25.9.07

Antwerpen II




Sábado
Otra vez temprano, a vender libros, a perseguir gente. A platicar con Rob y con el chico irlandés de la mesa de enfrente. A pelearme con la inglesa. Pero sólo mediodía porque en el tarde hacían visitas a la ciudad. Me dan otra labor inesperada - una presentación - y decido terminarla antes de irme a caminar por la ciudad. Quedo con Gaby de vernos a las siete en la estación para ir a la cena.

Después de terminar, voy al hotel, dejo mis cosas y me recuesto quince minutos. Pasan de las cuatro de la tarde y los museos cierran a las cinco. Aún así, camino hasta el río para ver el Museo de la Fotografía y el de Arte Contemporáneo. Los encuentro cerrados a cal y canto. Camino por la orilla del río hasta que algo me dice que debería de entrar a las calles secundarias - de hecho me lo dicen unos edificios cubiertos de hiedra y unos niños que juegan con sus padres en la calle. Hace sol y un día maravilloso. Toda la ciudad está en el centro, cerca de los anticuarios y las tiendas. Tengo el gen japonés prendido y saco millones de fotos.

Me da hambre y me compro un yogurt y papas en un súper mercado. Encuentro a Gaby en un crucero media hora antes de nuestra cita. Llegamos al sitio donde será la cena - un centro para la integración de la inmigración en pleno barrio bravo de Amberes - también con media hora de adelanto. Pasamos, vemos una exposición sobre los idiomas (descubro que la onomatopeya del gallo también es kikiriki en holandés) y comenzamos a comer, sentaditas en una esquina de la exposición, acompañadas por Helga, la verdadera y única, jefa de logística del Congreso. Me tomé tres copas de vino y me emborraché. Me invitaron a bailar salsa y dije que sí. Caminamos más de 20 minutos y finalmente dimos con el sitio, un bar llamado "Cuba Linda", que olía a humedad. Estuve bailando con un holandés al que no le faltaban ganas, sino ritmo. Seguía la salsa con pasos que sólo podían corresponderse a un video epiléptico de los 80. Pero tenía buen ánimo.

Después empecé con las cervezas y a hablar con la gente de mi edad - ja - que estaba por ahí. Un vasco. Bebimos suficientes cervezas para que el vasco también bailara. No lo hizo tan mal, pero no lo pondríamos a concursar. Hicimos una última parada en un bar pijo. Acompañé a un chico serbio a fumarse un cigarro y de pronto se me acercó una chica. Me preguntó que si era mexicana. Le dije que sí. Me contó en un torrente que ella también, que se iba a casar con un belga, que estaba ahí con otra amiga mexicana que también se iba a casar con un belga y que tenían un tercer amigo belga sin novia mexicana, so... Me negué a sentarme con ellos y regresé a mi sitio junto al vasco a tomarme una última cerveza.

Ya hacía frío y yo no tenía una chaqueta. Mientras caminábamos al hotel, el vasco me prestó la suya. Se la dí en algún punto de la calle principal, donde nos separábamos. Me quedé con su tarjeta de presentación. Dormí como una bendita.

Domingo
Me desperté cruda y corriendo. Me bañé y bajé a desayunar-atragantarme. Cuando terminaba, llegó Gaby y me dijo que la entrada ese día era a las 10, no a las ocho. Horror. Terminé con calma, me lavé los dientes y me fui a empacar libros. A media mañana, llegó el gringo borracho con quien ya me había reconciliado a contarme que ahora tenía una novia mexicana. Me reí. La noche de salsa había tenido buenos resultados por lo menos para algunos. Rob y yo empacamos también toda la basura y, muy ordenados, la dejamos en un palet. Hasta que nos dijeron que tocaba que NOSOTROS sacaramos la basura. Unas 40 cajas de papel. Casi nos matamos en el proceso. Pero sobrevivimos.

Al terminar, corrí al centro donde me esperaba mi querida Kari, que había venido sólo por el día a visitarme. Tomamos cerveza de cereza en un bar lleno de imágenes religiosas. Me acompañó al hotel y me hizo el resumen de su vida en los últimos dos años mientras yo me bañaba y me arreglaba para la cena de clausura. Salimos juntas hacia la estación. Nos encontramos con el gringo feliz y la mexicana feliz en Amberes. Se me hace que hasta se casan. Yo dejé a Kari en su tren y me fui a buscar el tranvía. Ahí encontré a otro par de chicas que iban al mismo sitio - complicado, al parecer. Tomamos un taxi hasta la cena.

Cené bien. Bailé un montón, con todas las vacas sagradas del urbanismo. Me dijeron que me veía espectacular. E incluso les creí. Ofrecieron ir a bailar otra vez. El vasco no había aparecido. Yo no tenía mejor plan. Nos fuimos. La noche terminó a las tres y media de la mañana, con menos cervezas, un par de mojitos y una rosa roja. Dormí al final.

Lunes
Me levanté "tarde" - a las nueve. Hice maleta, tiré doscientos kilos de papel de congreso y recibí un mensaje del serbio que me invitaba a tomar un café. Y justo después otro de mi jefa que me "invitaba" a comer para hacer cuentas de los libros. Me tomé el café con el serbio y una sopa thai de salmón con mi jefa. Me contó los dimes y diretes. Le ayudé a hacer las últimas gestiones en el centro de congreso. La dejé en su hotel entre una lluviecita. Me tomé otro café con el serbio. No compré chocolates. Subí al autobús del aeropuerto. Documenté. Caminé el inmenso aeropuerto. Compré chocolates, menos frescos y más caros. Subí al avión con hambre. Llegué a Barcelona. Con todo y maletas. Tomé un taxi. Era la Mercé. Pero yo no quería regresar. Supongo que con todo, sabía que la realidad me seguía esperando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

I can't read spanish,but my name is mentioned?
I hope it is not ugly.R

AC Uribe dijo...

Rob... of course it's not ugly. :P Thanks for paying the visit, though.