30.6.12

El cambio es bueno

Me lo repito como un mantra. Mientras tanto, mi cama allá, la vajilla aquí; internet aquí, la televisión allá; el clóset lleno de ropa aquí, el armario vacío y listo allá...
Después de seis años de vivir en una casa con una luz maravillosa, unos vecinos extraños, unas paredes ligeras, el ruido continuo del ascensor, las mejores vistas de Barcelona, mucho calor en invierno, mucho frío en verano, una terraza perfecta para hacer carne asada... me voy. Me estoy despidiendo desde hace un mes y me cuesta. A veces, cada dos pasos, miro atrás y creo que lo estoy haciendo mal. Eso, lo de dudar, que tan bien se le dá a uno...
La mitad de mi duelo se canceló porque conseguí una casita nueva cerca, muy cerca. De hecho, tan cerca que alcanzo a verla desde la terraza y desde el nuevo balcón veo la terraza también. Ahí están ahora la mayoría de las cosas que había acumulado en los últimos seis años.
Me estoy despidiendo no sólo de las paredes, sino de los aprendizajes, de las miles de cosas que sucedieron aquí. Lo que comenzó y lo que se acabó y lo que continua.
Esta era mi casa - el sitio a donde regresar. Y en unas cuantas horas (ya ni siquiera 48) pasará a estar en el limbo, a ser un no-lugar.
Y me iré a otro sitio a hacerlo mío, a quejarme de sus muros delgados, de sus vecinos curiosos, de las cosas que suceden ahí. Quizá habrá un poco menos de luz - pero buscaré la manera de hacerlo más luminoso.
Al fin y al cabo, todo cambio es bueno. Aunque al principio no nos lo parezca.

24.6.12

Bajo fuego

Esta noche, Barcelona vive hundida en el fuego. Desde las habitaciones de esta que es mi casa en cuenta atrás, escucho los fuegos artificiales que escupen ruido - hacia el mar y hacia la montaña. Algunos incluso demasiado cerca... con el silbido indistinto de la detonación cercana.
Me gusta esta esquizofrenia. Durante la cena, en la terraza de alguien más, hablábamos de la crisis. ¿Cuál crisis si el cielo se cruza de estrellas fugaces de colores? ¿Cuál cuando la gente sigue teniendo energía de felicitarse, de esperar a uno y otro lado de la calle y gritar buenos augurios?
Antes de que se haga más tarde, debo levantarme y encender una vela. De eso se trata la noche de San Juan: de encender fuegos que quemen antiguas cargas, que cautericen las viejas heridas. Por lo menos eso dicen las hogueras a lo largo de todo el litoral mediterráneo.
En cuanto a mí, sigo en mi estado común: agradecida. Imposible saber qué viene. Imposible, también, imaginarlo como algo malo. Hoy, esta noche, nada es malo. Todo bajo fuego, todo consumido, todo en esperanza de un mundo, una vida, un trabajo, un beso, un orgasmo, un suspiro, una comida, un viaje, una certeza mejor.
El mejor augurio es este: un cielo estrellado compartido a pesar de la distancia. 

23.6.12

La droga sintética conocida como "Fantasía"

Soy una adicta a un millón de cosas - pero pocas me atraen más que esa sensación de que todo es posible. Ahora mismo, sentada en una casa que casi ya no es mía, me encanta la sensación de estar sentada en otra casa, nueva, reinventada, no solo mía, que respira y palpita cerca de aquí.
Temo, como diría la mamá de Mafalda, por los niños (y los adultos) que perderán la capacidad de imaginar. De encontrarse en otro espacio, en un sillón mullido, escribiendo sobre cómo van los primeros días en la otra finca, en el otro lado del espejo.
Y sin embargo, sé que me iré a dormir tan tranquila mirándome ahí: viéndome colgar los cuadros, guardar mi "alijo" de comida mexicana en una de las alacenas nuevas, estrenando una nevera, poniendo mi cepillo de dientes en su lugar. Caminando por el pasillo con luces bajas - como me gustan - y llegando a la cama, arremolinándome al lado de todo eso que me falta, sintiendo que, otra vez, estoy en casa.
Porque si la casa - el hogar - es donde está el corazón, yo vivo la mitad del tiempo dividida en diversas partes del mundo. Y esta noche, además, mi hogar es otro: en realidad, ya duermo en aquel lugar que imagino perfecto para mí. Para nosotros. Para todo lo que trae el futuro.

7.6.12

Rumbo a las elecciones: hablemos de miedo

Ahora que tenemos todos los días muchas horas de vida digital, podemos caer en el engaño de imaginar que realmente lo que pasa allá afuera es reflejo de lo que pasa en nuestro muro del caralibro. La verdad de las cosas es que sólo 40 millones de mexicanos están conectados a Internet y hay una parte muy importante de la población que no pasa por las acciones - buenas y malas - que se han visto en las redes sociales en los últimos días.

Sin embargo, conforme se acercan las elecciones, voy viendo más claramente como una vez más, nos gana el discurso del miedo. Miedo a que el candidato 1 vaya a terminar por corromper al país. A que el candidato 2 lo convierta en terreno de la desesperanza y el comunismo. Miedo a que continúe la violencia porque la candidata 3 continuará con los mismos métodos de su antecesor. Miedo a que quien quede presidente, como si fuera una entidad todo poderosa, arrase con el país.

Criticamos mucho las campañas "basura" que los candidatos han hecho en todo el país, como siempre pintando bardas, regalando despensas, gorras, camisetas y hasta maquillaje. Entre los que tenemos esas necesidades cubiertas, que no necesitamos que nos regalen una despensa porque - vaya suerte - podemos pagarla, el negociar con el miedo es más o menos la misma cosa. Vamos a la pirámide de necesidades de Maslow y picamos ahí en donde el futuro o la autorrealización. No es un picoteo formal: es la noción, la creación del miedo. 

Yo, como todo el mundo, tengo mis motivos para votar por uno o por otro. Pero no me parece válido hacer proselitismo a partir de la intimidación y la creación de dudas sobre el bienestar futuro. No creo que sea justo ni inteligente (mucho menos maduro) que a lo más que pueda llegar nuestro discurso sea a amenazar, como si habláramos del "roba chicos" o "el coco". Al final, creo que los partidos están logrando lo que les conviene: que la vida democrática y el concepto de participación se resuma a concentrarnos en la elección de una sola persona - sin que después hagamos un seguimiento de lo que hacen "los demás".

He aquí el matiz: ningún presidente bajo las leyes de México es todopoderoso. Todo lo que pasa durante el sexenio de una persona no es única y exclusivamente su culpa. ¿No se supone que vivimos en un país con tres poderes separados? ¿Entonces?

Exigirle o imputarle a los presidentes - incluso peor, a los candidatos a la presidencia - responsabilidad absoluta sobre lo que pasa en su mandato es muy poco razonable. Sería como si efectivamente se erigieran dictadores, pasaran olímpicamente de las Cámaras, del Senado y tomaran todas las decisiones por si mismos.

Yo tengo la triste impresión de que, fuera de la guerra contra las drogas famosa, tenemos un país absolutamente paralizado. Entre otras cosas, paralizado porque el Congreso ni presenta leyes que sean relevantes y cambien la vida de los ciudadanos ni crea un entorno para que cualquier legislación realmente relevante se aplique. No es el presidente al final - son todos los niveles de política que no se ponen de acuerdo en tra-ba-jar al servicio del ciudadano.

Mi última de hoy: no somos nadie. Y no somos nadie tampoco para establecer los principios morales de todos los mexicanos ni de todo el mundo. No estoy diciendo que abramos la veda para que nos podamos matar los unos a los otros, pero hay asuntos de salud pública (drogas, aborto, prevención), sociedad (matrimonio gay, divorcio exprés, escuelas laicas) y legalidad en general en las que no tenemos que estar necesariamente de acuerdo y que no generan efectos avalancha. Si las puertas están abiertas, no es para que salgamos todos corriendo - es para quien quiera salir, no se estampe en el camino. Está bien dejar las puertas abiertas, es el justo respeto al otro. Ahí soy fan de Voltaire: "Pensad por cuenta propia y dejad que los demás disfruten del derecho a hacer lo mismo."