Tengo dos millones de muletillas - al hablar y al escribir. Mis profesores de expresión oral lograron domar el "este" pero se les escapó una que me acompaña constamente, sobre todo en los momentos menos lúcidos de mi vida: "y es que lo peor de todo...".
Lo peor de todo parece ser todo, por lo mucho que repito la frasecita. Ya me lo han dicho varias veces - incluso alguna vez me ganó alguna charla pseudo espiritual sobre esta manera taaaaan negativa que tengo de ver la vida, que seguramente me traerá muchos problemas.
En fin que hoy, para variar, la utilicé bien. Comí con una amiga que me contó que, con la excusa de la crisis, su jefe está desmantelando la empresa. Cierto, no tienen muchos más clientes, pero no tan pocos como para ir despidiendo a la gran mayoría del personal. Desarmó un equipo que funcionaba bien y ahora están bajo mínimos. La excusa parecía ser que el gestor le dijo que si facturaba lo mismo con menos costos seguramente podría pasar la mala racha.
Ya. La pregunta es cuáles son costos de oportunidad y no. Si puedes dar el mismo servicio con una cuarta parte de la gente que tenías. Si puedes mantener la moral de tu equipo a pesar de tanto cambio. Si te creen algo. Y estuvimos así, discutiendo durante mucho tiempo. Hasta que de pronto, lo dije: "¿sabes qué es lo peor de todo? Que aunque todo se arregle y vuelvan a estar bien, el mejor momento ya pasó. Eso que tuvieron, por lo que te gustaba trabajar ahí, ya no volverá".
Mi nueva profesión es la de ave de mal aguero.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario