En aquellos días, una pareja con grandes problemas caminaba por las calles de la ciudad. Envueltos por el trajín de los turistas, discutían la conveniencia de volver a estar juntos a pesar de los pesares. Se detuvieron en una avenida para esperar el cambio de luz.
- Es que te quiero - decía ella - pero es como si tuviera una pierna enferma que me duele mucho desde hace tiempo. Por fin decido que me hagan la curación pero es lenta y dolorosa. A mitad de la curación, me encuentro con dos opciones: cortarla de un tajo y dejar de sufrir o someterla a otro tratamiento que puede salir bien o mal, en casi igual proporción. Pero si sale mal toca cortarla después, haciendo más dolorosa la pérdida.
- Pues sí - replicó él. - Pero es tu pierna. Es parte de tí. Ha crecido contigo. Y aunque esté enferma la podrías llevar por ahí para darte soporte, aunque te quejes. Algo así como lo que le pasa a House. Que le duele muchísimo la pierna pero la lleva porque es suya.
- Claro. Pero para soportar el dolor, House se ha hecho adicto a la vicodina. Y va por la vida maldiciendo... ¿te parece alentador eso? ¿en serio?
- Pues no. La verdad es que no.
El semáforo se puso en verde y cruzaron la calle. No se tomaron de la mano. A ella se le sumieron un poco más los hombros y él bajó la cabeza. Podría ser a causa del viento frío que ya recorre la ciudad anunciando un invierno irremediable. Podría ser.
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