Quizá es parte de mi cinismo habitual o de mi necesidad de protegerme. A veces salgo a la calle y, confieso, en lugar de ver gente veo animales. Todo empezó cuando alguien me dijo que Julia Roberts tenía cara de caballo - y cuando la miré no pude más que aceptar. Y de pronto me encuentro con conejos, ranas, pescados, perros, gatos...
El castigo a esto es que cada vez que me miro en un espejo me debato entre encontrar un elefante o un hipopótamo. Pero las opciones son pocas. Y hace días recibí un bloque de sabiduría: "No me digas a mí esas cosas - no me gusta juzgar a la gente por su físico".
Algo en la idea del karma me hace pensar que si dejo de ver a Julia Roberts con cara de caballo dejaré de verme como prima de Dumbo. Pero claro... es como el oso blanco en el que no quiero pensar y está sentado todas las noches a la orilla de mi cama.
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