Fue mi primer amigo muerto post-Facebook. Quizá estoy olvidando a alguien, pero creo que es mi primer amigo muerto. No lo sé.
En realidad, Facebook funcionó como el lazo que nos volvió a unir después de muchos años. Nos escribimos un par de mensajes públicos, otros tantos privados. El último fue casi una carta en el que me decía que estaba contento de que fuera yo de visita a mi ciudad natal, que tenía muchas ganas de verme y presentarme a su mujer y a su hija, nuevas protagonistas de su vida.
Por lo demás, las cosas iban bien. Por una maldita vez, las cosas parecían ir mejor que de costumbre. Varios amigos lo sabían - incluso hasta algunos trabajaban con él. Él, que había sido héroe anónimo de técnicas imposibles, ahora resultaba reconocido. Un poco famoso. Un poco gurú.
Y un buen día todo se complicó. Y ese cuerpazo que lo había torturado desde adolescente le falló un fin de semana sin contemplaciones. Falló. Se paró. Como si no hubiera más celuloide que filmar.
Yo estaba en Guadalajara. Un amigo común me llamó para contarme. Yo no lo creía. Me parecía que no podría ser cierto - aunque sabía que era así. Lo confirmé. Lo leí en los diarios. Me metí en su página del Facebook. Y empecé a ver cómo aparecían notas sentidas de muchos de los que lo conocimos.
"Vuela lejos, chaparro", escribió una conocida común. La envidié por lo eficaz y eficiente del mensaje, por todo lo que incluía en su economía. Yo no escribí nada más. Así como no tuve estómago para pasarme para el sitio donde lo velaban: qué más daba. Él sabía que igual lo mantenía en el recuerdo.
Confieso que, todavía ahora, a veces, me paso por su página de Facebook. Me gusta verlo en las fotos que él eligió para ilustrar su vida; encontrarme con algunas de sus frases, tan ácidas, tan suyas. Leí hace unos días en un editorial del NYT que uno puede pedir que se cierre la página de un ser querido muerto o que se convierta en un "memorial" en donde sólo se pueden utilizar algunas cosas, y sólo sus amigos ya registrados. Tuve la tentación de hacerlo por él, pero me dí cuenta que no me tocaba a mí. No era quien. No podía.
Y vuelvo a abrir su página. Y lo recuerdo carcajeándose o limpiándome las lágrimas una tarde de marzo en los pasillos de la escuela. "Todo lo que pasa es para mejor, preciosa", más con la esperanza de que dejara yo de llorar que de cualquier otra cosa. A mí también me gusta que siga abierta su página de Facebook. Me sirve para pensarlo cerca cuando me parece tan increíble que se haya ido.
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