Exactamente un año atrás, decidí que lo que era casa ya no lo sería: que había terminado un ciclo en la ciudad que había elegido como hogar y era momento de moverme hacia otro sitio. Me costó un año. Una mudanza de un año en la que - como en todas las mudanzas se han perdido muchas cosas, se han roto otras, no he terminado de desempacar. Sé que en unas semanas/meses/años me encontraré algo que no sabía donde estaba: sé también que el delicado equilibrio que había antes de esta decisión no volverá nunca
Entre las cosas que perdí estuvo un poco el hábito de escribir en este blog. De dejarme notas para reconocerme y para que otros me reconozcan ahora y en el futuro. En las últimas dos semanas, que hemos estado mudándonos a una casa que es de los dos, juntos, me he dado cuenta que no fue el blog: fue toda mi vida digital. Dejé de "estar" en las redes sociales, en mi teléfono, en mis puntos de contacto con el resto de la humanidad. Y no porque no exista y no viva - en realidad, porque estaba tan viviendo que no tenía tiempo para otras cosas.
Ayer llegaron mis padres a visitarme en Holanda. Hace "calor" para un invierno holandés y dentro de casa, con la chimenea, tenemos casi 24 grados. Anoche recibimos el año a la orilla del río, entre gritos en holandés y un conteo entre el viento. Cenamos algo que era tan holandés que aún hoy mi padre habla de ello: verduras olvidadas, mariscos, sopa de calabaza, mousse de clementina... Las verduras olvidadas son productos principalmente invernales, tubérculos, que hace años que la gente dejó de comer - quizá porque llegaron otras más apetitosas, "quizá porque a nadie le gustaban antes de que se volvieran hipsters", dice G. Era un placer ver a mis padres descubrir con asombro sus platos - era un placer abrazarlos después de tanto tiempo.
Porque hay cosas que, a pesar de las mudanzas, no se pierden. Los abrazos, los amores de la familia, las promesas de prosperidad, la compañía. Me faltó - como nunca antes - mi pedazo de familia que se fue para siempre este año. Y miré cómo mi padre miraba con tristeza mi duelo por ese otro que también había fungido de padre - cómo me acompañaba en mi dolor.
Es Viernes Primero y también el Primer Viernes del Año que Vivo Aquí. Quizá no haya mucho que contar pero hay que tener un orden. Y los viernes siempre son un día bueno para comenzar.
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