8.11.14

43

1.
"Ya me cansé", dijo el señor Procurador al final de su comparecencia anoche. Después de dar la cara y decir que todo apunta a que los cuarentaytres estudiantes de magisterio de Ayotzinapa están efectivamente, muertos. Y quemados. Y desaparecidos. Y borrados. De sus cuentas. No de nuestra memoria.

2.
Imagine la noche en que su hijo no llegó a casa, señor Procurador. Imagine quién se cansa de buscar al hijo que no llega.

3.
Miles de personas salieron anoche a las calles de México a exigir algo. No saben qué. Algo. ¿Justicia? Difícil. En eso no creemos los mexicanos.

4.
Una vez que los dieron por perdidos y comenzaron a buscarlos, encontraron decenas de cuerpos. ¿Ellos de quién eran hijos? ¿Dónde están sus fotografías?

5.
En el fondo, lo más triste fue darme cuenta que no me sorprendía que estuvieran muertos.

6.
Lo que quisiera saber, señor Procurador, es que sufrieron lo menos posible. Pero eso nadie puede asegurárnoslo.

7.
Ante la pregunta de "¿pero por qué?", la dolorosa respuesta es: "Porque pueden".

8.
Tres confesaron de matar a cuarentaytres. 70 detenidos. Todo el peso de la ley. ¿Cuántos son los que matan y cuántos son los que mueren?

9.
Aquí, a diezmilkilómetros, intento calcular cómo afecta la distancia a la impotencia.

10.
Señor Procurador: ¿duerme por las noches? Porque la falta de sueño puede explicar su cansancio.

11.
No puedo dejar de pensar en esas cuarentaytres camas vacías que, desde anoche, están más vacías que nunca.

12.
Hablando de prensa: seguramente hoy nuestro país sí llegó a las primeras planas de prácticamente todos los países del mundo.

13.
Llueve. También este cielo llora.

14.
Tener cuarentaytres muertos de golpe es como ver a los ojos a la barbarie. Pero detrás de ellos hay tantos y tantos y tantos más. Con lo que la barbarie es mucho más grande de lo que podríamos imaginar.

15.
2 de octubre no se olvida. Ni el 7 de noviembre. Ni ningún día en que ellos sean extrañados.

16.
No hay ningún muerto que esté borrado. En algún sitio, alguien lo recuerda.

17.
De octubre para acá, los mexicanos descubrimos que teníamos cuarentaytres familiares que hoy están muertos. O nos dicen que están muertos. La familia de nadie duerme tranquila hoy.

18.
Señor Presidente... ¿usted duerme por las noches?

19.
¿En qué momento mi país, el país del micasaessucasa se convirtió en el viejo oeste donde una vida - otra vez - no vale nada?

20.
¿Y esos muertos cuyos padres no saben que están muertos?

21.
Anoche, mientras sonaban las cacerolas de mi ciudad de adopción que quiere salir a votar, yo pensaba en ellos que no votarán, no saldrán a las calles, no elegirán nada.

22.
Los señores de la droga. Esos malos malísimos que aguantan todas las culpas. Esos, que como un agujero negro se quedan con la culpa de una sociedad que no quiere mirarse las manos.

23.
¿Sigue cansado, señor Procurador? ¿Qué es lo que lo cansa? ¿Las horas de trabajo, la incertidumbre, el dolor, el miedo? ¿Usted también tiene miedo, señor Procurador?

24.
Mientras el Procurador anunciaba la muerte de 43 estudiantes, un tenor mexicano hacia tronar en aplausos el Teatro Real de Madrid. Porque México es todo eso, todos los contrastes, todos los mestizajes posibles.

25.
Pensar en respirar para no pensar en llorar.

26.
Los padres no se resignan. Quieren resultados concluyentes de las pruebas. Quieren lo que quisieran todos los padres: a sus hijos. Vivos.

27.
Anoche, en el teléfono, alguien que trabaja para el gobierno de México me preguntaba si debe renunciar. Pero yo no creo que sea el gobierno: somos todos los que hemos estado ciegos y sordos.

28.
"Eran todos unos revoltosos". "Es un montaje". "Se lo merecían". --- Dicen los que no se pueden en la piel de los normalistas. Los que no se han dado cuenta que también tienen la misma piel.

29.
Es indignación y también es miedo. Me da miedo saber que la gente muere a manos de otra gente.

30.
¿Qué país cría asesinos a sangre fría?

31.
¿Durmió bien esta noche, señor Procurador? ¿Está menos cansado que ayer? ¿Cree que alguna vez se le quitará el cansancio?

32.
Vivir permanentemente con la pesadilla de la desaparición. Esperando, siempre, a que alguien llegue a tocar a la puerta de la casa. O vivir con la pesadilla de la muerte a sangre fría.

33.
¿Cómo te llevas a cuarentaytres personas y las desapareces? ¿De qué tamaño tienen que ser las hogueras en donde quemas cuarentaytres cuerpos?

34.
Si todo es un montaje, es lo menos importante. Es la representación amarga del espanto.

35.
¿Cómo contará ahora, señor Presidente, el milagro mexicano? ¿Dónde está, dónde que no sea el Tepeyac, con su cartón piedra y sus conciertos televisivos?

36.
Ayotzinapa, Iguala, Guerrero. Casi como decir Auschwitz, Belzec, Kulmhof.

37.
Las familias de los cuarentaytres deben estar cansadas, también. De caminar, de llorar, de no dormir tranquilos en sus casas, señor Procurador, señor Presidente. De no creer.

38.
Me miro las manos y no hay diferencia entre estas manos de maestra y las manos de los maestros que han matado y quemado. Mis huesos no tienen diferencia. Ni mi pasaporte. Y no significa nada.

39.
¿Qué podríamos haber hecho nosotros? Algo. Señores. Algo. Quejarnos. Algo. Llorar. Algo. Exigir. Algo. Votar. Algo. Enseñar a respetar. Algo. Indignarnos. Algo.

40.
Y las lágrimas que no se pueden llorar más porque parece que están secas.

41.
Si me quedo en silencio no es porque haya agotado las palabras. Es que ninguna, pero ninguna, acaba de explicar qué es esta vergüenza, esta rabia, esta desilusión, este miedo, esta incredulidad, esta tristeza, esta indignación, este terror, esta falta de sorpresa.

42.
¿Cómo se cura el desconsuelo? ¿Cuál es el cansancio más profundo?

43.
Lo siento tanto, México. Por todos nosotros.
Y sí, señor Procurador, nosotros también - todos - estamos cansados - de que el estado que debe proteger, cuidar, asegurar, no lo haga. ¿Y ustedes, señores? ¿Cuándo comenzarán a hacer su trabajo? Parece que no es su momento, Señor Mío, de ir a descansar.

6.11.14

Amsterdam y el sol de noviembre

Hacía sol. Era un poco insólito que un primero de noviembre en Amsterdam fuese tan soleado, pero estábamos por ahí, caminando, sin necesidad ni siquiera de un abrigo y con sendos lentes de sol. No teníamos ninguna intención de simular que no éramos turistas: lo éramos y lucíamos con orgullo nuestros mapas, nuestras cámaras, nuestra sonrisa. Pasaba que también el resto de la ciudad era turista en su ciudad. Era todo tan poco usual, tan de primavera, que todas - absolutamente todas - las terrazas estaban tomadas por los locales. Lo sabíamos por la incesante cantidad de diálogos en holandés y porque la ruta que tomamos había sido diseñada por un local con la intención que nos perdiéramos en la ciudad verdadera, sin perdernos del todo la de cartón piedra.

Casi me atropellan por tomar la foto (una bici, por supuesto)
Mientras caminábamos, varias veces nos encontramos mirando las cosas a través de los lentes de nuestra cámara. En más de una ocasión yo paré en seco para fotografiar aquella pareja enfrente de un canal, la luz que caía entre los árboles, el abuelo que paseaba de la mano de su nieto que lo que quería era salir corriendo. Mis nuevos amigos me esperaban, con paciencia. Sabían que después de mi sería uno de ellos el que se quedaría atrás. Éramos turistas - lo sabíamos. Lo gozábamos.

Cerca del Dam pasamos por una tienda que se anunciaba como "la única tienda de souvenires rusos en la ciudad". Nos miramos con desconcierto... pero luego nos dimos cuenta que, por más que fuéramos vestidos de turistas, no podíamos seguirlo todo igual. Sí, veíamos la ciudad a través del lente, pero estábamos buscando la manera en cómo caían las hojas, cómo el otoño se instalaba en la ciudad a pesar del sol... queríamos conocer un poco más de esos amigos que habíamos hecho así, sin esperarlo, tan pronto. Eramos turistas... o más bien viajeros, disfrazados con la parafernalia de un halloween trasnochado.

Mientras caminaba de regreso al hotel-barco, envuelta en la bruma de una migraña, sufrí una transformación. Metí mi cámara en mi mochila, me ajusté la chaqueta y los lentes de sol, y comencé a actuar como local. Dejé de utilizar mi holandés rudimentario para intentar enterarme de las pláticas y más bien me concentré en el murmullo dentro de mi cabeza que me hablaba de cómo tengo tantos pedazos del corazón escondidos entre las calles de este país. Me olvidé de ver Amsterdam como turista y, justo pasando la Estación Central, me acordé que aquí también sé cómo sentirme en casa. A pesar (y gracias) al sol de noviembre.