis abuelos morir de forma radicalmente distinta - uno después de una larga enfermedad que lo llevó a menos durante años, otro después de dos días de enfermedad brutal -, pienso diferente. Pienso diferente de la eutanasia, cuando sé de tanta gente que tiene un día a día tan triste y tan doloroso. La extensión de la vida por la extensión misma me parece un poco idiota.
Hace poco me volvieron a insinuar, alguien muy querido, que si se enfermaba de Alzheimer preferiría morirse pronto. Lo entendí perfecto. No fue la imagen de él dandose un tiro, sino la imagen de él negándose a perder sus recuerdos, su dignidad.
Da para mucho para discusión. Seguramente volverá a tocar estas puertas. Pero creo que la gente que de verdad, de verdad quiere morirse, alguna razón tendrá. Y también creo que hay que tener la claridad de ofrecerles no solo una muerte digna, sino una vida digna. Si vamos a hacerlos que sigan viviendo, tenemos que garantizar que sea en las mejores condiciones. Y que guardemos el mejor recuerdo de ellos. Creo.
Vaya miércoles lúgubre el mío. Y la peli... la peli es preciosa. Hay que verla.
1.9.09
Qué lástima, pero adiós...
Ahora resulta que la gente odia al Facebook. Que se sienten defraudados al saber que lo que han puesto ahí puede verlo tanta gente, que les quita horas de valioso trabajo. Y hasta el NYT apunta que hay una especie de éxodo: que mucha gente está cerrando sus cuentas de Facebook.
Yo he escuchado la amenaza más de una vez. He recibido peticiones de parte de amigos y familiares para que yo haga lo propio. Para que me aleje de este invento del demonio.
La verdad es que hay cosas a las que yo no me apunto: por ejemplo, odio las galletitas de la fortuna. No soporto la idea de los video-chats. Siguen gustándome los libros y los periódicos impresos. Y Facebook es una de esas cosas que antes no nos hubiéramos imaginado: no me veo poniendo un periódico mural con las cosas que pienso o hago afuera de mi despacho o en la puerta de mi casa. Pero ahora, por lo que hay, me gusta. Participo en lo que puedo. No formo parte del éxodo.
No hay nada mejor a lo que irme.
Yo he escuchado la amenaza más de una vez. He recibido peticiones de parte de amigos y familiares para que yo haga lo propio. Para que me aleje de este invento del demonio.
La verdad es que hay cosas a las que yo no me apunto: por ejemplo, odio las galletitas de la fortuna. No soporto la idea de los video-chats. Siguen gustándome los libros y los periódicos impresos. Y Facebook es una de esas cosas que antes no nos hubiéramos imaginado: no me veo poniendo un periódico mural con las cosas que pienso o hago afuera de mi despacho o en la puerta de mi casa. Pero ahora, por lo que hay, me gusta. Participo en lo que puedo. No formo parte del éxodo.
No hay nada mejor a lo que irme.
31.8.09
Trasteando
A los pocos días que se había ido Marco, comencé a sacar del piso muchas cosas: tazas que ya no utilizábamos, un sillón, moldes de plástico viejos que odiaba. Pasé un par de horas eligiendo, limpiando, dejando en la calle un miércoles - como toca según la ordenanza barcelonesa.
En la travesía, al ir a las tiendas, me encontré que mucha gente que había decidido no salir de vacaciones quiso cambiar su casa. También, me encontré a muchos amigos que habían aprovechado estos meses para hacer cambios - o los habían sufrido intempestivamente.
Me acordé de que hace tres años que me mudé a la casa donde vivo: recién operada, utilizando las maletas como carritos de mudanza. Me dí cuenta que mi tendencia natural a la acumulación cada vez hace más difícil que me mude con unas cuantas maletas.
Ahora tiro cosas. De vez en cuando tengo angustia de ser dueña de tantas. Me gustaría moverme de un lado a otro sólo con una maleta. Pero, la verdad, es que tampoco me lastran. Solo pienso que será difícil dejarlas ir cuando ponga la nariz en dirección de otro destino. Cuando sea que esto pase.
En la travesía, al ir a las tiendas, me encontré que mucha gente que había decidido no salir de vacaciones quiso cambiar su casa. También, me encontré a muchos amigos que habían aprovechado estos meses para hacer cambios - o los habían sufrido intempestivamente.
Me acordé de que hace tres años que me mudé a la casa donde vivo: recién operada, utilizando las maletas como carritos de mudanza. Me dí cuenta que mi tendencia natural a la acumulación cada vez hace más difícil que me mude con unas cuantas maletas.
Ahora tiro cosas. De vez en cuando tengo angustia de ser dueña de tantas. Me gustaría moverme de un lado a otro sólo con una maleta. Pero, la verdad, es que tampoco me lastran. Solo pienso que será difícil dejarlas ir cuando ponga la nariz en dirección de otro destino. Cuando sea que esto pase.
29.8.09
Todo lo que nos separó
En esta semana, me encontré dos notas en La Vanguardia sobre cómo Facebook es ahora la fuente interminable de problemas entre parejas. Desde Bélgica se comenta cómo más parejas lo utilizan como causal de divorcio - por celos o para demostrar maltrato - y una Universidad en Canadá (Guelph) está llevando a cabo un estudio sobre cómo el medio es perjudicial para las relaciones de pareja pues puedes husmear todo lo que está haciendo en su vida.
Facebook no es el malo malísimo que se está llevando todo al carajo, señores. Esas relaciones ya estaban mal. ¿Qué necesidad en tener que subir fotografías en las que te ves con alguien más en actitudes cariñosas - o peor, estar en actitudes cariñosas con alguien más, ser fotografiado y exponerte a ser subido a Facebook cuando se supone que estás bien con tu pareja? No hace sentido.
Pero claro, mejor echarle la culpa a la televisión de los niños malcriados o a Facebook de los matrimonios rotos. Muy feo eso de decir: "yo me metí a su facebook y busqué hasta que encontré algo para dejarlo", "yo me puse 'single' aunque estuviéramos casados para que rabiara", "yo le puse los cuernos, y alguien lo subió a facebook".
No es una cuestión de Facebook. Hace años fui testigo de la siguiente escena: una chica llegó al club deportivo en donde su marido entrenaba un deporte de grupo. Los compañeros de él, que nunca la habían visto, se le acercaron y le preguntaron que si era la hermana de su esposo. Al contestar ella que no, que se había casado con él hacia tres años, más de alguno exclamó: "¡Anda! ¡Yo no creía que este tuviera novia, mucho menos que estuviera casado!".
Ese bocazas es más o menos el equivalente analógico al "single" en el perfil de Facebook. Y es mucho más jodido en vivo que en digital.
Facebook no es el malo malísimo que se está llevando todo al carajo, señores. Esas relaciones ya estaban mal. ¿Qué necesidad en tener que subir fotografías en las que te ves con alguien más en actitudes cariñosas - o peor, estar en actitudes cariñosas con alguien más, ser fotografiado y exponerte a ser subido a Facebook cuando se supone que estás bien con tu pareja? No hace sentido.
Pero claro, mejor echarle la culpa a la televisión de los niños malcriados o a Facebook de los matrimonios rotos. Muy feo eso de decir: "yo me metí a su facebook y busqué hasta que encontré algo para dejarlo", "yo me puse 'single' aunque estuviéramos casados para que rabiara", "yo le puse los cuernos, y alguien lo subió a facebook".
No es una cuestión de Facebook. Hace años fui testigo de la siguiente escena: una chica llegó al club deportivo en donde su marido entrenaba un deporte de grupo. Los compañeros de él, que nunca la habían visto, se le acercaron y le preguntaron que si era la hermana de su esposo. Al contestar ella que no, que se había casado con él hacia tres años, más de alguno exclamó: "¡Anda! ¡Yo no creía que este tuviera novia, mucho menos que estuviera casado!".
Ese bocazas es más o menos el equivalente analógico al "single" en el perfil de Facebook. Y es mucho más jodido en vivo que en digital.
Caballos, ranas, elefantes...
Quizá es parte de mi cinismo habitual o de mi necesidad de protegerme. A veces salgo a la calle y, confieso, en lugar de ver gente veo animales. Todo empezó cuando alguien me dijo que Julia Roberts tenía cara de caballo - y cuando la miré no pude más que aceptar. Y de pronto me encuentro con conejos, ranas, pescados, perros, gatos...
El castigo a esto es que cada vez que me miro en un espejo me debato entre encontrar un elefante o un hipopótamo. Pero las opciones son pocas. Y hace días recibí un bloque de sabiduría: "No me digas a mí esas cosas - no me gusta juzgar a la gente por su físico".
Algo en la idea del karma me hace pensar que si dejo de ver a Julia Roberts con cara de caballo dejaré de verme como prima de Dumbo. Pero claro... es como el oso blanco en el que no quiero pensar y está sentado todas las noches a la orilla de mi cama.
El castigo a esto es que cada vez que me miro en un espejo me debato entre encontrar un elefante o un hipopótamo. Pero las opciones son pocas. Y hace días recibí un bloque de sabiduría: "No me digas a mí esas cosas - no me gusta juzgar a la gente por su físico".
Algo en la idea del karma me hace pensar que si dejo de ver a Julia Roberts con cara de caballo dejaré de verme como prima de Dumbo. Pero claro... es como el oso blanco en el que no quiero pensar y está sentado todas las noches a la orilla de mi cama.
19.8.09
Verse el ombligo
De vez en cuando me acuerdo que mi trabajo primigenio era de periodista y no sólo escribo, sino que asisto a las discusiones internacionales sobre los cambios en la manera de abordarlo. Nos hemos despedido de las redacciones con interminables faxes y ahora casi todo llega por internet. Cada vez es más fácil trabajar menos - hacer un refrito con lo que envían las agencias y listo.
Quizá una de las cosas más terribles del periodismo de los últimos años es este hábito permanente de mirarse el ombligo - de escribir para los otros periodistas, no para el público. Es cierto e importante lo que trae la otra cadena, el otro diario, no lo que puedo producir yo.
Esa es una de las actitudes que tendrán que cambiar con las nuevas necesidades del mercado. Aquí y en todo el mundo estamos viendo como los periódicos cierran sin previo aviso. Y una de las opciones es saber qué quiere leer tu lector - y dale eso. No responderle a la cabecera de al lado.
Dos ejemplos: hace poco escuché a un corresponsal internacional contar cómo había descubierto algo muy importante en Irak y que no se lo publicaron, porque nadie más lo llevaba. Cinco días después, cuando lo sacó la BBC, su editor también lo puso en página. Ejemplo dos: en Pensacola, Florida, un blogger está cambiando el destino de un caso por haber publicado el resultado de sus propias investigaciones - aún en contra de los medios locales e incluso desafiando al principio las conclusiones de la policía. Según el artículo publicado en el NYT, Rick Outzen decidió publicar después de consultar a un abogado bajo la premisa "¿Significa que estoy mal porque soy el único que lo lleva?.
Sería muy lindo que los periódicos y los medios en general volvieran a la sana costumbre de investigar y producir contenidos - es mucho más atractivo para el lector que sólo escuchar un diálogo entre cadenas. Y miren que lo digo mientras comento el artículo de otra publicación. A lo mejor me debería morder la lengua más seguido ;).
Quizá una de las cosas más terribles del periodismo de los últimos años es este hábito permanente de mirarse el ombligo - de escribir para los otros periodistas, no para el público. Es cierto e importante lo que trae la otra cadena, el otro diario, no lo que puedo producir yo.
Esa es una de las actitudes que tendrán que cambiar con las nuevas necesidades del mercado. Aquí y en todo el mundo estamos viendo como los periódicos cierran sin previo aviso. Y una de las opciones es saber qué quiere leer tu lector - y dale eso. No responderle a la cabecera de al lado.
Dos ejemplos: hace poco escuché a un corresponsal internacional contar cómo había descubierto algo muy importante en Irak y que no se lo publicaron, porque nadie más lo llevaba. Cinco días después, cuando lo sacó la BBC, su editor también lo puso en página. Ejemplo dos: en Pensacola, Florida, un blogger está cambiando el destino de un caso por haber publicado el resultado de sus propias investigaciones - aún en contra de los medios locales e incluso desafiando al principio las conclusiones de la policía. Según el artículo publicado en el NYT, Rick Outzen decidió publicar después de consultar a un abogado bajo la premisa "¿Significa que estoy mal porque soy el único que lo lleva?.
Sería muy lindo que los periódicos y los medios en general volvieran a la sana costumbre de investigar y producir contenidos - es mucho más atractivo para el lector que sólo escuchar un diálogo entre cadenas. Y miren que lo digo mientras comento el artículo de otra publicación. A lo mejor me debería morder la lengua más seguido ;).
16.8.09
Añoranza de sonido
Ayer por la tarde, después de declinar una tentadora invitación para ir a uno de esos parques acuáticos a pleno rayo de sol, decidí salir de mi letargo vacacional. Tenía una especie de nostalgia acústica de español, de catalán, de valenciano - de algo que entendiera y me pareciera más cercano a casa.
Así que tomé el tranvía y viajé por la costa de Alicante hasta el centro de la ciudad. Ya no hacía tanto calor y me perdí en las callecitas. Fui a la catedral de San Nicolás y escuché a los mendigos de las puertas pedir limosna en inglés, italiano, francés y (sí, oh, sí) holandés. Salí de ahí y me fui siguiendo las voces - las de los camareros que ponían cañas a los guiris, de los tenderos que cerraban el sábado, de los pocos paseantes por ahí. En un retuerto de la calle, fuegos artificiales. Una especie de pequeñísima mascletà. Adiviné con acierto una boda. Y me los encontré ahí, a todos los emperifollados, a todas con sus taconsísimos y sus abanicos, al señor de los fuegos artificiales, al camarero del bar de al lado, a los niños correteando entre las faldas cortísimas o larguísimas - según el entendimiento de la moda.
Entré a la iglesia en lo que se sucedían las felicitaciones y escuché a la típica media docena de beatas que están en la Iglesia durante horas, murmurando los rosarios de la tarde y de la mañana. Y la letanía me fue especialmente querida, dicha en ese español castizo que me recuerda (sin acento) al de mis abuelos, tan lenta, saboreando todas las palabras - dándoles su significado, que dirían las monjas con las que me eduqué.
Salí después de un misterio renovada. Con el rintintín del sonido religioso colgado de mis orejas. Con la tranquilidad de saber que en gran parte de mi mundo conocido se habla la lengua que me dieron como materna. Después me comí un helado y charlé un rato grande con el señor de una tienda de ibéricos, que me explicó con paciencia la diferencia entre el jamón y la paletilla.
De regreso en el tranvía, la visión era completamente diferente. Por unas horas, me habían regresado a mi mundo. Y al regresarme los sonidos, me regresaron las ideas. Por ahora, sólo puedo decir que todo empezó con un gato negro que se llama Kafka.
Así que tomé el tranvía y viajé por la costa de Alicante hasta el centro de la ciudad. Ya no hacía tanto calor y me perdí en las callecitas. Fui a la catedral de San Nicolás y escuché a los mendigos de las puertas pedir limosna en inglés, italiano, francés y (sí, oh, sí) holandés. Salí de ahí y me fui siguiendo las voces - las de los camareros que ponían cañas a los guiris, de los tenderos que cerraban el sábado, de los pocos paseantes por ahí. En un retuerto de la calle, fuegos artificiales. Una especie de pequeñísima mascletà. Adiviné con acierto una boda. Y me los encontré ahí, a todos los emperifollados, a todas con sus taconsísimos y sus abanicos, al señor de los fuegos artificiales, al camarero del bar de al lado, a los niños correteando entre las faldas cortísimas o larguísimas - según el entendimiento de la moda.
Entré a la iglesia en lo que se sucedían las felicitaciones y escuché a la típica media docena de beatas que están en la Iglesia durante horas, murmurando los rosarios de la tarde y de la mañana. Y la letanía me fue especialmente querida, dicha en ese español castizo que me recuerda (sin acento) al de mis abuelos, tan lenta, saboreando todas las palabras - dándoles su significado, que dirían las monjas con las que me eduqué.
Salí después de un misterio renovada. Con el rintintín del sonido religioso colgado de mis orejas. Con la tranquilidad de saber que en gran parte de mi mundo conocido se habla la lengua que me dieron como materna. Después me comí un helado y charlé un rato grande con el señor de una tienda de ibéricos, que me explicó con paciencia la diferencia entre el jamón y la paletilla.
De regreso en el tranvía, la visión era completamente diferente. Por unas horas, me habían regresado a mi mundo. Y al regresarme los sonidos, me regresaron las ideas. Por ahora, sólo puedo decir que todo empezó con un gato negro que se llama Kafka.
13.8.09
Pequeñas coincidencias literarias
Hace pocos días, Matiana y yo descubrimos que estábamos leyendo el mismo libro e íbamos casi por las mismas páginas. Consecuencias supongo de estar sumidas en Murakami, como la mitad del mundo occidental. Un poco tarde - en estos tiempos de Larsson - pero el japonés suele ser atractivo para cualquiera que lo toca. Resultó que de entrada no nos dimos cuenta que era el mismo porque yo lo tenía en inglés y ella en español (y el nombre, por un capricho de traducción, cambia) pero era el mismo.
La primera vez que intenté leerlo también coincidí con otras dos personas queridas. Pero entonces no pude concentrarme en la narración de los amores adolescentes de Murakami. Ahora tengo pendiente Kafka en la Playa. Sobre todo porque me dijeron que tiene un personaje que puede hablar con los gatos. Y porque estoy en la playa y alguien lo está leyendo. Y porque esta mañana, mientras preparábamos el desayuno bajo una leve lluvia de verano, descubrimos que un gato negro - al que yo sin duda llamaría Kafka - estaba sentado bajo la veranda, junto a la piscina, como esperando. Y volteó a mirarnos con ojos profundos y no se inmutó.
Seguramente él también está de vacaciones. Y, como personaje de Murakami, si se inmuta, no lo deja traslucir.
La primera vez que intenté leerlo también coincidí con otras dos personas queridas. Pero entonces no pude concentrarme en la narración de los amores adolescentes de Murakami. Ahora tengo pendiente Kafka en la Playa. Sobre todo porque me dijeron que tiene un personaje que puede hablar con los gatos. Y porque estoy en la playa y alguien lo está leyendo. Y porque esta mañana, mientras preparábamos el desayuno bajo una leve lluvia de verano, descubrimos que un gato negro - al que yo sin duda llamaría Kafka - estaba sentado bajo la veranda, junto a la piscina, como esperando. Y volteó a mirarnos con ojos profundos y no se inmutó.
Seguramente él también está de vacaciones. Y, como personaje de Murakami, si se inmuta, no lo deja traslucir.
12.8.09
Preguntas para mis padres
Nunca lo puse en duda antes, porque estaba en una situación que no me lo permitía. Cada vacación que salía con mis padres, me convencía de que el plan era lo más bueno que se podía y que, de cualquier forma, no había más que pudiera hacer. Las vacaciones más complejas eran, sobre todo, las que tomábamos con la familia de mi padre. Éramos muchos, por lo tanto todo se complicaba de forma importante: desde ir a hacer la compra, cocinar hasta dormirse.
Años después, me encuentro de pronto en una situación que me hace ser empática con mi madre. Yo asumía que era lo que había pero, ¿y mi madre? ¿Cuántas veces se cuestionó salir de vacaciones con la familia de su marido y lidiar con "a mí no me gusta comer esto" o con el típico sobrino malcriado que hace un berrinche enfrente de todos? ¿Y qué tal mi papá cuando era al revés y tenía que lidiar con sus cuñadas haciendo algún tipo de drama?
Supongo que estas son las pequeñas cosas que nos demuestran que "estamos creciendo": el ser capaces de pronto de preguntarnos asuntos que dábamos por sentados y resueltos. Qué horror.
Años después, me encuentro de pronto en una situación que me hace ser empática con mi madre. Yo asumía que era lo que había pero, ¿y mi madre? ¿Cuántas veces se cuestionó salir de vacaciones con la familia de su marido y lidiar con "a mí no me gusta comer esto" o con el típico sobrino malcriado que hace un berrinche enfrente de todos? ¿Y qué tal mi papá cuando era al revés y tenía que lidiar con sus cuñadas haciendo algún tipo de drama?
Supongo que estas son las pequeñas cosas que nos demuestran que "estamos creciendo": el ser capaces de pronto de preguntarnos asuntos que dábamos por sentados y resueltos. Qué horror.
11.8.09
El dificil arte de disfrutar del arte
La primera vez que viajé a Europa, no visité tantos museos como a mi compañero de viaje le hubiese gustado. De hecho, tengo sólo memoria clara de haber estado en el Museo del Prado durante horas y horas. Me encantó ver ciertas cosas - tienen un espacio de arte flamenco que me impresiona - pero me aburrí. No sé. Me aburrí mucho. De ir viendo este y otro cuadro. A veces me divertía encontrarme obras que había visto en mis libros de Historia del Arte y descubrirlas en una proporción completamente distinta, pero sólo eso. No mucho más.
Por supuesto, esto de que me aburrí no podía ser dicho en público. Qué mala educación, qué verguenza. ¿Entonces a qué vienes a Europa si no quieres ir a los Museos? Y entonces reflexioné que, en realidad, yo no había pensando en venir a Europa por los museos: a mí lo que me encanta es la gente. Me hace feliz sentarme en un banquito y observar, un rato, la gente y su manera de caminar. Ir a los mercados y ver qué comen, cómo se relacionan. Eso, mucho más que ir a los Museos.
En el NYT publicaron la semana anterior un asunto que dice que la verdad es que muy poca gente ve los museos con atención. Vamos, que vas porque "toca" ir y pararte frente o junto a las "grandes obras" - sin necesariamente mirarlas durante mucho tiempo. Es una especie de proyecto educativo exprés, en donde es más importante exponerse al arte que en realidad disfrutarlo. Vamos, algo así como aprender por inercia.
De niña no me llevaron a incontables museos. Más bien me acuerdo de haber ido a Zoológicos y Parques y haberme reido un montón con mis primos. Leí mucho y vi muchos cuadros, pero en los libros. No había aprendido a disfrutarlos.
Desde hace unos meses, mi cercana relación con múltiples y pintorescos holandeses, me ha enseñado muchas cosas. Ver con otras gafas. Así como viajo diferente desde que mis compañeros de aventura son arquitectos (vaya experiencia la de Shanghai cuando lo que piensas son durabilidad de los materiales, y ver Nueva York como un experimento de urbanismo), también voy a los museos diferentes desde que empecé a visitarlos con un amigo holandés artista. Él pinta y fue a una escuela de bellas artes. Nuestra primera incursión en los museos fue hace más de un año, una especie de intensivo una mañana de domingo - en cuatro horas, de verdad, vimos cinco museos. ¿Cómo? Íbamos a ver una cosa a cada uno. Un cuadro solo. Pero a verlo de verdad. La textura, el tamaño, los colores. Lo que era diferente y único. Las razones por las que está en el Museo.
Y tengo que decir que, desde entonces, me gustan más los museos. A veces me da un poco de rabia tener que pagar el boleto entero cuando solo quiero ver una exposición o un cuadro, pero vale la pena para encontrar MIS cuadros. Los que me fascinan. Ahora sé que volvería siempre al Prado para ver el Jardín de las Delicias, al Reina Sofía por el Guernica, al Mauritshuis para ver la Joven de la Perla, al Louvre por las Bodas de Caná que están justo enfrente de la sobrevaluada Mona Lisa. Y así siento que de verdad que he aprendido algo.
Por supuesto, esto de que me aburrí no podía ser dicho en público. Qué mala educación, qué verguenza. ¿Entonces a qué vienes a Europa si no quieres ir a los Museos? Y entonces reflexioné que, en realidad, yo no había pensando en venir a Europa por los museos: a mí lo que me encanta es la gente. Me hace feliz sentarme en un banquito y observar, un rato, la gente y su manera de caminar. Ir a los mercados y ver qué comen, cómo se relacionan. Eso, mucho más que ir a los Museos.
En el NYT publicaron la semana anterior un asunto que dice que la verdad es que muy poca gente ve los museos con atención. Vamos, que vas porque "toca" ir y pararte frente o junto a las "grandes obras" - sin necesariamente mirarlas durante mucho tiempo. Es una especie de proyecto educativo exprés, en donde es más importante exponerse al arte que en realidad disfrutarlo. Vamos, algo así como aprender por inercia.
De niña no me llevaron a incontables museos. Más bien me acuerdo de haber ido a Zoológicos y Parques y haberme reido un montón con mis primos. Leí mucho y vi muchos cuadros, pero en los libros. No había aprendido a disfrutarlos.
Desde hace unos meses, mi cercana relación con múltiples y pintorescos holandeses, me ha enseñado muchas cosas. Ver con otras gafas. Así como viajo diferente desde que mis compañeros de aventura son arquitectos (vaya experiencia la de Shanghai cuando lo que piensas son durabilidad de los materiales, y ver Nueva York como un experimento de urbanismo), también voy a los museos diferentes desde que empecé a visitarlos con un amigo holandés artista. Él pinta y fue a una escuela de bellas artes. Nuestra primera incursión en los museos fue hace más de un año, una especie de intensivo una mañana de domingo - en cuatro horas, de verdad, vimos cinco museos. ¿Cómo? Íbamos a ver una cosa a cada uno. Un cuadro solo. Pero a verlo de verdad. La textura, el tamaño, los colores. Lo que era diferente y único. Las razones por las que está en el Museo.
Y tengo que decir que, desde entonces, me gustan más los museos. A veces me da un poco de rabia tener que pagar el boleto entero cuando solo quiero ver una exposición o un cuadro, pero vale la pena para encontrar MIS cuadros. Los que me fascinan. Ahora sé que volvería siempre al Prado para ver el Jardín de las Delicias, al Reina Sofía por el Guernica, al Mauritshuis para ver la Joven de la Perla, al Louvre por las Bodas de Caná que están justo enfrente de la sobrevaluada Mona Lisa. Y así siento que de verdad que he aprendido algo.
9.8.09
Actos de terrible nostalgia
Carmen, mi vecina la que le grita a los noticieros de radio y televisión, tiene un carácter un poco difícil. Pero nos queremos mutuamente por esas razones imposibles de definir. Hace unos días, dada mi nueva condición de loner, le avise que le llevaría un juego de llaves - yo luego las pierdo, y ella suele estar siempre en casa.
Finalmente hace unos días el juego de llaves estuvo listo y yo en tiempo para llevárselas. Pero - cosas de casa - me parecía el colmo de la mala educación llevarle las llaves y ya. Así que fuí a buscar algo para llevarle con las llaves. Como ya sé que no come dulces (ya cometí el error una vez), decidí comprarle una planta.
Y comencé a deambular por el barrio. Evitando cuidadosamente el pedazo de calle donde estaba la florería de la Mona, que cerró justo a finales de junio. Y finalmente encontré un sitio, y compré la flor pero me sentí rara, como si estuviera cometiendo alguna clase de crimen. Pagué y me pareció que la planta ya no era tan bonita, y odié el logotipo de la pegatina. Vamos, que casi me pongo a llorar cuando pasé por enfrente del local que todavía tiene el letrero de "En Alquiler".
Podrían ser las hormonas, sí. También podría ser que, cual canción de Morrissey, estoy a veces un poco cansada de que mi vida sea una interminable sucesión de gente diciendo adiós. Es lo que hay.
Finalmente hace unos días el juego de llaves estuvo listo y yo en tiempo para llevárselas. Pero - cosas de casa - me parecía el colmo de la mala educación llevarle las llaves y ya. Así que fuí a buscar algo para llevarle con las llaves. Como ya sé que no come dulces (ya cometí el error una vez), decidí comprarle una planta.
Y comencé a deambular por el barrio. Evitando cuidadosamente el pedazo de calle donde estaba la florería de la Mona, que cerró justo a finales de junio. Y finalmente encontré un sitio, y compré la flor pero me sentí rara, como si estuviera cometiendo alguna clase de crimen. Pagué y me pareció que la planta ya no era tan bonita, y odié el logotipo de la pegatina. Vamos, que casi me pongo a llorar cuando pasé por enfrente del local que todavía tiene el letrero de "En Alquiler".
Podrían ser las hormonas, sí. También podría ser que, cual canción de Morrissey, estoy a veces un poco cansada de que mi vida sea una interminable sucesión de gente diciendo adiós. Es lo que hay.
8.8.09
Cuando fuimos felices
Mis dos hermanas postizas regresan de un viaje a Rusia. Cada una me cuenta una versión de la historia pero ninguna de las dos es especialmente alentadora. A medida que van pasando los días, los recuerdos que traen a colación son cada vez mejores. Estoy convencida que de aquí a septiembre la narración será la bomba.
Vienen dos chicas amigas a que les preste mis guías de China. Todo lo que les cuento, todo, es divertido y brillante. Me cuesta acordarme de algo que no me haya gustado. A pesar de que puedo tener en la cabeza el miedo que me dió perderme en la Muralla y no encontrar cómo regresar, incluso eso me parece divertido. Me cuesta verle algo horrible.
Las últimas vacaciones que pasé en México me cansé y casi quise regresar llorando. Ahora se me cuecen las habas por darme otra vuelta por las calles que fueron mías.
Que acabó en divorcio, vale, es cierto. Pero hay días en que lo único que me puedo acordar, afortunadamente, son las tardes que nos pasábamos muertos de la risa o un viaje improvisado a Oaxaca.
En fin, que estoy de acuerdo con Tim Kreider. Lo único bueno de estos "malos tiempos" es que cuando los recordemos, nuestra cabeza se concentrará en lo bueno que hubo. Por ejemplo, los amigos que siempre están.
Vienen dos chicas amigas a que les preste mis guías de China. Todo lo que les cuento, todo, es divertido y brillante. Me cuesta acordarme de algo que no me haya gustado. A pesar de que puedo tener en la cabeza el miedo que me dió perderme en la Muralla y no encontrar cómo regresar, incluso eso me parece divertido. Me cuesta verle algo horrible.
Las últimas vacaciones que pasé en México me cansé y casi quise regresar llorando. Ahora se me cuecen las habas por darme otra vuelta por las calles que fueron mías.
Que acabó en divorcio, vale, es cierto. Pero hay días en que lo único que me puedo acordar, afortunadamente, son las tardes que nos pasábamos muertos de la risa o un viaje improvisado a Oaxaca.
En fin, que estoy de acuerdo con Tim Kreider. Lo único bueno de estos "malos tiempos" es que cuando los recordemos, nuestra cabeza se concentrará en lo bueno que hubo. Por ejemplo, los amigos que siempre están.
7.8.09
La tocaya y los dramones preadolescentes
Tengo una tocaya com-ple-tí-si-ma. No nada más se llama Cinthya, sino que se llama Cinthya. Sí, sí, sí. La misma grafía. Bien bonito. Nos conocimos hace muchos años en un concursillo por ahí en Hermosillo (y nos reencontramos en Pachuca) y me encanta verla en mis recuerdos con su sonrisota y su buena vibra permanente.
Tiene tanta buena vibra permanente la querida tocaya que aunque la tienen encerrada en un hospital en Glasglow (donde se está recuperando de un accidente horroroso que -gulp- casi me deja sin tocaya) se la pasa escribiendo en un súper blog donde cuenta muchas cosas de lo que ha pensado de la muerte, los accidentes, el hospital de Glasgow, su recuperación y todo.
Total - ayer en su blog contó la historia del día que estaba convencida de que se iba a morir. Se cortó el bracito con un vidrio y se le veía el hueso y le salía harta sangre. Y estaba segura que hasta ahí llegaría todo. A los 11 años.
Yo prometí, en correspondencia, contar mi propio dramón. Tendría, no sé, digamos nueve años - pero creo que eran ocho. Había terminado de leer algo así como mi cuarta novela que, por supuesto, era toda la saga de "Mujercitas" de Louise May Alcott. Sí, claro, en la que Beth muere de fiebre escarlatina. Creo que en ese momento estaba perdida en "Corazón Diario de Un Niño" o alguna otra cursilada similar. Y de pronto empecé mala. Con fiebre. Me sentía mal. Y en las manos tenía como granos internos, algo muy chistoso y muy feo. No me dolía, pero se veía raro.
Como yo nunca pedía ir al médico, mi mamá me llevó corriendo con un doctor amigo que además era jefe de infectología de algún hospital. Me revisaron - temperatura, abatelenguas, reflejos - y me mandaron sentar. El doctor, tan tranquilo, le dijo a mí mamá: "Es un cuadro de fiebre escarlatina... le vas a dar esto y esto...".
Cuando yo escuché "fiebre escarlatina" dejé de oir todo lo demás. En serio, no oía. Estaba sumida en mi drama del "ya se jodió". Ya está todo perdido. Moriré. Intestada. Literalmente, joven y sin haber amado.
Aguanté el tipo hasta que llegamos a casa. Subí corriendo las escaleras después de tomarme la medicina - "qué estupidez, pensaba yo. Vaya manera de extender mi sufrimiento". Lo primero que hice fue buscar un papel bonito para empezar a escribir mi testamento. No quería que el apestoso de mi hermanito se quedara con mi grabadora - era para mi tía Martha, que sí me quería mucho. Total, así seguí un rato hasta que mi valentía dio paso al miedo y me puse a llorar con violentas sacudidas de por medio. Mi mamá me oyó y subió corriendo. Al principio intentó mantenerse seria, pero después no pudo evitar la carcajada cuando yo le dije que estaba segura que me iba a morir, como en la novela.
Tuvo que hablarle al doctor por teléfono para que me asegurara que de fiebre escarlatina no se moría nadie desde hacía décadas. Yo desconfiaba, pero decidí creerles. Y a partir de entonces mi mamá se volvió todavía más cuidadosa de lo que yo leía... con eso de que me lo iba creyendo todo...
Tiene tanta buena vibra permanente la querida tocaya que aunque la tienen encerrada en un hospital en Glasglow (donde se está recuperando de un accidente horroroso que -gulp- casi me deja sin tocaya) se la pasa escribiendo en un súper blog donde cuenta muchas cosas de lo que ha pensado de la muerte, los accidentes, el hospital de Glasgow, su recuperación y todo.
Total - ayer en su blog contó la historia del día que estaba convencida de que se iba a morir. Se cortó el bracito con un vidrio y se le veía el hueso y le salía harta sangre. Y estaba segura que hasta ahí llegaría todo. A los 11 años.
Yo prometí, en correspondencia, contar mi propio dramón. Tendría, no sé, digamos nueve años - pero creo que eran ocho. Había terminado de leer algo así como mi cuarta novela que, por supuesto, era toda la saga de "Mujercitas" de Louise May Alcott. Sí, claro, en la que Beth muere de fiebre escarlatina. Creo que en ese momento estaba perdida en "Corazón Diario de Un Niño" o alguna otra cursilada similar. Y de pronto empecé mala. Con fiebre. Me sentía mal. Y en las manos tenía como granos internos, algo muy chistoso y muy feo. No me dolía, pero se veía raro.
Como yo nunca pedía ir al médico, mi mamá me llevó corriendo con un doctor amigo que además era jefe de infectología de algún hospital. Me revisaron - temperatura, abatelenguas, reflejos - y me mandaron sentar. El doctor, tan tranquilo, le dijo a mí mamá: "Es un cuadro de fiebre escarlatina... le vas a dar esto y esto...".
Cuando yo escuché "fiebre escarlatina" dejé de oir todo lo demás. En serio, no oía. Estaba sumida en mi drama del "ya se jodió". Ya está todo perdido. Moriré. Intestada. Literalmente, joven y sin haber amado.
Aguanté el tipo hasta que llegamos a casa. Subí corriendo las escaleras después de tomarme la medicina - "qué estupidez, pensaba yo. Vaya manera de extender mi sufrimiento". Lo primero que hice fue buscar un papel bonito para empezar a escribir mi testamento. No quería que el apestoso de mi hermanito se quedara con mi grabadora - era para mi tía Martha, que sí me quería mucho. Total, así seguí un rato hasta que mi valentía dio paso al miedo y me puse a llorar con violentas sacudidas de por medio. Mi mamá me oyó y subió corriendo. Al principio intentó mantenerse seria, pero después no pudo evitar la carcajada cuando yo le dije que estaba segura que me iba a morir, como en la novela.
Tuvo que hablarle al doctor por teléfono para que me asegurara que de fiebre escarlatina no se moría nadie desde hacía décadas. Yo desconfiaba, pero decidí creerles. Y a partir de entonces mi mamá se volvió todavía más cuidadosa de lo que yo leía... con eso de que me lo iba creyendo todo...
6.8.09
Mi vida según Cortázar y Morrissey
Yo me hago un reloaded del meme que me han pasado Rax, Bef y Alberto poniendo la música y las letras al mismo tiempo. Primero el argentino, luego el divo de Manchester
¿Masculino o femenina?
Tía explicada o no /Girl least likely to
Descríbete:
Todos los fuegos el fuego /Sister, you know I'm a poet
¿Cómo te sientes?
Alegría del cronopio / Everyday is like Sunday
¿Dónde vives actualmente?
Un pequeño paraíso / On the Streets I ran
¿Si pudieras ir a cualquier otra parte, a dónde irías?
Fin del mundo del fin / We'll let you know
Tu medio favorito de transporte:
Novedades en los servicios públicos / Ouija board, Ouija board
Tus mejores amigos son:
El copiloto silencioso / To me you are a work of art
Tu color favorito es:
Cazador de crepúsculos / At Amber
¿Cómo está el clima?
Verano / Sunny
Tu momento favorito del día:
Retorno de la noche / Black cloud
Si tu vida fuese un programa de televisión se llamaría:
Pequeña historia tendente a ilustrar lo precario de la estabilidad / I'll never be anybody's hero now
Tu regalo ideal de cumpleaños sería:
Viajes / The Harsh Truth of the Camera Eye
¿Qué es la vida para ti?
Esbozo de un sueño / Ambitious Outsiders
Cómo es tu relación:
Simulacros / My life is an endless succession of people saying goodbye
Tu miedo:
Trabajos de oficina / That's how people grow old
¿Cuál es el mejor consejo que puedes dar?
No se culpe a nadie / Hold on to your friends
Si pudieras elegir otro nombre, ¿cuál sería?
Queremos tanto a Glenda / I know very well how I got my name
Un pensamiento para hoy:
Cuento sin moraleja / The more you ignore me the closer I get
Cómo quisieras morir:
Las Armas Secretas / One day goodbye will be farewell
El estado actual de tu alma:
Conservación de los recuerdos / I'm OK by myself
Tu mayor secreto:
El perseguidor / We hate it when our friends become successful
Tu lema:
Ahí pero dónde, cómo / Why don't you find out for yourself?
Lo que nos enferma
Hace un par de días me llamó mi vecino, prácticamente mudo. Me preguntaba que si estaba en casa porque él estaba en la suya, con 40 grados de fiebre y sin poderse mover. Y escuchaba incesantemente la ventana de mi baño que se había quedado abierta y se azotaba una y otra vez. "Quería pedirte que la cierres... ya sabes cómo es cuando uno está enfermo... se obsesiona con los sonidos".
Estaba lejos de casa, pero regresé en cuanto pude. Ayer en la puerta me encontré a su compañero y le pregunté que cómo estaba. "Ah, bueno, ya sabes... mucho mejor... es que salió de vacaciones y le pasó lo de todos los años: acabó en cama por la tensión acumulada".
Confirmé entonces aquello de que no soy solo yo la que tengo el hábito de cuidar poco a mi cuerpo. De escucharlo poco. Y cuando el cuerpo siente que la situación es la adecuada, se enferma - como para liberarse, como para darnos una pequeña venganza.
El otro día leí en el NYT un artículo que me dejó bastante cruzada. Resulta que según un estudio el divorcio y la viudez afectan definitivamente tu posibilidad de tener una enfermedad crónica. El nivel de estrés al que es sometido el cuerpo al pasar por el final de una relación en esos términos es tal que nunca se recupera del todo, ni siquiera cuando la gente se vuelve a casar.
El mismo artículo se apresura en aclarar, en voz de los expertos, que esto no quiere decir que un mal matrimonio sea mejor para la salud, porque también implica mucho estrés. Es decir, que no hay salida.
Hum. Me pregunto qué haremos todos los monógamos sucesivos con semejante bomba de información. ¿Será que las aseguradoras comenzarán a cobrar un suplemento a los sometidos a "fuerte estrés emocional"? Mejor de plano subir los precios para todos.
Porque el que no haya sufrido una ruptura que tire la primera piedra.
Estaba lejos de casa, pero regresé en cuanto pude. Ayer en la puerta me encontré a su compañero y le pregunté que cómo estaba. "Ah, bueno, ya sabes... mucho mejor... es que salió de vacaciones y le pasó lo de todos los años: acabó en cama por la tensión acumulada".
Confirmé entonces aquello de que no soy solo yo la que tengo el hábito de cuidar poco a mi cuerpo. De escucharlo poco. Y cuando el cuerpo siente que la situación es la adecuada, se enferma - como para liberarse, como para darnos una pequeña venganza.
El otro día leí en el NYT un artículo que me dejó bastante cruzada. Resulta que según un estudio el divorcio y la viudez afectan definitivamente tu posibilidad de tener una enfermedad crónica. El nivel de estrés al que es sometido el cuerpo al pasar por el final de una relación en esos términos es tal que nunca se recupera del todo, ni siquiera cuando la gente se vuelve a casar.
El mismo artículo se apresura en aclarar, en voz de los expertos, que esto no quiere decir que un mal matrimonio sea mejor para la salud, porque también implica mucho estrés. Es decir, que no hay salida.
Hum. Me pregunto qué haremos todos los monógamos sucesivos con semejante bomba de información. ¿Será que las aseguradoras comenzarán a cobrar un suplemento a los sometidos a "fuerte estrés emocional"? Mejor de plano subir los precios para todos.
Porque el que no haya sufrido una ruptura que tire la primera piedra.
3.8.09
Cuentas, números, alquimia
Cuatro cuentas de banco y repaso de todas las deudas que ya no están. Una vez que todo está pagado, que se ha decidido una nueva situación más precaria pero más feliz, comienzan las preocupaciones. La angustia por aquellas cosas que queríamos hacer pero que no parecen financieramente muy inteligentes. No es que en realidad nos haga falta nada - ni tampoco es que tengamos una vida altamente restringida - pero lo bonito sería que el asunto del dinero no fuera una angustia.
- Créeme... a tí también te aplica el consejo que se les da a los islandeses... todo mejorará...
Y lo quiero creer. Y me hago cálculos en la cabeza e imagino opíparas cenas caseras. Y me acuerdo que en el mueble de la entrada tengo una alcancía donde voy poniendo el dinero "para vacaciones". Lo abro. Yo creía que había más dinero de lo que tiene. Y, peor aún, en la cabeza del cerdito (es un cerdo, pero de plástico), se queda atorado un billete de 50 euros que me mira, casi sonríe con sorna y todo.
Qué hacerle. Supongo que es una manera de decirme que tengo que seguir ahorrando. ¿O qué será?
- Créeme... a tí también te aplica el consejo que se les da a los islandeses... todo mejorará...
Y lo quiero creer. Y me hago cálculos en la cabeza e imagino opíparas cenas caseras. Y me acuerdo que en el mueble de la entrada tengo una alcancía donde voy poniendo el dinero "para vacaciones". Lo abro. Yo creía que había más dinero de lo que tiene. Y, peor aún, en la cabeza del cerdito (es un cerdo, pero de plástico), se queda atorado un billete de 50 euros que me mira, casi sonríe con sorna y todo.
Qué hacerle. Supongo que es una manera de decirme que tengo que seguir ahorrando. ¿O qué será?
Descubriendo a un polaco
I Would Like to Describe
Zbigniew Herbert
I would like to describe the simplest emotion
joy or sadness
but not as others do
reaching for shafts of rain or sun
I would like to describe a light
which is being born in me
but I know it does not resemble
any star
for it is not so bright
not so pure
and is uncertain
I would like to describe courage
without dragging behind me a dusty lion
and also anxiety
without shaking a glass full of water
to put it another way
I would give all metaphors
in return for one word
drawn out of my breast like a rib
for one word
contained within the boundaries
of my skin
but apparently this is not possible
and just to say - I love
I run around like mad
picking up handfuls of birds
and my tenderness
which after all is not made of water
asks the water for a face
and anger
different from fire
borrows from it
a loquacious tongue
so is blurred
so is blurred
in me
what white-haired gentlemen
separated once and for all
and said
this is the subject
and this is the object
we fall asleep
with one hand under our head
and with the other in a mound of planets
our feet abandon us
and taste the earth
with their tiny roots
which next morning
we tear out painfully
(Este blog agradece graciosamente a Miquel Adam Rubiralta y a Facebook por habernos descubierto esto, tan maravilloso).
Zbigniew Herbert
I would like to describe the simplest emotion
joy or sadness
but not as others do
reaching for shafts of rain or sun
I would like to describe a light
which is being born in me
but I know it does not resemble
any star
for it is not so bright
not so pure
and is uncertain
I would like to describe courage
without dragging behind me a dusty lion
and also anxiety
without shaking a glass full of water
to put it another way
I would give all metaphors
in return for one word
drawn out of my breast like a rib
for one word
contained within the boundaries
of my skin
but apparently this is not possible
and just to say - I love
I run around like mad
picking up handfuls of birds
and my tenderness
which after all is not made of water
asks the water for a face
and anger
different from fire
borrows from it
a loquacious tongue
so is blurred
so is blurred
in me
what white-haired gentlemen
separated once and for all
and said
this is the subject
and this is the object
we fall asleep
with one hand under our head
and with the other in a mound of planets
our feet abandon us
and taste the earth
with their tiny roots
which next morning
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(Este blog agradece graciosamente a Miquel Adam Rubiralta y a Facebook por habernos descubierto esto, tan maravilloso).
Anuncio: Branding Corporativo
Paul Capriotti, profesor mío de imagen y branding en la Maestría, acaba de publicar su libro nuevo de Branding Corporativo en línea para uso libre. El libro se llama justamente Branding Corporativo y está en PDF en su blog. Interesante para los interesados. Eso.
31.7.09
Atento aviso a los señores de ETA
Cui-cui-rí
(En perfecto mexicano: chinguen a su madre. Nadie quiere más muertos).
(En perfecto mexicano: chinguen a su madre. Nadie quiere más muertos).
30.7.09
Sobre dejarse
J says:
y, si no es mucho preguntar, que paso, se acabo el amor?
C says:
no sé qué decirte. supongo que fueron muchas cosas.
J says:
vale, tampoco importa mucho los motivos. espero que estes bien
C says:
y el amor... bueno, yo no creo que se acabe - creo que es energía que se transforma y hay que parar cuando se está transformando en algo que no te gusta
y, si no es mucho preguntar, que paso, se acabo el amor?
C says:
no sé qué decirte. supongo que fueron muchas cosas.
J says:
vale, tampoco importa mucho los motivos. espero que estes bien
C says:
y el amor... bueno, yo no creo que se acabe - creo que es energía que se transforma y hay que parar cuando se está transformando en algo que no te gusta
27.7.09
Recuerdos, que no memoriales
Fue mi primer amigo muerto post-Facebook. Quizá estoy olvidando a alguien, pero creo que es mi primer amigo muerto. No lo sé.
En realidad, Facebook funcionó como el lazo que nos volvió a unir después de muchos años. Nos escribimos un par de mensajes públicos, otros tantos privados. El último fue casi una carta en el que me decía que estaba contento de que fuera yo de visita a mi ciudad natal, que tenía muchas ganas de verme y presentarme a su mujer y a su hija, nuevas protagonistas de su vida.
Por lo demás, las cosas iban bien. Por una maldita vez, las cosas parecían ir mejor que de costumbre. Varios amigos lo sabían - incluso hasta algunos trabajaban con él. Él, que había sido héroe anónimo de técnicas imposibles, ahora resultaba reconocido. Un poco famoso. Un poco gurú.
Y un buen día todo se complicó. Y ese cuerpazo que lo había torturado desde adolescente le falló un fin de semana sin contemplaciones. Falló. Se paró. Como si no hubiera más celuloide que filmar.
Yo estaba en Guadalajara. Un amigo común me llamó para contarme. Yo no lo creía. Me parecía que no podría ser cierto - aunque sabía que era así. Lo confirmé. Lo leí en los diarios. Me metí en su página del Facebook. Y empecé a ver cómo aparecían notas sentidas de muchos de los que lo conocimos.
"Vuela lejos, chaparro", escribió una conocida común. La envidié por lo eficaz y eficiente del mensaje, por todo lo que incluía en su economía. Yo no escribí nada más. Así como no tuve estómago para pasarme para el sitio donde lo velaban: qué más daba. Él sabía que igual lo mantenía en el recuerdo.
Confieso que, todavía ahora, a veces, me paso por su página de Facebook. Me gusta verlo en las fotos que él eligió para ilustrar su vida; encontrarme con algunas de sus frases, tan ácidas, tan suyas. Leí hace unos días en un editorial del NYT que uno puede pedir que se cierre la página de un ser querido muerto o que se convierta en un "memorial" en donde sólo se pueden utilizar algunas cosas, y sólo sus amigos ya registrados. Tuve la tentación de hacerlo por él, pero me dí cuenta que no me tocaba a mí. No era quien. No podía.
Y vuelvo a abrir su página. Y lo recuerdo carcajeándose o limpiándome las lágrimas una tarde de marzo en los pasillos de la escuela. "Todo lo que pasa es para mejor, preciosa", más con la esperanza de que dejara yo de llorar que de cualquier otra cosa. A mí también me gusta que siga abierta su página de Facebook. Me sirve para pensarlo cerca cuando me parece tan increíble que se haya ido.
En realidad, Facebook funcionó como el lazo que nos volvió a unir después de muchos años. Nos escribimos un par de mensajes públicos, otros tantos privados. El último fue casi una carta en el que me decía que estaba contento de que fuera yo de visita a mi ciudad natal, que tenía muchas ganas de verme y presentarme a su mujer y a su hija, nuevas protagonistas de su vida.
Por lo demás, las cosas iban bien. Por una maldita vez, las cosas parecían ir mejor que de costumbre. Varios amigos lo sabían - incluso hasta algunos trabajaban con él. Él, que había sido héroe anónimo de técnicas imposibles, ahora resultaba reconocido. Un poco famoso. Un poco gurú.
Y un buen día todo se complicó. Y ese cuerpazo que lo había torturado desde adolescente le falló un fin de semana sin contemplaciones. Falló. Se paró. Como si no hubiera más celuloide que filmar.
Yo estaba en Guadalajara. Un amigo común me llamó para contarme. Yo no lo creía. Me parecía que no podría ser cierto - aunque sabía que era así. Lo confirmé. Lo leí en los diarios. Me metí en su página del Facebook. Y empecé a ver cómo aparecían notas sentidas de muchos de los que lo conocimos.
"Vuela lejos, chaparro", escribió una conocida común. La envidié por lo eficaz y eficiente del mensaje, por todo lo que incluía en su economía. Yo no escribí nada más. Así como no tuve estómago para pasarme para el sitio donde lo velaban: qué más daba. Él sabía que igual lo mantenía en el recuerdo.
Confieso que, todavía ahora, a veces, me paso por su página de Facebook. Me gusta verlo en las fotos que él eligió para ilustrar su vida; encontrarme con algunas de sus frases, tan ácidas, tan suyas. Leí hace unos días en un editorial del NYT que uno puede pedir que se cierre la página de un ser querido muerto o que se convierta en un "memorial" en donde sólo se pueden utilizar algunas cosas, y sólo sus amigos ya registrados. Tuve la tentación de hacerlo por él, pero me dí cuenta que no me tocaba a mí. No era quien. No podía.
Y vuelvo a abrir su página. Y lo recuerdo carcajeándose o limpiándome las lágrimas una tarde de marzo en los pasillos de la escuela. "Todo lo que pasa es para mejor, preciosa", más con la esperanza de que dejara yo de llorar que de cualquier otra cosa. A mí también me gusta que siga abierta su página de Facebook. Me sirve para pensarlo cerca cuando me parece tan increíble que se haya ido.
26.7.09
Nombres, nombres, nombres
Me fascina aquel lugar común de que "nombre es destino". Me impresiona que la gente a veces te juzgue por tener el nombre que tienes. La semana pasada algún desaprensivo me dijo a gritos: "mira que hay que tener cojones para escribir tu nombre como lo escribes...".
En realidad - y se lo dije - la que los tuvo fue mi mamá. La que se buscó durante noches un nombre que le hiciera sentido para una hija: Cinthya, también conocida como Artemisa, Diosa de la Luna, hermana de Cintio, o Apolo. Las grafías se multiplican. La posición de las i/ys y el uso de la h parecen ser más bien designios de esos personajes oscuros que trabajan en los registros civiles. No en mi caso, no. Mi mamá sabía perfectamente cómo quería que se escribiera.
También sabía que me quería compartir la primera parte de su nombre compuesto, Ana. En mi familia, como en muchas otras latinoamericanas, es costumbre eso de los nombres mixtos - tan irremisiblemente telenoveleros. A mí me ha encantado durante toda mi vida ver cómo mi identidad puede mutar en función de mi nombre: cómo hay quienes me recuerdan por Ana, quienes por Cinthya, por Ana Cinthya, por Cin, por Cindy, por Cinthyana.
Llegado el momento de construir el nombre artístico, creo que me publicaré por ahí como "Ana Cinthya Uribe", como lo hacía en mis años primigenios en el periódico. Parece que soy una persona seria. Parece que soy una persona muy formal y todo.
Sin embargo, tengo que decir que últimamente me encuentro con una sensación muy particular. Mi nombre, como mi estructura física, nunca han llamado especialmente la razón. Cierto es que en México no hay muchísimos Uribe, pero tampoco es difícil de pronunciar o de recordar. Es un nombre, como cualquier otro. Que nunca me ha traído ni más ni menos identificación con ningún territorio. Vamos, nada como lo que cuenta Obama que le sucedió la primera vez que llegó a Kenia: que por primera vez en su vida, nadie se sorprendió ni escribió mal su nombre: "the comfort, the firmness of identity".
Desde que llegué a España, a Barcelona, ha pasado de todo con mi nombre. No sólo que no lo sepan escribir: hay quien directamente me lo catalaniza a un "Cinta Olivè". Pero no, soy "Cinthya Uribe". Lo otro que pasó fue que conocí colombianos y, por primera vez, me encontré con gente que se llamaba como yo de apellido - vamos, que por ahí un amigo es novio de una "Ana Uribe" que no, no soy yo.
Y Ana es quizá el nombre con que menos me identifico. Lo escucho en boca de algunos amigos, de algunos chicos que se quisieron hacer interesantes y llamarme como no me llamaba nadie. Y es el nombre que funcionó hoy como pretexto para que mi madre y yo nos habláramos por teléfono para decirnos que nos queríamos, que felicidades en nuestro día (sí, el 26 de julio es día de Santa Ana) y qué ojalá podamos vernos pronto.
Los nombres siempre sirven para algo. Como por ejemplo, para provocar estos encuentros.
(Este texto está lleno de palabras domingueras. Es lo que pasa por escribir en domingo).
En realidad - y se lo dije - la que los tuvo fue mi mamá. La que se buscó durante noches un nombre que le hiciera sentido para una hija: Cinthya, también conocida como Artemisa, Diosa de la Luna, hermana de Cintio, o Apolo. Las grafías se multiplican. La posición de las i/ys y el uso de la h parecen ser más bien designios de esos personajes oscuros que trabajan en los registros civiles. No en mi caso, no. Mi mamá sabía perfectamente cómo quería que se escribiera.
También sabía que me quería compartir la primera parte de su nombre compuesto, Ana. En mi familia, como en muchas otras latinoamericanas, es costumbre eso de los nombres mixtos - tan irremisiblemente telenoveleros. A mí me ha encantado durante toda mi vida ver cómo mi identidad puede mutar en función de mi nombre: cómo hay quienes me recuerdan por Ana, quienes por Cinthya, por Ana Cinthya, por Cin, por Cindy, por Cinthyana.
Llegado el momento de construir el nombre artístico, creo que me publicaré por ahí como "Ana Cinthya Uribe", como lo hacía en mis años primigenios en el periódico. Parece que soy una persona seria. Parece que soy una persona muy formal y todo.
Sin embargo, tengo que decir que últimamente me encuentro con una sensación muy particular. Mi nombre, como mi estructura física, nunca han llamado especialmente la razón. Cierto es que en México no hay muchísimos Uribe, pero tampoco es difícil de pronunciar o de recordar. Es un nombre, como cualquier otro. Que nunca me ha traído ni más ni menos identificación con ningún territorio. Vamos, nada como lo que cuenta Obama que le sucedió la primera vez que llegó a Kenia: que por primera vez en su vida, nadie se sorprendió ni escribió mal su nombre: "the comfort, the firmness of identity".
Desde que llegué a España, a Barcelona, ha pasado de todo con mi nombre. No sólo que no lo sepan escribir: hay quien directamente me lo catalaniza a un "Cinta Olivè". Pero no, soy "Cinthya Uribe". Lo otro que pasó fue que conocí colombianos y, por primera vez, me encontré con gente que se llamaba como yo de apellido - vamos, que por ahí un amigo es novio de una "Ana Uribe" que no, no soy yo.
Y Ana es quizá el nombre con que menos me identifico. Lo escucho en boca de algunos amigos, de algunos chicos que se quisieron hacer interesantes y llamarme como no me llamaba nadie. Y es el nombre que funcionó hoy como pretexto para que mi madre y yo nos habláramos por teléfono para decirnos que nos queríamos, que felicidades en nuestro día (sí, el 26 de julio es día de Santa Ana) y qué ojalá podamos vernos pronto.
Los nombres siempre sirven para algo. Como por ejemplo, para provocar estos encuentros.
(Este texto está lleno de palabras domingueras. Es lo que pasa por escribir en domingo).
22.7.09
No estoy muerta...
... ni me he olvidado del blog.
Ando de parranda, disque en un curso de periodismo. Ahí luego les cuento.
Ando de parranda, disque en un curso de periodismo. Ahí luego les cuento.
13.7.09
Abúlicos
Me puse rojísima, como siempre cuando hablo en público. Les conté cosas de mi experiencia profesional y personal. Intenté enseñarles algo. Intenté hacerles participar. Que mostraran algún signo de emoción, de vida.
Sería injusta si no digo que hubo unos cuantos que se implicaron y preguntaron cosas y participaron en la actividad y luego se quedaron hasta el final. Sería muy injusta.
Pero me parece más injusto que esto, en donde no logré moverlos casi, sea lo que cuente en mi curriculum - el dar tallercitos o clases en la universidad. Y las horas de talleres con niños y abuelitos del barrio y escuelas a los alrededores no sean tan relevantes. Supongo que debería conformarme con el hecho de que son tan satisfactorias.
Sería injusta si no digo que hubo unos cuantos que se implicaron y preguntaron cosas y participaron en la actividad y luego se quedaron hasta el final. Sería muy injusta.
Pero me parece más injusto que esto, en donde no logré moverlos casi, sea lo que cuente en mi curriculum - el dar tallercitos o clases en la universidad. Y las horas de talleres con niños y abuelitos del barrio y escuelas a los alrededores no sean tan relevantes. Supongo que debería conformarme con el hecho de que son tan satisfactorias.
Ojalá fuera una fábula
Imagine usted (si puede imaginarlo) que es una chica de origen marroquí, con un embarazo avanzado. Que un día de estos en los que empezaba un verano terrible, intenso, comienza a toser con una tos seca. Que duele. Y duele más toser porque tiene una panza inmensa, con un bebé que sabe que es niño y se llamará Rayan. Va al hospital y la regresan a su casa - probablemente le dicen que no es grave, y que tampoco le pueden dar nada por no dañar al bebé. La temperatura sigue subiendo, ella se siente más mal. Regresa al hospital - uno de primer nivel, en la capital del país - y la vuelven a enviar a su casa. Y así una tercera vez. Y luego, al final, en otra visita, la internan, moribunda con un virus que acaban de descubrir. La hacen parir a Rayan antes de tiempo, porque ella se va a morir y quieren salvarlo por lo menos a él.
Y ella se muere. Y su marido se queja, de que no le hacían caso. Toma el cadáver de su jovencísima esposa y, a sus 20 años, se regresa a su país natal a enterrarla mientras su niño intenta sobrevivir en la zona de cuidados intensivos de ese hospital tan grande, tan serio, tan de primer mundo.
Un par de semanas después alguien en el hospital - imposible saber porqué - cometé un error imposible en Rayán: le ponen la alimentación por vena, en lugar de por la vía que tenía. Entendamonos: le inyectan leche directo al torrente sanguíneo. Al bebé que es huérfano de madre por una negligencia de ese hospital, tan grande, tan importante, tan avanzado.
Rayan se murió esta madrugada. Ni siquiera me puedo imaginar al papá. Ví la cara del director del hospital en el anuncio a la prensa: derrotado, fastidiado, sabiendo que esta vez no hay pero que valga. Diciéndolo.
Y bueno. Estas cosas pasan. ¿Sí? ¿Deberían pasar? ¿Es una especie de castigo divino? ¿Los pueblos tienen los hospitales que se merecen?
¿Y al papá de Rayan? ¿quién le informó? ¿el director o el profesional médico de primer nivel que hizo un error de quinta?
La verdad es que no me lo puedo creer.
Y ella se muere. Y su marido se queja, de que no le hacían caso. Toma el cadáver de su jovencísima esposa y, a sus 20 años, se regresa a su país natal a enterrarla mientras su niño intenta sobrevivir en la zona de cuidados intensivos de ese hospital tan grande, tan serio, tan de primer mundo.
Un par de semanas después alguien en el hospital - imposible saber porqué - cometé un error imposible en Rayán: le ponen la alimentación por vena, en lugar de por la vía que tenía. Entendamonos: le inyectan leche directo al torrente sanguíneo. Al bebé que es huérfano de madre por una negligencia de ese hospital, tan grande, tan importante, tan avanzado.
Rayan se murió esta madrugada. Ni siquiera me puedo imaginar al papá. Ví la cara del director del hospital en el anuncio a la prensa: derrotado, fastidiado, sabiendo que esta vez no hay pero que valga. Diciéndolo.
Y bueno. Estas cosas pasan. ¿Sí? ¿Deberían pasar? ¿Es una especie de castigo divino? ¿Los pueblos tienen los hospitales que se merecen?
¿Y al papá de Rayan? ¿quién le informó? ¿el director o el profesional médico de primer nivel que hizo un error de quinta?
La verdad es que no me lo puedo creer.
Tensiones
Cuando me llamó Matiana para que fuéramos al concierto de Khaled y me dijo lo mucho que le gustaba, no me lo pensé mucho. Este año no había ido al Grec, así que me apetecía subir una noche a ver la ciudad desde allá y escuchar un concierto al aire libre. Compré las entradas - con descuento, por supuesto - y me las guardé en el bolsillo.
Ya en la noche, cuando iba corriendo por Matiana para llegar, L me dijo que era música rai, que seguramente me gustaría, que lo disfrutara mucho. La verdad es que a mí ya se me había disipado esta intención de masas que por un momento me había parecido buena idea en la mañana. Últimamente mi nivel de tolerancia a las concentraciones de personas es baja. Pero había un plan. Y tocaba respetar el plan.
Fuimos en metro. En el vagón lleno de gente estaban unos chicos que iban promocionando los teléfonos Nokia con una especie de teatro callejero. Ya los he visto un par de veces y ahora sólo sentía que subían el nivel de ruido. Intenté no hacer mayor caso: está visto que mi malgenio se extiende.
Llegamos al Grec, entramos, compramos una cerveza, no nos dejaron entrar al área de concierto con la cerveza y nos sentamos en los jardines a terminárnola. Desde ahí escuchamos los primeros acordes. Nos terminamos rápido la cerveza y llegamos a nuestros muy bonitos asientos. Efectivamente, la música me gustó: presentaba un disco además, más mezclado que lo usual, en donde cabían hasta acordes de salsa. Traía una mini orquesta de 12 músicos y él se paseaba por toda el escenario con sus pantalones de mezclilla, sus zapatos negros y una camisa rosa amplia, que le escondía casi todo el tiempo una enorme barriga. Se notaba como que se divertía. A mí, entre la voz y los movimientos - la forma de "estar" - me hacía pensar en una versión marroquí de Juan Gabriel.
En algún momento, cerca de donde estábamos nosotros, comenzaron a salir banderas algerianas y otros letreros con la estrella marroquí. Los chicos gritaban en árabe desde las gradas, como si el concierto fuera para ellos. Matiana y yo lo comentamos, cómo a veces, lejos de casa, sientes que el concierto es para tí: yo, por ejemplo, lloro y lloro cada vez que veo a los Tacvbos.
Pero la cosa no acabó ahí. En algún momento, de alguna esquina, salió corriendo un chico hacia el escenario con las banderas y se las dió, pasando entre los dos guardias de seguridad que estaban apostados y lo vieron pasar atónitos. Intentaron sacarlo por las buenas del escenario y, cuando el otro se resistió, directamente comenzaron a empujarlo y hacerlo subir por las escaleras para sacarlo del recinto. La gente abucheó y un chico que estaba delante de nosotros casi se le va a golpes al de seguridad. Luego parecía que había un poco de paz pero, desde el escenario, Khaled pidió que dejaran entrar de nuevo al chico.
Eso abrió las puertas a una ovación y varios grupos de chicos con banderas, que bajaron y se pusieron alrededor del escenario. Yo trataba de concentrarme en la música, pero no podía dejar de mirar a los chicos de seguridad sobre el escenario, en cuclillas, como perros guardianes, esperando. No usaban violencia, pero no podían permitir que se subieran. Khaled se acercaba a las orillas del escenario, se tomaba fotos, agarraba algunas banderas y dejaba otras. En cada esquina había jaleo porque los cinco de seguridad que habían no podían cubrir todos los fuentes. De pronto, entre canción y canción, habló unos cinco minutos en árabe. Podías escuchar risas y aplausos - quise entenderlo, quise saber qué decían. Y también noté, por las caras cada vez más tensas de los de seguridad, que ellos también querían saber de qué iba el asunto.
Finalmente, siguieron con el concierto. El equipo de seguridad sacó a dos tipos más. Hubo más fotógrafos que se subían a escena. Más bailes alrededor de la tarima. Yo me incorporé varias veces pero no por las ganas de bailar, simplemente quería saber qué estaba pasando.
Salí de ahí un poco aliviada de que se hubiera acabado el concierto, a pesar de que me había parecido al principio que la música era súper buena. Caminé de regreso a casa intentado explicarme qué era exactamente: que no me gustan las masas, que me estoy volviendo vieja, que me desespera no saber qué está pasando, que estoy conciente que todos los actos multitudinarios pueden ser peligrosos, que tengo tintes racistas clarísimos...
No lo descubrí. Pero aún hoy, contando la historia, me sentí incómoda y tensa. Y creo que hace mucho si dudo tanto en publicar algo.
Ya en la noche, cuando iba corriendo por Matiana para llegar, L me dijo que era música rai, que seguramente me gustaría, que lo disfrutara mucho. La verdad es que a mí ya se me había disipado esta intención de masas que por un momento me había parecido buena idea en la mañana. Últimamente mi nivel de tolerancia a las concentraciones de personas es baja. Pero había un plan. Y tocaba respetar el plan.
Fuimos en metro. En el vagón lleno de gente estaban unos chicos que iban promocionando los teléfonos Nokia con una especie de teatro callejero. Ya los he visto un par de veces y ahora sólo sentía que subían el nivel de ruido. Intenté no hacer mayor caso: está visto que mi malgenio se extiende.
Llegamos al Grec, entramos, compramos una cerveza, no nos dejaron entrar al área de concierto con la cerveza y nos sentamos en los jardines a terminárnola. Desde ahí escuchamos los primeros acordes. Nos terminamos rápido la cerveza y llegamos a nuestros muy bonitos asientos. Efectivamente, la música me gustó: presentaba un disco además, más mezclado que lo usual, en donde cabían hasta acordes de salsa. Traía una mini orquesta de 12 músicos y él se paseaba por toda el escenario con sus pantalones de mezclilla, sus zapatos negros y una camisa rosa amplia, que le escondía casi todo el tiempo una enorme barriga. Se notaba como que se divertía. A mí, entre la voz y los movimientos - la forma de "estar" - me hacía pensar en una versión marroquí de Juan Gabriel.
En algún momento, cerca de donde estábamos nosotros, comenzaron a salir banderas algerianas y otros letreros con la estrella marroquí. Los chicos gritaban en árabe desde las gradas, como si el concierto fuera para ellos. Matiana y yo lo comentamos, cómo a veces, lejos de casa, sientes que el concierto es para tí: yo, por ejemplo, lloro y lloro cada vez que veo a los Tacvbos.
Pero la cosa no acabó ahí. En algún momento, de alguna esquina, salió corriendo un chico hacia el escenario con las banderas y se las dió, pasando entre los dos guardias de seguridad que estaban apostados y lo vieron pasar atónitos. Intentaron sacarlo por las buenas del escenario y, cuando el otro se resistió, directamente comenzaron a empujarlo y hacerlo subir por las escaleras para sacarlo del recinto. La gente abucheó y un chico que estaba delante de nosotros casi se le va a golpes al de seguridad. Luego parecía que había un poco de paz pero, desde el escenario, Khaled pidió que dejaran entrar de nuevo al chico.
Eso abrió las puertas a una ovación y varios grupos de chicos con banderas, que bajaron y se pusieron alrededor del escenario. Yo trataba de concentrarme en la música, pero no podía dejar de mirar a los chicos de seguridad sobre el escenario, en cuclillas, como perros guardianes, esperando. No usaban violencia, pero no podían permitir que se subieran. Khaled se acercaba a las orillas del escenario, se tomaba fotos, agarraba algunas banderas y dejaba otras. En cada esquina había jaleo porque los cinco de seguridad que habían no podían cubrir todos los fuentes. De pronto, entre canción y canción, habló unos cinco minutos en árabe. Podías escuchar risas y aplausos - quise entenderlo, quise saber qué decían. Y también noté, por las caras cada vez más tensas de los de seguridad, que ellos también querían saber de qué iba el asunto.
Finalmente, siguieron con el concierto. El equipo de seguridad sacó a dos tipos más. Hubo más fotógrafos que se subían a escena. Más bailes alrededor de la tarima. Yo me incorporé varias veces pero no por las ganas de bailar, simplemente quería saber qué estaba pasando.
Salí de ahí un poco aliviada de que se hubiera acabado el concierto, a pesar de que me había parecido al principio que la música era súper buena. Caminé de regreso a casa intentado explicarme qué era exactamente: que no me gustan las masas, que me estoy volviendo vieja, que me desespera no saber qué está pasando, que estoy conciente que todos los actos multitudinarios pueden ser peligrosos, que tengo tintes racistas clarísimos...
No lo descubrí. Pero aún hoy, contando la historia, me sentí incómoda y tensa. Y creo que hace mucho si dudo tanto en publicar algo.
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