31.12.09

Preguntas aún sin respuesta

Nadie parece entender porqué decidí regresarme a Barcelona un 31 de diciembre. Yo, en cierta medida, tampoco. Pero entiendo que el boleto era imposiblemente más barato y que estaré mejor al regresar en un día de fiesta.

Por lo proto, el aeropuerto de la Ciudad de México se va quedando vacío. La gente va para Tokio, para Tijuana, para Barcelona. Yo, tecleo, mando tarjetas de Navidad retrasadas, pienso en mis ídolos no nombrados y todo lo que queda para 2010. Todo lo que queda por hacer. Y concluyo que está chido. Que todo indica que empezar el año viajando es un buen augurio de que volveré.

La otra pregunta sin respuesta es qué pasará en el avión. ¿Uvas? ¿Champagne? ¿Cena con pavo? Ya reportaré mañana. Con nuevo calendario.

Feliz 2010. Que sea tan brillante como suena.

30.12.09

Fantasmas de las navidades pasadas

Repaso la ciudad con ojos de nostalgia. Trato de encontrar esas cosas que eran mías hace 5, 10, 15, 20 años. No están los cines a los que iba en mi infancia. Las carreteras secundarias se han convertido en avenidas bien pavimentadas. Los amigos son padres de familia exitosos o están desaparecidos o juegan a ser tiburones financieros. Mis primos no tienen tiempo para verme - o cuando están, ya no tenemos nada que decirnos. Y ya no sirve pelearse.

Y aún así, vale tanto la pena recibir el abrazo cálido de aquel amigo no visto en años. Pasear por los pasillos de la Universidad. Conducir hasta el centro sólo para ver las luces de navidad. Tomarse una cerveza campechana o comerse una torta ahogada. Respirar el humo de un VW mal afinado. Comer un plato imposible de hotcakes. Intentar dormir hasta tarde. Hacer el tonto un rato con el perico en casa de la abuela o con los hijos de esos amigos hoy personas responsables.

Aparecen los fantasmas, siempre están. A la vuelta de la esquina, sentados en un café, escondidos detrás de un número secreto de móvil. Uno quiere verlos, abrazarlos, domarlos, dejarlos ir. Porque entonces, sólo por un momento, dejan de ser fantasmas: son la perfecta claridad de que - en palabras del sabio José José - lo que un día fue, no será.

Y la nostalgia es menos. O parece menos. O se diluye bajo la luna llena.

25.12.09

Los ausentes

Anoche hubo cena de navidad en casa de mi abuela. Cumplimos el ritual de tener suficiente comida como para alimentar un batallón, de sentarnos alrededor de una mesa a escuchar villancicos y hasta de rezar - ateos confesos incluidos - para acostar al Niño Dios.

La pasé bien. Me gustó ver a mi familia. Me hicieron falta los ausentes: mi hermano haciendo una guardia, mis tíos que viven fuera de la ciudad. Pero me hizo más falta la ausencia de naturalidad al hablar de los otros ausentes: los exmaridos/exesposas, la pareja de mi tío gay, mi abuelo muerto. Supongo que uno no habla de lo que duele. O intenta no hacerlo.

La noche es de paz pero sólo con los que quieres que lo sea. Qué hacerle.

19.12.09

Serenata

Alguna vez mi hermana mayor dijo que, en realidad, ni mi boda ni mis noviazgos contaban en el gran esquema de las cosas siendo que ninguno de los galanes en cuestión me había llevado serenata a casa. En realidad era una lástima siendo que en casa de mi abuela - donde duermo hoy - siempre tuve una habitación con ventana a la calle.

No es que me estén trayendo serenata, pero a unas calles de aquí están celebrando la típica fiesta navideña con tambora en vivo. Y escucho el turruntuntún de sus percusiones y las guitarras y todo... bueno, escuchaba, porque al parecer el permiso municipal sólo aguanta hasta las dos. Y se acaba de terminar el encanto. Justo a tiempo para llevar mi cuerpecito por fin libre de jetlag a dormir.

PD - Tengo pendiente subir fotos, lo sé - también tengo pendiente salir mejor en las mismas.

14.12.09

Todo lo demás es prestado

Hoy me voy. A casa. A mi otra casa. La del otro lado mundo. A recibir abrazos, besos, comida de abuelitas, pláticas de primos, reencuentros con amigos viejos, amor (mucho, poco, medianito). A gastar pesos - a invertir pesos en libros y cafés y comidas. A tocar las calles de mi Guadalajara querida. Allá. Por los regalos que realmente importan en Navidad: los abrazos, los amores, esas cosas.

(PD - Barceloneses, no se pierdan esta tienda. Es por una buena causa)

Empatía

Descubres que te duele. No es que debería de dolerte o no. No te toca. Pero te duele. Como una aguja en la pantalla de la televisión, como alguien que se cae en la página 15 de tu libro. Sientes el metal entrando a la vena. O las piedras pequeñas que se incrustan en tus rodillas. Sabes que dejará un pequeño globo, una costra, algo. Te duele.

Te duele porque le duele al otro. Porque no quisieras que le doliera. Porque como lo quieres, verás que sufre. No quisieras verlo sufrir. Quisieras cumplir con esa promesa implícita que nos hacemos cuando comenzamos - sin saber - a querer al otro: haré lo que esté en mi mano para hacerte la vida más sencilla, menos dura, más amable. Y no puedes.

Por eso te duelen las cosas que le pasan al otro. Pero también te duele, la verdad, por un momento de egocentrismo absoluto. Piensas - qué tontería, dirán otros, pero es así - cómo encajarías tú algo así. Cómo te sentirías si lo estuvieras viviendo en tu piel. Qué harías. Hasta que punto aguantarías. Cuál sería el siguiente paso para recuperar la normalidad.

Te duele el dolor de otro porque puedes reflejarlo en ti mismo. Y te da miedo que te duela igual.

11.12.09

Valores maternales

Hace unos días escuchaba en las noticias que el 20 por ciento de las chicas creen que los hombres violentos son más atractivos. Conozco a muchos hombres que nunca tenderían una cama ni lavarían los trastes porque su madre siempre les dijo que no tenía porqué hacerlo. Y bueno, ni siquiera me tengo que poner a contar a los que se aguantan las lágrimas.

Resulta que los reporteros se asombran cada vez más de descubrir que las hijas, las esposas y las novias de los mafiosos en Italia y de los narcotraficantes en México son las encargadas de llevar la voz cantante: las que mantienen los usos y costumbres, la factibilidad del negocio y las estructuras contra viento y marea.

En Portugal el primer apellido es el de la madre - porque en una nación de marineros, de madre seguro sabes y de padre... La herencia judía se transmite por madre: por eso la gran preocupación de las damas judías de que sus hijos no se casen con una infiel. Entre algunas comunidades vascas, se considera más vasco al que lo es por madre. Por sangre. Como también los mayas decidían por lazo materno el poder.

Madre no sólo hay una: hay muchas. Y lo curioso es ver cómo pueden hacer la vida de sus hijas tan miserable.

8.12.09

Vivir en pecado

Momento confesional: me casé porque me daba la gana casarme. Porque me hacía una ilusión enorme. Porque estaba segura de que mi marido-to-be era el hombre de mi vida... y porque mucha gente me decía que tenía que casarme. No podía yo andar por ahí, viviendo en pecado.

Palabras de más, palabras de menos, algo así le está pasando a la nueva "Ministra de la Familia" en Alemania. Resulta que Kristina Köhler bueno, pues es ministra de la familia y no está casada. Por lo tanto no tiene hijos. Por lo tanto qué escándalo, dios mío, qué escándalo. Sobre todo porque es militante del Partido Cristiano Demócrata. Changos. Así que ya dijo que se casa en febrero - sí, con ese novio con el que vive en amasiato, también ministro - y que le gustaría tener hijos.

¿Soy solamente yo o esto suena a una cosa como contada por Laura Esquivel en Como Agua para Chocolate? Pues sabe. Con tal de que luego la dejen en paz... pero ya se verá.

Ah, esto de vivir en pecado... qué le vamos a hacer con el Santo Oficio detrás de uno... y peor que el Santo Oficio, los santos metiches internacionales. En fin. Ya se acaba mi pataleta. Eso.

7.12.09

La Casa de los Espejos

Sigo mi exploración minuciosa de los Países Bajos. Regreso a ver si la próxima vez me gusta menos mi sombra contra el agua, tantísima agua. A ver si ya no encuentro tan extraordinaria la luz del invierno entre todos estos árboles tan pelones, impúdicos.

En medio de una lluvia finísima - pero no por ello menos insistente - llegamos a Schiedam. A lo largo de sus canales, unos molinos enormes que trabajan constantes en moler el trigo para hacer ginebra, base aún de la vida económica de la ciudad. Antes de encontrar el Museo de arte que estamos buscando nos encontramos, claro, el Museo del Ginebra - también ahí, a la orilla del río. Y luego un museo en un viejo palacio de ciudad, con una entrada a lo Museo de Louvre (una mini-pirámide de madera que lleva a un piso -1) y pagar unos cuantos euros para ver qué es México.

A la entrada, se expone la "razón de ser" de la exposición de una parte de la Colección Coppel - ver si se puede definir la mexicanidad a partir de la obra de varios artistas (mexicanos y no) que trabajan con temas que podrían ser "mexicanos". Bajamos y subimos escaleras. Nos topamos con un enorme burro de Maurizio Cattelan, un montón de fotos y pinturas de Gabriel Orozco, hasta con unas fotos de Alvarez Bravo. Una pieza de sonido de Jorge Méndez-Blake a la entrada de una de las salas, con un viejo que repite, incesantemente: "Diles que no me maten... por piedad... Justino... diles que no me maten".

Me encanté durante minutos y minutos con un proyector de diapositivas de Francis Alÿs con chilangos arrastrando su forma de vida. Casi quise abrazar al burro de Cattelan (sentado con cara de agobio y mirando contra una pared) y caminé con cuidado entre una instalación de flores de ajo de nomeacuerdoynoapuntéquién. Intenté leer con mi neerlandés rudimentario las explicaciones en cada una de las obras. Me quise robar - como siempre me pasa - por lo menos una de las obras...

¿Qué si me reconozco en todos estos espejos? Creo que no. Difícilmente. Ni creo que sea fácil reconocer a alguien más. Pero bueno, hace ilusión, ver ese letrerote que dice "México: Expected/Unexpected" en la fachada del Stedelijk Museum. Y también darme cuenta que, cuando salgo y me encuentro con el improbable sol de invierno, hay una sola cosa que ilumina: justamente la palabra México.

4.12.09

En primera y tercera persona del singular y el plural

México suspira y se limpia las lágrimas, se reacomoda. En las redes sociales, en algunos medios, se escuchan todos los días alegatos nuevos sobre estas nuevas leyes en contra del aborto - básicamente leyes que se dedican a satanizar a las madres y a los médicos que practican el procedimiento. Algunos son arranques de pasión católica mal entendidos. Otros, como el artículo de Sara Schulz en Nexos, historias en primera persona de la experiencia de un aborto.

Schulz hace un comentario que a mí me parece importante: introduce el concepto de "nosotros". Esa importancia de sentirte apoyada también por la otra parte de las células que empiezan a crecer en tu cuerpo. Porque un embarazo - o para el caso un aborto - se tiene que contar desde la primera y la tercera persona del singular y del plural: yo, el, nosotros, ellos (los otros).

No puedo contar de mi sangre una historia al respecto de un aborto "prohibido". Puedo contar las de ellas: la de la que pidió un aborto a los 18 porque era adicta a las drogas y en el procedimiento le desgarraron el útero y no podrá tener más hijos; la que pidió un aborto a los treinta y pocos para evitarse un disgusto con sus padres y acabó muerta (sí, muerta) con una hemorragia incorregible; la que pidió un aborto a los 22 porque no estaba segura de que su novio quisiera al bebé y ahora es mujer de otro chico, con quien comparte la paternidad de una niña preciosa. El único común denominador en estas historias es que todas ellas se pusieron en peligro, pagaron a un médico que estuvo de acuerdo en ir en contra de las normas, por las razones que fueran.

El asunto final es que no se van a parar los abortos con prohibirlos: se van a hacer más caros, más peligrosos, más para gente con dinero que pueda pagárselos en el extranjero.

No es este un alegato en favor del aborto: defiendo profundamente la vida y la responsabilidad de los que no quieren ser padres en prevenir antes. Los abortos no son una experiencia agradable, en ningún caso. Son una intervención quirúrgica la mayoría de las veces que, si la pobre mujer tiene la misma suerte que tuve yo, se realizan en maternidades, escuchando los llantos de otros niños al nacer.

Vaya pues este alegato no sólo por el derecho a decidir, sino por proteger las vidas de las mujeres que se ponen en peligro y seguirán poniéndose, mientras no haya leyes que amparen su libre (y soberana) decisión. Aquí, la otra única cita posible es de Voltaire (nunca exacta la traducción): "podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo".