26.10.04

Ah, los misterios de la vida

Tenía toda la intención de hablar hoy sobre nuestro fin de semana en Valencia, pero acabo de descubrir algo muy poco halagador. Finalmente, mi cuerpo es americano y, como buena americana, ¡no soporto los virus europeos!

Me duele el cuerpo, tengo temperatura, no puedo dormir. Snif. Espero que pase pronto.

21.10.04

Estampas desde Barcelona

El Piso
Tiene como 45 ó 50 metros cuadrados. Es grande, según dicen otros estudiantes que ya han vivido en la ciudad más tiempo. Una recámara, una estancia-cocina-cuarto de lavado y un baño con tina. Ah, y un pasillo largo (el asunto este de construir como si se tratara de hacer chorizos no voy a entenderlo nunca). Lo más bonito quizá es su ubicación: está a las orillas de lo que se conoce como Ciutat Veilla o “La Ciudad Vieja” en catalán. Esto es, el verdadero corazón de Barcelona. Alrededor hay un sinnúmero de callejuelitas y pequeños laberintos dignos de hacer que el más pintado se pierda en una tarde de sol.
Junto al edificio está el archivo fotográfico de la ciudad, el antiguo convento de San Agustín – hoy convertido en centro cultural – y después, en la esquina, el Museo del Xocolat.

El transporte
En esta ciudad, es más problemático tener un auto que no. Cuentas y pruebas hechas, hay como 45 ó 50 minutos de aquí a la escuela… andando. Si tomo el metro que está como a cuatro cuadras el trayecto se convierte como en 20 minutos con todo y las caminatas respectivas. Aquí cada viaje en metro cuesta 1.10 € (como 15.5 pesos), y te lo piensas varias veces. Pero siempre resulta bueno caminar en un lugar nuevo, que te sorprende, en cualquier esquina del mundo.

El lugar
La noche del martes, el Duque y yo fuimos a celebrar el aniversario de la legalidad, je, en un lugar conocido vulgarmente como “La Champañería”. Por supuesto, tiene otro nombre en catalán pero… ¡todavía no me lo aprendo! El sitio está como a diez minutos caminando desde casa y durante el día es una tienda de abarrotes, pequeña, en la que se vende sobre todo los vinos de casa, que es una casa champañera o “de cava”. Por la noche la champaña – o cava – local se vende en degustación acompañada por bocadillos (tortitas con diversos tipos de carnes frías y quesos). Cada una de las botellas de champaña vale menos de tres euros… más o menos lo mismo que los bocadillos. El sitio, se podrán imaginar, todo el tiempo está que revienta de gente. Y hay incluso un policía afuera para agarrar a los que piensan irse sin pagar. Según nos contó Bika, ella sólo ha visto al policía entrar en acción en una ocasión, cuando dos mujeres ya mayores esperaban fugarse sin ser vistas. Al ser imprecadas, armaron tal escándalo que alguien más decidió invitarles la cena.

El Barrio
Se llama El Born (algunos lo pronuncian Borne). Es una parte del casco antiguo que ahora se está convirtiendo en lo más cool de Barcelona [lo que sea que esto signifique]. Entre lo que hay para ver está el inmenso Museo Picasso – gratuito todos los primeros domingos del mes – y la bellísima iglesia de Santa María del Mar, llena de imágenes marianas en su inmensa nave gótica. Todos los domingos, a las 12:30 del día, se oficia ahí una misa bilingüe castellano-catalán.

El Borne está lleno de bares, cafetines, heladerías, tiendas de pakis (paquistaníes) y sudacas (sudamericanos, principalmente argentinos, ecuatorianos y salvadoreños) y tiendas de falluca al por mayor. Es como una mezcla extraña entre Tepito, La Condesa y Paseo de la Reforma para los del DF y Obregón, la colonia Americana y avenida Vallarta para los de Guadalajara. Pero – y es importante decirlo antes de que nadie se muera del infarto – es muy seguro. Los mozos de escuadra – anteriormente conocidos como Guardia Civil – pasan a cada rato de día y de noche. Además, la zona se considera especialmente segura, aunque recomiendan que no andes solo por los callejones más apartados, sobre todo avanzada la noche. De día, no hay problema.

Y bueh... esa es la primera noticia. Ya os contaré más tíos, que mi pronunciación es como de andaluza, ¡ozu! Falso. La siguiente crónica es la del caos de la burocracia... de algún lado tendríamos que haberla heredado, ¿no?

15.10.04

La despedida más triste

Las últimas semanas se pasaron rápidas, en una vorágine de reuniones, comidas, visitas al doctor, aeropuertos, carreteras, encuentros, desencuentros. Las flores que me regalaron el día que dejé la oficina están muertas, pero siguen en mi sala.

Mi departamento está más cerca del cielo que otros lugares del Distrito Federal. Todos y cada uno de los escalones que subo para llegar al cuarto piso me dan la certidumbre de la luz, de una visión panorámica y rica, sobre todo de noche. A través de la ventana que está junto a mi lado de la cama, se ven las lucecitas de las colonias cercanas, como un bordado de falsas estrellas.

Ahora, desde donde estoy sentada, pareciera que toda mi casa está pintada de blanco. Lo cierto es que hay muros verdes, azules, amarillos, muchos cuadros, más plantas aún, libros - la mayoría de ellos ya metidos en gigantes tinas herméticas de plástico -, discos, un cierto aroma familiar.

El Duque está sentado en el estudio, arreglando algunos papeles. Yo ni siquiera he hecho mi maleta. No puedo. Tengo los pies de alguien sobre mi pecho y unas ganas enormes de llorar. Quiero irme, pero no quiero dejar mi casita, el castillo de Chuchurumbel que tanto tiempo nos llevó dejar habitable. Vaya, finalmente, es mi casa.

Seguiré escribiendo desde un lugar muy, pero muy lejano, como dicen los cuentos. Sé que el Castillo se queda en buenas manos y que el Tímpano - uno de mis casi primos - lo cuidará como lo hacía con sus acetatos de los Beatles y Janis Joplin cuando estábamos en la preparatoria. También sé que cuando regrese estarán ahí mis libros, mis fotografías, mis recuerdos y quizá algunos bichos como el Stich de peluche que está sentado junto a mí. Lo sé. Pero no puedo evitar estar llena de nostalgia.

Millones de gracias a todos los que nos despidieron en Toluca, Vallarta, Guadalajara y la Ciudad de México - en todas nuestras pequeñas patrias. Gracias. Ahora es momento de armarse de valor y seguir, que esto era - dijimos - lo que estábamos buscando.

Barcelona, ahí vamos.

7.10.04

Dusty


Este es el más pequeño y peludo de mis hermanos. Y yo sigo en Vallarta... con demasiado tiempo libre, je. Posted by Hello

Desde el caluroso frente de Vallarta

El término de la semana pasada fue demasiado conflictivo. Entregas, el Duque dejando su trabajo, su jefe portándose tan especial - por no usar otra palabra como siempre - y yo cambiando mi cabello a oscuro con rayitos clarosos. Extraño. Luego, el sábado, la boda de Alberto y Rax en la que fuimos padrinos de arras. Qué fuerte. Lo más bonito de la ceremonia religiosa fue ver a un ministro metodista tratando de poner de acuerdo al rabbí que tocaba el órgano y al montón de católicos que estábamos en la concurrencia a la hora de los himnos. ¡Ah, la ecumenicidad (o como se diga)!

Después de la fiesta en la que corrieron litros y litros de agua de jamaica, fuimos a vestirnos de gente normal y terminamos con una simpática jarra en el Salón Corona. No me puedo olvidar de la cara de Isaías después del quinto tarro de cerveza ni de el asco absoluto que teníamos Sara, Carlos y yo al darnos cuenta de que alguien había decidido que tenía que volver el estómago en la mesa en la que estaba. Un poco horrible. Querían llevarme a otro lugar - yo estaba lo suficientemente contenta para irme a otro lugar - llamado "La ..." algo, pero acabamos en casa de Isaías. Se subió a dormir y nosotros nos fuimos a casa... a las cuatro de la mañana.

Al otro día, cruda de por medio, salimos a nuestra comida de despedida en Toluca. Pierna horneada, ensalada de manzana con zanahoria, mucha familia... algo parecía navidad, pero no había regalos. Bety, mi sobrina, se declaró muy inconforme porque tampoco hubo pastel ni piñatas. De acuerdo con ella. Al final, el Duque se sentó con Eugene y el Chacuas a tomarse no sé cuántas botellas de tequila. A pesar de todo, la noche terminó temprano. Yo había aprendido mi lección un día antes.

El lunes salimos tarde a desayunar-comer con mis suegros y nos despedimos de ellos. Después, fuimos a un banco a cancelar una cuenta del Duque en la cuál no solamente ya no había ahorros, sino que se debían 68.44 pesos de manejo de cuenta. El horror.

Al salir de ahí, caí en el pánico de la falta de carta para el préstamo educativo (laaaarga historia). Así las cosas, el Duque me llevó a su universidad donde, después de algunas horas de espera y de una petición un poco incómoda, conseguí la carta. Recogimos boletos de avión, cancelamos una cena, nos organizamos otra y el Duque se compró lentes nuevos. Y de regreso al DF en donde estuve rompiendo papeles hasta que me quedé dormida ante el horror de Hacienda.

El martes manejamos temprano al departamento de Chabacano, donde se quedará guardado el Alien durante estos días. El Duque y el Chacuas se quedaron a desayunar mientras yo iba al Banco de México (la misma laaaaarga historia) a entregar el papelito conseguido en Toluca. Fue mucho menos efusivo de lo que yo esperaba.

De regreso, taxi al aeropuerto (se me había olvidado que antes sólo estaba a 20 minutos de mi casa) y vuelo a Puerto Vallarta, que nos recibió con 34 grados de temperatura y 95 por ciento de humedad. Desde ese momento, he vivido un continuum borroso de opíparas comidas, ataques de anorexia y horror ante las flacas del Puerto, visitas a la playa y al malecón y largas pláticas con mis padres. Muy bonito, muy bonito. La hamaca que está junto a mí me llama. Ya regresaré.