6.8.09

Lo que nos enferma

Hace un par de días me llamó mi vecino, prácticamente mudo. Me preguntaba que si estaba en casa porque él estaba en la suya, con 40 grados de fiebre y sin poderse mover. Y escuchaba incesantemente la ventana de mi baño que se había quedado abierta y se azotaba una y otra vez. "Quería pedirte que la cierres... ya sabes cómo es cuando uno está enfermo... se obsesiona con los sonidos".

Estaba lejos de casa, pero regresé en cuanto pude. Ayer en la puerta me encontré a su compañero y le pregunté que cómo estaba. "Ah, bueno, ya sabes... mucho mejor... es que salió de vacaciones y le pasó lo de todos los años: acabó en cama por la tensión acumulada".

Confirmé entonces aquello de que no soy solo yo la que tengo el hábito de cuidar poco a mi cuerpo. De escucharlo poco. Y cuando el cuerpo siente que la situación es la adecuada, se enferma - como para liberarse, como para darnos una pequeña venganza.

El otro día leí en el NYT un artículo que me dejó bastante cruzada. Resulta que según un estudio el divorcio y la viudez afectan definitivamente tu posibilidad de tener una enfermedad crónica. El nivel de estrés al que es sometido el cuerpo al pasar por el final de una relación en esos términos es tal que nunca se recupera del todo, ni siquiera cuando la gente se vuelve a casar.

El mismo artículo se apresura en aclarar, en voz de los expertos, que esto no quiere decir que un mal matrimonio sea mejor para la salud, porque también implica mucho estrés. Es decir, que no hay salida.

Hum. Me pregunto qué haremos todos los monógamos sucesivos con semejante bomba de información. ¿Será que las aseguradoras comenzarán a cobrar un suplemento a los sometidos a "fuerte estrés emocional"? Mejor de plano subir los precios para todos.

Porque el que no haya sufrido una ruptura que tire la primera piedra.

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