16.12.07

El extraño estado de las comunicaciones, parte II

Estoy sentada en una camioneta. Voy camino al WTC de la ciudad de México desde el aeropuerto de Toluca. El vehículo tiene un receptor de internet inalámbrico que me permite escribir desde mi computadora. La modernidad.

Descubrí justo que la aerolínea cobró dos veces mi boleto de avión y no quieren, bajo ninguna circunstancia, devolverme el dinero. Creo que ni siquiera podré arreglar un cambio de ruta o de nombre. La más grande mentira de las low cost.

Han pasado tantas cosas en los últimos días me cuesta ordenar mi cabeza. Ayer, por ejemplo, me reuni después de más de ocho años con un grupo de los que eran mis mejores amigos en la prepa. A casi todos los había visto con cierta frecuencia. Pero nunca antes habíamos vuelto a estar juntos. Ahora todos tenemos una casa fuera de la de nuestros padres. Pero lo que realmente me hizo darme cuenta cómo hemos cambiado fue el menú. Hace diez años seguramente hubiéramos pedido unas pizzas. Ayer, uno de ellos, médico homeópata, preparó una cena vegetariana. Tomamos vino tinto y tequila, buenos ambos, no los más baratos que podíamos alcanzar. Hablamos de todo al mismo tiempo. De los profesores, de las experiencias exóticas - una visita a la morgue "a ver la muerte" cortesía de nuestra profesora de filosofía -, de la vida, de los amores. Descubrimos que C, una de mis mejores amigas, y yo, somos unas amargositas. Y estuvimos despotricando contra las relaciones aún enfrente de la flamante novia del único que está actualmente emparejados.

No queríamos que se nos acabara la noche. Juan nos llevó a las dos a casa y duramos otra hora platicando fuera de la casa de mi abuela, pasando del tráfico de la ciudad, a la ropa, a los adolescentes.

Es bueno volver a casa. Es más bueno cuando ves a tu gente. Es aún más bueno cuando sabes que es momentáneo.

9.12.07

Menú

Jueves
Cena: tacos de cabeza y chorizo en el puesto callejero de Don Samuel, en las Águilas.

Viernes
Desayuno: tamales verdes y de rajas, papaya, jugo de mandarina y leche entera.
Comida: enchiladas rojas de pollo y queso, jicama y pepino con chile y limón, agua de lima.
Cena: frijolitos con nopales.

Sábado
Desayuno: chocolate con molletes
Comida: tostadas de ceviche y de marlín, camarones al mojo, "cielo rojo" (cerveza con clamato)
Cena: en dos tiempos. Primero un hotdog y un refresco de manzana en un intermedio de la Noche de los Publívoros y luego birria, rajas y papas con chorizo y tequila con Squirt en la posada de la llantera de un amigo de mi papá.

Domingo
Desayuno: papaya, machaca con huevo, leche y plátanos.

Si regreso con diez kilos de más no tengo yo la culpa. Qué recochina felicidad, je.

7.12.07

El árbol de navidad

Cuenta Marco que en casa de su abuela, en Tamazula de Gordiano, la abuela iba adaptando las tradiciones a sus posibilidades. Así que, cuando comenzó a ser “moda” poner un arbolito de navidad además del nacimiento, ella se conformó con empezar a jalar desde el corral una especie de cáctus con hirsutas ramas verdes al que le ponía los foquitos correspondientes. Sus hijas – y años después sus nietos – se lo tomaban con resignación. Una de ellas, la más hábil con las “manualidades”, acabó por irse a buscar ramas de árboles y llenarlas de palomitas para simular un árbol nevado.

Después de muchos años – quizá más de 30 – el cáctus-placebo-de-arbolito finalmente cedió a tanto jaloneo desde el corral hasta la sala. Entonces las hijas – madres ya de hombres y mujeres formados – decidieron comprar un árbol de verdad. Fueron a la ciudad más próxima y regresaron con un abeto natural, que presidió los festejos ante la euforia. “Pero cómo hemos mejorado”, decían todos.

Al año siguiente, la sorpresa continúo. Cuando llegaron todos los foráneos, se encontraron otra vez un árbol natural, muy verde, entre los adornos. Marco, como buen curioso, se acercó porque dice que algo le parecía “raro”. Al extender su mano y tocarlo, tiró con horror un pedazo de rama seca y se dio cuenta que los aparentes “efectos especiales” de nieve eran en realidad telarañas.

Irma, la hija más jóven, le explicó entonces el cuento. “Pues es que tu abuelita no quiso tirar el arbolito del año pasado y lo colgó de cabeza en el parte de atrás del corral. Lo sacamos y le dimos una mano de pintura verde. Y mira, la verdad es que se ve bien bonito”.

El árbol disecado – como lo llama Marco – cumplirá este año unos siete años de existencia. Habrá que ver si aguanta. Y también contarle la historia a los defensores del reciclaje para que vean que siempre hay alguien que va mucho, pero mucho más lejos que ellos.

Postales de Avión

Durante mucho tiempo, he sido una fanática irredenta de las películas de amor – cualquiera que sea su época. De vez en cuando salgo del cine con un mohín permanente por haber pagado por ver una porquería. Y hay algunas que, a pesar de mi adicción, me salto – sé desde el cartel que me sentiré indignada por su baja calidad.

El problema de ver películas románticas malas cundo uno se encuentra en un estado de ánimo pobre es que justamente no puede dejar de pensar en ello. Cuesta trabajo de pronto dejar las cosas a un lado, la realidad. No puedes dejar de fantasear que tú también, por un momento, tienes esa pareja perfecta, que está ahí, que se da cuenta de tus necesidades – y no es tu terapeuta. Alguien guapo con quien tener hijos guapos y salir a cenar. Ser perfectos, pues: familia de fotografía para poner en los portarretratos.

Luego te ves a tí misma y descubres que, aunque morena, nunca seras la Zeta-Jones. Y lo más que te puede tocar es un rubio desabrido para comparar al galán de la peli. Y si todo es así, deslucidito, pues igual es que no te toca tener a alguien que esté siempre ahí por tí, pensando en tus muy burguesas necesidades de cariño. Ya me lo habían dicho a mí: el matrimonio es un contrato de conveniencia, no un cuento de hadas. El problema es que todos creemos lo segundo. La teoría entonces será que quizá se deba uno conformar con lo que hay, que por lo menos está ahí. Quién sabe que haya del otro lado.

Lo que más detesto de todo esto es ponerme a llorar. El avión te niega el espacio, la privacía que sí te ofrece, por ejemplo, un café. Aquí los espacios son tan pequeños que el perro de mi compañera de asiento (sí, lleva un perro blanco), tiene horas olisqueándome los zapatos. Y que las lágrimas que me salen levantan sospechas. Hace un par de años ya, en otro avión, una mujer que me vio llorar me dijo cosas. Que tenía que cuidar a mi esposo, que no le llamara marido porque estaría así, como el mar, ido. Que tendría tres hijos, la primera una niña, que quizá no llegaría a nacer por problemas de salud.

No me acuerdo de mucho más. Sólo que la odié por decirme cosas que no quería escuchar. Por inmiscuirse en mis lágrimas. Lo bueno es que el perrito que tengo a los pies es bastante decente y se limita a acercárseme. Quizá se dé cuenta de que lo que estoy es triste.

El extraño estado de las comunicaciones

Estoy en el enorme aeropuerto de Frankfurt. Esta entrada subirá con tardanza al blog porque, increíblemente, no hay conexión a Internet. Siempre me encuentro con la sorpresa de que en realidad son las ciudades pequeñas o los aeropuertos pequeños los que ofrecen alguna ventaja de comunicaciones a los que queremos trabajar desde nuestros no-puestos de trabajo. Oficialmente, hoy empiezan mis vacaciones. Y sin embargo, siento que debería estar haciendo cosas.

La última semana en Barcelona transcurrió entre despedidas, encuentros fugaces y angustia. Me sentía angustiada, orillada a tomar algún tipo de decision al respecto de todo lo que está pasando en mi vida. Pero no estoy lista. Y si en algún momento dije que no tomaría decisiones hasta después de mi regreso fue porque había algo en mí que me decía que era lo más lógico, lo más adecuado para mi – disculpe usté el lugar común – atribulado corazón.

Sólo para que conste en las grabaciones: me gusta vivir ahí. Es bonito salir caminando de un sitio a otro. Tener huecos en los cuales tomar un café o una cerveza por las tardes con algún amigo. Mirar desde la terraza los atardeceres sobre el puerto. Me gusta sentir que siempre hay más cosas por hacer, sitios que conocer, exposiciones que visitar. Saber que vives en una ciudad con mar (a pesar del frío que se pega, del calor que ahoga). Y sin embargo paso el año con estas ganas locas de volver a casa, o lo que conocía como casa.

Ya he discutido en este blog mis amores con los aeropuertos. Pues hoy, justamente, no me son tan adorables. Acostumbrada por varias razones al “como Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”, salí a las 4:30 de la mañana a tomar mi taxi, con mis tres maletas, con mi miedo al exceso de equipaje. Quería hablar con el conductor, con alguien, pero él no quería hablar conmigo. Comentaba los sucesos de la noche con el resto de los taxistas por el radio. En algún punto, nos detuvo un retén de los Mossos de Escuadras. Paraban a los taxistas y miraban las caras de los clientes. A nosotros nos dejaron pasar sin siquiera un halo de duda. Supongo que mi cara de sueño y desconcierto resultaba confiable. Por la conversación del radio me enteré, sin embargo, que otro taxista que iba justo detrás de nosotros, con un grupo de chicos con aspecto pakistaní, tuvo que detenerse y decir a dónde iba. Siempre pasa. Siempre.

A mí me gusta la sensación de pasar desapercibida. Creo que antes era mucho más protagonista que ahora. Quizá entre mis amigos, mi familia, me guste el karaoke, la bulla, el reconocimiento. No entre los extraños. Prefiero que mi presencia se intuya, se sepa, más no se note. No me gusta ser cuestionada, ni observada. Así que mantengo un perfil bajo e intento escaparme de todo con una sonrisa.

Todo esto es demasiado confesional. Sólo tengo una cosa que reprocharle a Minerva (mi MAC): que no tenga solitario entre sus programas. Me aburro y comienzo a contra cosas que no debería contar. En fin.

3.12.07

Frases célebres

El viernes tocaba salir de casa. Pero estábamos congelados, envueltos en mantas, con ganas de comer palomitas y ver cine malo. Al final, fuimos convencidos para salir. Primero, una cerveza en el bar de unos amigos queridos. Después, un viaje a la "zona alta" para encontrar un bar... que ya no existía. Me preguntaron cuál era otro bar que yo conociera (ja) en donde no se cobrara la entrada. Mencioné el único que sé: un sitio en calle Valencia cuya particularidad - además de no cobrar la entrada -, es tener una clientela variopinta y que su DJ no existe, es un CD de "éxitos" que toca sin parar cada noche.

Reconozco que de cuando en cuando le agregan alguna canción nueva. También que los tragos no son caros y que además no se llena hasta la asfixia. Pero la clientela es cada vez más rara. El viernes, calculo que la edad promedio era de 47, siendo que mi amiga la del cumpleaños llegaba a los 29 apenas. Peor fue la historia de su hermano, de 22, que fue casi acosado por una señora que, en sus propias palabras, parecía su mamá.

Pero el sitio sirve para divertirse. Para apostar en qué momento pasará una canción de Juan Luis Guerra u otra más de Juanes. Y para alentar, en medio de los efluvios alcohólicos, declaraciones de principios como la presente: "Diego Torres es el Paolo Coehlo de la música".

Amén.

30.11.07

El pasado regresa ( y a veces se agradece que lo haga)

Estuvimos cenando en un restaurante pequeñito del Eixample. Él vino a hacer un curso rápido a un hospital de aquí. Me contó de su esposa, de su hija, del segundo que viene en camino. Yo le conté de la fragilidad de lo nuestro. Suspiró. Nos casamos (los cuatro, dos y dos, cada dos en un sitio distinto) el mismo día. La prosperidad se ve en su ropa y su sonrisa. Cálida, como siempre.

"No puedo decirte nada", afirmó. "No sé qué decirte. Es que esto no lo he vivido yo".

Pero agradecí sus abrazos. Y agradecí cuando comenzó a recordarme las cosas buenas que habíamos pasado, todos juntos. Hasta una noche que descorchamos una botella carísima de champán para acompañar unas pizzas de Benedetti's. O cuando él y yo teníamos que escuchar reproches por terminar la cena con un expresso.

"Un urbanista marroquí que conocí me contó que es lo mejor que puedes hacer para evitar el insomnio", dije yo. "El café americano es más malo porque la cafeína se fortalece al diluirse y prensarse tanto".

Cuando llegó Él y fuimos tres, la platica cambió. Pero agradecí poder saber que también ha habido cosas buenas. Buenísimas. Acordarme. Eso me ayuda a darme cuenta que nunca he estado loca: es sólo que abrí los ojos a otra parte del panorama.

En la calle


Tenía rastas. El pelo desgastado, con trazas de haber estado pintado de colores. Pecas. Enormes ojos verdes. Look "cebolla" - capa sobre capa sobre capa - de camisetas, pañuelos, licra. Vamos, el altermundismo en pleno. "¿Quieres jugar?", me preguntó mientras señalaba un falso y enorme tablero de Monopoly que yacía en el piso, junto a la entrada del metro. "Somos estudiantes de arte y queremos hacer una crítica contra el capitalismo". Le sonreí y le dí las gracias. Le dije que iba con prisa - lo cual era cierto: necesitaba pasearme por el centro comercial cercano antes de la cita con mi psicoanalista.

26.11.07

Soundtrack de la nostalgia

Viejos favoritos...

"I want to hold the hand inside you
I want to take a breath that's true
I look to you and I see nothing
I look to you to see the truth"
(Fade into you - Mazzy Star)

25.11.07

Descubrimientos de un domingo

Siguiendo con las listas, ahora que regreso de tirar la basura, hago un resumen del día:

1. Los barceloneses gustan de reciclar. Tanto, que llenan los contenedores y la basura se desparrama por la calle. Es que da mucha flojera bajar otra vez si lo ves lleno.
2. Ya prendieron la iluminación de navidad. Y pude tomar fotos sin flash de las mismísimas. Son tan bonitas.
3. Encontré en la plaza frente a mi casa a tres francesas que buscaban, en domingo por la noche, un sitio en el que se pudiera ver un espectáculo de tango. Y luego nos extrañamos de que los ingleses vengan a comprar sombreros mexicanos en la Rambla.
4. El menú de mediodía de mi restaurante italiano favorito es horroroso. Especialmente la sopa "mediterránea". Y su vino de la casa me emborracha muy rápido.
5. "Lo extraño de esto", dijo alguien a quien escuché, "es que cuando algo va mal en una relación la gente culpa al otro. Tú te culpas a tí. ¿No te parece que es raro?".
6. En la Iglesia de la plaza enfrente de mi casa (bis) hay reuniones de Narcóticos Anónimos los domingos por la noche. Y tienen más quórum que la misa de doce.
7. En un cajero, me encontré un folletito hecho por un grupo de fans de Take That, que piden que la gente se apunte para que se haga una retransmisión en directo en una sala de cine del concierto que el grupo - según yo extinto - en su fase post-Robbie Williams dará esta semana en Londres. Me pareció aún más surrealista que las retransmisiones del Super Bowl que se hacen en México.
8. Pensé que debería hacer un reportaje sobre la manera en que la matanza de los animales para consumo humano según las religiones cambia su sabor. Sigo pensando en ello.

23.11.07

Personalísimo y desgarrado

Hace más de un año que no escribe. Y tampoco lee. Que parece que no está. Ausente, creo, es la palabra que utilizan para esos casos. Pero la ausencia es más dolorosa cuando no es del todo certera. Cuando un buen día deja de calentar su lado de la cama, de tomarse los refrescos, de sentarse horas enteras frente al ordenador a no hacer nada, es cuando la ausencia es, ahora sí, delicadamente dolorosa, como las agujas supuestamente indoloras con las que se pinchan los diabéticos.

Pero de pronto aparece. Como aparecen las ráfagas de viento: parecería que quieren otra cosa, volar las hojas que dibujan el otoño por toda la ciudad. Pero lo que en realidad buscan esas ráfagas es colarse debajo de los pantalones y las faldas y recordar qué era eso fresco que nos gustaba, cómo se sentía. Y aparece así. Simula una llamada de trabajo, que necesita algo, que se le antoja comer cualquier cosa, y luego al final dice que no, que lo que pasa es que me extraña.

Ahora me cuesta trabajo decirle que lo extraño. Porque lo extraño. Pero había estado tanto tiempo ausente, desdibujado, que ya a veces me parece normal su falta. Que lo extraño, pero no sé cómo decirlo, porque siento que mis palabras se van a desdibujar, a ahogarse en la ausencia.

Y sigue siendo minuciosamente doloroso. Como sacarse las cejas frente a un espejo de aumento.

22.11.07

Gracias por 10 cosas

En plena euforia del Thanksgiving, el NYT publica hoy un artículo de opinión sobre lo bueno que es conservar un "diario de gratitud". La teoría dice que si escribimos las cosas por las que nos sentimos felices, seremos cada vez más felices. Y bueno, siguiendo la faramalla, doy gracias por 10 cosas que me han hecho o me hacen feliz.

1. Tener a mi familia al alcance de un teléfono y quererlos tanto.
2. Comer fruta fresca (y si es posible pelada, mejor).
3. Haberme casado muy enamorada. Muchas cosas cambian a la vista de esas fotografías.
4. Saber que tengo un boleto de avión que en 15 días me llevará a México.
5. Hablar con mis amigos por teléfono o por Skype o lo que se tercie.
6. Comprarme un boleto de un concierto o un disco que me gusta.
7. Que a alguien le guste lo que escribo.
8. Recibir comments en mi blog.
9. Tomarme una foto y gustarme.
10. Ver una jacaranda en flor y sentirme inmediatamente en casa.

(Podría seguir. Pero son buenas 10 para empezar).

21.11.07

Una perla

En Plaça Espanya, hay una antigua plaza de toros llamada Las Arenas que están reconvirtiendo en un centro comercial. Por alguna extraña razón - o por los hados del destino - Samsung puso tremenda valla cubriéndola durante las obras. Lo extraordinario es que debajo de la valla actualmente hay un letrero que reza como sigue: "Samsung colabora con la restauración de la fachada de la escuela de derecho de la Universidad de Barcelona". ¿Será que los abogados son tan brutos como los toros? Cada quien.

20.11.07

"Yo las cosas desagradables no las veo"

La semana pasada el mundo del blog se revolucionó al saber que el premio BOB al mejor blog en español se lo llevó una abuelita gallega de 95 años que escribe desde su casa en A Coruña en un formato como este, de Blogger. No pude evitar darme una vuelta por el sitio y encontrar un alegato contra las formas de los "periodistas" de hoy que me recordó qué es lo que se debe hacer. Felicidades también, Maria Amelia. Ya me gustaría a mí convencer a mis abuelitas de que escribieran un blog. O a los periodistas de la tele que eso que hacen será lo que sea, pero no es periodismo.

Nunca será periodista

El otro día ví a un chico joven en la tele de estos que ahora quieren explicar. Pues ese chico que está empezando...estuvo ridiculizando a la Duquesa de Alba, nada menos.

Sacó unas fotografías y empezó a reirse de ella. De como hablaba, de que llevaba unos perros...haciendo burla de la señora. De alta alcurnia, quiera o no quiera, amigo. Es una aristócrata.

Haciendo burla de un viejo. De una señora anciana. Más respeto, hombre. Si quiere ser periodista ya no lo será nunca. Porque si no sabe respetar y no tiene educación, ya no puede ser gran periodista.

Ni presentador. No se hace burla, hombre, de un anciano. Y para más de una personalidad. No me hizo gracia ninguna. Lo apagué y ni me enteré ni como se llamaba.

Yo las cosas desagradables no las veo.

Negación, o la nueva terapia de pareja

Según un artículo en el New York Times de hoy, el doctor House tiene razón: todo el mundo miente. Nuestra capacidad de negación es básica para vivir en un grupo social y nuestra inventiva alrededor de nuestras relaciones son las que las hace más ricas. Literalmente: "hay estudios que han encontrado que las parejas que se idealizan (aunque sea mintiéndose - nota del traductor) tienen más probabilidades de permanecer juntas y reportar estas satisfechas con su relación que las que no".

O sea que se trata de mentirse a si mismo. Y asegurarse que todas esas cosas - esas molestas pequeñas cosas - son en realidad actos de grandiosa genialidad. Vaya. Haberlo sabido antes. La de dinero y lágrimas que se ahorraría uno diciéndose mentiritas a sí mismo.

Pequeñita

Ayer fui a comer con la Cumbiera Intelectual a un restaurante japonés escondido en las calles del gótico. Este sí es japonés-japonés, y la gente que atiende son como una familia muy bien llevada. Siempre me había llamado la atención que una de las chicas tuviese el cabello pintado de un rubio cenizo rabioso, muy al estilo Marilyn. Y recordaba también la presencia de una carrito de bebé. Supongo que hace mucho tiempo que no iba, porque el bebé estaba ayer jugando con su mamá, caminando por la sala del restaurante.

Hacía mucho que no veía una niña tan increíblemente bonita. Parecía una muñeca. Su cabello negro, liso, perfecto, peinado en coletas. Sonriente. Sus ojos tan rasgados. Su piel - un lugar común más - blanca como porcelana. Y contenta. Y tenía contentos a todos los que estaban en el sitio. No sólo no la oí llorar: si te acercabas y le hablabas, ella alzaba su manita como para tocar tu cara y después te decía adios abriendo y cerrando las manos, como una flor. Pequeñita, pero perfecta. Cada uno de sus dedos señalando al techo, a tu cara. Sonriendo.

Una amiga querida está hoy en el hospital esperando que sus dos gemelas tengan un poco de paciencia y no quieran nacer antes de lo que les toca. Otro amigo querido está en otro hospital, al otro lado del mar, luchando contra una infección pulmonar. Y al ver a la niña, tan pequeñita, tan perfecta, tuve por un momento la sensación clara de esperanza. En que ella caminará solita, en que seguirá sonriendo. En que mis amigos saldrán de sus respectivos hospitales con los mejores resultados posibles. En que lo que venga, lo que sea, tiene que ser mejor que lo que había hasta ahora. Puedo ser un estúpida optimista, sí. Pero supongo que también para eso son los blogs.

15.11.07

Benditos sean los tecladistas que desaparecen

me dices, casi en serio,
que me quieres matar,
yo te digo que lo entiendo y que a mi,
me pasaría igual


En algún momento, el guitarrista de Tulsa pidió un aplauso para los tecladistas que no habían llegado para el concierto. Estaban cabreados y se les notaba. Ella es un poco inexpresiva en el escenario, casi totalmente. Y tiene esa mezcla extraña de Carpenter-Folk-Apple con las letras de mujer sufridísima. Y todas esas guitarras. Y poco menos de cien personas en la sala Bikini. Y esa sensación casi dolorosa de emoción cuando descubres, entre todo el ruido, un grupo que te dice algo, una canción que se ajusta al momento.

Y luego canta "Into my arms": No creo en un dios intervencionista/pero sé que tú sí mi amor/pero si creyera me arrodillaría y le pediría/que no interviniera en tí. Y no creo que Nick Cave estaría decepcionado.

Una hora y cuarto, poco más o menos. Ellos estaban cabreados cuando dejaron el escenario y yo no era la más feliz de que se fueran. Pero me compre el disco y todo. Y agradecí al "no intervencionista" que los puso en mi camino y luego me trajo a mi casa. Ahora me duermo.

14.11.07

Top 10 de un karaoke

1. Descubrirás que, no importa lo bien que suenes en la ducha, cantas horrible. Y siempre hay alguien que canta aún peor que tú.
2. Será difícil entrar, aunque haya poca gente: de alguna forma hay que darle caché al asunto.
3. Serenidad y paciencia: Nunca faltará el hijo/amigo/sobrino del dueño que canta unas seis canciones en una noche a pesar de que las demás mesas estén a punto de amotinarse junto a él.
4. Por favor, por favor... no pidas una canción en un idioma que no conozcas.
5. Nunca pidas "La Vida en Rosa" ni "New York, New York". No sólo son canciones cuestionables: la versión puede ser aún más cuestionable que la canción en si.
6. Intenta por todos los medios caerle simpática a la chica que lleva el orden de las mesas o te pasarás dos horas sin cantar ni media canción.
7. Los tragos siempre serán caros. Si confiabas en el alcohol para superar tu pánico escénico, emborráchate antes de entrar.
8. No reclames que te suban el volumen de los micrófonos a menos de que REALMENTE cantes muy bien.
9. Elige canciones "famosillas": caerás simpático y, si estás desafinado, alguien en el público te ayudará. Pero no te subas a cantar con TODA tu banda. No caben, ni modo.
10. Da las gracias cuanto te aplaudan. Hay que ser amable aunque te hayas convertido en una estrella.

Para el álbum...

... de los mejores eufemismo de las historia: llamar a la separación de la Infanta Elena - qué miedo con la monarquía - "cese temporal de la convivencia matrimonial". Esos especialistas de comunicación de la Casa Real son magos, maguísimos.

Cursi

A veces le hace falta a uno un poco de esperanza... aunque nada diga que hay porqué tenerla. Uf, qué terrible. Mejor hubiera seguido sin escribir.

8.11.07

Palabras mullidas

Desde que uno es pequeño, detecta esas cosas, esas sensaciones que le gustan, le hacen sentir bien. Una gota de rocío en la punta de la nariz. Cera tibia en las manos. Acostarse en una habitación oscura a mediatarde de un día soleado, con las sábanas frescas. La textura del mousse de chocolate. El abrazo de tu papá.

Así también hay palabras mulliditas, que dichas con intención de serlo o no, te cambian el día. Ayer alguien nos llevó a cenar a mí y a L, porque nos encontramos los tres en la calle y nos dió gusto. Al terminar, mientras esperábamos el taxi, nos dijo con una ternura que apenas cabe en sus dos metros de estatura: "¿Cenaron bien mis princesas?". No lo dijo de broma, no. Lo dijo de verdad. Y fue como revolcarme en el pasto de mi casa.

Hoy ha continuado la infantilización - misma que no me molesta en lo absoluto. Esta mañana me levanté tarde y aunque corrí y todo, se me fue mi autobús. Me vió un conductor de la misma compañía y me explicaba cómo podía llegar más rápido - sin esperarme otra hora a que pasara el otro autobús - cuando paró otro autobús que venía para mi pueblo... pero sin pasaje. "¿Vas para Sitges?" - le preguntó el hombre mayor. "Sí, pero no me llevo a nadie". "Llévate a esta chavalita que se quedó aquí". El chico me miró y dijo entre risas: "Pero nada más porque me lo pide el Pedro, eh?".

Comí en un restaurante de pizza uruguaya, corriendo para terminar el montaje de la exposición. La mujer que atiende, latinoamericana, tiene esa manera de hablar y de tratar a la gente que es como ponerse un pijama de franela después de un día de mucho frío y trabajo. A la mujer que estaba junto a mí, entrada en los 60, la trataba y se refería a ella como "la señorita". Cuando llegó a mi dice: "A la nena, le pones sus porciones para comer aquí".

Hoy no me molesta que me llamen con nombres cariñosos. Creo que hasta me ayuda. Como ponerse unos converse después de haber caminado con tacones.

2.11.07

Pura nostalgia

Como chorro-mil años atrás.
"Y se nubla la vista, María
porque duele recordar
que los besos negados, María
nunca más regresarán".

Por andar de azotada


L. siempre se burla de mí porque pido perdón todo el tiempo. Pero esas son cosas que se tienen que tratar en la terapia. Ayer, caminábamos por Barcelona y nos encontramos una publicidad de un banco que la hizo reir a carcajadas. Según ella misma, esta es mi foto única y original. Lo peor de todo es que yo hago eco de su burla. En fin.

El huerto

Siguen mal los trenes de cercanías y mi trayecto de casa al trabajo se ha duplicado, por lo menos. Como no puedo hacerme a la idea - sobre todo en las mañanas - de ir cambiando de medio de transporte en medio de transporte, he tomado la decisión de subirme a un autobús que hace como hora y media pero me deja relativamente cerca de casa y de la oficina. En el trayecto, complicado como el que más, visitamos todos los días el aeropuerto, pero sus entrañas. El autobús entra por el mismo sitio donde entran los taxis: un enorme patio donde están esperando que los llamen. Los taxistas están haciendo veintemil cosas para quemar el tiempo: juegan póker o ajedrez, leen, escuchan el radio, platican... y hay algunos cuantos que decidieron tomar un pedazo de la "zona verde" y reconvertirlo en huerto. Junto a los cientos de taxis, las hortalizas crecen a paso firme.

26.10.07

Tengo miedo

Nunca he sido particularmente una persona tranquila. Me gusta imaginarme conspiraciones y a veces salgo a la calle constantemente tensa sobre lo que puede pasar. Pero, después de vivir en la ciudad de México, aprendí que más vale hacerse de un caparazón de las tortugas más resistentes. Simular que no pasa nada, aunque por dentro vaya la procesión.

Recuerdo que, desde que llegué a vivir a esta ciudad y a este país, lo que más me daba miedo eran los grupos de chicos "autóctonos", casi todos adolescentes, a veces bebidos y a veces no que veía en el Metro. Vamos, los que mi abuelita llamaría "los desocupados esos". La gente desocupada y con la vida parcialmente resuelta puede ser muy peligrosa. Quien te roba por hambre tenderá a no ser demasiado malvado. Quien te roba por gusto sí.

Entonces recuerdo muchas tardes y noches en vagones solitarios de metro y de tren que veía subirse a sujetos de esto. No es una cuestión de estética: es una cuestión de actitud. "Los pasotas", dicen. Los que creen que la gente está a su servicio, a su diversión. Puedo decir sin temor a equivocarme que les tenía menos miedo a los Latin Kings y otras bandas latinas - aunque vinieran en grupo - que a estos chavales. Por lo poco que sé en las bandas latinas suele haber códigos de conducta y a menos de que te cruces con alguien DEMASIADO violento o te alcance una bala perdida no se van a meter contigo si no te metes con ellos.

Todo esto porque ayer mi mamá me habló preocupada porque también ella vió en la televisión el video de los Ferrocarriles donde un chico de estos, de los que describía, decidió ponerle una paliza a una chica por ser inmigrante. Una adolescente ecuatoriana. A la que le pellizcó un pecho, la escupió y la pateó en la cara. Agresión que hizo mientras hablaba por teléfono. Y grabada por una cámara de seguridad. Hoy se ha hecho oficial que el agresor está libre con cargos. Sin fianza. Porque el juez no considera que los daños inflingidos a la chica sean "graves".

Honestamente, creo que es un problema que va al origen del sistema judicial en este país que, después de la dictadura, se porta tan permisivo con todo. Mi pregunta para el juez es una sola: ¿qué quería? ¿que la matara? ¿o que por lo menos se tuviera que quedar un par de meses en un hospital?

Mi mamá tenía miedo. Yo también lo tengo. Porque el clima de intolerancia crece entre gente que siente que los demás les deben algo por no ser "iguales" a ellos. Por no tener la nacionalidad europea por nacimiento. Somos muchos los que venimos y trabajamos aquí, lejos de nuestros países. Algunos, por convicción, como es mi caso. Otros, aventuro el caso de los padres de la chica, por necesidad. Porque en sus países no iban a tener acceso al nivel de vida que querían para sus hijos.

Los periódicos están llenos de comentarios en contra del agresor. La gente lo comenta en los cafés. Pero las agresiones pasan, todos los días, nada más que no siempre se ven en la televisión. Es también agresión tener a trabajadores calificados con un sueldo ridículo porque no tienen papeles y así los puedes retener. Es agresión tener a la gente formada bajo la lluvia y el frío durante horas para solicitar un permiso de regreso. Es agresión decir que la "calidad del servicio" ha bajado en los cafés "porque ahora atiende puro sudaka".

A veces me dan ganas de salir a la calle con una camiseta que diga "yo también soy inmigrante", a ver qué pasa. A veces me dan ganas de que realmente hubiera un día en el que ni uno solo de los inmigrantes latinoamericanos (y del resto del mundo) que estamos aquí saliéramos a trabajar. Me consta que se pararían miles de servicios, de empresas. A veces me dan ganas que con tanta "memoria histórica" España se acordara que es una nación de emigrantes. Dan ganas. Y a veces me dan ganas de haber estado en ese vagón y ser un súper héroe, para golpear al chulito. Para que vea lo que se siente.

25.10.07

Jueves nublado

No es la mejor versión, a pesar de estar en vivo. "Perdonar es divino", de Cerati.

"Por la ruta despistado
Fue oportuna tu señal
si en mis ojos hay diluvios
en los tuyos leo destino."

23.10.07

Parábola de la pierna (en clave de House)

En aquellos días, una pareja con grandes problemas caminaba por las calles de la ciudad. Envueltos por el trajín de los turistas, discutían la conveniencia de volver a estar juntos a pesar de los pesares. Se detuvieron en una avenida para esperar el cambio de luz.

- Es que te quiero - decía ella - pero es como si tuviera una pierna enferma que me duele mucho desde hace tiempo. Por fin decido que me hagan la curación pero es lenta y dolorosa. A mitad de la curación, me encuentro con dos opciones: cortarla de un tajo y dejar de sufrir o someterla a otro tratamiento que puede salir bien o mal, en casi igual proporción. Pero si sale mal toca cortarla después, haciendo más dolorosa la pérdida.
- Pues sí - replicó él. - Pero es tu pierna. Es parte de tí. Ha crecido contigo. Y aunque esté enferma la podrías llevar por ahí para darte soporte, aunque te quejes. Algo así como lo que le pasa a House. Que le duele muchísimo la pierna pero la lleva porque es suya.
- Claro. Pero para soportar el dolor, House se ha hecho adicto a la vicodina. Y va por la vida maldiciendo... ¿te parece alentador eso? ¿en serio?
- Pues no. La verdad es que no.

El semáforo se puso en verde y cruzaron la calle. No se tomaron de la mano. A ella se le sumieron un poco más los hombros y él bajó la cabeza. Podría ser a causa del viento frío que ya recorre la ciudad anunciando un invierno irremediable. Podría ser.

Un regalo para mi mamá

Mi mamá colecciona elefantes. Y el domingo, en la famosa edición de la nueva revista de El País, salió esta foto de Gregory Colbert, parte de su exposición "Ashes and Snow" (Cenizas y Nieve), en las que exhibe 60 fotografías de gran formato, una película de 60 minutos y dos vídeo-haikus. La exposición fue estrenada en la bienal de Venecia de 2002 y Colbert diseñó una estructura de "museo nómada" - que se puede poner al aire libre - y está recorriendo con ella diversas partes del mundo. El próximo 15 de diciembre se inaugurará en el Zócalo de la Ciudad de México y estará ahí hasta finales de abril de 2008.



[Nota de la malhumorada redacción. Nada que ver con la información que aparecía en la revista que decía, textualmente: "'Cenizas y sombras', fotografías de Gregory Colbert, puede verse en el Museo Nómada del Zócalo, en México DF, a partir del 15 de diciembre". Casi me asusté. Pensé que habían puesto un museo en el Zócalo sin enterarme.]

22.10.07

En territorio enemigo

Cuando la Venegas era la Venegas y no cantaba con Paulina...
"Si sólo tuviera un lugar para expresar mi necesidad
y alguien escuchara lo que tengo aquí eso sería
si tuviera respeto de quienes no me toman en cuenta
si sólo vieran de lo que soy capaz es eso lo que me falta"

19.10.07

Deformación profesional


Esta noche, tuve pesadillas. En medio de discusiones interminables y hasta (creo) algún tipo de monstruo, lo que más me inquietó fue la visión de El País que estrena nuevo diseño el próximo domingo. En mi sueño, era formato sábana y no lo podía desplegar para leerlo. Terrorífico, supongo.

Actualización: Salió el diseño nuevo de El País y no es tan horrible como en mi sueño de geriátricos. Lo que sí es que El País Semanal, con su tan cacareado nuevo diseño, a ratos se parece al Selecciones del Reader's Digest. ¿O no?

18.10.07

Tres clásicos del otoño

A veces me pregunto si realmente funciona la teoría del agenda setting , según la cual los medios establecen qué es lo que se habla en el mundo "real". O simplemente que son cuestiones estacionales, que se repiten siempre, sin opción. Al regresar de las vacaciones, empezar los primeros meses de clases y la aparente rutina, siempre pasan estas tres cosas - y yo creo que están empezando a marcarme una visión para el futuro.

Los coleccionables: El primer año que pasé en España, no podía entender qué pasaba. Así como en diciembre la televisión se llena de anuncios de perfumes (todo el mundo regala perfumes), en septiembre y octubre son las colecciones las que bombardean al consumidor. Se puede tener una colección de todo: autos de carrera, relojes de época, muñecas de porcelana, casas de madera, tazas históricas, novelas rosas, enciclopedias imposibles... El padre de una amiga mía tiene un puesto de periódicos y ella me contaba que sólo se venden bien los primeros tres números. Que, de hecho, si quieres conseguir toda la colección, más te vale ser amigo del tendero o pedirla directamente a la editorial. Lo curioso es que, según una de mis profesoras, todos los gastos iniciales de lanzamiento de estas colecciones se cubren con los dos primeros números. O sea que el tercero ya es ganancia. Yo ya no sé si quiero coleccionar nada más. Creo que con mis discos y mis libros tengo suficiente para agobiarme sobre lo que me costará la mudanza si alguna vez planeo regresar al hermoso Mexiquito.

Los piojos:
Otros anuncios que también salen mucho en la televisión son de los anti-piojos. Incluso, si uno va a los súpermercados o a las farmacias, los ve anunciados en las cabeceras - como pasa con los anticelulíticos los tres meses antes de que empiece el verano. Para mí es un poco complicado entender esto, porque cuando yo era niña sí que alguien tuvo piojos, pero era cuestión de raparte y seguir adelante. Y no eran dramas de clases enteras infestadas de piojos.
Esta mañana, a punto de tomar el autobús hacia la oficina, escuché a dos mamás latinoamericanas quejarse. Sobaban las cabezas de sus rubias hijas mientras explicaban lo difícil que era revisarlas y limpiarlas todos los días. "Claro, pero es que tú y yo por lo menos tenemos tiempo de revisarlas. ¿Y los papás que no? Yo diría que las maestras, si las ven todo el día, por lo menos deberían avisar a los papás para que las espulguen. Y bueno, que finalmente fumiguen la arena esa, que yo creo que es un criadero... porque es increíble, de verdad".
¿Será entonces que en América Latina no hay pulgas porque no hay cajas de arena en los kínders? Ni idea. Pero cuando escucho estas cosas es cuando me pongo a pensar seriamente en el sobado concepto de "primer mundo".

Las rupturas: En mi oficina, trabajamos usualmente seis mujeres. Yo, C (de la productora) y N (la señora de la limpieza) no estamos aquí todo el tiempo. Pero entre esas seis mujeres conviven una divorciada vuelta a casar, una casada con sospechas de frígidez, una soltera que defiende su soltería por no deprimirse, otra casada y dos emparejadas. De entre las seis, cuatro han tenido graves desencuentros con sus respectivos maridos/galanes/peoresnada en los últimos meses. La suma entonces ahora es de dos separadas y una en estado de sufrimiento y furia permanente.
La última de la que me enteré fue de N. Hacía días que no la veía, que no teníamos tiempo de hablar. Es ecuatoriana, y me tiene especial cariño quizá por considerarme "hermana latinoamericana". La saludé hoy, le pregunté cómo estaba y me dijo que bueno, llevándolo adelante. Me sorprendió: estamos educados a no decir cuando estamos mal. Y me contó una pesadilla.
Resulta que se terminó el contrato de alquiler en el piso en el que vivía con su pareja, un hombre con el que ya había salido en Ecuador cuatro años y aquí tenían siete años juntos. Mientras conseguían una nueva casa, se fueron a uno de esos "departamentos comunitarios" en donde suelen vivir hasta diez personas. En el departamento había un grupo de bolivianas - "un montón de indias, de pueblo, unas que hasta parecen prostitutas", me dijo, en toda su incorrección política. Incorrección política que es parcialmente disculpada cuando cuenta que una de ellas, una chica con aparente gusto dudoso en el vestir, acabó liada con su pareja de 11 años. "Ya, lo eché de la casa. Los descubrí juntos en las fiestas del pueblo. Y luego hasta me levantó la mano cuando lo descubrí. Y eso no se puede: cuando te faltan una vez al respeto, te faltarán siempre".
Sus ojos se arrasaron de lágrimas. Me contó que sentía vértigo, porque habían estado a punto de firmar los papeles de una hipoteca juntos. Me narró cómo lo había sacado de su casa y cómo el hombre le había llorado, inconsolable, diciéndole que no podría hacer nada sin ella, que cómo quería que viviera así.
"Pero yo, señorita, me había mirado un día en el espejo y me había preguntado a mi yo interior: 'N, ¿quieres vivir así? ¿con un hombre como ese?'. Y me dí cuenta que no, señorita. Ese hombre ya no sirve... ¿Sabes qué es lo peor, señorita? Que a los dos días de que lo corrí de mi casa ya andaba por la calle principal del pueblo, de aquí, donde vivimos los dos, de la manita, dándose piquitos con la otra, todos borrachos. Ese hombre ya no sirve, señorita. Así que ni modo. Pero qué bueno que Dios me lo puso así, para verlo claramente".
Y sí, Dios se lo puso enfrente para que lo viera. Pero once años después. ¿Será un problema de burocracia? ¿o de negligencia?

Actualización: Me enteré, sí, de la oficialización del divorcio del señor Sarkozy. Pero, francamente, esas rupturas en la primera plana de los periódicos "serios" me dan un poquito de asco. Creo que N. les gana a él y a Cecilia.

Banda sonora recurrente

Morrissey- I'm not sorry

"On competing
when will this tired heart stop beating?
it's all agame
existence is only a game"

17.10.07

Los carritos de bebé, los autobuses, el ruido

De las amigas que he podido hacer en mi estancia en esta ciudad, prácticamente todas las autóctonas decidieron ser madres en el último año. El resultado es que ahora nuestras contadas reuniones vespertinas versan sobre cursos de natación para recién nacidos, cólicos, chupones y padres enamoriscados de sus hijos.

Ayer fui con dos de ellas a un centro comercial. Encontramos con horror que el famoso sitio (definido en su momento por un "artista" como un rascacielos horizontal - dios) está construido a prueba de mamás con bebés. Es imposible ir de un lado a otro con ellos - pocos ascensores, no se pueden usar las escaleras eléctricas, blah.

Luego, de regreso a casa con una de ellas, el bebé comenzó a llorar en el autobús. Ella se angustió y acabó abrazándolo. "Yo digo que llora mucho", dice, "pero muchos me dicen que es normal". Me quedé pensando que tal vez él se estresa porque su mamá se estresa al oirlo llorar. Pero era mucho rizar el rizo. Y pensar como mamá. Uf.

15.10.07

Fin de semana largo en tres palabras

Patetismo
M y yo fuimos a comer el viernes al Burger King de Rambla Catalunya. Está mal iluminado y siempre da la impresión de un poco de abandono. Estábamos haciendo la fila enfrente de un grupo de alemanes adolescentes que se empujaban alrededor de las cinco de la tarde. Fuimos ahí por aquello de la "comida rápida" y nos tuvimos que esperar casi media hora para podernos sentar a comer nuestras 1000 calorías. Ambos casi nos echábamos a llorar por lo "triste" de nuestras vidas cuando el discjockey del sitio pone "La gata bajo la lluvia" en voz de Rocío Durcal. No supimos si reír o comenzar a sollozar. Lo cierto es que ahí escuchamos por primera vez a la Terremoto de Alcorcón. Entonces no es de extrañar.

Deporte
Estaba tan cansada, que el sábado temprano me fui al gimnasio - después de no ir en tres meses. Me sorprendió la cantidad de gente, a pesar de ser puente. O los que todos los días van a las 10 de la mañana. Todos los jubilados. Estuve 15 minutos en la escaladora hasta que casi muero. Y luego en la bicicleta. La piscina estaba llena de papás con sus niños pequeños. La de hidromasaje no.


Folclore
La noche del sábado fuí con la Cumbiera Intelectual al concierto de los Tigres del Norte. No sé qué decir. Extrañé mucho tener a alguien con quien poder bailar. No me hacía sentido en chunta-chunta en pleno Fórum. Sus trajes con los tigres bordados son la definición de lo imposible. Intentó bailar conmigo un colombiano borracho. No se pudo.

(El domingo no existí. Bendita sea la televisión)

11.10.07

Fans como plañideras

Supongo que en el fondo, todos los festivales de cine son iguales. Los figurones - y las figuritas - se pasean por ahí queriendo llamar la atención a como dé lugar. Y la gente que los organizan (los festivales) quiere que los figurones (y las figuritas) estén tan contentos que regresen siempre, siempre, siempre.

Entre las múltiples características raras de mi trabajo actual se encuentra, como no, traer un personaje a un festival de cine. Es un figurón, sí, pero en otro campo. Su foto no saldría en las revistas del corazón. Y, aunque es adorable, tampoco tiene como compañera a ninguna mujerona de mentiras.

Hoy llegó de un vuelo trasatlántico. Y a su llegada al hotel, lo recibió todo un comité que incluyó - fortuitamente - al alcalde. Pero el asunto no es ese. El asunto es que las organizadoras, jefas de protocolo y RP de este sacrosanto festival, han decidido incluir una nueva especie de "plañideras" en su nómina: las fans falsas. Una mujer, armada con un papel que tenía el nombre de mi personaje, se le acercó a pedirle un autógrafo y una fotografía. A mí me lo contó la directora de Protocolo en plan: "¿te imaginas? ¡lo reconoció alguno de sus fans, porque aquí hay gente que sabe mucho". Me sonó raro. Pero me sonó más raro cuando me lo contó él. "Yo creo que ella tenía ya un papel con mi nombre escrito", me dijo. "A mí me parece que era un montaje".

Me gustaría decirle a la organización del festival que a él lo que le pareció fue un poco patético, más que emocionante. Pero supongo que es que viene de una tribu diferente. A los directores y actores de cine les encanta que los reconozcan y les hagan fiestas. Entre la gente con la que yo trabajo - urbanistas y arquitectos, básicamente - también hay algunas divas, pero la mayoría prefieren que reconozcan sus ciudades o sus edificios que a ellos mismos. Y estas cosas los sobrepasan.

Vengo llegando de la fiesta de celebración del aniversario del festival de cine. Como maldición, la invitación y la "sugerencia" de que acompañara al invitado de marras llegaron cuando yo tenía ya en la mano el boleto para una película y venía SIN MAQUILLAR NI ARREGLAR a las cercanías del festival. Pues llegué con toda mi cara a la fiesta, con mis jeans y mi suéter de homeless, como lo llama mi cumbiera intelectual. Lo más simpático es que la gente creía que éramos muy importantes, sobre todo porque pasábamos del resto de la humanidad. O sea que si nos hubiéramos puesto a pedir autógrafos hubiéramos sido muy ordinarios. El truco fue en ser un par de asquerosos sangrones.

Al salir, D (el invitado) me llamó la atención sobre una cosa: el sobrecupo de rubias - estereotipo que había en la fiesta. "Supongo que es un cliché del cine", me decía "pero no pude evitar darme cuenta". De hecho, en el baño, yo me encontré con cinco rubias al hilo... tres de las cuales hablaban algún lenguaje eslavo.

Pues yo no soy rubia. Ni tampoco estoy tan segura de ser "la reina de los freaks" como me decían hace un tiempo. Sé, sin embargo, que camino hacia acá hice ruborizar a un chico al punto de que desvió la mirada. Creo que me hubiera regresado a darle un beso. Pero también creo que esa última intención quizá es culpa del vodka tónic que me tomé a la carrera mientras quería salir de la fiesta de los niños mimados del cine de terror.

Ya habrá otro octubre.

10.10.07

Traídos de Amberes

Entre las cosas bonitas e inútiles que me traje de Amberes y que voy a tirar en este momento al bote de la basura junto a mi escritorio están:

- Un folleto sobre el año del Elefante en el Zoológico de la ciudad.

- Una tarjeta de presentación en combo de la Sociedad de Planificadores Urbanos de China. No sé qué es más guay, si el mapa o las fotitos pa'que no los confundas.

Para sonrojarse

Desde que estoy acá, siempre me quejo que los periódicos españoles no reflejan la realidad mexicana ni me dan una versión más o menos clara de que está pasando. Pero luego dejé de quejarme y empecé a leer también los periódicos de allá, para compensar. Hoy, después de unos días de dieta informativa, me meto a La Vanguardia y me encuentro esta bonita nota en donde se cronica como nuestro doblemente honorable (HH) Roberto Madrazo - ese prócer de la trampa y el pésimo gusto - decidió tomar un "atajo" en el Maratón de Berlín para ganar en su categoría. Pues sí, pero resulta que un fotógrafo lo descubrió, por andar diciendo mentiras. Y ahora las agencias de todo el mundo publican la noticia del verdadero "político tramposo".

Digo, no es que digan nada nuevo, pero luego... ahí va uno cargando la mala fama. De verdad que no gana uno para pagar tantas verguenzas. La nota, mientras dure, aquí.

Actualización: Cortesía de La Crónica, una lista de razones por las cuales Madrazo pudo haber hecho trampa. Ríamonos un poco de la desgracia.

8.10.07

Canción de lunes

Idiota por colgar tus besos con un marco rojo por si ya no vuelvo a verlos más.

Japonés pero chino

En mi vida he conocido muchos "puristas". Cuando vivía en México, recuerdo interminables discusiones con "puristas" gastronómicos que se quejaban de la tropicalización de la comida japonesa a las costumbres locales. Yo me reía pensando en el susto que se podía llevar un japonés al ver un rollo como los que se hacen en una famosa cadena mexicana, que tienen chiles toreados, o salsa de chipotle o están cubiertos con un pedazo de arrachera.

Pero el asunto es que la adaptación funcionaba bien. Era atractiva. Por lo menos a mi muy mexicano paladar.

En Barcelona he descubierto una cosa rarísima. Los chinos, hábiles observadores del mercado, han decidido que lo que rifa es la comida japonesa. Y que el occidental promedio no distingue entre ojos rasgados. Así que, aprovechándose de la aparente similitud con los japoneses, han abierto a diestra y siniestra restaurantes japoneses.

¿El truco para descubrirlos? Los fritos. No sólo hacen tempura - también agregan a los menús rollitos primavera y bolas de pollo. El sushi es sospechosamente escaso en comparación. Y hay algo en toda la decoración que siempre parece falso y cutre... como cuando la gente quiere montar un restaurante mexicano y lo llena de referencias tejanas.

No todos son malos - estos restaurantes, digo. Sólo que son impostores. Esa es la diferencia con los restaurantes mexicanos - eran de mexicanos, con recetas mexicanas. Como una película que dice "adaptación libre" de la novela X. Las que más decepcionan son las que aparentemente son "basadas en" y con supervisión del autor. Eso es lo que pasa aquí, supongo. Que todo es aparentemente auténtico. Como las cerámicas de la Virgen de Guadalupe o los Converse que se venden en San Juan de Dios. El error está a la vista del purista. O del fan. Sólo. Para los demás, simplemente son un restaurante japones más servido por gente con ojos razgados que, ergo, son japoneses.

5.10.07

Confesiones

Lo que tiene vivir en Barcelona pero no trabajar aquí es que te olvidas que es una ciudad ruidosa y caótica. Yo trabajo en mi pueblo, en mi enorme sala, en donde no pasa nadie. Y cuando llego por las tardes a mi casa en la que se ven las azoteas, tampoco me toca el ruido. Pero es cuestión de bajarse a ver la cotidianidad para darse cuenta del caos normal.

Hoy caminaba con Stephanie y me descubría mirando con sus ojos lo raro de las aceras que hacen caminar de más a los peatones, lo incómodo de las terrazas con las mesas puestas justo al lado de donde pasan los autobuses, lo poco cívica de la gente en las calles.

Es una ciudad, grande, complicada. Pero confieso que la siento un poco mía en su caos. Supongo que me identifico: no es que sea fea ni poco manejable - es que es compleja, como yo misma.

(Qué cursi soy, qué bruta).

4.10.07

Esperando respuestas

- ¿Cuándo eres más sincero: cuando estás borracho o en los primeros momentos después de que te despiertas?
- ¿Cuándo tienes que proteger a tus niños actores si están en medio de un conflicto étnico?
- Si sientes cómo se cae un muro en el piso de abajo de tí, ¿se mueves de tu oficina?
- ¿Toca "reconstruirte" quirúrgicamente después de un parto/embarazo?
- ¿Cómo le dices a alguien que no estás seguro de lo que viene?
- ¿Cómo te dices a ti mismo que no estás seguro de lo que viene?

Las benditas agencias de comunicación


Día de muchos posts. Yo trabajé en una agencia de comunicación. Es más: si me "googleo" aparezco más veces por el tiempo que trabajé en dicha agencia que por ninguna otra cosa. Sé de lo que se trata escribir notas de prensa, y hacer presentaciones y todo. Pero el negocio en este santo lugar se lleva a un nivel increíble.

Yo no quería Agencia de Comunicación para mis "nuevas funciones" y me hicieron contratar a una. Es más, me la impusieron - por supuesto, amiga de la amiga de la amiga. Ahora me mandan una factura por la "redacción" de las notas que salieron en los periódicos. Las rechazo, diciendo que no fue eso lo que yo acordé. Me mandan una nueva factura con casi 600 euros más de costo de lo que se había acordado por el "manejo de medios" (esto es, mandar una nota de prensa y dar seguimiento a cuatro periódicos). La rechazo. A ver qué pasa.

Lo que no puedo entender... "redacción de noticias para los periódicos X y Z". ¿Qué? ¿Pues qué hacen los periodistas ahora? ¿No faltaba con darles la nota de prensa, ahora toca también revolcárselas y poner el "tono" del medio en cuestión?

Dios mío, qué asco, qué asco de mundo. Cuando pasan estas cosas me acuerdo de Mafalda. A ella le quedan tan bien estas frases en su boquita.

Idiomas clásicos

Ayer caminaba por el Eixample buscando un restaurant para cenar. Cuando B y yo vimos uno llamado "Tijuana" apuramos el paso. Comentamos que, usualmente, todo aquello que se llame "Tijuana" en el extranjero suele ser la peor comida pseudo mexicana del sitio. Después pasamos a la sorpresa que nos causa el desconocimiento de nuestra cultura nacional aquí en la doblemente honorable (HH) Madre Patria. Y entonces B me contó que, hace años, conoció a una chica local (entre 20 y 30 años) con quien el diálogo post-presentaciones fue más o menos así.

- Y tú, ¿de dónde eres?
- De México.
- ¡Ah, qué bien! ¿Y tienes mucho tiempo aquí?
- Bueno... unos dos años...
- ¡Qué bien! ¡Ya hablas perfecto el castellano!

Sin comentarios.

No me gustan los mensajitos

Me dicen carca, sí, pero odio los mensajitos escritos en lenguaje "celular". Cuando yo estaba en la escuela - y no hace tanto - lo MÁS era cambiar la palabra "que" por "q'". Y se veía feo. Feísimo. Ahora tantas k y cosas similares... qué decirlo.

Entonces cuando ví esta campaña, no pude más que adherirme. Eso.

Nada se oye

Están tirando un par de muros en la oficina abajo de mí. Aquí nunca, nunquísima, se van a acabar las obras. El cielo está encapotado. Toda España - sobre todo las partes siempre secas - está inundada. Acá caen tres gotas, sopla el viento, está la ciudad aplastada de presión atmosférica. Yo, como buen barómetro, loca y deprimida.

Anoche fui a una cena. Había confirmado mi asistencia, pero llegué 15 minutos tarde. Se había llenado el sitio y ya no había lugar para mí. Me fui. Cené con B en un chino buenísimo y nos tomamos una botella de vino y todo. Un chino de verdad, he de decir. También caro, no de esos chinos de 10 euros. Pero estábamos en el fabuloso mood Miss Clairol ["porque yo lo valgo"]. Hasta tomamos un taxi de regreso a nuestras respectivas casas.

Esta mañana perdí el tren, me quedé sin billete. Ayer viajé hasta Sitges con uno que no cubría todo el recorrido, pero como la compañía de trenes tiene tantos problemas, nadie te revisa los boletos - más bien se la pasan pidiendo disculpas. Supongo que ya no soy TAN buena niña porque no me dio remordimiento de conciencia ni nada. Pero hoy se me olvidó el billete tramposo... y tocó comprar uno bueno. En fin.

Esta mañana amanecí queriendo estar en Guadalajara en agosto de 1993. ¿Muy complicado? El martes fui a comprar flores y salí con las manos vacías. Ningunas me gustaron. Pésima señal. Yo, oficialmente, estoy rara.

2.10.07

Desprecio

Uno llama por teléfono. Hasta pide perdón. Es simpática. Y todo. Pero no hay caso. Me castigan con el látigo del desprecio.

Puaj.

27.9.07

Esas cosas que sólo pasan aquí

Ayer, fue día de las lenguas en Barcelona. En Portal del Ángel, dieron clases de 20 minutos para introducción a varias lenguas. Pensé en tomar la de holandés, pero ya lo pasado, pasado, como diría el sabio José José.

Enfrente de Plaza Catalunya había un autobús de esos que utilizan como unidades móviles para donación de sangre. Enfrente del autobús, un parque de diversiones local había patrocinado un Drácula que, al mismo tiempo, ofrecía promociones para el parque e invitaba a la gente a donar sangre.

Por eso me gusta esta ciudad.

Y sacaron el perro de aguas que llevo dentro...


Quejas y sugerencias, a la estilista. Ella dice que me veo monísima. Yo me siento perro de aguas o estrella de rock de los 80. Glamourosos, ambos, por supuesto.

26.9.07

Vida real

Regreso a la oficina. Hace viento frío en Sitges. Ya es septiembre, ya empezaron las clases, y lo sé porque se suben junto a mí al autobus dos docenas de adolescentes que van a la secundaria. Una de ellas, casi al último, con look chica mala pelo amarillo-piercings-ojos muy pintados-sudadera con capucha. O sea, chica mala pero a lo Avril Lavigne. Sube aventando a todos hasta el final. Ahí, empieza a leer en voz alta de una manera lenta, dolorosa y absurda - pésima dicción, pésima calidad de lectura -, las noticias internacionales. Le mienta la madre a Bush y al gobierno español por enviar 52 soldados más a Afganistán. Hace mal las cuentas sobre el costo de la misión. Lee la información nacional y menciona el atentado de ayer de ETA en San Sebastián. "Mira, yo esto sí lo haría", dice. "Nada más por tocar los cojones".

Buenos días.

25.9.07

Antwerpen II




Sábado
Otra vez temprano, a vender libros, a perseguir gente. A platicar con Rob y con el chico irlandés de la mesa de enfrente. A pelearme con la inglesa. Pero sólo mediodía porque en el tarde hacían visitas a la ciudad. Me dan otra labor inesperada - una presentación - y decido terminarla antes de irme a caminar por la ciudad. Quedo con Gaby de vernos a las siete en la estación para ir a la cena.

Después de terminar, voy al hotel, dejo mis cosas y me recuesto quince minutos. Pasan de las cuatro de la tarde y los museos cierran a las cinco. Aún así, camino hasta el río para ver el Museo de la Fotografía y el de Arte Contemporáneo. Los encuentro cerrados a cal y canto. Camino por la orilla del río hasta que algo me dice que debería de entrar a las calles secundarias - de hecho me lo dicen unos edificios cubiertos de hiedra y unos niños que juegan con sus padres en la calle. Hace sol y un día maravilloso. Toda la ciudad está en el centro, cerca de los anticuarios y las tiendas. Tengo el gen japonés prendido y saco millones de fotos.

Me da hambre y me compro un yogurt y papas en un súper mercado. Encuentro a Gaby en un crucero media hora antes de nuestra cita. Llegamos al sitio donde será la cena - un centro para la integración de la inmigración en pleno barrio bravo de Amberes - también con media hora de adelanto. Pasamos, vemos una exposición sobre los idiomas (descubro que la onomatopeya del gallo también es kikiriki en holandés) y comenzamos a comer, sentaditas en una esquina de la exposición, acompañadas por Helga, la verdadera y única, jefa de logística del Congreso. Me tomé tres copas de vino y me emborraché. Me invitaron a bailar salsa y dije que sí. Caminamos más de 20 minutos y finalmente dimos con el sitio, un bar llamado "Cuba Linda", que olía a humedad. Estuve bailando con un holandés al que no le faltaban ganas, sino ritmo. Seguía la salsa con pasos que sólo podían corresponderse a un video epiléptico de los 80. Pero tenía buen ánimo.

Después empecé con las cervezas y a hablar con la gente de mi edad - ja - que estaba por ahí. Un vasco. Bebimos suficientes cervezas para que el vasco también bailara. No lo hizo tan mal, pero no lo pondríamos a concursar. Hicimos una última parada en un bar pijo. Acompañé a un chico serbio a fumarse un cigarro y de pronto se me acercó una chica. Me preguntó que si era mexicana. Le dije que sí. Me contó en un torrente que ella también, que se iba a casar con un belga, que estaba ahí con otra amiga mexicana que también se iba a casar con un belga y que tenían un tercer amigo belga sin novia mexicana, so... Me negué a sentarme con ellos y regresé a mi sitio junto al vasco a tomarme una última cerveza.

Ya hacía frío y yo no tenía una chaqueta. Mientras caminábamos al hotel, el vasco me prestó la suya. Se la dí en algún punto de la calle principal, donde nos separábamos. Me quedé con su tarjeta de presentación. Dormí como una bendita.

Domingo
Me desperté cruda y corriendo. Me bañé y bajé a desayunar-atragantarme. Cuando terminaba, llegó Gaby y me dijo que la entrada ese día era a las 10, no a las ocho. Horror. Terminé con calma, me lavé los dientes y me fui a empacar libros. A media mañana, llegó el gringo borracho con quien ya me había reconciliado a contarme que ahora tenía una novia mexicana. Me reí. La noche de salsa había tenido buenos resultados por lo menos para algunos. Rob y yo empacamos también toda la basura y, muy ordenados, la dejamos en un palet. Hasta que nos dijeron que tocaba que NOSOTROS sacaramos la basura. Unas 40 cajas de papel. Casi nos matamos en el proceso. Pero sobrevivimos.

Al terminar, corrí al centro donde me esperaba mi querida Kari, que había venido sólo por el día a visitarme. Tomamos cerveza de cereza en un bar lleno de imágenes religiosas. Me acompañó al hotel y me hizo el resumen de su vida en los últimos dos años mientras yo me bañaba y me arreglaba para la cena de clausura. Salimos juntas hacia la estación. Nos encontramos con el gringo feliz y la mexicana feliz en Amberes. Se me hace que hasta se casan. Yo dejé a Kari en su tren y me fui a buscar el tranvía. Ahí encontré a otro par de chicas que iban al mismo sitio - complicado, al parecer. Tomamos un taxi hasta la cena.

Cené bien. Bailé un montón, con todas las vacas sagradas del urbanismo. Me dijeron que me veía espectacular. E incluso les creí. Ofrecieron ir a bailar otra vez. El vasco no había aparecido. Yo no tenía mejor plan. Nos fuimos. La noche terminó a las tres y media de la mañana, con menos cervezas, un par de mojitos y una rosa roja. Dormí al final.

Lunes
Me levanté "tarde" - a las nueve. Hice maleta, tiré doscientos kilos de papel de congreso y recibí un mensaje del serbio que me invitaba a tomar un café. Y justo después otro de mi jefa que me "invitaba" a comer para hacer cuentas de los libros. Me tomé el café con el serbio y una sopa thai de salmón con mi jefa. Me contó los dimes y diretes. Le ayudé a hacer las últimas gestiones en el centro de congreso. La dejé en su hotel entre una lluviecita. Me tomé otro café con el serbio. No compré chocolates. Subí al autobús del aeropuerto. Documenté. Caminé el inmenso aeropuerto. Compré chocolates, menos frescos y más caros. Subí al avión con hambre. Llegué a Barcelona. Con todo y maletas. Tomé un taxi. Era la Mercé. Pero yo no quería regresar. Supongo que con todo, sabía que la realidad me seguía esperando.

22.9.07

Antwerpen


Martes
Me gustan los aeropuertos, su sensación de tierra de nadie, de espacio de transición. Aunque tocó levantarme tan temprano como siempre, por lo menos tenía en la cabeza la disposición del cambio, aunque fuera geográfico. Mi avión salió a tiempo. Me compré una revista que no leí - ni he leído hasta este punto. Me dormí las dos horas de vuelo. Llegué a Bruselas y me encontré con que no entendía nada. Vamos, que ni siquiera entiendo la pantalla de mi blogger - que también ha decidido estar en flamenco u holandés. Resulta que son casi iguales y que se entienden.

Tomé el tren hacia Amberes. Del Aeropuerto hay que bajarse en Bruselas norte y ahí esperar por el otro tren. Había un grupo grande de chicas musulmanas. Al llegar el tren de Amberes, trataron de robarme la maleta. Un hombre simplemente me la quitó de las manos. Yo lo miré a los ojos y se la quité a mi vez y me subí - muy ofendida en apariencia, muerta de miedo por dentro - al tren. Me senté enfrente de un holandés que comenzó a interrogarme después de que yo hablara con alguien de Sitges por teléfono. Que qué idioma estaba hablando. Que de dónde era, dónde vivía y por qué. Que si me gustaban Los Soprano. Que si creía que el capítulo final era bueno o no. Que si veía otras series de HBO. Que él iba a Amberes porque tenía dolor de espalda y ahí estaba su quiropráctico.

Al llegar a Amberes, nos separamos. Yo dejé de verlo al encontrarme de frente con la estructura de la estación. Pedí informes. Caminé al hotel. En la recepción me encontré con Gaby, mi compañera de trabajo, a la que nunca había visto más que en fotografías. Ella tuvo habitación. A mí no alcanzaron a dármela y tuve que dejar mis cosas en un cuartito. Nos fuimos a montar cosas de la exposición. El sitio en donde estamos es un viejo hospital, con sus pabellones, su capilla, su exceso de arte religioso. Mi mesa de libros está en una sala en la que, de frente, veo un jardincito; a mi derecha, tengo un santo con mitra; a mi izquierda, un cristo crucificado; atrás de mi, una imagen de la burguesía alimentando a los pobres. Y así.

A media tarde salimos a tomar una cerveza o un café. Todos hablaban holandés/flamenco menos yo. Yo sonreía. Y estaba contenta de no entender - la verdad - de los últimos problemas de logística. Estabamos en un bar típico, lleno de hombres mayores bebiendo cerveza, con las paredes tapizadas de carteles de teatro (después supe que a una cuadra está la escuela de teatro de Amberes). Uno de los chicos me ofreció que probara su cerveza, hecha de levadura de papa. Buenísima. Otro chico de montaje, que habla un poco de español, me explicó que la cerveza clásica de la ciudad es una llamada "Kriek", hecha de cereza. La probé, y ahora soy un poco adicta.

Seguimos trabajando después de eso y salimos a las ocho y media a cenar. Todo estaba cerrado. Encontramos un restaurante transnochado. Cenamos sopa, mejillones y papas fritas con mayonesa (sí, Travolta no miente). Dormí como una bendita, a pesar de que mi habitación estaba helada.


Miércoles
El registro del Congreso comenzaba a mediodía. La mañana pasó entre montar la mesa de los libros, romperme las uñas en el proceso, acomodar los carteles de la segunda planta y comer cualquier cosa. En la tarde cerramos, fui al hotel, me cambié para la cena de bienvenida y caminé hasta el zoológico. Ahí ví unos elefantes de madera y entré a una de las salas más elegantes de la historia --- dentro del zoológico. La cena para los belgas significa un buffet de entremeses varios, todos de pie. La gente se alcoholizó felizmente. Bebí poco. Me fui caminando con Rob - mi compañero de mesa de libros, esposo de mi jefa y celestino particular - hasta el hotel, riéndonos del francés que Rob había "encontrado" para mí y resultó estar casadísimo con una inglesa. Al llegar al hotel, huí del conferencista borracho (el de Sitges, que sigue por aquí) y al tomar el ascensor me encontré de frente con el francés de marras - quien además duerme en el cuarto de AL LADO del mío. Ja.


Jueves
Me levanté triste. Con frío. También yo sentí, como dicen en Astérix, que el cielo se me caía encima. Estaba triste, añorando, dudando, como siempre. La sede era el zoológico. Al llegar al zoológico me avisaron de que tocaba regresar al otro edificio para arreglar cosas de logística. Tocó estar haciendo tonterías de último minuto, pero no tenía ni gente a la que atender con los libros ni moscones inoportunos. Comí con Judy y con Rob en un restaurante al aire libre - sol inusual a las doce del día -, sopa de zanahoria y pavo asado. Trabajamos un poco más y me dieron la tarde libre. Caminé por las calles de Amberes, descubrí sitios con ropa bella e imposible, las tiendas de segunda mano más caras del mundo, anticuarios, una tienda de "cosas para adoptar" (adopté un pin hecho de pizarrón), la escuela de moda de Amberes - hacian sus exámenes prácticos a la vista de todos, estructuras de animales hechas sólo con tela -, tiendas de cosas para casa. Me compré zapatos y bolso en un alarde de riqueza, también un spray para el cabello en un alarde de fresez. Seguía triste, pero en algún punto recibí una llamada que me recordó que mis decisiones están siendo tomadas por una buena razón. Dormí un rato y me arreglé para la cena en el Palacio de Gobierno. Me divertí. Más alcohólicos. Uno de ellos, un francés asqueroso en este caso, me hacía proposiciones en francés. Dejó de ser simpático y los demás se dieron cuenta y se cerró un círculo amablemente protector a mi alrededor. Lo agradecí. Fuimos a ver el distrito de las ventanas, el rojo. Las "better working conditions" de las chicas no terminan de parecerlo: es la máxima expresión del ser humano como mercancía. Me salté la última cerveza y llegué al hotel. Tenía ganas de llorar, pero pensé que era la lluvia.

Viernes
Actividad febril. Mucha gente, muchos libros. El francés horroroso trajo, de la mano de mi HH Jefazo cerca de 30 libros carísimos para que yo se los vendiera. Me da un poco de rabia, pero están aquí. Una inglesa histérica me pega de gritos y me castiga con el látigo de su desprecio. Ja. Yo me río. En la tarde, vienen K y J de Sitges. Presentación un poco larga, un poco aburrida. Al salir, me habían "invitado" a la junta de consejo para ver cómo funcionaba, pero la delegación de Sitges me llevó a cenar. Todos de acuerdo, fuimos a tomar una cerveza y después a cenar a un restaurante que resultó lo más burgués de la historia. Aperitivo en la cava. Menú personalizado por el chef. Vino carísimo. Porcelana imposible, cubiertos de plata. Nunca, nunca, nunca hubiera cenado en un sitio tan absolutamente pijo. Pero yo no pagué. Regresamos caminando y dormí como una bendita. O debería decir como la boa de El Principito. Y descubrí porqué mi habitación estaba helada - hay una ventana abierta que muestra el cielo intensamente azul de esta ciudad.

19.9.07

Diez cosas que me encantan de mi primer día en Amberes

1. El aeropuerto de Bruselas que es enorme.
2. El hombre que me interrogó durante el camino hacia Amberes y resultó ser un fanático total de Los Soprano. “¿Y tú crees que está muerto o no?”
3. La estación de tren de Amberes, con su estructura de hierro y sus vías subterráneas
4. El olor a waffles con chocolate que inunda las calles
5. El sonido incomprensible del flamenco… que resulta que es casi igual al holandés.
6. Los sándwiches para comer a medio día, con todo y zanahoria rallada y huevo cocido.
7. Los cafés en donde los hombres fuman como chacuacos y beben cerveza de levadura de papa o de cereza.
8. Las cervezas de papa, las de cereza y las blancas.
9. Las sonrisas sinceras de esta gente de frío. Su manera tan rara de ser cariñosos.
10. La ventana como escotilla que tiene el baño de mi habitación en este triste hotel de cadena donde la televisión está en francés, holandés y subtitulados.

(No me gusta que el Internet no sea gratis y que tenga que trabajar todos los días. Algo se arreglará).

13.9.07

Ellas, las mismas

Antes de las nueve de la mañana, perfectas, con sus grandes coches y camionetas estacionadas junto a la Iglesia del Vinyet. Casi todas rubias, con un bronceado parejo y sano - nada del color anaranjado que dejan los rayos UVA - de quien toma el sol de manera cotidiana. Algunas, con vestido de verano y sandalias, en el mood para tomar el desayuno largo. Otras, de jeans y camisa blanca, con collar de perlas, para algo más relajado. Las menos vestidas con riguroso conjunto para tenis, listas para irse al club. Todas platicando a más o menos nivel, hasta por momentos parecer un grupo de urracas gritonas para después contenerse.

De pronto, arranca el autobús. Y corren tras él, agitando las manos, lanzando besos a los niños perfectamente rubios que también las miran desde el autobús y se despiden, a lo mejor contentos de dejar atrás durante un rato a sus mamás, las perfectas.

Por un momento pensé que estaba en cualquier urbanización o colonia rica de Guadalajara. Se me olvidaba que todas ellas, las Stepford Wives, son siempre las mismas - no importa de qué lado del Atlántico vivan.

12.9.07

Subtropical

Esta semana no vivo en la versión nohaymarchaennuevayork de sexandthecity. No. Esta semana vivo en una versión bizarra de The Apprentice o una cosa similar. Algo. Un reality show demasiado aburrido para la televisión y demasiado absurdo para la vida cotidiana.

Quizá una de las cosas más divertidas que han sucedido ha sido la extraña discusión sobre mi parecido físico a quién. El grupo más joven, que sabía que era mexicana, hizo una larga apología sobre cómo yo parezco "muy mexicana". Misma apología que fue tirada por tierra por el especialista egipcio que dijo que no, que yo lo que parecía era "muy egipcia". Inmediatamente, el especialista marroquí (de Casablanca) dijo que lo que obviamente yo parecía era "muy marroquí". El indio (ya sé, parece un chiste de aquellos de "un japonés, un mexicano y un gringo", pero juro que es verdad) acotó que lo que pasaba es que en realidad yo tengo un tipo "muy mediterráneo"...

Y el premio se lo ganó el holandés. Sonreía constantemente con su risita chueca e irónica y al final dijo, con esa voz ronca desde el estómago: "Ella es subtropical. Tiene ese buen humor y actitud de aquellos que nacieron con mucho sol. Deberíamos de llamarla subtropical". Hence the title.

11.9.07

Y si quieres más pues...

Tengo tres días - casi cuatro - trabajando sin parar en un Congreso. He tenido de todo: problemas con visas, conferencistas borrachos, vegetarianos, especialistas en inglés que no hablan inglés... He hecho de secretaria, traductora, nana, contadora guía de turistas. Corro. Corro mucho. Tengo de hecho diez minutos antes de que llegue Marabunta a inundar mi espacio. Abro mi correo y veo una cadenita de aquellas que dice: "Para tus adentros, menciona ocho veces el nombre de la persona del sexo opuesto con la que quieras estar en este momento". Y luego múltiples opciones de maleficios y cosas así.

Yo sólo pregunto: ¿Y si a mí no me interesara nadie del sexo opuesto? ¿Y si justo en este momento no quiero estar con nadie? ¿Y si no creo en las maldiciones?

Basta. A trabajar. Creo que el aire acondicionado no funciona bien. Maldita sea. Y sigo con la canción de Jarabe de Palo en la cabezota. Grita.

7.9.07

Las cosas que importan

Me gustaría, como dice mi cumbiera intelectual favorita, tener la conciencia como la de Miguelito, el de Mafalda: afónica.

Mi vida se ha convertido en una mezcla de telenovela de Univisión (por aquello de los múltiples acentos) y un capítulo de una temporada bizarra de Sex and the City, donde las chicas no son cuatro, ni tan despampanantes, ni viven en Nueva York. Pero siguen con esas cosas de la vida, preocupadas por las relaciones, por los trapitos (especialmente si están de rebajas) y por el sexo. Pero también por otras cosas. Y esa es la cuestión: he descubierto que me preocupan mis amigas, el cine, la comida japonesa, mi doctorado, el futuro, los hijos, los plantas, los gatos y los perros, los cuentos brevísimos, las novelas imposibles, la poesía sin métrica (y también la con métrica), Ginebra, los viajes al fin del mundo, Córcega y sus playas, las mermeladas caseras, los huertos de jardín, mis familias postizas, mis amigos desperdigados, mis uñas largas, mis pestañas.

Y otras tantas cosas que suelen hacerme - a ratos - tan feliz. A pesar de que mi conciencia todavía no esté todo lo afónica que debería. Habrá que mandarla más a tomar el aire acondicionado de los trenes.

5.9.07

Oficialmente

- Estoy a dos días de empezar con el Congreso. Todavía no tengo la mesa redonda, ni los taxis para los conferencistas, ni las computadoras, ni... mal momento para hacer listas. Tengo que dormir.
- Alcanzo a cubrir mis gastos con mi sueldo. Tremenda, inmensa mentira.
- Tengo una cierta prórroga para una parte de mis trabajos del doctorado. Respiro más, profundo, tranquila. Veo las montañas de papeles y libros que se acumulan. Hay que descifrarlos.
- Recibí un regalo esta noche. Unas velas anti-mosquitos. Chuli.
- Hice dos comidas el día de hoy. Porque creo que el puñado de nueces con pasas que me comí a mediodía no cuenta como comida.
- Soy guapa hoy. Me lo dijeron como cinco veces. Y casi me lo creo. Afortunadamente.
- Estoy becada por el gobierno mexicano. El Conacyt se apiadó por una vez de una comunicóloga. Hoy ví el primer ingreso. Estoy contenta. Me tomaría algo para celebrarlo, pero no sé qué. Y la verdad es que, en soledad, me parece un poco patético. Ya será diciembre y tomaré tequilas en mi amada tierra. Oh sí.

30.8.07

Termómetro

Ligeramente triste con variaciones al alucine. Extraordinariamente cargada de trabajo. Preguntas varias: ¿no estaré metiendo la pata? ¿será que esto es as good as it gets? ¿y yo por tiquismiquis me lo voy a cargar? ¿Por qué carambas hay tantas versiones de los programas de Adobe?

Casi acabo mi libro hoy en el tren. Llegué a la oficina y dicen que me veo guapísima, feliz, contenta. La realidad es que me quedé una hora más en cama porque no me podía levantar. Tengo la persiana a medias. No he tomado agua.

Ah, la méndiga culpa. Y la paranoia. Y el orgullo. Qué asco de colección de estampitas de los siete pecados provincianos.

29.8.07

Regalos

Todos los días salgo de mi casa a las 6:45 (minutos más, minutos menos) para llegar a esta sacro-santa oficina a las ocho. Barcelona sigue dormida, con excepción de los que siguen de fiesta y los que trabajamos temprano. Entre los que trabajan temprano hay un chico, muy moreno, con rasgos que podría calificar de pakistaníes - y espero no estar pecando de mala-conciencia-social - que sale de la boca del tren cuando yo entro con enormes atados de flores. Es costumbre durante las noches en Barcelona, que varios vendedores ambulantes anden por ahí ofreciendo rosas a los transeúntes. Supongo que él es el encargado de ir al mercado de la flor por las mañanas a recoger la mercancía del día.

Tengo todo el año haciendo este horario, así que nos hemos acostumbrado a vernos por lo menos una vez a la semana. Desde hace un par de meses, nos saludamos con una inclinación de cabeza y una pequeña sonrisa. Ayer, por primera vez, escuché su voz. Clara, a pesar de ser de mañana. Me sonrío, como siempre y me dijo: "¿Quieres una?". Yo asentí con la cabeza. Y sacó una rosa rojísima de su montón y me la dio. Nos deseamos un buen día. Yo seguí mi camino (una hora casi, hasta la oficina) con una sonrisa un poco idiota. Cuando llegué a la oficina, todo mundo se río un poco. Ahora, mi rosa - perfecta, erguida - me mira en su carísimo florero (una botella de agua de un litro y medio que está detrás de mi monitor. Y siento que la vida es buena.

Ayer también me habló Vinader para preguntarme si ya había visto la contraportada de La Vanguardia. Y pues no, no la había visto. Y por lo tanto no me había encontrado con su foto y su entrevista, sus frases lapidarias: "A estas alturas, ya no me importa si vendo o no: el buen periodismo es más necesario que nunca". Y yo, claro, con el pecho hinchado de orgullo. El único problema es que salí de la oficina a las ocho de la noche. Y no encontré ningún sitio donde comprar el periódico. Estaba rumiando mi tristeza en la estación del tren cuando, en una esquina, me dí cuenta que había un periódico tirado. Y era La Vanguardia. Y Vinader estaba en La Contra. Y estuve con una sonrisa tonta hasta casa, a pesar de que me dolía como nunca mi cuello contracturado.

En la tarde, también me regalaron un exceso de ácido y de lejanía, que me confirmó que los momentos son eso: momentos y no temporales. Cynthia me llamó desde México, para ver cómo estaba. Me llamó Vero. Y mamá. Y Laurence. Y el mismo Vinader. Y hubo varios en el messenger que se apuntaron al grupo de apoyo, ja. Y cuando me dormí, después de ver House y darme cuenta que hay lisiados más lisiados que yo (por dentro y por fuera) tuve por un momento la sensación de que el mundo se iba.

Esta mañana me levanté dos minutos antes de que sonara el despertador. Me arremoliné en la cama y después me bañé con ritual largo. Salí cuando sonaban las tres campanadas de la iglesia de Sant Pere. No me encontré con el chico de las rosas. Alcancé bien el tren, que se detuvo sospechosamente a pocos metros de la estación. Volvió a arrancar, pero sonaba todo. Y luego fue muy rápido. Con los ojos cerrados, pensé en descarrilamientos, bombas, terror. Y me reí al darme cuenta que lo que más me preocupaba era que nadie iba a encontrar los archivos en los que estoy trabajando, porque son un poco caóticos.

Al abrir los ojos, mientras sonreía, me encontré con la cara expectante de una mujer de unos 50 y muchos años, que comenzó a hablarme. Me contó toda su vida. Me dijo que estaba nerviosa, y necesitaba hablar con alguien. Yo la escuché hablar de su divorcio, de sus hijos, de sus clientes en el banco, del hombre al que una cubana había estafado, de su preocupación porque su hijo está saliendo con una rumana "y, ya se sabe, esa gente que viene de fuera lo hace porque en su país no se está bien, y seguro está buscando quedarse con el piso cuando tengan un hijo". No me reí. No asentí. No hablé. Intenté no sentirme aludida - porque no era para mí. Sin embargo, la mujer del tren me confirmó una cosa que ya había visto yo días antes con El Diablo: no es que la gente sea mala, es que es directamente pendeja. Y habemos algunos a los cuales la pendejez de los otros nos hace ámpulas con rápidez.

No hoy. La rosa me mira. Tienen que venir cosas mejores.

25.8.07

Viernes Imposible

No podía trabajar en la oficina, porque era festivo de la ciudad. Eso quiere decir que todo el mundo estaba de fiesta y que nadie, nadie me iba a abrir el edificio. Fácil, pensé. Me llevo todo en el disco duro externo y trabajo desde casa. Ja. Mi PC es una porquería y no le cabe nada, ni siquiera el programa que tenía que usar. Entonces me fui por la computadora de L (desde donde escribo ahora, en un momento de descanso). Llegué a casa y comencé la instalación del programa... pero me faltaba el disco 2 de 3, que seguramente está muy tranquilo sobre mi escritorio en Sitges. Drama. Por Messenger, descubrí que Alejo tenía el programa y me lo instalaba... así que desde el centro de Barcelona hasta Sarrià con la computadora a cuestas.

Llegué, instalamos, comimos, vimos unos - demasiados - capítulos de Sex & The City, hablamos de las cosas difíciles de las relaciones y de vivir solo en un departamento en Barcelona y me salí como a las 7, porque tenía un concierto. De hecho, dos. A casa, a dejar la computadora y cambiarme de ropa. Llueve. Me pongo la gabardina y tomo mi odiado paraguas - los odio. Autobús y llego al concierto de los Santo Remedio, grupo costarricense, que tocaba en el ¡auditorio! del hostal más grande de Barcelona. Covers, canciones de bailar, todo mundo muy lindo, que qué guapa estoy, que a dónde vamos, que no sé qué. Total. Me voy con las niñas a cenar mexicano. 40 minutos de espera - lógico, viernes de agosto, sin reserva. Finalmente cenamos cualquier cosa y pasadas las 12 nos vamos hacia el concierto de Edu con los Gangsters of Love (nombre chulísimo). Llegamos al Monasterio a escuchar el encore. Estaban tocando sin vocalista, sin coros, sin un guitarrista: fue la noche de los espontáneos. Las niñas, preocupadísimas por mi salud mental, intentan hablarme sobre la conveniencia de que intervengan en el asunto sin terminar que vengo arrastrando. Pero no nos oímos. La música está demasiado alta. Salimos hacia un bar de turistas en frente del puerto. Nos tomamos las cervezas más baratas de la noche mientras hablamos, intercalando, de tallas de sostenedor y de mi estropeada vida, ja.

A las dos, comienzan a hablar los de Santo Remedio que están en el Port Olimpic, que vayamos con ellos a bailar. Yo nunca había estado en el Port Olimpic, pero no me apetecía. En realidad, las cuatro estábamos en la misma situación. Pero decidimos ir, en un arranque probablemente inducido con whisky. Nos subimos a un taxi en el que las chicas siguen hablando de tamaños de tetas y culos para encanto del taxista, un chico argentino que no se reía pero sonreía constantemente (yo lo veía en el retrovisor). Me encontré dos euros en el piso del taxi. Salimos y en cuanto había arrancado el taxi descubrí que había dejado a cambio de la moneda - mi móvil. Vero llama inmediatamente y le contesta una voz que dice: "Hola, Vero". Ella se alarma y pregunta a quién llamó. "Al chico del taxi. Tengo el móvil de tu amiga. Ahora regreso a donde las dejé". Y me dió mi móvil. Y yo creí en la bondad de los extraños.

Encontramos a los ticos y nos fuimos derecho a un bar llamado "La Mar Salada" - ah, la creatividad. Ya se había acabado la música latina y había sólo dance, electrónico y rap. Era divertido hasta que empezaron a entrar chicos que tenían coreografías y se subían a la barra a bailarlas. Directamente raro. Nos salimos. Ya nos íbamos. Pero los ticos nos convencieron de que buscáramos otro sitio. Había uno cercano que estaba tocando música latina. Entramos y comenzamos a bailar: el Meneíto y la Macarena. Era tan imposiblemente cutre que nos hizo gracia. Un mesero muy malencarado cada que pasaba golpeaba a uno o a otro, pero no le hicimos más caso. De hecho, logramos llenar el bar de gente, incluyendo un inglesito que bailó con Vero y luego le regaló una rosa. M, contagiado del espiritu, nos compró rosas también a nosotras. Todo muy divertido. Volvió a pasar el mesero, golpeando a todo el mundo, y K lo tocó con la rosa, en plan atención. El tipo volteó hecho una furia y le farfulló algo. Vi a K darse la vuelta y tomar sus cosas para salirse después de decirle algo con cara de enojo y tirar, en el proceso, un cenicero. Luego vi la mano del tipo levantarse y caer con fuerza sobre el cuello de K. Intenté acercarme, pero cuando menos acordé el inglesito ya me había sacado jalándome de la camisa y M se había ido a golpes contra el mesero. Los vi en el suelo. Alguien se acercaba con una botella en la mano. Quise entrar pero no me dejaron. Me separé de la entrada. Los golpeadores de los bares de al lado llegaron y M salió corriendo. Me fui detrás de él y de los golpeadores, con el resto de las niñas a mi vera. Cuando llegamos arriba, entre dos gorilas tenían a M en el suelo e intentaban golpearlo. Un corrillo de taxistas se había reunido alrededor y les gritaban que no lo tocaran. Le pregunté a uno de los taxistas que si había policía. Me dijo que los llamara. Marqué inmediatamente y puse el reporte.

Como por arte de magia, dos minutos después apareció una patrulla del otro lado de la calle. Corrí hasta alcanzarlos. La rosa que llevaba en la mano se rompió. Tiré el tallo. Les expliqué la situación y que había llamado. Me dijeron que no eran ellos, pero que la otra patrulla no tardaría, que los esperara. Dieron una vuelta y regresaron. Les expliqué lo que pasaba y los lleve hasta donde los de seguridad - no los gorilas, sino unos de seguridad del puerto - tenían a M y a las chicas. Al fondo se veía una ambulancia. Yo recordaba haber visto al mesero con la cara llena de sangre: M no sólo es más masivo, sino que tiene un golpe certero. Y, a diferencia del mesero, no había tomado más drogas que algunas cervezas. Fui y vine reuniendo información, trayendo agua, hablando con los Mossos (los policías), tranquilizando gente. El dueño del bar, un estúpido que parecía haberse metido todo el polvo de un bote - ojos desorbitados, falta de auto control - se acercó y con mímica amenazó a M. de muerte... enfrente de los policías. Creo que si de por si los teníamos de nuestra parte, ahí se definió la situación.

Llegó una investigadora, de paisano. Tomó los datos. Y después de un rato nos dejaron ir... de hecho, nos acompañaron afuera y nos dijeron que no nos quedáramos más y que al otro día fuéramos a poner una denuncia. Estuvimos un poco más enfrente del Casino en lo que nos reunimos todos. Todavía hubo un poco más de tranquilizarse. Tomamos taxis y salimos para las casas. Me bajé del taxi en Via Laietana cuando marcaban las 5:45 de la mañana. Caminé lento hacia casa. No sabía si quería hablar con alguien o no. Tenía trabajo que hacer - tengo - y pensé en llegar a hacerlo, aprovechando la descarga de adrenalina. Pero quizá no, pensé. Mandé un par de mensajes, que nadie contestó. Cerré la casa con seguro. Me lavé los dientes. Me puse pijama. Me acosté. Y en ese momento me dí cuenta que tenía ganas de llorar. Y de que me sentía un poco sola. Y me dí la vuelta, abracé la almohada y cerré los ojos. A veces es lo que toca.

Última: K y M están bien, todos nerviosos, ella un poco lastimada, pero sin mayores consecuencias. Ya se tomaron las provisiones que se tenían que tomar. Y no, no tengo ganas de regresar al Port Olimpic.