30.4.03

Biströt Le Plantón

Hoy siguió el plantón-manifestación fuera de mi oficina. La verdad es que no he tenido la curiosidad suficiente para ver exactamente qué es lo que están pidiendo - además, como no me dejan entrar por la parte de adelante del edificio, ni siquiera he pasado por ahí para leer sus consignas (venganza inútil). Lo que me parece francamente sensacional es que vendan comida. Son campesinos, no sé exactamente de dónde. Visten con ropa desgastada por el calor, por el sol, por el trabajo diario. Sus pies y sus manos se ven curtidos de tierra. Se ven tan perdidos. Tan perdidos que pusieron un letrero en donde se lee: "Se vende comida. 3 tacos de huevo con frijoles por cinco pesos". A medio día, se ponen a tortear, encienden una parrilla y comen, ellos. No hay clientes que se acerquen. La gente pasa y ni se inmuta. El señor del puesto de las tortas de tamal y las gelatinas que está en la esquina no tiembla ante la competencia. Tampoco el localito a dos cuadras donde venden una buena comida corrida por 28 pesos. La verdad es que creo que nadie lee sus consignas, sus peticiones y sus ofrecimientos. Me pregunto si alguien de la oficina de gobierno que está en el edificio en el que trabajo las leerá o si ya se las saben tan de memoria que nada más están esperando a que los manifestantes se cansen y regresen por donde vinieron.

Ayer al salir me sentí muy amenazada por un hombre que "cuidaba" la puerta de atrás (la única que podíamos utilizar todos los cientos de empleados que trabajamos en este edificio de 16 pisos). Llevaba un machete en la mano. Y nos miraba. Sin decir nada, sin gritar, casi sin expresión. Un machete en la mano. Ese mismo objeto que en el campo es una herramienta de trabajo acá en la ciudad no sirve de nada más que de intimidación.

La verdad, sentí un poco de molestia. Es cierto, la calle es de todos. Pero no hay necesidad de andar por la vida amenazando a los demás. Al pedir respeto de esa manera lo único que se logra es invadir el derecho de los demás. Juárez tenía toda la razón. Y no veo qué hay que respetar, cuál es el "derecho ajeno" de andar cargando un machete afuera de una oficina de gobierno. Simplemente no lo entiendo.

* * * * *

Otra de las cosas tristes de la ciudad de México es que poco a poco uno se va entumiendo. Ya no te causan tanta lástima ni los niños, ni los ancianos, ni los ciegos, ni ninguno de los mendigos que pululan en las calles. Lo único que quizá a veces es miedo, o sorpresa. Sorpresa y miedo como los que me provocó hoy un niño - máximo trece años - cubierto de andrajos, imposiblemente sucio y en un viaje de tonzol que parecía destinado a película del Nuevo Cine Mexicano (el de los jodidos, hay que aclarar). No pedía. Se acercaba a la gente, se colgaba de su ropa y les decía: "Dame dinero". No pedía, exigía. Sus ojos no podían estarse quietos en un punto, pero exclamaba con voz dura: "Dame dinero". Muchas de las personas a las que se acercó se alejaban inmediatamente, medio asustadas, medio espantadas por el hedor del chico. "Dame dinero". Sentí una profunda tristeza. Y cuando llegué hasta donde estaba, me alejé para que no se me acercara. Demás está decir que no, no le dí ninguna moneda.

29.4.03

Pues no habrá ontheroad para el Duque. No por el momento. Hubo algunos remordimientos y se acabó la aventura. Tendremos que inventarle alguna aventura nueva para que no se aburra, je. Llenarlo de besos por el momento es una buena opción. - Una obscura y envidiosa parte de mí suspira de alivio. No me encantaba la idea de dejarlo ir del todo -.

Tengo que dar gracias públicas. Hoy alguien me habló y me hizo llorar de emoción y agradecimiento. Gracias por ese abrazo telefónico. Gracias. Gracias. Gracias.

Por poco y no me dejan entrar a mi oficina después de la hora de la comida. Hubo una manifestación y cerraron el edificio con mantas y un picnic a pleno Paseo de la Reforma. Las marchas no me simpatizan. Es más, me asustan. Su inutilidad y su absurdo intrínseco están haciendo que todos los días me vuelva un poco menos abierta a esas "manifestaciones de libertad".

28.4.03

¿Se irá el Duque a cumplir con su "On the road"? Debería. Creo que él también ha llevado durante demasiado tiempo el disfraz de fama. Quizá se lo quite un poco. Y comience a escribir un blog desde las desiertas carreteras eternamente rectas que llevan hacia el norte.
A todo se aprende en esta vida. Hasta a programar con copy/paste. Benditos sean los templates de blogger porque si no sería prácticamente imposible que yo me diera a entender con esta cosa.

Tengo un conflicto. Ayer me hicieron dudar si todavía soy un cronopio. Si a esto le agregamos la confusión de las C(iy)nth(yi)as de la que soy parte en el blog de mi querido Bef, todo se vuelve aún más complejo. ¿Por qué trabajar en una oficina denueveaseis? Lo peor de todo - por supuesto, una de mis frases favoritas - es que hay veces que ni siquiera yo me creo el asunto este de la temporalidad. "No, no vayas a Europa. Primero termina la carrera para que puedas trabajar en algo que valga la pena". "No, no puedes ir a Asia. No tienes dinero y cómo le vas a pedir prestado a alguien. Mejor trabaja y en la siguiente oportunidad (¿?) te vas". "No, no escribas en el blog. Mejor termina tu reporte mensual y ya en la noche tendrás forma de dedicarle un espacio". Pero ni escribes en el blog, ni te vas a Asia ni a Europa, ni nada.

- Eso, imagino, es lo que pasa cuando tienes padres fama y algún resto de cronopio en el fondo del cajón. Te educaron famas maravillosos y dulces, pero famas al fin. Y te causa un conflicto cada vez que tienes que explicarte frente al espejo que no puedes hacer X ó Z cosa porque necesitas una justificación válida para hacerlo, algo que te vaya a asegurar un futuro mejor (lo que sea que esto signifique) -

Caramba. De verdad que debería de irme a Bali y dejarme de tonterías...

25.4.03

Los viernes, hay que ir al cine. Espero que no me detenga alguna manifestación - ¿los manifestantes toman también la semana Pascua por aquello del impacto mediático?... - y logre llegar a ver Punch Drunk Love. Casi se va de la cartelera. A ver si es cierto que P.T. Anderson logra que Adam Sandler sea entrañable. Opiniones, bienvenidas.

Y saludos (la ventaja, como recién le comenté a un estricto editor mío, es que al tener mi propio blog puedo publicarme LO QUE YO QUIERA, je): hay un mortal maravilloso que está como a un montón de kilómetros de esta hermosísima ciudad. Que le sean leves los pantanos de Florida y que se anime a hacer lo propio con un blog. Lo dice dIoS. Sea.

Por lo demás, besos al Duque. Se los merece. Siempre se los merece.
Hoy me acordé de cuál es la mejor manera para derrotar a la ciudad: la amabilidad. Francamente, me da mucha flojera subirme al metro y luego a un pesero todos los días para llegar al trabajo, pero no tengo muchas opciones. El taxi, además de caro, se tarda más. Entonces no tengo más remedio que hacerlo.
Obviamente, para un ser naturalmente paranoico como yo, viajar junto a miles de personas y pasar junto a otras tantas que te miran con curiosidad - karma, diría mi jefa: a mí por supuesto que me encanta sentarme a recortar gente - me causa mucho estrés. Y siempre estoy buscando la mejor manera de aislarme de todo ello. Ya hace un buen tiempo lo había descubierto, pero por alguna razón se me olvidó. Esta mañana me fue muy evidente.
Lo que te hace sentir más mal en la Ciudad de México, más solo y en peligro, es que estás rodeado de gente que no conoces. Y a la gente que no conoces, no la saludas. "Buenos días". Esa es el arma mágica en contra de la inseguridad, del miedo de todos los días.
Por ejemplo: hoy tomé conciencia que el policía de la entrada de la línea azul del metro me conoce. Ya me dice "buenos días" antes de que se lo diga yo. Un chico que atiende el puesto de los bisquets también me saluda. Me subí al pesero y antes de darle mis dos pesos al conductor le dije buenos días. El hombre me miró con sorpresa y dijo en voz alta: "¡Vaya! ¡La primera educada que saluda en el día!".
Antes de bajarme del camión, el chofer me deseó que tuviera muy buen día. Y se me quitó el miedo.

Espero que no se me vuelva a olvidar que tengo esa arma secreta.
Realmente no sé si es un buen día para empezar un blog. Pero habrá que verlo con el mayor optimismo posible. Esta mañana salí muy tarde de la casa. Absolutamente tarde. Decidí tomar un taxi de 10 pesos de la estación del Metro a enfrente de mi trabajo. El taxista fue muy amable. Demasiado amable para mi gusto. "Va a su trabajo". "Sí, en realidad un poquito tarde". "Pero qué importa que sea tarde... seguro una muñeca tan bonita es la consentida del jefe y no importa a qué hora llegue, ¿verdad?". Lo siento, nunca he sabido llevar bien un cumplido. Después de eso me bloquee y fuí viendo los autos en Reforma. Antes de bajar, me preguntó si no le vendía mis ojos. "No, lo lamento. Ya tienen dueño". Fin de la conversación. El taxímetro marcaba 8.05 y me regresó tan sólo un peso. Le pagué con una moneda de 10. A lo mejor es una estrategia. Lo cierto es que me quedé sin ganas de reclamarle. Seguro es una estrategia. Tengo que aceptar que no es mala.

Y bueh, diría Mafalda... ya mañana será otro día. O dejaré de robarle minutos al trabajo para escribir en el blog.

(Tengo la mala sensación de que esto se me va a convertir en un vicio...)