3.6.15

Por qué creo que #hayquevotar

Por andar trabajando en asuntos de la democracia, este domingo me perderé por segunda vez la oportunidad de votar este año. No estuve en Barcelona para las municipales y no estaré en Guadalajara para las intermedias. Lo del trabajo no es excusa: es una confesión de algo que me da vergüenza y una cierta tristeza. Sobre todo porque mis dos países, mis dos ciudades, están sufriendo lo que en inglés se llama growing pains - los dolores del crecimiento - y yo me até de manos y no puedo hacer nada para participar.

Este domingo todo México vota. El otro día leí un recuento en un artículo de José Blanco en La Jornada: en un solo día, el país - 83.5 millones de potenciales votantes - va a elegir "500 diputados federales, nueve gobernadores, 639 diputados locales, 903 presidentes municipales y 16 jefes de las delegaciones del Distrito Federal". Eso es mucha gente pagada por el estado. Mucha gente que, en teoría, quiere trabajar por un país mejor.

Se acerca el día y aunque por fin se callaron un poco las campañas (y las guerras sucias), en la red sigue hirviendo. Y en los próximos días las voces más fuertes llamaran a la anulación, a la abstención, al olvido. Y a mi me pesa, tremendamente, pensar que en mi ciudad natal un payaso - y no en el sentido figurado) - tenga la elección tomada por rehén. Y saber que cientos de personas están convencidas de que su voto no vale, que no tiene sentido, y que piensan que no decidir es la mejor decisión.

Un lustro después de dedicarme a diseñar y gestionar herramientas para el voto consciente e informado - como el recién estrenado Voto Radar en Nuevo León con patrocinio de El Toque/RNW - cada vez que se acerca la elección me encuentro igual de nerviosa e irascible. Porque me parece increíble que aún sabiendo que la democracia es un sistema imperfecto, el menos peor como dirían Churchill y mi compadre, decidamos tirar la toalla. Hay mucha gente que vota sin reflexionar en su voto: vota efectivamente por una mochila, una despensa, una botella de tequila. Y los otros, aquella gente que entiende el potencial valor efectivo de su voto, a veces está convencida de que usarlo como arma arrojadiza (u objeto de berrinche) es más efectivo.

Lo que cambia, pienso yo, no es anular ni dejar de votar. Es confiar en aquellos independientes que llegan a las candidaturas. No todos los independientes, no todas las candidaturas ciudadanas: aquellos que tienen visos de hacer que algo se mueva. Como Podemos en su momento y Ada Colau en el suyo que, por lo menos, han hecho rabiar al establishment local y salirse un poco de su discurso oficial. Como Pedro Kumamoto en Zapopan, que con un montón de estudiantes y una página web y muchas, muchas kumacalcas están haciendo pensar a una ciudad conservadora y temerosa que puede haber una salida...

Pero no todas las independencias y los independientes por si mismos valen. Alguien me preguntó si el Bronco quería la "independencia" de Nuevo León como se ha luchado - por lo menos en el discurso - por la Independepencia en Catalunya. No, Nuevo León no quiere ser un estado separado de México. En teoría, quiere ser un estado diferente de México: con menos corrupción y menos políticos. Cómo se va a hacer eso todavía no queda del todo claro. "Con huevos", dice el candidato. Me recuerda mucho al discurso de que "cualquier cosa sería mejor que ser parte de España".

No creo en que las independencias o los independientes sean por si mismos mejor que cualquier otra opción. Creo que tienen que pasar por la "prueba del añejo" y ver qué tal va: y creo que es justo que los ciudadanos que en consciencia crean que vale la pena dar la oportunidad, la den. Me parece más justo dar una oportunidad y luego hacer seguimiento que hacer una pataleta: "no voto porque nadie me convence", "anulo porque todos son unos payasos", es desde mi perspectiva la actitud de sentarse en una esquina y ladrarle a la pared para ver si cambia.

Necesidad de cambio hay. Y a veces, a través de las triquiñuelas y las luchas electorales, parecería que también hay posibilidad de cambio. No he ido a votar, pero miro por las ventanas de mi nuevo barrio en Barcelona - Nou Barris, donde la Colau ganó por goleada - y espero que las expectativas de mis vecinos que sí ejercieron su deber cívico se vean por lo menos medio satisfechas. Y miro por las ventanas virtuales a mi país natal y cruzo los dedos - y el corazón - para que aquellos que pueden hacer un voto consciente lo hagan y le den al país, a la confianza, otra oportunidad.