8.1.16

Viernes - II

Hoy apenas recordé mi tradicional countdown a mi cumpleaños. No pienso en otra cosa. La tesis, tan formal, tan impresa, tan completa, me mira. Tengo que presentarla el martes y no se me ocurre cómo. No sé si ser formal. Si contarla como si fuera una historia. No sé si me faltara o me sobrará tiempo. No sé si escribir un alejandrino y recitarlo.

Mientras tanto, Barcelona está esplendorosa - en una falsa primavera, los amaneceres y anocheceres son hermosos. Vuelvo a mi ciudad y no sé si soy una turista ya que casi me he mudado o si en realidad seré turista en cualquier otro lugar del mundo.

Enciendo la televisión como quien enciende una compañía. Pero ahí está la presentación. Y aquí está el blog de los viernes y el suelo helado y el cambio climático en la televisión y la cama que me llama y todo lo que tengo que escribir. Y aquí seguimos.

2.1.16

Viernes Primero

Exactamente un año atrás, decidí que lo que era casa ya no lo sería: que había terminado un ciclo en la ciudad que había elegido como hogar y era momento de moverme hacia otro sitio. Me costó un año. Una mudanza de un año en la que - como en todas las mudanzas se han perdido muchas cosas, se han roto otras, no he terminado de desempacar. Sé que en unas semanas/meses/años me encontraré algo que no sabía donde estaba: sé también que el delicado equilibrio que había antes de esta decisión no volverá nunca

Entre las cosas que perdí estuvo un poco el hábito de escribir en este blog. De dejarme notas para reconocerme y para que otros me reconozcan ahora y en el futuro. En las últimas dos semanas, que hemos estado mudándonos a una casa que es de los dos, juntos, me he dado cuenta que no fue el blog: fue toda mi vida digital. Dejé de "estar" en las redes sociales, en mi teléfono, en mis puntos de contacto con el resto de la humanidad. Y no porque no exista y no viva - en realidad, porque estaba tan viviendo que no tenía tiempo para otras cosas.

Ayer llegaron mis padres a visitarme en Holanda. Hace "calor" para un invierno holandés y dentro de casa, con la chimenea, tenemos casi 24 grados. Anoche recibimos el año a la orilla del río, entre gritos en holandés y un conteo entre el viento. Cenamos algo que era tan holandés que aún hoy mi padre habla de ello: verduras olvidadas, mariscos, sopa de calabaza, mousse de clementina... Las verduras olvidadas son productos principalmente invernales, tubérculos, que hace años que la gente dejó de comer - quizá porque llegaron otras más apetitosas, "quizá porque a nadie le gustaban antes de que se volvieran hipsters", dice G. Era un placer ver a mis padres descubrir con asombro sus platos - era un placer abrazarlos después de tanto tiempo.

Porque hay cosas que, a pesar de las mudanzas, no se pierden. Los abrazos, los amores de la familia, las promesas de prosperidad, la compañía. Me faltó - como nunca antes - mi pedazo de familia que se fue para siempre este año. Y miré cómo mi padre miraba con tristeza mi duelo por ese otro que también había fungido de padre - cómo me acompañaba en mi dolor.

Es Viernes Primero y también el Primer Viernes del Año que Vivo Aquí. Quizá no haya mucho que contar pero hay que tener un orden. Y los viernes siempre son un día bueno para comenzar.