23.6.12

La droga sintética conocida como "Fantasía"

Soy una adicta a un millón de cosas - pero pocas me atraen más que esa sensación de que todo es posible. Ahora mismo, sentada en una casa que casi ya no es mía, me encanta la sensación de estar sentada en otra casa, nueva, reinventada, no solo mía, que respira y palpita cerca de aquí.
Temo, como diría la mamá de Mafalda, por los niños (y los adultos) que perderán la capacidad de imaginar. De encontrarse en otro espacio, en un sillón mullido, escribiendo sobre cómo van los primeros días en la otra finca, en el otro lado del espejo.
Y sin embargo, sé que me iré a dormir tan tranquila mirándome ahí: viéndome colgar los cuadros, guardar mi "alijo" de comida mexicana en una de las alacenas nuevas, estrenando una nevera, poniendo mi cepillo de dientes en su lugar. Caminando por el pasillo con luces bajas - como me gustan - y llegando a la cama, arremolinándome al lado de todo eso que me falta, sintiendo que, otra vez, estoy en casa.
Porque si la casa - el hogar - es donde está el corazón, yo vivo la mitad del tiempo dividida en diversas partes del mundo. Y esta noche, además, mi hogar es otro: en realidad, ya duermo en aquel lugar que imagino perfecto para mí. Para nosotros. Para todo lo que trae el futuro.

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