A veces me pregunto si realmente funciona la teoría del agenda setting , según la cual los medios establecen qué es lo que se habla en el mundo "real". O simplemente que son cuestiones estacionales, que se repiten siempre, sin opción. Al regresar de las vacaciones, empezar los primeros meses de clases y la aparente rutina, siempre pasan estas tres cosas - y yo creo que están empezando a marcarme una visión para el futuro.
Los coleccionables: El primer año que pasé en España, no podía entender qué pasaba. Así como en diciembre la televisión se llena de anuncios de perfumes (todo el mundo regala perfumes), en septiembre y octubre son las colecciones las que bombardean al consumidor. Se puede tener una colección de todo: autos de carrera, relojes de época, muñecas de porcelana, casas de madera, tazas históricas, novelas rosas, enciclopedias imposibles... El padre de una amiga mía tiene un puesto de periódicos y ella me contaba que sólo se venden bien los primeros tres números. Que, de hecho, si quieres conseguir toda la colección, más te vale ser amigo del tendero o pedirla directamente a la editorial. Lo curioso es que, según una de mis profesoras, todos los gastos iniciales de lanzamiento de estas colecciones se cubren con los dos primeros números. O sea que el tercero ya es ganancia. Yo ya no sé si quiero coleccionar nada más. Creo que con mis discos y mis libros tengo suficiente para agobiarme sobre lo que me costará la mudanza si alguna vez planeo regresar al hermoso Mexiquito.
Los piojos: Otros anuncios que también salen mucho en la televisión son de los anti-piojos. Incluso, si uno va a los súpermercados o a las farmacias, los ve anunciados en las cabeceras - como pasa con los anticelulíticos los tres meses antes de que empiece el verano. Para mí es un poco complicado entender esto, porque cuando yo era niña sí que alguien tuvo piojos, pero era cuestión de raparte y seguir adelante. Y no eran dramas de clases enteras infestadas de piojos.
Esta mañana, a punto de tomar el autobús hacia la oficina, escuché a dos mamás latinoamericanas quejarse. Sobaban las cabezas de sus rubias hijas mientras explicaban lo difícil que era revisarlas y limpiarlas todos los días. "Claro, pero es que tú y yo por lo menos tenemos tiempo de revisarlas. ¿Y los papás que no? Yo diría que las maestras, si las ven todo el día, por lo menos deberían avisar a los papás para que las espulguen. Y bueno, que finalmente fumiguen la arena esa, que yo creo que es un criadero... porque es increíble, de verdad".
¿Será entonces que en América Latina no hay pulgas porque no hay cajas de arena en los kínders? Ni idea. Pero cuando escucho estas cosas es cuando me pongo a pensar seriamente en el sobado concepto de "primer mundo".
Las rupturas: En mi oficina, trabajamos usualmente seis mujeres. Yo, C (de la productora) y N (la señora de la limpieza) no estamos aquí todo el tiempo. Pero entre esas seis mujeres conviven una divorciada vuelta a casar, una casada con sospechas de frígidez, una soltera que defiende su soltería por no deprimirse, otra casada y dos emparejadas. De entre las seis, cuatro han tenido graves desencuentros con sus respectivos maridos/galanes/peoresnada en los últimos meses. La suma entonces ahora es de dos separadas y una en estado de sufrimiento y furia permanente.
La última de la que me enteré fue de N. Hacía días que no la veía, que no teníamos tiempo de hablar. Es ecuatoriana, y me tiene especial cariño quizá por considerarme "hermana latinoamericana". La saludé hoy, le pregunté cómo estaba y me dijo que bueno, llevándolo adelante. Me sorprendió: estamos educados a no decir cuando estamos mal. Y me contó una pesadilla.
Resulta que se terminó el contrato de alquiler en el piso en el que vivía con su pareja, un hombre con el que ya había salido en Ecuador cuatro años y aquí tenían siete años juntos. Mientras conseguían una nueva casa, se fueron a uno de esos "departamentos comunitarios" en donde suelen vivir hasta diez personas. En el departamento había un grupo de bolivianas - "un montón de indias, de pueblo, unas que hasta parecen prostitutas", me dijo, en toda su incorrección política. Incorrección política que es parcialmente disculpada cuando cuenta que una de ellas, una chica con aparente gusto dudoso en el vestir, acabó liada con su pareja de 11 años. "Ya, lo eché de la casa. Los descubrí juntos en las fiestas del pueblo. Y luego hasta me levantó la mano cuando lo descubrí. Y eso no se puede: cuando te faltan una vez al respeto, te faltarán siempre".
Sus ojos se arrasaron de lágrimas. Me contó que sentía vértigo, porque habían estado a punto de firmar los papeles de una hipoteca juntos. Me narró cómo lo había sacado de su casa y cómo el hombre le había llorado, inconsolable, diciéndole que no podría hacer nada sin ella, que cómo quería que viviera así.
"Pero yo, señorita, me había mirado un día en el espejo y me había preguntado a mi yo interior: 'N, ¿quieres vivir así? ¿con un hombre como ese?'. Y me dí cuenta que no, señorita. Ese hombre ya no sirve... ¿Sabes qué es lo peor, señorita? Que a los dos días de que lo corrí de mi casa ya andaba por la calle principal del pueblo, de aquí, donde vivimos los dos, de la manita, dándose piquitos con la otra, todos borrachos. Ese hombre ya no sirve, señorita. Así que ni modo. Pero qué bueno que Dios me lo puso así, para verlo claramente".
Y sí, Dios se lo puso enfrente para que lo viera. Pero once años después. ¿Será un problema de burocracia? ¿o de negligencia?
Actualización: Me enteré, sí, de la oficialización del divorcio del señor Sarkozy. Pero, francamente, esas rupturas en la primera plana de los periódicos "serios" me dan un poquito de asco. Creo que N. les gana a él y a Cecilia.
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2 comentarios:
mmmm....tuve un deja vue!
me acuerdo de esas crònicas marcianas.... tambien las vivi y fui testigo de todo tipo de aventuras...lo que aprende uno viviendo fuera!!
primera vez en tu blog!
:-)
Muchas gracias por la visita! :D
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