25.4.10

Siete velas

Primera vela

Spinning, laughing, dancing to
her favorite song
A little girl with nothing wrong
Is all alone




Creo que en esta foto tengo siete años. Jugando con mi vestido verde, era uno de esos momentos en mi vida que yo era la más delgada y la más alta de los primos de mi edad - ambas cosas, debo decir, que no me facilitaban para nada la existencia. No había aprendido a leer bien aún, así que seguramente dedicaba mi tiempo a jugar, a ir a la escuela y a aburrirme. Me encantaba aburrirme. Quedarme mirando al techo de mi habitación y pensar en todo lo que haría en los años por venir. Hay otra razón para ser feliz en esa foto: traigo puestos unos tenis blancos. Seguramente todavía entonces iba a la escuela con esas botitas ortopédicas que odiaba. Y bueno, tener tenis blancos lo hacía todo mucho más fácil.

Segunda vela

Eyes wide open
Always hoping for the sun
And she'll sing her song to anyone
that comes along


Había una cosa "especial" que le pasaba a uno cuando tenía siete años en una familia católica: ya no te podías escaquear tan fácilmente de la misa dominical. No me acuerdo exactamente cuál era el concepto, pero la base dice que entonces ya eres relativamente consciente de tus actos, eres un niño "en maduración" y por lo tanto las obligaciones litúrgicas aumentan. Supongo que eran parte del paso de la preparación para la primera comunión. Pero la verdad de la historia es que a mí hasta me gustaba ir a la Iglesia: ahí descubrí cómo pensar efectivamente en mil y un cosas poniendo aparente atención a lo que se decía. Sentada, calladita, entrecerraba los ojos y veía haces de luz bifurcados desde las lámparas de techo. Era mi creencia que cuando uno de esos rayos de luz alcanzaba a una persona, era una especie de mensaje divino al respecto de su pureza - vamos, que estaba listo para irse al cielo. Me sorprendía entonces que nunca ví uno que me tocara a mí.

Tercera vela

Fragile as a leaf in autumn
Just fallin' to the ground
Without a sound


Miento al decir que no leía cuando tenía siete años: trataba de entender una y otra vez las palabras de aquel volumen de Todo Mafalda que tenía mi mamá. Era bonito ver los dibujos, pero seguramente sería mejor enterarme de qué iba. O leer mis cuentos yo, sin necesitar que mis padres o mi tía me los leyeran en voz alta. Era una habilidad necesaria, aquella de leer. Quién me iba a decir que también se me iba a hacer necesaria la de escribir.

Cuarta vela

Crooked little smile on her face
Tells a tale of grace
That's all her own


Entre que uno es recién nacido y cumple siete años, le pasan casi todas las cosas importantes que le tienen que pasar. Hay quien afirma que son los años en los que aprendes a comportarte en sociedad, a moderarte, a respetar o no, a decidir si juegas sola o juegas en compañía. A los siete años yo ya había sido hija única, había aprendido a hablar y a caminar, me había cambiado unas cuatro veces de casa, me habían robado el dinero de mi alcancía, había nacido mi primer hermano, había entrado a la escuela, me había metido en varias peleas con mordiscos, golpe y jalón de cabellos. Me gustaban los perros, mi Snoppy de peluche, ir con mi papá al taller a arreglar los coches y con mi mamá al mercado, un compañerito del kínder que se llamaba Jorge, la cebolla y las pitayas. Quería ser maestra - hasta monja, por qué no. Y tenía ciertos miedos: casi todos relacionados con lo difícil que me parecía la idea del infierno y con el dolor de oídos.

Quinta vela

Fragile as a leaf in autumn
Just fallin' to the ground
Without a sound


Sé que empezó en alguna reunión. Alguien me contó, me convenció de lo bueno que sería tener mi propio lugarcito para publicar lo que me diera la gana. Daba una cierta importancia - era un poco como regresar al periódico, o a algo así. Publicar, aún desde aquella oficina que, aunque a veces llenaba mi ego, me parecía profundamente aburrida.

Todo esto empezó cuando alguien me explicó qué era un blog.

Sexta vela

Spinning, laughing, dancing to her favorite song
Shes a little girl with nothing wrong
And she's all alone


A veces se ha quedado vacío durante meses. No siempre termino de dar con el tono correcto, con ese tipo de contenidosbiendefinidos que debería tener para hacerme de más lectores que me den fama y fortuna. Pero al leerlo con cuidado, me doy cuenta que éste ha sido mi verdadero ejercicio para aprender la constancia, que a pesar de todos los pesares, el camino ha sido largo y se disfruta. Me ha dado y me ha quitado amigos - me ha enseñado tantas cosas de mí, de los demás. Sigue estando ahí como la forma de sacar ciertos pensamientos que no sé dónde poner, de contar las experiencias que quiero compartir con la mayor cantidad de gente posible.

En realidad, es como si fuera un cuaderno en lo que anoto lo que pienso cuando me quedo tirada sobre la cama o en el jardín, mirando al cielo.

Séptima vela con deseo

A siete años vista de empezar este blog, a 24 años de haber tenido siete, todavía me sigo encontrando un poco torpe, feliz con unos tenis blancos, curiosa de leer lo que no he leído y con ganas de mirar al cielo y pensar hasta aburrirme. Encuentro que no es que haga más sentido ahora, es que simplemente soy un punto mayor. Y entonces el blog es una ventana mía hacia mi misma - una especie de espejo a lo Alicia y Lewis Carrol. Esa de ahí también soy yo, la otra. Y me dan ganas de abrazarme y decirme: "todo seguirá yendo mejor". Y deseo que sea así.

(Gracias por leer hasta aquí - de este post y este blog. Ya vendrá lo que sigue).

12.4.10

Tabla de tiempos

Cada tres horas, más o menos, tengo hambre. Hambre voraz, atroz. Usualmente puedo calmarla con un pedazo de chocolate, unas palomitas, hasta un chicle. Pero la sensación de vacío se queda, inamovible.

Tengo hambre de todos los libros que no he leído. De los aviones que no he tomado. De los abrazos que no he dado. De las palabras que no he pronunciado. De los bebés que no he acariciado. De los perros y los gatos a los que no he llamado con un silbido. De los atardeceres que no he visto. Mucha hambre.

Lo que sucede con frecuencia después de un funeral es que te das cuenta que tú no te quieres ir todavía. O, por lo menos, es lo que me sucede a mí.

5.4.10

Hitos de un fin de semana largo en Paris*

* Mientras limpiaba mi exceso de papeles, me encontré dos postales - una de un Vivendum afro y otra de un jovencísimo Truman Capote en un jardín - que compré en un viaje a París en marzo de 2008. Ahí, estaban escritos los siguientes hitos, que creo que sólo harán sentido para mí y mi compañera de viaje - o incluso ya ni siquiera a nostros.

Hitos de un fin de semana largo en París, según los recordamos la noche del domingo 16 de marzo, tomando kir y cacahuates en el Café Lèa de la rue Pascal

- El desollamiento y la capita de la rana (?)
- El José Luis del vietnamita en Rue Galande
- El Rocky Horror Picture Show
- El primo malencarado de José Ramón
- La mesa de chicos que tenían su noche de solteros, escuchaban J-A-Z-Z desde un móvil y tenían entre ellos a una copia del cantante de The Police
- El Enrique Iglesias-Clark Kent que me recordó al cura más guapo del mundo, que iba caminando por Blvd. Saint Germain
- Los descalabrados
- El sobreviviente supermercado vietnamita
- Descubrir que uno puede transbordar gratuitamente del metro al autobús
- El shopping de último momento, con las dependientas tras de nosotros para cerrar las tiendas
- El milhojas de chocolate de Paul, en las Tullerías
- El coqueto vendedor de espárragos

(segunda postal extraviada. Quizá la tiré a la basura con el papel para reciclar. Puaj).

2.4.10

Una vida de ficción

Era una especie de broma interna. Ella comenzó todo al decir que la vida de alguien cercano era como una telenovela o una serie de televisión. Los otros pidieron explicaciones, descripciones más claras. Primero, una lista de los personajes y sus extravangancias. Después, temporada por temporada, la serie de catastróficas desdichas que los embarcaba en imposibles peleas, asuntos legales, llantos interminables, huídas, regresos, redefiniciones sexuales, mudanzas, viajes, reconciliaciones en fechas ortodoxas.

Alguien llegó a la mitad de la narración. Cuando ella terminó y todos nos reimos, él preguntó que dónde podía bajarse esa serie, que sonaba tan interesante.