23.11.09

Discreción

Es fácil que me encuentre gente conocida en la calle. Me gusta. Conocida mía - esto es. No famosillos. Me gustan aquellos arrebatos del destino que te acercan a alguien a quien no estás tan cercano. Los atesoro.

A veces, cuando veo a lo lejos a alguien, me doy cuenta que realmente a ellos no les gustaría verme en ese momento. Que no es conveniente. O quizá hasta bochornoso. Y la relaciones públicas que vive en mi sonríe y da dos pasos, se aleja.

Quizá, ahora me doy cuenta, lo hace porque son cosas que realmente no le importan, no le tocan. Y hace algunos días que lo encontré a él, caminando de la mano de una chica por una calle que no nos era común a ninguno, tuve la tentación de seguir caminando. Pero no pude. La niña ansiosa que vive en mí le dió una patada a la relaciones públicas y la dejó un lado mientras lo llamaba a gritos. Y él volvió la cabeza. Y al verme soltó la mano de la chica, a la que me presentó después. Fingimos normalidad, hasta nos reimos. Prometimos vernos - sin poner fecha. Nos dimos besos. Nos dimos la espalda sin volver la vista. Por lo menos yo no volví la vista.

Me vine caminando a casa con la niña inquieta, la relaciones públicas y un montón de recuerdos. Y la claridad de que mi discreción se acaba donde empiezan mis ganas de acercarme a aquellos que quiero.

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