7.12.09

La Casa de los Espejos

Sigo mi exploración minuciosa de los Países Bajos. Regreso a ver si la próxima vez me gusta menos mi sombra contra el agua, tantísima agua. A ver si ya no encuentro tan extraordinaria la luz del invierno entre todos estos árboles tan pelones, impúdicos.

En medio de una lluvia finísima - pero no por ello menos insistente - llegamos a Schiedam. A lo largo de sus canales, unos molinos enormes que trabajan constantes en moler el trigo para hacer ginebra, base aún de la vida económica de la ciudad. Antes de encontrar el Museo de arte que estamos buscando nos encontramos, claro, el Museo del Ginebra - también ahí, a la orilla del río. Y luego un museo en un viejo palacio de ciudad, con una entrada a lo Museo de Louvre (una mini-pirámide de madera que lleva a un piso -1) y pagar unos cuantos euros para ver qué es México.

A la entrada, se expone la "razón de ser" de la exposición de una parte de la Colección Coppel - ver si se puede definir la mexicanidad a partir de la obra de varios artistas (mexicanos y no) que trabajan con temas que podrían ser "mexicanos". Bajamos y subimos escaleras. Nos topamos con un enorme burro de Maurizio Cattelan, un montón de fotos y pinturas de Gabriel Orozco, hasta con unas fotos de Alvarez Bravo. Una pieza de sonido de Jorge Méndez-Blake a la entrada de una de las salas, con un viejo que repite, incesantemente: "Diles que no me maten... por piedad... Justino... diles que no me maten".

Me encanté durante minutos y minutos con un proyector de diapositivas de Francis Alÿs con chilangos arrastrando su forma de vida. Casi quise abrazar al burro de Cattelan (sentado con cara de agobio y mirando contra una pared) y caminé con cuidado entre una instalación de flores de ajo de nomeacuerdoynoapuntéquién. Intenté leer con mi neerlandés rudimentario las explicaciones en cada una de las obras. Me quise robar - como siempre me pasa - por lo menos una de las obras...

¿Qué si me reconozco en todos estos espejos? Creo que no. Difícilmente. Ni creo que sea fácil reconocer a alguien más. Pero bueno, hace ilusión, ver ese letrerote que dice "México: Expected/Unexpected" en la fachada del Stedelijk Museum. Y también darme cuenta que, cuando salgo y me encuentro con el improbable sol de invierno, hay una sola cosa que ilumina: justamente la palabra México.

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