Quizá lo debí de haber sospechado mucho tiempo atrás - a lo mejor cuando hice aquel sesudo postgrado sobre el coolness en donde me sentía tan fuera de lugar. Cuando insistía en vestirme con colores que estaban fuera de temporada o tenía que ir a buscar mis Converse a Estados Unidos en ciertos mercadillos, porque no estaban muy de moda. Yo nunca he sido lo más cool.
Me gustan más los lados B. La ropa que termina en rebaja. Los libros que después de un rato son vilipendiados y los automóviles cuya producción para más pronto de lo esperado. Como muchas cosas que desatan las iras alimentarias contra mí. Tengo poco odio hacia las naciones poderosas.
Podría presumir de en realidad soy una adelantada - que me gustan las cosas que vendrán más adelante. Pero no: la pura verdad es que soy más bien un imán que repele lo que viene de moda.
Una lástima.
Tiene una ventaja, sin embargo: si una canción, grupo, color de medias, sabor de refresco, estilo de zapatos, variedad de flores o ciudad me repele, quizá tiene grandes posibilidades de convertirse en un éxito desaforado. Podría, entonces, comenzar a detectar lo "bueno" por eliminación. Y seguir escondiendo mi iPod contra viento y marea.
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