28.12.04
27.12.04
Flash informativo: ¡la nieve es la onda!
Venimos a pasar las Navidades con una hermosa familia postiza mexicana que nos adoptó en Madrid. Son amigos de mis papás y nos recibieron como si fuéramos sus hijos. El Duque está un poco preocupado porque dice que empieza a temer que seamos el menú de Nochevieja, ya que Marielena está empeñada en que comamos TODO lo que hay en su casa.
Al enterarse que yo nunca había visto nevar, hoy nos llevaron al Palacio del Escorial, como a unos 50 kilómetros de Madrid. Enrique al volante, el Duque a su lado; atrás, MaE., la hermosa Lili - que estudió filología eslava :O - y este pequeño ser, vestido de verde, erizado de frío, húmedo de lluvia y muerto de la emoción. La conclusión es bastante simple: ¡la nieve es la onda!
El primer copo que cayó sobre mis manos era una estrella perfecta. Yo gritaba en medio del patio de la iglesia del Monasterio del Escorial: "¡son como en las películas, son como en las películas!", mientras todos mis acompañantes me veían con una mezcla de serena lástima y emoción infantil. Fuera de las paredes del monasterio, el frío pelaba. A pesar de todas las protecciones, golpeaba contra la cara un viento heladísimo. Pero bonito. Me dolían de pronto los dedos de las manos y de los pies pero, como no quería que me subieran al carro, no dije nada. Caminamos un rato más y después regresamos al auto. Íbamos hacia la sierra - ¡más nieve, más nieve! -, pero a falta de cadenas regresamos a Madrid. De camino, vimos un castillo en Manzanares y ahí los copos eran mucho más grandes.
Cuando finalmente regresamos al piso - yo con mi usual mareo de carretera - moríamos de hambre. Comimos, platicamos un rato, y la querida Pau salió a buscar a su príncipe verde. Escasos diez minutos después de que había cerrado la puerta, me llamó: "Salgan a la terraza, que está nevando aquí mismo".
Nota al margen: durante el invierno, MaE usa la terraza como una segunda nevera. Hace tanto frío, que si dejas un cuenco con agua, se congela.
Y vaya. Tanto caminar para que nos llevaran la nieve a casa. Yo, francamente feliz. Nunca, pero nunca, había experimientado una verdadera blanca Navidad.
Hum... cierto... este blog les desea ¡Muy feliz Navidad! - tarde, pero seguro ;)
Al enterarse que yo nunca había visto nevar, hoy nos llevaron al Palacio del Escorial, como a unos 50 kilómetros de Madrid. Enrique al volante, el Duque a su lado; atrás, MaE., la hermosa Lili - que estudió filología eslava :O - y este pequeño ser, vestido de verde, erizado de frío, húmedo de lluvia y muerto de la emoción. La conclusión es bastante simple: ¡la nieve es la onda!
El primer copo que cayó sobre mis manos era una estrella perfecta. Yo gritaba en medio del patio de la iglesia del Monasterio del Escorial: "¡son como en las películas, son como en las películas!", mientras todos mis acompañantes me veían con una mezcla de serena lástima y emoción infantil. Fuera de las paredes del monasterio, el frío pelaba. A pesar de todas las protecciones, golpeaba contra la cara un viento heladísimo. Pero bonito. Me dolían de pronto los dedos de las manos y de los pies pero, como no quería que me subieran al carro, no dije nada. Caminamos un rato más y después regresamos al auto. Íbamos hacia la sierra - ¡más nieve, más nieve! -, pero a falta de cadenas regresamos a Madrid. De camino, vimos un castillo en Manzanares y ahí los copos eran mucho más grandes.
Cuando finalmente regresamos al piso - yo con mi usual mareo de carretera - moríamos de hambre. Comimos, platicamos un rato, y la querida Pau salió a buscar a su príncipe verde. Escasos diez minutos después de que había cerrado la puerta, me llamó: "Salgan a la terraza, que está nevando aquí mismo".
Nota al margen: durante el invierno, MaE usa la terraza como una segunda nevera. Hace tanto frío, que si dejas un cuenco con agua, se congela.
Y vaya. Tanto caminar para que nos llevaran la nieve a casa. Yo, francamente feliz. Nunca, pero nunca, había experimientado una verdadera blanca Navidad.
Hum... cierto... este blog les desea ¡Muy feliz Navidad! - tarde, pero seguro ;)
18.12.04
Ir y regresar - NYC - La llegada
Hace casi una semana que no me puedo sentir tranquila como para escribir. Hace exactamente ocho días estaba en Nueva York tomando un avión de regreso a Barcelona, pensando en lo que me depara el destino - ah, la cursilez - los próximos meses.
Después de un larguísimo proceso de contratación, el jueves de la semana pasada me levanté como siempre a las siete de la mañana, me vestí, me arreglé y tomé mi mochila para salir de casa. Mi mochila y también un portatrajes con mi único traje sastre en Barcelona. Caminé hacia la estación Arc de Triomf también como todos los días, pero en lugar de tomar un metro hacia Rocafort - como si mi destino fuera la escuela -, tomé un tren de cercanías hacia el aeropuerto.
La verdad, tenía miedo. Hace tiempo que pone en demasiada tensión ir hacia Estados Unidos, por el asunto de la seguridad. Llegué con mucho tiempo de sobra y, por supuesto, me volvió a sorprender el aeropuerto de El Prat: solo, con algunas personas por aquí y otras por allá. Nada que ver con el caos continuo del Benito Juárez.
Mi primer conflicto fue en el mostrador de Delta Airlines. La chica me miró, vio mi "equipaje" y dijo: "¿Esto es todo?" Sí. "¿No va a documentar nada?" "No" "¿No documentó antes nada?" "No, señorita, regreso en dos días, no necesito más nada" "¿Está segura?" Yo ya comenzaba a molestarme, la verdad. Entonces llegó el caos. Enfrente de mí, pidió a una de sus compañeras que revisara cuál era mi fecha de regreso, para ver si me daban mi pase de abordar. Demasiado sospechoso que yo viajar sin equipaje. Madre santa.
Finalmente subí a un avión medio vacío en el cual lloró un bebé durante las casi 14 horas de vuelo - incluida una parada eterna en Madrid. Descubrí que Delta cobra a 4 dólares por cada cerveza/vino/licor que el pasajero se quiera tomar. Yo, con una gripe espantosa - ah, los nervios - preferí tomar cualquier cantidad de calorías y vitamina C convertidos en jugo de cranberry con manzana.
Una vez en Nueva York, todo corrió sin problemas. Bajé del avión, como no esperé equipaje pasé migración sin problemas ni filas y estuve lista para que me dieran el primer taxi esperando en la terminal 3. El taxista, un afroamericano llamado Mark Thomas, me pidió dos veces la dirección. Casi muero. Mientras comenzábamos a circular hacia Manhattan, yo no podía dejar de pensar: "¿De verdad será tan malo mi inglés? ¿Y si no me entienden nada en la entrevista? ¿Y si yo no entiendo nada?" El mismo Mark me sacó de mi ensoñación preguntándome de dónde era. No me creyó que era mexicana. "Es que no te pareces a los mexicanos que trabajan acá", me dijo en su inglés con fortísimo acento. Comenzamos a hablar. Me contó que es ingeniero especialista en sistemas, pero que se hartó de trabajar para una gran corporación y decidió convertirse en su propio jefe. El próximo paso era encontrar de nuevo un trabajo de computadoras, pero en lugar lejos de la caótica Nueva York.
En ese momento miré a través de la ventana: claro. El caos de regreso. Eso que me había abandonado desde que salí desde la Ciudad de México. Los atascos, la gente con cara de fuchi por el tráfico, los taxistas que – como Mark – hacen las cosas más inverosímiles para llegar antes que los demás. Sentí una extraña especie de nostalgia. Supongo que era nostalgia sobre todo porque no tenía prisa para llegar a ningún sitio y alguien me conducía.
Hablé con Mark sobre la entrevista. Sin pensarlo dos veces me dijo que no tendría problema. Que mi inglés era magnífico – “de verdad”, insistía, “hablas mejor que gente que ha pasado toda su vida aquí” -, que tenía un trato agradable con la gente y, simplemente, que estaba escrito en alguna estrella que la ciudad sería mía.
No sé qué fue. Quizá su voz entre bromista y seria, el hecho de que dijera las cosas con tanta seguridad, su enorme y blanquísima sonrisa. El resultado final fue que cuando me bajé del taxi, ya no estaba nerviosa, ni cansada, ni harta. Estaba dispuesta a comerme la ciudad – por mucho que esto suene a cliché.
Me registré en un hotel en la esquina de Lexington y la 57. Después tomé conciencia de que estaba casi en el centro de la acción. Subí las cosas a mi pequeñísima habitación sin baño – era compartido, very europeanish -, me armé con mis guantes y mi bufanda y salí a la calle. En la recepción pedí un mapa y lo estudié dos segundos. Con esa valentía que me caracteriza cuando no tengo ni idea remota a lo que me enfrento, me largué a la calle. Y caminé, y caminé, y caminé bajo la lluviecita. Unas cuatro cuadras adelante me dí cuenta que estaba andando exactamente en sentido contrario a donde yo quería – la Quinta Avenida – y me dirigía irremisiblemente hacia la Primera, donde el otro día tendría que buscar (como si pudiera perderse) el edificio de la ONU.
Media vuelta. Caminar bajo la lluvia puede resultar tan raro. De pronto, al cruzar Madison, comencé a encontrarme con estas tiendas de las películas, con el edificio de Sony y de IBM, con el NikeTown (el recuerdo de Benjamín y de Jorge ahí, todo el tiempo). Me mojaba pero no tenía frío. Simplemente estaba asombrada. Llegué a la esquina de la 57 y la Quinta. Quería caminar hacia Central Park a pesar de que ya era noche cerrada, pero ahora sí pregunté. Me dio un miedo… nunca he sabido porqué me da tanto miedo preguntar direcciones, pero en fin. Una mujer mayor, muy amable, me dijo que era cuestión de caminar un par de cuadras y que inmediatamente vería el Hotel Plaza y la FAO Schwartz. Madre mía. La FAO Schwartz. LA JUGUETERÍA. ¡Y yo que soy una adicta a los juguetes! En fin. Seguí caminando a pesar de que sabía el peligro que me acechaba (jejeje)
Visitar la FS fue quizá una de las experiencias más bizarras de mi vida. Nunca me imaginé que hubiera un lugar un zoológico de animales de peluche a tamaño natural, o un Ferrari verdadero a escala, o Barbies que cuestan el equivalente a un vestido de diseñador, o un falso cunero en donde las niñas ricas de visita en la tienda “adoptan” al muñeco que se parece más a ellas. La experiencia es, francamente, surrealista. En la parte alta hay un ala especialmente linda, donde se encuentra un anticuario de juguetes. Alrededor, se venden réplicas no tan obscenamente caras de juguetes que hicieron época – la primera edición del Twister, un Slinky… Esas cosas que atacan a los consumistas.
Salí de ahí con menos lluvia y comencé a caminar la Quinta Avenida. Simplemente, era imposible dejar de ver los aparadores, las luces de Navidad y la gente que compraba, y compraba, y compraba. Para esa noche, me había impuesto dos metas: comprar un encargo en una tienda de ropa y otro en el Toys R Us de Times Square. De la primera tienda de ropa me mandaron a una segunda, a cuatro cuadras.
La lluvia arreció. Yo corrí. Me mojé. Llegué a la tienda sacudiéndome el agua. Justo estaba tomando aire cuando un chico se me acercó: me regaló una bolsita con galletas y una botella de agua. En ese momento caí en la cuenta de que debería de tener hambre. Y harto sueño. Pero seguía devorada por la ciudad.
No encontré lo que buscaba en la tienda y salí por la parte de abajo, que daba como hacia un centro comercial. Comencé a caminar hacia un guardia que me miraba extrañado. De pronto, me di cuenta que me había metido al edificio de la Associated Press. El guardia estaba a punto de salir cuando di media vuelta. Regresé sobre mis pasos. Otro pasillo me llevó a una cafetería donde un montón de gente hablaba esperando mesas. A través de una pared de cristal, podía verse una pequeña pista de patinaje sobre hielo, pista que me parecía demasiado familiar. Y sí, estaba en el “Promenade” de Rockefeller Center.
Lo que más me impresionó es que es mucho más pequeño de lo que me lo había imaginado. Hay que hacerle justicia al árbol que es bellísimo y enorme, pero que se empequeñece entre los enormes rascacielos. Mientras cavilaba, enfrente de mí, los muros de una tienda departamental se encendieron con miles de luces que bailaban al ritmo de la música: ah, los espectáculos navideños. Todo sea por comprar más.
Seguí caminando hacia lo que yo esperaba que fuera Times Square. Me topé con el Radio City Music Hall y cientos de familias haciendo fila para entrar a ver a las Rockettes. Ilusionados. Y yo perdida de los ojos, viéndolos incesantemente a todos. Calle a calle me sentía como más iluminada. Sinceramente creí que había pasado simpelemente a un camino con más luz, pero no estaba del todo correcta. Al doblar la vereda, lo encontré: la meca de la publicidad y desperdicio de luz eléctrica, Times Square.
Creo que la mejor definición que puedo dar a la sensación de estar ahí, parada entre marquesinas, espectaculares y pantallas con titulares de noticias, sale de la película “Buscando a Nemo”. En algún momento, Martín y Dory se encuentran con un pez horrible de las profundidades, que tiene una luz para atraer a su presa. La línea entonces sería: “Laaaa luuuuuzzz… es tan… bonita… me siento tan… feliz”. Es así. Avasallador. Hermoso. Que devora.
Y en medio de toda esa luz, está la otra gran juguetería – Rafa, todo el tiempo pensé en ti. Toys R Us es el sueño del más pintado con una rueda de la fortuna enorme dentro de la tienda. Hay todos los juguetes que un niño pueda desear –un niño mucho más clase media que los que van a FSchwartz. Sentí mucho no estar con mis hermanos para mostrárselos.
Sin darme cuenta, pasé literalmente horas en la juguetería. Cuando salí, cerca de las diez de la noche, no había nada más abierto. A caminar de regreso… unas 25 cuadras aproximadamente. Pero bueno, yo creía que no había nada abierto. De nuevo por la quinta, la Catedral de San Patricio sí recibía visitas. Y en ese momento alguien – sí, Ese Alguien – me recordó que yo tenía una entrevista al otro día. Caramba. Se me había olvidado. Entré, pedí mis encargos y también claridad mental. Porque la ciudad me estaba acabando la poquita que me había dejado el jet lag.
Seguí hacia el hotel. A dos puertas de llegar, calada de frío, me metí en un Starbucks por un chocolate caliente y una galleta de avena. Ya en la cama, mientras escuchaba la televisión, cené. Me reproché no haber tenido una cámara fotográfica. No podía dejar de pensar cómo sería la entrevista del otro día. Finalmente, me obligué a dormirme. Fue una bendición tanta caminata, porque me ayudó a quedarme como bebé.
Después de un larguísimo proceso de contratación, el jueves de la semana pasada me levanté como siempre a las siete de la mañana, me vestí, me arreglé y tomé mi mochila para salir de casa. Mi mochila y también un portatrajes con mi único traje sastre en Barcelona. Caminé hacia la estación Arc de Triomf también como todos los días, pero en lugar de tomar un metro hacia Rocafort - como si mi destino fuera la escuela -, tomé un tren de cercanías hacia el aeropuerto.
La verdad, tenía miedo. Hace tiempo que pone en demasiada tensión ir hacia Estados Unidos, por el asunto de la seguridad. Llegué con mucho tiempo de sobra y, por supuesto, me volvió a sorprender el aeropuerto de El Prat: solo, con algunas personas por aquí y otras por allá. Nada que ver con el caos continuo del Benito Juárez.
Mi primer conflicto fue en el mostrador de Delta Airlines. La chica me miró, vio mi "equipaje" y dijo: "¿Esto es todo?" Sí. "¿No va a documentar nada?" "No" "¿No documentó antes nada?" "No, señorita, regreso en dos días, no necesito más nada" "¿Está segura?" Yo ya comenzaba a molestarme, la verdad. Entonces llegó el caos. Enfrente de mí, pidió a una de sus compañeras que revisara cuál era mi fecha de regreso, para ver si me daban mi pase de abordar. Demasiado sospechoso que yo viajar sin equipaje. Madre santa.
Finalmente subí a un avión medio vacío en el cual lloró un bebé durante las casi 14 horas de vuelo - incluida una parada eterna en Madrid. Descubrí que Delta cobra a 4 dólares por cada cerveza/vino/licor que el pasajero se quiera tomar. Yo, con una gripe espantosa - ah, los nervios - preferí tomar cualquier cantidad de calorías y vitamina C convertidos en jugo de cranberry con manzana.
Una vez en Nueva York, todo corrió sin problemas. Bajé del avión, como no esperé equipaje pasé migración sin problemas ni filas y estuve lista para que me dieran el primer taxi esperando en la terminal 3. El taxista, un afroamericano llamado Mark Thomas, me pidió dos veces la dirección. Casi muero. Mientras comenzábamos a circular hacia Manhattan, yo no podía dejar de pensar: "¿De verdad será tan malo mi inglés? ¿Y si no me entienden nada en la entrevista? ¿Y si yo no entiendo nada?" El mismo Mark me sacó de mi ensoñación preguntándome de dónde era. No me creyó que era mexicana. "Es que no te pareces a los mexicanos que trabajan acá", me dijo en su inglés con fortísimo acento. Comenzamos a hablar. Me contó que es ingeniero especialista en sistemas, pero que se hartó de trabajar para una gran corporación y decidió convertirse en su propio jefe. El próximo paso era encontrar de nuevo un trabajo de computadoras, pero en lugar lejos de la caótica Nueva York.
En ese momento miré a través de la ventana: claro. El caos de regreso. Eso que me había abandonado desde que salí desde la Ciudad de México. Los atascos, la gente con cara de fuchi por el tráfico, los taxistas que – como Mark – hacen las cosas más inverosímiles para llegar antes que los demás. Sentí una extraña especie de nostalgia. Supongo que era nostalgia sobre todo porque no tenía prisa para llegar a ningún sitio y alguien me conducía.
Hablé con Mark sobre la entrevista. Sin pensarlo dos veces me dijo que no tendría problema. Que mi inglés era magnífico – “de verdad”, insistía, “hablas mejor que gente que ha pasado toda su vida aquí” -, que tenía un trato agradable con la gente y, simplemente, que estaba escrito en alguna estrella que la ciudad sería mía.
No sé qué fue. Quizá su voz entre bromista y seria, el hecho de que dijera las cosas con tanta seguridad, su enorme y blanquísima sonrisa. El resultado final fue que cuando me bajé del taxi, ya no estaba nerviosa, ni cansada, ni harta. Estaba dispuesta a comerme la ciudad – por mucho que esto suene a cliché.
Me registré en un hotel en la esquina de Lexington y la 57. Después tomé conciencia de que estaba casi en el centro de la acción. Subí las cosas a mi pequeñísima habitación sin baño – era compartido, very europeanish -, me armé con mis guantes y mi bufanda y salí a la calle. En la recepción pedí un mapa y lo estudié dos segundos. Con esa valentía que me caracteriza cuando no tengo ni idea remota a lo que me enfrento, me largué a la calle. Y caminé, y caminé, y caminé bajo la lluviecita. Unas cuatro cuadras adelante me dí cuenta que estaba andando exactamente en sentido contrario a donde yo quería – la Quinta Avenida – y me dirigía irremisiblemente hacia la Primera, donde el otro día tendría que buscar (como si pudiera perderse) el edificio de la ONU.
Media vuelta. Caminar bajo la lluvia puede resultar tan raro. De pronto, al cruzar Madison, comencé a encontrarme con estas tiendas de las películas, con el edificio de Sony y de IBM, con el NikeTown (el recuerdo de Benjamín y de Jorge ahí, todo el tiempo). Me mojaba pero no tenía frío. Simplemente estaba asombrada. Llegué a la esquina de la 57 y la Quinta. Quería caminar hacia Central Park a pesar de que ya era noche cerrada, pero ahora sí pregunté. Me dio un miedo… nunca he sabido porqué me da tanto miedo preguntar direcciones, pero en fin. Una mujer mayor, muy amable, me dijo que era cuestión de caminar un par de cuadras y que inmediatamente vería el Hotel Plaza y la FAO Schwartz. Madre mía. La FAO Schwartz. LA JUGUETERÍA. ¡Y yo que soy una adicta a los juguetes! En fin. Seguí caminando a pesar de que sabía el peligro que me acechaba (jejeje)
Visitar la FS fue quizá una de las experiencias más bizarras de mi vida. Nunca me imaginé que hubiera un lugar un zoológico de animales de peluche a tamaño natural, o un Ferrari verdadero a escala, o Barbies que cuestan el equivalente a un vestido de diseñador, o un falso cunero en donde las niñas ricas de visita en la tienda “adoptan” al muñeco que se parece más a ellas. La experiencia es, francamente, surrealista. En la parte alta hay un ala especialmente linda, donde se encuentra un anticuario de juguetes. Alrededor, se venden réplicas no tan obscenamente caras de juguetes que hicieron época – la primera edición del Twister, un Slinky… Esas cosas que atacan a los consumistas.
Salí de ahí con menos lluvia y comencé a caminar la Quinta Avenida. Simplemente, era imposible dejar de ver los aparadores, las luces de Navidad y la gente que compraba, y compraba, y compraba. Para esa noche, me había impuesto dos metas: comprar un encargo en una tienda de ropa y otro en el Toys R Us de Times Square. De la primera tienda de ropa me mandaron a una segunda, a cuatro cuadras.
La lluvia arreció. Yo corrí. Me mojé. Llegué a la tienda sacudiéndome el agua. Justo estaba tomando aire cuando un chico se me acercó: me regaló una bolsita con galletas y una botella de agua. En ese momento caí en la cuenta de que debería de tener hambre. Y harto sueño. Pero seguía devorada por la ciudad.
No encontré lo que buscaba en la tienda y salí por la parte de abajo, que daba como hacia un centro comercial. Comencé a caminar hacia un guardia que me miraba extrañado. De pronto, me di cuenta que me había metido al edificio de la Associated Press. El guardia estaba a punto de salir cuando di media vuelta. Regresé sobre mis pasos. Otro pasillo me llevó a una cafetería donde un montón de gente hablaba esperando mesas. A través de una pared de cristal, podía verse una pequeña pista de patinaje sobre hielo, pista que me parecía demasiado familiar. Y sí, estaba en el “Promenade” de Rockefeller Center.
Lo que más me impresionó es que es mucho más pequeño de lo que me lo había imaginado. Hay que hacerle justicia al árbol que es bellísimo y enorme, pero que se empequeñece entre los enormes rascacielos. Mientras cavilaba, enfrente de mí, los muros de una tienda departamental se encendieron con miles de luces que bailaban al ritmo de la música: ah, los espectáculos navideños. Todo sea por comprar más.
Seguí caminando hacia lo que yo esperaba que fuera Times Square. Me topé con el Radio City Music Hall y cientos de familias haciendo fila para entrar a ver a las Rockettes. Ilusionados. Y yo perdida de los ojos, viéndolos incesantemente a todos. Calle a calle me sentía como más iluminada. Sinceramente creí que había pasado simpelemente a un camino con más luz, pero no estaba del todo correcta. Al doblar la vereda, lo encontré: la meca de la publicidad y desperdicio de luz eléctrica, Times Square.
Creo que la mejor definición que puedo dar a la sensación de estar ahí, parada entre marquesinas, espectaculares y pantallas con titulares de noticias, sale de la película “Buscando a Nemo”. En algún momento, Martín y Dory se encuentran con un pez horrible de las profundidades, que tiene una luz para atraer a su presa. La línea entonces sería: “Laaaa luuuuuzzz… es tan… bonita… me siento tan… feliz”. Es así. Avasallador. Hermoso. Que devora.
Y en medio de toda esa luz, está la otra gran juguetería – Rafa, todo el tiempo pensé en ti. Toys R Us es el sueño del más pintado con una rueda de la fortuna enorme dentro de la tienda. Hay todos los juguetes que un niño pueda desear –un niño mucho más clase media que los que van a FSchwartz. Sentí mucho no estar con mis hermanos para mostrárselos.
Sin darme cuenta, pasé literalmente horas en la juguetería. Cuando salí, cerca de las diez de la noche, no había nada más abierto. A caminar de regreso… unas 25 cuadras aproximadamente. Pero bueno, yo creía que no había nada abierto. De nuevo por la quinta, la Catedral de San Patricio sí recibía visitas. Y en ese momento alguien – sí, Ese Alguien – me recordó que yo tenía una entrevista al otro día. Caramba. Se me había olvidado. Entré, pedí mis encargos y también claridad mental. Porque la ciudad me estaba acabando la poquita que me había dejado el jet lag.
Seguí hacia el hotel. A dos puertas de llegar, calada de frío, me metí en un Starbucks por un chocolate caliente y una galleta de avena. Ya en la cama, mientras escuchaba la televisión, cené. Me reproché no haber tenido una cámara fotográfica. No podía dejar de pensar cómo sería la entrevista del otro día. Finalmente, me obligué a dormirme. Fue una bendición tanta caminata, porque me ayudó a quedarme como bebé.
3.12.04
Confesional
Una amiga acaba de toparse con Saramago y no supo que más hacer más que ponerle sendos besos en ambas mejillas. Me parece una costumbre sabia y deliciosa. Yo también tengo hábito y adoro mi colección de besos.
Amo los besos que me daba mi papá cuando llegaba del trabajo. Podíamos no habernos visto en todo el día, pero recuerdo perfectamente bien la sensación de sus labios fríos y sus bigotes que picaban sobre mis mejillas en medio de la noche. Era como el permiso definitivo para irme a dormir.
Amo los besos que me dan los niños pequeños. Los que están llenos de dulce o de lodo me saben todavía mejor. Y me encanta cuando me abrazan y me ensucian mi ropa de adulto... no se lo imaginan, pero con esos besos y esos abrazos me dan permiso de volver a ser niña y que no importen esas cosas como las quincenas o los zapatos de diseñador.
Amo todos y cada uno de los besos que dí. A hombres más altos que yo, a hombres más bajitos
que yo. Los que le dí a los teléfonos, a las distancias, a la cercanía.
Amo los besos de despedida. Los que son definitivos y los que marcan un hasta luego.
Amo despertarme con la gana de besar al hombre que hoy duerme a mi lado. Amo que me bese cuando he salido de bañar y me estoy desenredando el cabello a la orilla de la cama. Amo los besos al cocinar. Y al dormirme. Y en el metro. Y en las calles frías y húmedas de Barcelona. Amo los besos que son míos.
En cuanto a los escritores, yo me les planté enfrente a dos:
- A Jaime Sabines. Fue su última visita a Guadalajara. Ya estaba muy enfermo, muy poco lúcido, pero era un hombre lleno, lleno de Dios, de sensualidad, de placer, de amor. Me acerqué, le pedí que firmara algunos libros que había mandado un amigo. Ese amigo hoy guarda unos libros que dicen: "Para B., por petición especial de Ana". Yo no tenía libros suyos, más que uno que me había prestado Juan - un amigo querido. Saqué el libro y le pedí que lo firmara, a pesar de que sabía que no podía reponérselo a Juan en ese momento. "¿Puedo besarlo?" - le dije. Me miró con sus inmensos ojos de agua y me dijo: "sólo si me dejas besarte a ti después".
- A Quino. Yo no le dije nada. Me moría de la emoción y me quedé muda. Creo que se me quebró la voz cuando lo ví ahí, parado indefenso, tan parecido a Miguelito, tan hermoso, y le dije: "Con Mafalda, aprendí a amar los libros". Se acercó y me abrazó. Me plantó sendos besos en dolby. Verdaderamente, ese día creí que nunca me iba a lavar más la cara.
Amo los besos que me daba mi papá cuando llegaba del trabajo. Podíamos no habernos visto en todo el día, pero recuerdo perfectamente bien la sensación de sus labios fríos y sus bigotes que picaban sobre mis mejillas en medio de la noche. Era como el permiso definitivo para irme a dormir.
Amo los besos que me dan los niños pequeños. Los que están llenos de dulce o de lodo me saben todavía mejor. Y me encanta cuando me abrazan y me ensucian mi ropa de adulto... no se lo imaginan, pero con esos besos y esos abrazos me dan permiso de volver a ser niña y que no importen esas cosas como las quincenas o los zapatos de diseñador.
Amo todos y cada uno de los besos que dí. A hombres más altos que yo, a hombres más bajitos
que yo. Los que le dí a los teléfonos, a las distancias, a la cercanía.
Amo los besos de despedida. Los que son definitivos y los que marcan un hasta luego.
Amo despertarme con la gana de besar al hombre que hoy duerme a mi lado. Amo que me bese cuando he salido de bañar y me estoy desenredando el cabello a la orilla de la cama. Amo los besos al cocinar. Y al dormirme. Y en el metro. Y en las calles frías y húmedas de Barcelona. Amo los besos que son míos.
En cuanto a los escritores, yo me les planté enfrente a dos:
- A Jaime Sabines. Fue su última visita a Guadalajara. Ya estaba muy enfermo, muy poco lúcido, pero era un hombre lleno, lleno de Dios, de sensualidad, de placer, de amor. Me acerqué, le pedí que firmara algunos libros que había mandado un amigo. Ese amigo hoy guarda unos libros que dicen: "Para B., por petición especial de Ana". Yo no tenía libros suyos, más que uno que me había prestado Juan - un amigo querido. Saqué el libro y le pedí que lo firmara, a pesar de que sabía que no podía reponérselo a Juan en ese momento. "¿Puedo besarlo?" - le dije. Me miró con sus inmensos ojos de agua y me dijo: "sólo si me dejas besarte a ti después".
- A Quino. Yo no le dije nada. Me moría de la emoción y me quedé muda. Creo que se me quebró la voz cuando lo ví ahí, parado indefenso, tan parecido a Miguelito, tan hermoso, y le dije: "Con Mafalda, aprendí a amar los libros". Se acercó y me abrazó. Me plantó sendos besos en dolby. Verdaderamente, ese día creí que nunca me iba a lavar más la cara.
29.11.04
La semana que termina
- No he podido dormir bien. Algo constante sucede en mi cabeza. Me gustaría dormir muchísimo, y descansar igual.
- El sábado se encendieron las luces de Navidad en Barcelona. Como vivo en el Centro de la Ciudad, me toca verlas todas. Me gusta sentir la calidez de la luz, aunque cada vez se sienta más el aire frío de la noche. Cuando veo las pequeñas bombillas de colores, me siento en casa. Y extraño los fines de semana de mi niñez cuando disfrutaba viéndolas en las calles de Guadalajara. La nostalgia, en fin.
- Hoy fuí a misa y me divertí horrores con el señor cura que montó su página de Internet para explicar lo que él cree en medio de la turbulencia entre el estado y la Iglesia española. Había muchos calentadores de gas. En dos semanas hay un concierto de Haendel en el recinto gótico.
- No me gusta el pulpo. Hace años me intoxiqué y le tengo miedo. Hoy comí pulpos a la gallega. Y, hasta eso, estaban buenos. Pero eran mejores los profiteroles con chocolate.
- La Fundación Miró tiene pocas obras del mismo. Pero aún así es bellísima. Cuando era niña, muy niña - algo así como de dos o tres años - yo dibujaba figuras particulares: cuadrados con ojos, boca, manos y pies. Mi mamá los guardaba diciendo que eran "mis Picassos". Todavía los guarda. Y hoy descubrí que estábamos correctas en el momento histórico, pero no en el español que los pintaba: no eran Picassos... eran Mirós. Y me acordé tanto de mi madre.
- Ayer cenamos con mis compañeros de clase. Yo acabé metida en la cocina. Después fuimos a una fiesta orientaloza. Muy caros los tragos, demasiada gente... pero me reí.
- Compré unos zapatos rojos como los de Dorothy. And no, Toto, we're no longer in Kansas.
- El martes iba caminando por la Plaza del Ángel y pasé frente a una tienda de ropa para jóvenes. Ya habían cerrado pero se escuchaba la música hasta afuera. Las chicas bailaban a brincos por toda la tienda, descalzas, mientras limpiaban el lugar. Por un momento, me hubiera gustado estar adentro.
- Esta semana me dieron capacitación para mi proyecto de trabajo. Yo expliqué en mi entrevista de trabajo que entendía algo de francés. La capacitación fue en francés. ¡Vaya con el curso intensivo!
12.11.04
Sorpresa, sorpresa
Abro mi correo electrónico y descubro que sí, que también me llama el otro lado del mundo. ¿Qué hacer? ¿A dónde ir? Me tiemblan las piernas. La perspectiva es rara, interesante, pero me da miedo... ¿Qué será lo mejor?
Afortunadamente, antes de venir Adriana me regaló una pluma para tomar decisiones. Creo que esta noche tendré que utilizarla por primera vez.
Afortunadamente, antes de venir Adriana me regaló una pluma para tomar decisiones. Creo que esta noche tendré que utilizarla por primera vez.
6.11.04
Viernes 5 - Mercados, azafatas y antros gay
Vino Juan Carlos, compañero de clase de la universidad del Duque. Como él tenía clase hasta tarde, JC y yo nos fuimos a caminar por el Centro de la ciudad en lo que se liberaba. "Esta ciudad me da buena suerte", me dijo mientras caminábamos distraídos por La Rambla. "Aquí llegué por primera vez a Europa en el 2000 y desde entonces he venido cada año".
Ahora vive en Bavaria, trabajando para la industria automotriz. Toda la tarde estuvo haciéndome bromas cuando pasaba un grupo de morenos africanos. "Mira, mis primos". Lo peor es que yo caí una y otra vez, muerta de risa. A diferencia de Bavaria, donde él es raro, único y seguido por todas las chicas, en Barcelona nadie lo pela.
Caminábamos por el "peligroso" Raval cuando decidimos dar una vuelta inesperada y nos encontramos ante un montón de chicas, vestidas y maquilladas con excepcional fuerza. "Ah, las azafatas", dijo Juan Carlos. No puedo evitarlo, las zonas rojas me causan una mezcla chistosa de curiosidad y horror, sobre todo cuando no me siento segura aún. ¿Lo que más recuerdo? Dos viejos, ya entrados en años, la imagen prototípica del viejito simpático español, que regateaban en voz altísima con chicas que difícilmente habían cumplido los 18 años.
Unas cuadras después, el Mercado de la Boquería. Mientras JC hacía fotografías como turista japonés, yo hacía berrinche porque no podía quedarme con todos los olores del mercado. Escondido, pero encontré de todo: había hasta chiles habaneros. ¿Lo que más felices nos hizo? Un par de preciosos aguacates y otros tantos limones (conocidos aquí como limas). Lo único que me faltó - berrinche y antojo absurdo, pero bueno - fue un botellín de Salsa Valentina para comerme unas carísimas papitas. Pero en fin.
En el Centro del Mercado, está la sección de pescados y mariscos. Hay langostas de hasta 35 centímetros de largo... ¡y están vivas! Venta de crustáceos vivos... eso puede ser divertido.
Después de encontrarnos con el Duque, fuimos a un bar de chupitos (hecho para ponerse estúpido con poco dinero y buen licor). Alrededor de las 12.45 salimos a buscar un antro para bailar. Nos atrapó un cazador de grupos que nos llevó a un sitio gay en sus primeras horas de operación. Yo, divertidísima, bailé hasta las 4.30 de la mañana. Caminamos a casa y llegamos a las frescas cinco, cansados, apestando a cigarro pero agradeciendo la tranquilidad de la noche catalana.
Ahora vive en Bavaria, trabajando para la industria automotriz. Toda la tarde estuvo haciéndome bromas cuando pasaba un grupo de morenos africanos. "Mira, mis primos". Lo peor es que yo caí una y otra vez, muerta de risa. A diferencia de Bavaria, donde él es raro, único y seguido por todas las chicas, en Barcelona nadie lo pela.
Caminábamos por el "peligroso" Raval cuando decidimos dar una vuelta inesperada y nos encontramos ante un montón de chicas, vestidas y maquilladas con excepcional fuerza. "Ah, las azafatas", dijo Juan Carlos. No puedo evitarlo, las zonas rojas me causan una mezcla chistosa de curiosidad y horror, sobre todo cuando no me siento segura aún. ¿Lo que más recuerdo? Dos viejos, ya entrados en años, la imagen prototípica del viejito simpático español, que regateaban en voz altísima con chicas que difícilmente habían cumplido los 18 años.
Unas cuadras después, el Mercado de la Boquería. Mientras JC hacía fotografías como turista japonés, yo hacía berrinche porque no podía quedarme con todos los olores del mercado. Escondido, pero encontré de todo: había hasta chiles habaneros. ¿Lo que más felices nos hizo? Un par de preciosos aguacates y otros tantos limones (conocidos aquí como limas). Lo único que me faltó - berrinche y antojo absurdo, pero bueno - fue un botellín de Salsa Valentina para comerme unas carísimas papitas. Pero en fin.
En el Centro del Mercado, está la sección de pescados y mariscos. Hay langostas de hasta 35 centímetros de largo... ¡y están vivas! Venta de crustáceos vivos... eso puede ser divertido.
Después de encontrarnos con el Duque, fuimos a un bar de chupitos (hecho para ponerse estúpido con poco dinero y buen licor). Alrededor de las 12.45 salimos a buscar un antro para bailar. Nos atrapó un cazador de grupos que nos llevó a un sitio gay en sus primeras horas de operación. Yo, divertidísima, bailé hasta las 4.30 de la mañana. Caminamos a casa y llegamos a las frescas cinco, cansados, apestando a cigarro pero agradeciendo la tranquilidad de la noche catalana.
5.11.04
Ciudades con Soundtrack en Vivo
No me sorprenden los músicos callejeros por si mismos. En Guadalajara y sobre todo en la Ciudad de México, me acostumbré a los conciertos inesperados y desiguales de artistas de todas clases que se subían al camión, al metro, que paseaban por las calles, etc.
Sin embargo, estos artistas callejeros tenían un error de marketing: no sabían buscar exactamente a su público objetivo. O bueno, más bien me retracto porque quizá su público objetivo eran los cientos de traseúntes hartos de todo que les iban a tirar una moneda más por compasión con sus propios oídos que por otra cosa. En fin. La gran diferencia con los músicos callejeros de Barcelona es que saben buscar el momento y - sobre todo - el lugar perfecto para encontrarse con sus escuchas.
Hoy, mientras caminaba por las calles de atrás de la catedral, donde los restos de la muralla romana se funden con los edificios más tardíos y huele como a viejo, los volví a encontrar. Primero, en una zona donde no hay entradas a las iglesias y lo único que se ve son enormes murallas, dos músicos aparentemente hindús, con sus instrumentos autóctonos dan insólitos conciertos para los mirones, mismos que sirven como perfecta música de fondo para que los vendedores pakistaníes extiendan por las estrechas callejuelas decenas de pashminas de colores destinadas a encantar los ojos de las turistas.
Apenas unos pasos más adelante, en la placita que está frente a la salida lateral de la catedral, la música comienza a mezclarse con acordes tocados en violín y chelo. Cincuenta metros más y la confusión termina del todo. La calle, por un extraño sentido de la coincidencia - o del marketing - es el Callejón de la Piedad. Los músicos, en sus tempranos treinta, vestidos con pantalones de mezclilla, camisa de vestir y suéter y omnipresentes lentes de pasta, interpretan con imposible correción el Canon de Pachebel. En los estuches de sus instrumentos brillan algunas monedas y también algunos discos compactos de sus propias grabaciones, que podrían o no ser caseras. El público varía, pero siempre hay por lo menos cinco personas absortas escuchándolos. Los otros, seguimos caminando pero no ignoramos del sonido: dejamos que los acordes nos acompañen por las calles amuralladas, entre tiendas de velas, dulces, pan y trampas para turistas, hasta salir a la iluminada plaza de Jaume I, el conquistador.
Sin embargo, estos artistas callejeros tenían un error de marketing: no sabían buscar exactamente a su público objetivo. O bueno, más bien me retracto porque quizá su público objetivo eran los cientos de traseúntes hartos de todo que les iban a tirar una moneda más por compasión con sus propios oídos que por otra cosa. En fin. La gran diferencia con los músicos callejeros de Barcelona es que saben buscar el momento y - sobre todo - el lugar perfecto para encontrarse con sus escuchas.
Hoy, mientras caminaba por las calles de atrás de la catedral, donde los restos de la muralla romana se funden con los edificios más tardíos y huele como a viejo, los volví a encontrar. Primero, en una zona donde no hay entradas a las iglesias y lo único que se ve son enormes murallas, dos músicos aparentemente hindús, con sus instrumentos autóctonos dan insólitos conciertos para los mirones, mismos que sirven como perfecta música de fondo para que los vendedores pakistaníes extiendan por las estrechas callejuelas decenas de pashminas de colores destinadas a encantar los ojos de las turistas.
Apenas unos pasos más adelante, en la placita que está frente a la salida lateral de la catedral, la música comienza a mezclarse con acordes tocados en violín y chelo. Cincuenta metros más y la confusión termina del todo. La calle, por un extraño sentido de la coincidencia - o del marketing - es el Callejón de la Piedad. Los músicos, en sus tempranos treinta, vestidos con pantalones de mezclilla, camisa de vestir y suéter y omnipresentes lentes de pasta, interpretan con imposible correción el Canon de Pachebel. En los estuches de sus instrumentos brillan algunas monedas y también algunos discos compactos de sus propias grabaciones, que podrían o no ser caseras. El público varía, pero siempre hay por lo menos cinco personas absortas escuchándolos. Los otros, seguimos caminando pero no ignoramos del sonido: dejamos que los acordes nos acompañen por las calles amuralladas, entre tiendas de velas, dulces, pan y trampas para turistas, hasta salir a la iluminada plaza de Jaume I, el conquistador.
26.10.04
Ah, los misterios de la vida
Tenía toda la intención de hablar hoy sobre nuestro fin de semana en Valencia, pero acabo de descubrir algo muy poco halagador. Finalmente, mi cuerpo es americano y, como buena americana, ¡no soporto los virus europeos!
Me duele el cuerpo, tengo temperatura, no puedo dormir. Snif. Espero que pase pronto.
Me duele el cuerpo, tengo temperatura, no puedo dormir. Snif. Espero que pase pronto.
21.10.04
Estampas desde Barcelona
El Piso
Tiene como 45 ó 50 metros cuadrados. Es grande, según dicen otros estudiantes que ya han vivido en la ciudad más tiempo. Una recámara, una estancia-cocina-cuarto de lavado y un baño con tina. Ah, y un pasillo largo (el asunto este de construir como si se tratara de hacer chorizos no voy a entenderlo nunca). Lo más bonito quizá es su ubicación: está a las orillas de lo que se conoce como Ciutat Veilla o “La Ciudad Vieja” en catalán. Esto es, el verdadero corazón de Barcelona. Alrededor hay un sinnúmero de callejuelitas y pequeños laberintos dignos de hacer que el más pintado se pierda en una tarde de sol.
Junto al edificio está el archivo fotográfico de la ciudad, el antiguo convento de San Agustín – hoy convertido en centro cultural – y después, en la esquina, el Museo del Xocolat.
El transporte
En esta ciudad, es más problemático tener un auto que no. Cuentas y pruebas hechas, hay como 45 ó 50 minutos de aquí a la escuela… andando. Si tomo el metro que está como a cuatro cuadras el trayecto se convierte como en 20 minutos con todo y las caminatas respectivas. Aquí cada viaje en metro cuesta 1.10 € (como 15.5 pesos), y te lo piensas varias veces. Pero siempre resulta bueno caminar en un lugar nuevo, que te sorprende, en cualquier esquina del mundo.
El lugar
La noche del martes, el Duque y yo fuimos a celebrar el aniversario de la legalidad, je, en un lugar conocido vulgarmente como “La Champañería”. Por supuesto, tiene otro nombre en catalán pero… ¡todavía no me lo aprendo! El sitio está como a diez minutos caminando desde casa y durante el día es una tienda de abarrotes, pequeña, en la que se vende sobre todo los vinos de casa, que es una casa champañera o “de cava”. Por la noche la champaña – o cava – local se vende en degustación acompañada por bocadillos (tortitas con diversos tipos de carnes frías y quesos). Cada una de las botellas de champaña vale menos de tres euros… más o menos lo mismo que los bocadillos. El sitio, se podrán imaginar, todo el tiempo está que revienta de gente. Y hay incluso un policía afuera para agarrar a los que piensan irse sin pagar. Según nos contó Bika, ella sólo ha visto al policía entrar en acción en una ocasión, cuando dos mujeres ya mayores esperaban fugarse sin ser vistas. Al ser imprecadas, armaron tal escándalo que alguien más decidió invitarles la cena.
El Barrio
Se llama El Born (algunos lo pronuncian Borne). Es una parte del casco antiguo que ahora se está convirtiendo en lo más cool de Barcelona [lo que sea que esto signifique]. Entre lo que hay para ver está el inmenso Museo Picasso – gratuito todos los primeros domingos del mes – y la bellísima iglesia de Santa María del Mar, llena de imágenes marianas en su inmensa nave gótica. Todos los domingos, a las 12:30 del día, se oficia ahí una misa bilingüe castellano-catalán.
El Borne está lleno de bares, cafetines, heladerías, tiendas de pakis (paquistaníes) y sudacas (sudamericanos, principalmente argentinos, ecuatorianos y salvadoreños) y tiendas de falluca al por mayor. Es como una mezcla extraña entre Tepito, La Condesa y Paseo de la Reforma para los del DF y Obregón, la colonia Americana y avenida Vallarta para los de Guadalajara. Pero – y es importante decirlo antes de que nadie se muera del infarto – es muy seguro. Los mozos de escuadra – anteriormente conocidos como Guardia Civil – pasan a cada rato de día y de noche. Además, la zona se considera especialmente segura, aunque recomiendan que no andes solo por los callejones más apartados, sobre todo avanzada la noche. De día, no hay problema.
Y bueh... esa es la primera noticia. Ya os contaré más tíos, que mi pronunciación es como de andaluza, ¡ozu! Falso. La siguiente crónica es la del caos de la burocracia... de algún lado tendríamos que haberla heredado, ¿no?
Tiene como 45 ó 50 metros cuadrados. Es grande, según dicen otros estudiantes que ya han vivido en la ciudad más tiempo. Una recámara, una estancia-cocina-cuarto de lavado y un baño con tina. Ah, y un pasillo largo (el asunto este de construir como si se tratara de hacer chorizos no voy a entenderlo nunca). Lo más bonito quizá es su ubicación: está a las orillas de lo que se conoce como Ciutat Veilla o “La Ciudad Vieja” en catalán. Esto es, el verdadero corazón de Barcelona. Alrededor hay un sinnúmero de callejuelitas y pequeños laberintos dignos de hacer que el más pintado se pierda en una tarde de sol.
Junto al edificio está el archivo fotográfico de la ciudad, el antiguo convento de San Agustín – hoy convertido en centro cultural – y después, en la esquina, el Museo del Xocolat.
El transporte
En esta ciudad, es más problemático tener un auto que no. Cuentas y pruebas hechas, hay como 45 ó 50 minutos de aquí a la escuela… andando. Si tomo el metro que está como a cuatro cuadras el trayecto se convierte como en 20 minutos con todo y las caminatas respectivas. Aquí cada viaje en metro cuesta 1.10 € (como 15.5 pesos), y te lo piensas varias veces. Pero siempre resulta bueno caminar en un lugar nuevo, que te sorprende, en cualquier esquina del mundo.
El lugar
La noche del martes, el Duque y yo fuimos a celebrar el aniversario de la legalidad, je, en un lugar conocido vulgarmente como “La Champañería”. Por supuesto, tiene otro nombre en catalán pero… ¡todavía no me lo aprendo! El sitio está como a diez minutos caminando desde casa y durante el día es una tienda de abarrotes, pequeña, en la que se vende sobre todo los vinos de casa, que es una casa champañera o “de cava”. Por la noche la champaña – o cava – local se vende en degustación acompañada por bocadillos (tortitas con diversos tipos de carnes frías y quesos). Cada una de las botellas de champaña vale menos de tres euros… más o menos lo mismo que los bocadillos. El sitio, se podrán imaginar, todo el tiempo está que revienta de gente. Y hay incluso un policía afuera para agarrar a los que piensan irse sin pagar. Según nos contó Bika, ella sólo ha visto al policía entrar en acción en una ocasión, cuando dos mujeres ya mayores esperaban fugarse sin ser vistas. Al ser imprecadas, armaron tal escándalo que alguien más decidió invitarles la cena.
El Barrio
Se llama El Born (algunos lo pronuncian Borne). Es una parte del casco antiguo que ahora se está convirtiendo en lo más cool de Barcelona [lo que sea que esto signifique]. Entre lo que hay para ver está el inmenso Museo Picasso – gratuito todos los primeros domingos del mes – y la bellísima iglesia de Santa María del Mar, llena de imágenes marianas en su inmensa nave gótica. Todos los domingos, a las 12:30 del día, se oficia ahí una misa bilingüe castellano-catalán.
El Borne está lleno de bares, cafetines, heladerías, tiendas de pakis (paquistaníes) y sudacas (sudamericanos, principalmente argentinos, ecuatorianos y salvadoreños) y tiendas de falluca al por mayor. Es como una mezcla extraña entre Tepito, La Condesa y Paseo de la Reforma para los del DF y Obregón, la colonia Americana y avenida Vallarta para los de Guadalajara. Pero – y es importante decirlo antes de que nadie se muera del infarto – es muy seguro. Los mozos de escuadra – anteriormente conocidos como Guardia Civil – pasan a cada rato de día y de noche. Además, la zona se considera especialmente segura, aunque recomiendan que no andes solo por los callejones más apartados, sobre todo avanzada la noche. De día, no hay problema.
Y bueh... esa es la primera noticia. Ya os contaré más tíos, que mi pronunciación es como de andaluza, ¡ozu! Falso. La siguiente crónica es la del caos de la burocracia... de algún lado tendríamos que haberla heredado, ¿no?
15.10.04
La despedida más triste
Las últimas semanas se pasaron rápidas, en una vorágine de reuniones, comidas, visitas al doctor, aeropuertos, carreteras, encuentros, desencuentros. Las flores que me regalaron el día que dejé la oficina están muertas, pero siguen en mi sala.
Mi departamento está más cerca del cielo que otros lugares del Distrito Federal. Todos y cada uno de los escalones que subo para llegar al cuarto piso me dan la certidumbre de la luz, de una visión panorámica y rica, sobre todo de noche. A través de la ventana que está junto a mi lado de la cama, se ven las lucecitas de las colonias cercanas, como un bordado de falsas estrellas.
Ahora, desde donde estoy sentada, pareciera que toda mi casa está pintada de blanco. Lo cierto es que hay muros verdes, azules, amarillos, muchos cuadros, más plantas aún, libros - la mayoría de ellos ya metidos en gigantes tinas herméticas de plástico -, discos, un cierto aroma familiar.
El Duque está sentado en el estudio, arreglando algunos papeles. Yo ni siquiera he hecho mi maleta. No puedo. Tengo los pies de alguien sobre mi pecho y unas ganas enormes de llorar. Quiero irme, pero no quiero dejar mi casita, el castillo de Chuchurumbel que tanto tiempo nos llevó dejar habitable. Vaya, finalmente, es mi casa.
Seguiré escribiendo desde un lugar muy, pero muy lejano, como dicen los cuentos. Sé que el Castillo se queda en buenas manos y que el Tímpano - uno de mis casi primos - lo cuidará como lo hacía con sus acetatos de los Beatles y Janis Joplin cuando estábamos en la preparatoria. También sé que cuando regrese estarán ahí mis libros, mis fotografías, mis recuerdos y quizá algunos bichos como el Stich de peluche que está sentado junto a mí. Lo sé. Pero no puedo evitar estar llena de nostalgia.
Millones de gracias a todos los que nos despidieron en Toluca, Vallarta, Guadalajara y la Ciudad de México - en todas nuestras pequeñas patrias. Gracias. Ahora es momento de armarse de valor y seguir, que esto era - dijimos - lo que estábamos buscando.
Barcelona, ahí vamos.
Mi departamento está más cerca del cielo que otros lugares del Distrito Federal. Todos y cada uno de los escalones que subo para llegar al cuarto piso me dan la certidumbre de la luz, de una visión panorámica y rica, sobre todo de noche. A través de la ventana que está junto a mi lado de la cama, se ven las lucecitas de las colonias cercanas, como un bordado de falsas estrellas.
Ahora, desde donde estoy sentada, pareciera que toda mi casa está pintada de blanco. Lo cierto es que hay muros verdes, azules, amarillos, muchos cuadros, más plantas aún, libros - la mayoría de ellos ya metidos en gigantes tinas herméticas de plástico -, discos, un cierto aroma familiar.
El Duque está sentado en el estudio, arreglando algunos papeles. Yo ni siquiera he hecho mi maleta. No puedo. Tengo los pies de alguien sobre mi pecho y unas ganas enormes de llorar. Quiero irme, pero no quiero dejar mi casita, el castillo de Chuchurumbel que tanto tiempo nos llevó dejar habitable. Vaya, finalmente, es mi casa.
Seguiré escribiendo desde un lugar muy, pero muy lejano, como dicen los cuentos. Sé que el Castillo se queda en buenas manos y que el Tímpano - uno de mis casi primos - lo cuidará como lo hacía con sus acetatos de los Beatles y Janis Joplin cuando estábamos en la preparatoria. También sé que cuando regrese estarán ahí mis libros, mis fotografías, mis recuerdos y quizá algunos bichos como el Stich de peluche que está sentado junto a mí. Lo sé. Pero no puedo evitar estar llena de nostalgia.
Millones de gracias a todos los que nos despidieron en Toluca, Vallarta, Guadalajara y la Ciudad de México - en todas nuestras pequeñas patrias. Gracias. Ahora es momento de armarse de valor y seguir, que esto era - dijimos - lo que estábamos buscando.
Barcelona, ahí vamos.
7.10.04
Dusty
Desde el caluroso frente de Vallarta
El término de la semana pasada fue demasiado conflictivo. Entregas, el Duque dejando su trabajo, su jefe portándose tan especial - por no usar otra palabra como siempre - y yo cambiando mi cabello a oscuro con rayitos clarosos. Extraño. Luego, el sábado, la boda de Alberto y Rax en la que fuimos padrinos de arras. Qué fuerte. Lo más bonito de la ceremonia religiosa fue ver a un ministro metodista tratando de poner de acuerdo al rabbí que tocaba el órgano y al montón de católicos que estábamos en la concurrencia a la hora de los himnos. ¡Ah, la ecumenicidad (o como se diga)!
Después de la fiesta en la que corrieron litros y litros de agua de jamaica, fuimos a vestirnos de gente normal y terminamos con una simpática jarra en el Salón Corona. No me puedo olvidar de la cara de Isaías después del quinto tarro de cerveza ni de el asco absoluto que teníamos Sara, Carlos y yo al darnos cuenta de que alguien había decidido que tenía que volver el estómago en la mesa en la que estaba. Un poco horrible. Querían llevarme a otro lugar - yo estaba lo suficientemente contenta para irme a otro lugar - llamado "La ..." algo, pero acabamos en casa de Isaías. Se subió a dormir y nosotros nos fuimos a casa... a las cuatro de la mañana.
Al otro día, cruda de por medio, salimos a nuestra comida de despedida en Toluca. Pierna horneada, ensalada de manzana con zanahoria, mucha familia... algo parecía navidad, pero no había regalos. Bety, mi sobrina, se declaró muy inconforme porque tampoco hubo pastel ni piñatas. De acuerdo con ella. Al final, el Duque se sentó con Eugene y el Chacuas a tomarse no sé cuántas botellas de tequila. A pesar de todo, la noche terminó temprano. Yo había aprendido mi lección un día antes.
El lunes salimos tarde a desayunar-comer con mis suegros y nos despedimos de ellos. Después, fuimos a un banco a cancelar una cuenta del Duque en la cuál no solamente ya no había ahorros, sino que se debían 68.44 pesos de manejo de cuenta. El horror.
Al salir de ahí, caí en el pánico de la falta de carta para el préstamo educativo (laaaarga historia). Así las cosas, el Duque me llevó a su universidad donde, después de algunas horas de espera y de una petición un poco incómoda, conseguí la carta. Recogimos boletos de avión, cancelamos una cena, nos organizamos otra y el Duque se compró lentes nuevos. Y de regreso al DF en donde estuve rompiendo papeles hasta que me quedé dormida ante el horror de Hacienda.
El martes manejamos temprano al departamento de Chabacano, donde se quedará guardado el Alien durante estos días. El Duque y el Chacuas se quedaron a desayunar mientras yo iba al Banco de México (la misma laaaaarga historia) a entregar el papelito conseguido en Toluca. Fue mucho menos efusivo de lo que yo esperaba.
De regreso, taxi al aeropuerto (se me había olvidado que antes sólo estaba a 20 minutos de mi casa) y vuelo a Puerto Vallarta, que nos recibió con 34 grados de temperatura y 95 por ciento de humedad. Desde ese momento, he vivido un continuum borroso de opíparas comidas, ataques de anorexia y horror ante las flacas del Puerto, visitas a la playa y al malecón y largas pláticas con mis padres. Muy bonito, muy bonito. La hamaca que está junto a mí me llama. Ya regresaré.
Después de la fiesta en la que corrieron litros y litros de agua de jamaica, fuimos a vestirnos de gente normal y terminamos con una simpática jarra en el Salón Corona. No me puedo olvidar de la cara de Isaías después del quinto tarro de cerveza ni de el asco absoluto que teníamos Sara, Carlos y yo al darnos cuenta de que alguien había decidido que tenía que volver el estómago en la mesa en la que estaba. Un poco horrible. Querían llevarme a otro lugar - yo estaba lo suficientemente contenta para irme a otro lugar - llamado "La ..." algo, pero acabamos en casa de Isaías. Se subió a dormir y nosotros nos fuimos a casa... a las cuatro de la mañana.
Al otro día, cruda de por medio, salimos a nuestra comida de despedida en Toluca. Pierna horneada, ensalada de manzana con zanahoria, mucha familia... algo parecía navidad, pero no había regalos. Bety, mi sobrina, se declaró muy inconforme porque tampoco hubo pastel ni piñatas. De acuerdo con ella. Al final, el Duque se sentó con Eugene y el Chacuas a tomarse no sé cuántas botellas de tequila. A pesar de todo, la noche terminó temprano. Yo había aprendido mi lección un día antes.
El lunes salimos tarde a desayunar-comer con mis suegros y nos despedimos de ellos. Después, fuimos a un banco a cancelar una cuenta del Duque en la cuál no solamente ya no había ahorros, sino que se debían 68.44 pesos de manejo de cuenta. El horror.
Al salir de ahí, caí en el pánico de la falta de carta para el préstamo educativo (laaaarga historia). Así las cosas, el Duque me llevó a su universidad donde, después de algunas horas de espera y de una petición un poco incómoda, conseguí la carta. Recogimos boletos de avión, cancelamos una cena, nos organizamos otra y el Duque se compró lentes nuevos. Y de regreso al DF en donde estuve rompiendo papeles hasta que me quedé dormida ante el horror de Hacienda.
El martes manejamos temprano al departamento de Chabacano, donde se quedará guardado el Alien durante estos días. El Duque y el Chacuas se quedaron a desayunar mientras yo iba al Banco de México (la misma laaaaarga historia) a entregar el papelito conseguido en Toluca. Fue mucho menos efusivo de lo que yo esperaba.
De regreso, taxi al aeropuerto (se me había olvidado que antes sólo estaba a 20 minutos de mi casa) y vuelo a Puerto Vallarta, que nos recibió con 34 grados de temperatura y 95 por ciento de humedad. Desde ese momento, he vivido un continuum borroso de opíparas comidas, ataques de anorexia y horror ante las flacas del Puerto, visitas a la playa y al malecón y largas pláticas con mis padres. Muy bonito, muy bonito. La hamaca que está junto a mí me llama. Ya regresaré.
30.9.04
¿Pérdida o evolución?
Mi querida Ojotes me mandó esta noticia para el blog. No puedo dejar de escuchar ruido cuando la gente dice que esto es la "evolución" de los pueblos. No lo sé. A mí más bien me parecen dolorosas pérdidas.
PEKÍN.- Yang Huanyi, la última persona de China que hablaba el 'nushu', la única lengua del mundo utilizada exclusivamente por mujeres, murió el 23 de septiembre a los 98 años, con lo que desaparece este antiguo código de escritura. Según sus allegados, Yang Huanyi murió en el condado de Jianyong (provincia de Hunan) sin saber escribir el chino.
Huanyi, viuda de un granjero que aprendió el idioma siendo una niña, era actualmente la única mujer capaz de leer y escribir el nushu. "Hizo nuestras vidas mejores, porque nos ofreció un modo de poder expresarnos", afirmaba Huanyi.
Su fallecimiento supone la extinción del 'nushu', un código secreto utilizado por mujeres desde hace siglos en algunas regiones alejadas del centro y el sur de China.
Según los lingüistas, el 'nushu', descubierto en 1982 por una profesora china, es el único lenguaje exclusivamente femenino en el mundo. Sus manuscritos son muy raros, ya que tradicionalmente se quemaban o se enterraban con los muertos.
Una forma de comunicarse entre ellas
Las mujeres se vieron privadas durante siglos de recibir una educación formal, por lo que en la prefectura de Jiang Yong, en la provincia de Hunan, desarrollaron una escritura particular para poder comunicarse entre ellas, escritura que plasmaban en ocasiones en ropa, o incluso en las palmas de las manos, a causa de la ausencia de papel.
El nushu fue utilizado principalmente para la creación de San Chao Shu o 'Cartas del tercer día', folletos de paño en los que las mujeres transmitían a sus hijas consejos sobre el matrimonio. Contenían además canciones escritas en este lenguaje, que expresaban sentimientos y esperanzas, y que eran enviadas tres días después de la boda, de ahí su nombre.
La lengua nushu está compuesta por entre 1.000 y 1.500 palabras, muchas de las cuales quedaron plasmadas con bordados. Se escribe en columnas verticales, de arriba a abajo y de derecha a izquierda. Muchos de los caracteres están inspirados en los chinos, si bien son más finos y estilizados, probablemente como producto del bordado.
Lingüistas y autoridades locales han mostrado un especial interés en los últimos años por este exclusivo lenguaje, y activaron medidas para preservarlo. Sin embargo, la muerte de Huanyi significará su extinción, ya que hoy día las chinas reciben la misma educación que sus compatriotas varones.
Quedan, no obstante, una serie de diarios manuscritos en los que "cada palabra es como una flor" -según han descrito los caracteres algunos expertos-, único testimonio de que un día existió un lenguaje propiedad exclusiva de las mujeres.
PEKÍN.- Yang Huanyi, la última persona de China que hablaba el 'nushu', la única lengua del mundo utilizada exclusivamente por mujeres, murió el 23 de septiembre a los 98 años, con lo que desaparece este antiguo código de escritura. Según sus allegados, Yang Huanyi murió en el condado de Jianyong (provincia de Hunan) sin saber escribir el chino.
Huanyi, viuda de un granjero que aprendió el idioma siendo una niña, era actualmente la única mujer capaz de leer y escribir el nushu. "Hizo nuestras vidas mejores, porque nos ofreció un modo de poder expresarnos", afirmaba Huanyi.
Su fallecimiento supone la extinción del 'nushu', un código secreto utilizado por mujeres desde hace siglos en algunas regiones alejadas del centro y el sur de China.
Según los lingüistas, el 'nushu', descubierto en 1982 por una profesora china, es el único lenguaje exclusivamente femenino en el mundo. Sus manuscritos son muy raros, ya que tradicionalmente se quemaban o se enterraban con los muertos.
Una forma de comunicarse entre ellas
Las mujeres se vieron privadas durante siglos de recibir una educación formal, por lo que en la prefectura de Jiang Yong, en la provincia de Hunan, desarrollaron una escritura particular para poder comunicarse entre ellas, escritura que plasmaban en ocasiones en ropa, o incluso en las palmas de las manos, a causa de la ausencia de papel.
El nushu fue utilizado principalmente para la creación de San Chao Shu o 'Cartas del tercer día', folletos de paño en los que las mujeres transmitían a sus hijas consejos sobre el matrimonio. Contenían además canciones escritas en este lenguaje, que expresaban sentimientos y esperanzas, y que eran enviadas tres días después de la boda, de ahí su nombre.
La lengua nushu está compuesta por entre 1.000 y 1.500 palabras, muchas de las cuales quedaron plasmadas con bordados. Se escribe en columnas verticales, de arriba a abajo y de derecha a izquierda. Muchos de los caracteres están inspirados en los chinos, si bien son más finos y estilizados, probablemente como producto del bordado.
Lingüistas y autoridades locales han mostrado un especial interés en los últimos años por este exclusivo lenguaje, y activaron medidas para preservarlo. Sin embargo, la muerte de Huanyi significará su extinción, ya que hoy día las chinas reciben la misma educación que sus compatriotas varones.
Quedan, no obstante, una serie de diarios manuscritos en los que "cada palabra es como una flor" -según han descrito los caracteres algunos expertos-, único testimonio de que un día existió un lenguaje propiedad exclusiva de las mujeres.
29.9.04
Luto fotográfico
Llevé mi cámara, descompuesta en el aeropuerto hace como seis meses, al taller que me recomendaron. Todos se veían muy profesionales cuando llegué. Tomaron los datos de mi cámara y la abrieron. Me dijeron desde entonces que era difícil, que ya era muy viejita, que la última reparación por la que había pasado - en Guadalajara, con uno de los "mejores especialistas", supuestamente - era terrible. Le habían metido taladro.
Tengo junto a mí el cadáver de mi hermosa Minolta XGA. Me la regaló mi papá cuando comencé a estudiar foto. Era una belleza. Y ahora lloro.
En realidad, es irremplazable... pero si alguien sabe de una buena cámara manual no demasiado cara, por favor, no dejen de avisarme. Snif.
Tengo junto a mí el cadáver de mi hermosa Minolta XGA. Me la regaló mi papá cuando comencé a estudiar foto. Era una belleza. Y ahora lloro.
En realidad, es irremplazable... pero si alguien sabe de una buena cámara manual no demasiado cara, por favor, no dejen de avisarme. Snif.
En las prensas de nuevo
El sábado pasado me reestrené en las prensas, por primera vez en un "periódico capitalino". La crónica no es lo más relevante de la historia, pero no dejo de sentirme muy, muy orgullosa.
Estoy buscando la liga para subirla y presumir. Ni modo, así soy yo.
Estoy buscando la liga para subirla y presumir. Ni modo, así soy yo.
23.9.04
El misterio del libre mercado
Primer acto. Llego a una casa de cambio de Polanco - en una plaza comercial, de franquicia - a preguntar por el precio de unas monedas de plata. 50 pesos la de veinteavo y 60 la de décimo, me dicen. Me percato de que están acuñadas y fechadas en 2003. Pregunto si acaso tendrán de 2004. No. No tienen. ¿Y de casualidad sabrán si la moneda se acuñó en 2004? No. No saben. Ante mi insistencia, uno de los chicos marca a una "casa matriz" para preguntar. "Pues no. Este año no salieron. A lo mejor a partir de noviembre".
Descorazonada, voy a una sucursal de banco. Pregunto si hay estas monedas, si las puedo conseguir. "Pues no, esas monedas nosotros no las tenemos. Sólo en el Banco de México. Vaya al Banco de México". Cuestiono al amable caballero si habrá algún teléfono en el que yo pueda preguntar sobre la existencia de las sacrosantas monedas. "Pues no, la verdad no. Lo único que puedo decirle es que el edificio del Banco de México está enfrente de Bellas Artes". Uf.
Segundo acto. Dan las nueve de la mañana. El tráfico en el Eje Central y Juárez es intenso, normal en un jueves por la mañana. Las enormes puertas del Banco de México permanecen cerradas y muestran un edificio sombrío, alejado, no propio para los mortales. Me acerco. Un policía entre rubio y cano, con algunas marcas de acné, me detiene. "¿Siiiiii?" - con esas vocales largas que utilizan los mayordomos de las películas viejas - "¿en que puedo ayudaaaarte?". Comienzo a explicarle de las monedas pero, a mi cuarta palabra, ya me cortó. "No, jovencita". Wow, jovencita. "El Banco de México no da servicio al público. Lo que tienes que hacer es ir a un banco". Le conté un poco de mi desventura en el banco y que lo que me urgía saber era si esas monedas habían sido acuñadas también en 2004. "¡Ah!", dijo con sus grises ojos muy abiertos, sonrientes y llenos de sorpresa. Largas arrugas se le marcaban en las comisuras de la boca "¿Así que tú ya sabes lo que es acuñar? Me da gusto, me da gusto... quizá para investigarlo deberías ir a la Biblioteca del Banco, que está aquí como a unas diez cuadras". Mi cara, como siempre, delató mi cansancio. "Bueno", afirmó conciliador, "también podrías ir a unas numismáticas que están aquí en la calle de atrás. Seguro ellos saben".
Ese segundo dato me gustó más. Le dí mis más sentidas gracias y salí caminando rápido hacia las numismáticas famosas. En la primera, un hombre pedía más dinero por muchas monedas que llevaba y otra recibía 29.50 a cambio de cuatro dólares en monedas. Una mujer con los dientes llenos de metal - literalmente - me preguntó que qué quería. Tampoco me dejó terminar. Ella no tenía. ¿De casualidad no sabría ella de alguien que sí? Me envío a unas siete puertas, a otra numismática especializada en monedas para coleccionar.
Y sí. Sí había. La señorita me confirmó que también había del 2004, pero que en ese momento no tenía. "Las pido y el lunes te las tengo". Yo no pude evitar darme cuenta que estaban un poco más opacas de las que había visto antes. Pero me parecío bueno. Pregunté por el precio. 35 pesos la de veinteavo y 45 la de décimo. ¡Una diferencia del 25% en el precio! ¡Yo creía que las onzas de plata tenían un precio fijo en todos los lugares! Ahora sabía que no.
Quedé en llamar la siguiente semana, según lo acordado. Al dar la vuelta a la calle, me encontré de manos a boca con una sucursal de la Casa de Bolsa de Polanco. ¿Entrar o no entrar? Pues entré. Ahí, en la vitrina, con todo y sus estuches individuales y su brillo original, las monedas. No pude dejar de preguntar. "Oiga... ¿y cuanto cuestan los décimos". 48 pesos, me dijo. Y fijó su mirada en la tarjeta de la numismática que traía cargando conmigo, puesta sobre mi enorme edición de los Evangelios Apócrifos.
Como si estuviéramos en un tianguis o en una casa de subastas, el dependiente detrás del cristal inclinó su cuerpo hacia mí. "¿En cuánto te las dan?" "En 45 pesos", respondí. Se para de su silla y va con el gerente de la tienda como el niño vendedor que va con su papá en el tianguis. Hablan en voz baja. Al final, el cajero vuelve a acercarse. "Va. Te las dejo en 45 con todo y cajita".
¡Ni siquiera había dicho yo nada! Digo, fuí muy feliz porque obtuve más por menos pero, bueno... no puedo dejar de estar asombrada. Y bueno. Viva el libre mercado.
Descorazonada, voy a una sucursal de banco. Pregunto si hay estas monedas, si las puedo conseguir. "Pues no, esas monedas nosotros no las tenemos. Sólo en el Banco de México. Vaya al Banco de México". Cuestiono al amable caballero si habrá algún teléfono en el que yo pueda preguntar sobre la existencia de las sacrosantas monedas. "Pues no, la verdad no. Lo único que puedo decirle es que el edificio del Banco de México está enfrente de Bellas Artes". Uf.
Segundo acto. Dan las nueve de la mañana. El tráfico en el Eje Central y Juárez es intenso, normal en un jueves por la mañana. Las enormes puertas del Banco de México permanecen cerradas y muestran un edificio sombrío, alejado, no propio para los mortales. Me acerco. Un policía entre rubio y cano, con algunas marcas de acné, me detiene. "¿Siiiiii?" - con esas vocales largas que utilizan los mayordomos de las películas viejas - "¿en que puedo ayudaaaarte?". Comienzo a explicarle de las monedas pero, a mi cuarta palabra, ya me cortó. "No, jovencita". Wow, jovencita. "El Banco de México no da servicio al público. Lo que tienes que hacer es ir a un banco". Le conté un poco de mi desventura en el banco y que lo que me urgía saber era si esas monedas habían sido acuñadas también en 2004. "¡Ah!", dijo con sus grises ojos muy abiertos, sonrientes y llenos de sorpresa. Largas arrugas se le marcaban en las comisuras de la boca "¿Así que tú ya sabes lo que es acuñar? Me da gusto, me da gusto... quizá para investigarlo deberías ir a la Biblioteca del Banco, que está aquí como a unas diez cuadras". Mi cara, como siempre, delató mi cansancio. "Bueno", afirmó conciliador, "también podrías ir a unas numismáticas que están aquí en la calle de atrás. Seguro ellos saben".
Ese segundo dato me gustó más. Le dí mis más sentidas gracias y salí caminando rápido hacia las numismáticas famosas. En la primera, un hombre pedía más dinero por muchas monedas que llevaba y otra recibía 29.50 a cambio de cuatro dólares en monedas. Una mujer con los dientes llenos de metal - literalmente - me preguntó que qué quería. Tampoco me dejó terminar. Ella no tenía. ¿De casualidad no sabría ella de alguien que sí? Me envío a unas siete puertas, a otra numismática especializada en monedas para coleccionar.
Y sí. Sí había. La señorita me confirmó que también había del 2004, pero que en ese momento no tenía. "Las pido y el lunes te las tengo". Yo no pude evitar darme cuenta que estaban un poco más opacas de las que había visto antes. Pero me parecío bueno. Pregunté por el precio. 35 pesos la de veinteavo y 45 la de décimo. ¡Una diferencia del 25% en el precio! ¡Yo creía que las onzas de plata tenían un precio fijo en todos los lugares! Ahora sabía que no.
Quedé en llamar la siguiente semana, según lo acordado. Al dar la vuelta a la calle, me encontré de manos a boca con una sucursal de la Casa de Bolsa de Polanco. ¿Entrar o no entrar? Pues entré. Ahí, en la vitrina, con todo y sus estuches individuales y su brillo original, las monedas. No pude dejar de preguntar. "Oiga... ¿y cuanto cuestan los décimos". 48 pesos, me dijo. Y fijó su mirada en la tarjeta de la numismática que traía cargando conmigo, puesta sobre mi enorme edición de los Evangelios Apócrifos.
Como si estuviéramos en un tianguis o en una casa de subastas, el dependiente detrás del cristal inclinó su cuerpo hacia mí. "¿En cuánto te las dan?" "En 45 pesos", respondí. Se para de su silla y va con el gerente de la tienda como el niño vendedor que va con su papá en el tianguis. Hablan en voz baja. Al final, el cajero vuelve a acercarse. "Va. Te las dejo en 45 con todo y cajita".
¡Ni siquiera había dicho yo nada! Digo, fuí muy feliz porque obtuve más por menos pero, bueno... no puedo dejar de estar asombrada. Y bueno. Viva el libre mercado.
21.9.04
La desaparición de las arras
Hoy nos despertamos tarde. Como yo ya no escuchó el despertador, fue un poco difícil que le llegara al Duque el sonido a tiempo. El punto es que tuvimos que correr: baño, desayuno, plática rápida sobre el día de ayer. Y después me quedé sola.
Sola para buscar mis arras, en un intento chistoso para resolver un entuerto. Y en la caja donde mi madre aseguraba que había puesto las arras... no estaban ahí. Llamo por teléfono y mamá dice: "Ni modo. Yo te dije que me las dieras para guardártelas yo. Ya te las robaron". Ah, las madres. Maestras de la culpa. Sonaba su voz en mi cabeza, por las arras que habían sido mías, suyas y de mi abuela. El horror.
De la pura depresión, me volví a dormir. Me dormí pensando en mis abuelos, que deberían estarlas buscando. A los 40 minutos, me habla mi madre. Por supuesto, las arras - junto con otros aretes que pensaba que le habían robado - estaban muy bien escondidas en no sé dónde.
Desayunar, tender la cama, sacar tres bolsas de ropa y zapatos para regalar, hacer llamadas telefónicas, comer - todo con largos intermedios para ver la televisión. Y ahora, el Internet. ¿Iré al cine con Eva? Vaya. Esto de ser ama de casa... no sé si me encanta, pero será divertido por algunos días.
Sola para buscar mis arras, en un intento chistoso para resolver un entuerto. Y en la caja donde mi madre aseguraba que había puesto las arras... no estaban ahí. Llamo por teléfono y mamá dice: "Ni modo. Yo te dije que me las dieras para guardártelas yo. Ya te las robaron". Ah, las madres. Maestras de la culpa. Sonaba su voz en mi cabeza, por las arras que habían sido mías, suyas y de mi abuela. El horror.
De la pura depresión, me volví a dormir. Me dormí pensando en mis abuelos, que deberían estarlas buscando. A los 40 minutos, me habla mi madre. Por supuesto, las arras - junto con otros aretes que pensaba que le habían robado - estaban muy bien escondidas en no sé dónde.
Desayunar, tender la cama, sacar tres bolsas de ropa y zapatos para regalar, hacer llamadas telefónicas, comer - todo con largos intermedios para ver la televisión. Y ahora, el Internet. ¿Iré al cine con Eva? Vaya. Esto de ser ama de casa... no sé si me encanta, pero será divertido por algunos días.
Nuevo Centro de Operaciones... recuperado
Y una vez más, regreso a mi mejor oficina: la calle. Después del puente-vacación y ya que salvé la histeria y el llanto crítico por ciertos detalles de la salida del trabajo formal, hoy estuve "haciendo mandados" y caminando la Ciudad.
Me emocionó una vez más ver cómo la Ciudad despierta temprano: los barrenderos, las fuentes, los vendedores de tamales. Me espantó, desde mi reinvindicada condición de peatón, la furia y el descaro con la que conduce la gente. Me sorprendió el calor humano del metro, el olor delicioso de los tacos en las estaciones. Pero - al final - fue bueno.
Ayer tuve el honor particular de comer en casa de los Fernández, padres de mi adorado Bef. No puedo más que inclinarme en memoria ante los deliciosos pedazos de vacío y la interminable y sabrosísima sobremesa. Es tan impresionante cuando uno se siente en casa lejos de su casa...
Muchas, muchas gracias. Volveré - espero - a la crónica urbana.
Me emocionó una vez más ver cómo la Ciudad despierta temprano: los barrenderos, las fuentes, los vendedores de tamales. Me espantó, desde mi reinvindicada condición de peatón, la furia y el descaro con la que conduce la gente. Me sorprendió el calor humano del metro, el olor delicioso de los tacos en las estaciones. Pero - al final - fue bueno.
Ayer tuve el honor particular de comer en casa de los Fernández, padres de mi adorado Bef. No puedo más que inclinarme en memoria ante los deliciosos pedazos de vacío y la interminable y sabrosísima sobremesa. Es tan impresionante cuando uno se siente en casa lejos de su casa...
Muchas, muchas gracias. Volveré - espero - a la crónica urbana.
15.9.04
¡Flores!
Alguien - es un secreto, parece - me mandó unas hermosas flores. ¡Son tan bonitas! ¿Querrán hacerme llorar?
- ¡Son matníficas las sorpresas, je! -
Actualización: Las flores las mandó mi querida Fiesquito. Son un buen augurio para mí y para el Duque en la nueva aventura. Muchas gracias, querida amiga. De verdad.
- ¡Son matníficas las sorpresas, je! -
Actualización: Las flores las mandó mi querida Fiesquito. Son un buen augurio para mí y para el Duque en la nueva aventura. Muchas gracias, querida amiga. De verdad.
El verdadero último día
Heme aquí: haciendo listas de pendientes, tirando papeles, definiendo qué archivos de mi computadora son absolutamente necesarios para mi vida. Y despidiéndome de mi sala de espera de aeropuerto. Espero dejar algo - esa absurda vocación de inmortal...
Barcelona está cada día más cercana. Gracias por las visitas. Seguiremos reportando.
Barcelona está cada día más cercana. Gracias por las visitas. Seguiremos reportando.
13.9.04
Para el álbum de las situaciones increíbles
El Hard Rock Café de la Ciudad de México está ubicado en un lugar magnífico: justo enfrente del Auditorio Nacional. Además de la clientela normal que el restaurante atrae por la música, la memorabilia, la comida very american o la combinación de todo esto, las noches de concierto en los foros cercanos el HRC se ve inundado con personas que esperan sin desesperar la hora de entrada.
El viernes estuve ahí. Esperando. Yo no iba a ver el espectáculo en el auditorio, sino que esperaba a algunos amigos para comernos un brownie y unos nachos. Pero llegaron muy tarde. Me senté en la barra a leer y de pronto llegó junto a mi una rubia a fuerza. Me sonrío y trató de saludarme varias veces. Yo me hundía en el libro. Era como cuando te subes a un avión y mueres de sueño pero el vecino quiere hablar conmigo. Y ella no sólo quería hablar conmigo. Quería terapia.
Resumen: Tijuanense de nacimiento. Licenciatura en San Diego y primera maestría en la Universidad Iberoamericana de Tijuana. Hartas ofertas de trabajo en los United. Un novio en el DF. Ahora vive en el DF para trabajar cerca del novio y estudiar su segunda maestría en el ITAM. "Matníficas" ofertas de trabajo fuera de la ciudad. Pero no toma ninguna porque "mi novio se enoja, no quiere". Pero casi quiere regresarse.
Mi paciencia estaba llegando a su límite cuando se tomó un respiró - y un trago de cerveza. Yo quería escuchar cualquier otra cosa y le pregunté: "¿Y entonces? ¿a quién esperas?". La mujer sonríe, se acomoda su melena y me contesta: "A mí novio. Quedamos de vernos aquí antes de ir al concierto".
Yo pensé en tres foros cercanos. Entonces le pregunté concierto de qué, en dónde. "Ah... el concierto en el Auditorio. La verdad es que no sé bien qué vamos a ver. Me dijo mi novio que era una cantante muy famosa, muy conocida... creo que se llama Carmina Burana y vino a presentar un disco nuevo".
La Victoria que me estaba bebiendo se quedó atorada en mi esófago mientras la miraba con unos ojos cada vez más abiertos. Y ella seguía. "La verdad no sé, pero dice mi novio que la música es muy padre". Comencé a reirme. Afortunadamente, en ese momento sonó su celular y yo me puse a platicar con los chicos que estaban de mi lado derecho - ella estaba a mi izquierda -. Ya no la saqué de su error. Sólo espero que no haya salido muy decepcionada porque no vió a la famosa cantante Carmina Burana.
El viernes estuve ahí. Esperando. Yo no iba a ver el espectáculo en el auditorio, sino que esperaba a algunos amigos para comernos un brownie y unos nachos. Pero llegaron muy tarde. Me senté en la barra a leer y de pronto llegó junto a mi una rubia a fuerza. Me sonrío y trató de saludarme varias veces. Yo me hundía en el libro. Era como cuando te subes a un avión y mueres de sueño pero el vecino quiere hablar conmigo. Y ella no sólo quería hablar conmigo. Quería terapia.
Resumen: Tijuanense de nacimiento. Licenciatura en San Diego y primera maestría en la Universidad Iberoamericana de Tijuana. Hartas ofertas de trabajo en los United. Un novio en el DF. Ahora vive en el DF para trabajar cerca del novio y estudiar su segunda maestría en el ITAM. "Matníficas" ofertas de trabajo fuera de la ciudad. Pero no toma ninguna porque "mi novio se enoja, no quiere". Pero casi quiere regresarse.
Mi paciencia estaba llegando a su límite cuando se tomó un respiró - y un trago de cerveza. Yo quería escuchar cualquier otra cosa y le pregunté: "¿Y entonces? ¿a quién esperas?". La mujer sonríe, se acomoda su melena y me contesta: "A mí novio. Quedamos de vernos aquí antes de ir al concierto".
Yo pensé en tres foros cercanos. Entonces le pregunté concierto de qué, en dónde. "Ah... el concierto en el Auditorio. La verdad es que no sé bien qué vamos a ver. Me dijo mi novio que era una cantante muy famosa, muy conocida... creo que se llama Carmina Burana y vino a presentar un disco nuevo".
La Victoria que me estaba bebiendo se quedó atorada en mi esófago mientras la miraba con unos ojos cada vez más abiertos. Y ella seguía. "La verdad no sé, pero dice mi novio que la música es muy padre". Comencé a reirme. Afortunadamente, en ese momento sonó su celular y yo me puse a platicar con los chicos que estaban de mi lado derecho - ella estaba a mi izquierda -. Ya no la saqué de su error. Sólo espero que no haya salido muy decepcionada porque no vió a la famosa cantante Carmina Burana.
9.9.04
Cierre
Me sabe bien tu culpa
la caricia sedosa de tus palabras amargas
impúdicas
idiotas como dices que soy
yo no olvido
guardo mis engaños y los de otros
como tatuajes o marcas de guerra
y sorprende
que aún cuelgue mi voz
de tus orejas leprosas
la caricia sedosa de tus palabras amargas
impúdicas
idiotas como dices que soy
yo no olvido
guardo mis engaños y los de otros
como tatuajes o marcas de guerra
y sorprende
que aún cuelgue mi voz
de tus orejas leprosas
Última semana
Hoy a las 8:30. Ayer y antier cerca de las 7:00. El lunes 8:15. Ya sólo me queda hoy, y tres días de la próxima semana. Escucho a Morrisey de manera intermitente. And I'm/not sorry for/for the things I've done/ and I'm/ not looking for/just anyone. Los pendientes se me diluyen entre las listas de absurdos. Entre las cartas que tengo que hacer para despedirme. This is world is full/so full of crashing bores/and I must be one. Qué más sino seguir con la corriente, sino arreglar los pequeños detalles que hacen de mi oficina esa enorme sala de espera de aeropuerto: cómoda, bonita, acogedora... pero tan lejana de lo propio. And I'm/not sorry for/for the things I've said/ there's a wild man in my head/ there's a wild man in my head.
6.9.04
Malas noticias desde Alemania - con retraso
Transcribo la nota aparecida este sábado en el New York Times.
Se pierden tesoros literarios en incendio de biblioteca alemana
Por: Kirsten Grieshaber
Publicada el 4 de septiembre de 2004
BERLIN, 3 de septiembre.- Más de 30,000 libros irremplazables fueron destruidos en un incendio la noche del jueves en una de las bibliotecas históricas más importantes de Alemania, en la ciudad oriental de Weimar, informaron fuentes oficiales este viernes.
Entre los tesoros literarios que se perdieron en la Biblioteca Anna Amalia se encontraban miles de obras publicadas entre los siglos XVI y XVIII que pertenecían a la colección del primer bibliotecario de Weimar, Daniel Schurzfleisch, y el archivo de hojas de música de la mecenas de la biblioteca, Anna Amalia (1739-1807), duquesa de Saxonia-Weimar. Otros 40,000 libros sufrieron daños por el humo y el agua utilizada por los bomberos, y los están congelando en un esfuerzo para preservarlos a fin de que puedan ser enviados a Leipzig para su restauración. La causa del incendio no es clara.
"La memoria literaria de Alemania ha sufrido daños importantes", declaró la ministra alemana de Cultura Christina Weiss después de que inspeccionó la escena. "Una pieza importante de la herencia cultural del mundo se ha perdido para siempre". Weiss prometió que el gobierno federal ofrecerá toda la asistencia necesaria para la restauración de los libros y la biblioteca, que se encuentra en un palacio rococó del siglo XVI.
El costo del daño probablemente se valuará en millones de dólares, dijo Hellmut Seemann, el presidente de la Fundación de Clásicos de Weimar, que administra la biblioteca. En una declaración, el Consejo de la Ciudad de Weimar dijo que el valor de mercado de los libros dañados y destruidos no puede estimarse con exactitud, porque son únicos y no están asegurados.
El incendio, que inició en el ático del edificio y después llegó al Salón Rococó - en dónde se encontraba la mayor parte de la colección - ardió durante dos horas antes de que los más de 300 bomberos que luchaban contra él pudieran ponerlo bajo control.
Cerca de 120,000 libros, incluida una Biblia editada en 1534 que fuera propiedad de Martín Lutero, se salvaron del desastre cuando los bomberos y algunos residentes de Weimar formaron una cadena humana para rescatarlos. Entre los trabajos que sobrevivieron se encuentra la colección más grande del mundo de copias del "Fausto" de Goethe. La biblioteca se fundó en 1691 y tiene una colección, distribuida en varios lugares en Weimar, de cerca de un millón de libros, principalmente literatura alemana de 1750 a 1850. La colección incluye cerca de 2,000 documentos escritos a mano, 8,400 mapas y muchas copias históricas de la Biblia.
Se pierden tesoros literarios en incendio de biblioteca alemana
Por: Kirsten Grieshaber
Publicada el 4 de septiembre de 2004
BERLIN, 3 de septiembre.- Más de 30,000 libros irremplazables fueron destruidos en un incendio la noche del jueves en una de las bibliotecas históricas más importantes de Alemania, en la ciudad oriental de Weimar, informaron fuentes oficiales este viernes.
Entre los tesoros literarios que se perdieron en la Biblioteca Anna Amalia se encontraban miles de obras publicadas entre los siglos XVI y XVIII que pertenecían a la colección del primer bibliotecario de Weimar, Daniel Schurzfleisch, y el archivo de hojas de música de la mecenas de la biblioteca, Anna Amalia (1739-1807), duquesa de Saxonia-Weimar. Otros 40,000 libros sufrieron daños por el humo y el agua utilizada por los bomberos, y los están congelando en un esfuerzo para preservarlos a fin de que puedan ser enviados a Leipzig para su restauración. La causa del incendio no es clara.
"La memoria literaria de Alemania ha sufrido daños importantes", declaró la ministra alemana de Cultura Christina Weiss después de que inspeccionó la escena. "Una pieza importante de la herencia cultural del mundo se ha perdido para siempre". Weiss prometió que el gobierno federal ofrecerá toda la asistencia necesaria para la restauración de los libros y la biblioteca, que se encuentra en un palacio rococó del siglo XVI.
El costo del daño probablemente se valuará en millones de dólares, dijo Hellmut Seemann, el presidente de la Fundación de Clásicos de Weimar, que administra la biblioteca. En una declaración, el Consejo de la Ciudad de Weimar dijo que el valor de mercado de los libros dañados y destruidos no puede estimarse con exactitud, porque son únicos y no están asegurados.
El incendio, que inició en el ático del edificio y después llegó al Salón Rococó - en dónde se encontraba la mayor parte de la colección - ardió durante dos horas antes de que los más de 300 bomberos que luchaban contra él pudieran ponerlo bajo control.
Cerca de 120,000 libros, incluida una Biblia editada en 1534 que fuera propiedad de Martín Lutero, se salvaron del desastre cuando los bomberos y algunos residentes de Weimar formaron una cadena humana para rescatarlos. Entre los trabajos que sobrevivieron se encuentra la colección más grande del mundo de copias del "Fausto" de Goethe. La biblioteca se fundó en 1691 y tiene una colección, distribuida en varios lugares en Weimar, de cerca de un millón de libros, principalmente literatura alemana de 1750 a 1850. La colección incluye cerca de 2,000 documentos escritos a mano, 8,400 mapas y muchas copias históricas de la Biblia.
4.9.04
Moñito negro
Tardío. El lunes se murió el uruguayo Mario Levrero, narrador magnífico, poco conocido. Tuve el placer de participar en un montaje con un texto suyo. Aquí, la página que hace algún tiempo le dedicó Fatal Espejo.
Correo con atraso
Brindaré por ti
por entonces, por ahora
cuando todas las jacarandas han callado
las luces del escenario son sordas y enceguecedoras como el amor
no hay verdes pericos que me susurren las líneas que olvidé
en medio del teatro, de eso que cae en noviembre a las calles
y llamamos hojas
o pasado
estás
perdido en las calles de Tokio
- en el lugar común que después de un rato habita la sorpresa -
rotos los cuellos de todos los antiguos pájaros
no tengo más reproches a la luna, ni a los árboles que nos cubrieron
recojo el miedo que se acumula en mis lagrimales:
sé que las promesas de no morir nunca siguen vivas
y que como mariposas
esta noche volverán a quemarse a la luz de antiguas velas.
por entonces, por ahora
cuando todas las jacarandas han callado
las luces del escenario son sordas y enceguecedoras como el amor
no hay verdes pericos que me susurren las líneas que olvidé
en medio del teatro, de eso que cae en noviembre a las calles
y llamamos hojas
o pasado
estás
perdido en las calles de Tokio
- en el lugar común que después de un rato habita la sorpresa -
rotos los cuellos de todos los antiguos pájaros
no tengo más reproches a la luna, ni a los árboles que nos cubrieron
recojo el miedo que se acumula en mis lagrimales:
sé que las promesas de no morir nunca siguen vivas
y que como mariposas
esta noche volverán a quemarse a la luz de antiguas velas.
Instrucciones para pronosticar la soledad
A mitad de la noche, con una lámpara sorda, mire debajo de su cama. Si espera un par de minutos en silencio, escuchará el sonido de mariposas volar, de cascadas caer, de caballeros batirse. En el fondo, verá los ojos del niño que era. Ofrézcale su dulce favorito y pregúntele cómo será el invierno.
2.9.04
La filosofía en Internet
Abro mi correo y me encuentro con este texto:
Era otoño, y los indios de una remota reservación preguntaron a su nuevo Jefe si el próximo invierno iba a ser frío o apacible. Dado que él era un Jefe Indio en una sociedad moderna, nunca había aprendido los viejos secretos, y cuando miró el cielo, no podía decir qué iba a suceder con el tiempo.
De cualquier manera, para estar seguro, él respondió a su tribu que el invierno iba a ser verdaderamente frío y que los miembros de la aldea deberían recolectar leña para estar preparados. Pero como también era un líder práctico, después de algunos días tuvo una
idea. Fue a la cabina telefónica y llamó al Servicio Nacional de Meteorología y preguntó:
-El próximo invierno ¿será muy frío?
-Parece que el invierno próximo será bastante frío, verdaderamente -respondió el meteorólogo de turno del Servicio Nacional.
El Jefe volvió a su gente y les dijo que se pusieran a juntar más leña aún para estar preparados. Una semana después el Jefe llamó otra vez al Servicio Nacional de Meteorología para preguntar: - ¿Será éste un invierno muy frío?
- Sí - respondió el meteorólogo de turno - va a ser un invierno muy frío.
El Jefe regresó nuevamente a su gente y les ordenó recolectar todo los pedazos de leña que pudieran encontrar.
Dos semanas más tarde el Jefe llamó al Servicio Nacional de Meteorología una vez más: - ¿Están absolutamente seguros que el próximo invierno habrá de ser muy frío?
- Absolutamente, sin duda alguna - respondió el hombre - va a estar de poca madre, va a ser uno de los inviernos más fríos que se hayan conocido.
- ¿Cómo pueden estar tan seguros??- preguntó el Jefe.
Y el meteorólogo le responde: "¡Porque los indios andan en chinga juntando leña!"
No queda más que dejar abierta la pregunta y reflexión de tres pesos de hoy: ¿para qué juntamos leña? ¿a quién le estamos creyendo cuando nos dice que el invierno va a ser frío? ¿No sabremos mejor nosotros?
Era otoño, y los indios de una remota reservación preguntaron a su nuevo Jefe si el próximo invierno iba a ser frío o apacible. Dado que él era un Jefe Indio en una sociedad moderna, nunca había aprendido los viejos secretos, y cuando miró el cielo, no podía decir qué iba a suceder con el tiempo.
De cualquier manera, para estar seguro, él respondió a su tribu que el invierno iba a ser verdaderamente frío y que los miembros de la aldea deberían recolectar leña para estar preparados. Pero como también era un líder práctico, después de algunos días tuvo una
idea. Fue a la cabina telefónica y llamó al Servicio Nacional de Meteorología y preguntó:
-El próximo invierno ¿será muy frío?
-Parece que el invierno próximo será bastante frío, verdaderamente -respondió el meteorólogo de turno del Servicio Nacional.
El Jefe volvió a su gente y les dijo que se pusieran a juntar más leña aún para estar preparados. Una semana después el Jefe llamó otra vez al Servicio Nacional de Meteorología para preguntar: - ¿Será éste un invierno muy frío?
- Sí - respondió el meteorólogo de turno - va a ser un invierno muy frío.
El Jefe regresó nuevamente a su gente y les ordenó recolectar todo los pedazos de leña que pudieran encontrar.
Dos semanas más tarde el Jefe llamó al Servicio Nacional de Meteorología una vez más: - ¿Están absolutamente seguros que el próximo invierno habrá de ser muy frío?
- Absolutamente, sin duda alguna - respondió el hombre - va a estar de poca madre, va a ser uno de los inviernos más fríos que se hayan conocido.
- ¿Cómo pueden estar tan seguros??- preguntó el Jefe.
Y el meteorólogo le responde: "¡Porque los indios andan en chinga juntando leña!"
No queda más que dejar abierta la pregunta y reflexión de tres pesos de hoy: ¿para qué juntamos leña? ¿a quién le estamos creyendo cuando nos dice que el invierno va a ser frío? ¿No sabremos mejor nosotros?
31.8.04
Exámenes y animaciones
Acabo de presentar el TOEFL. Supongo que fue buena la rapidez, pero no tan bueno el resultado. Estuve a punto de volverme a dormir. El horror.
En otras noticias, me mandaron una liga a esta animación de Honda Inglaterra... que no está por computadora. Salve a los conservadores de la animación, je.
(Tengo que irme a una junta. Corro)
En otras noticias, me mandaron una liga a esta animación de Honda Inglaterra... que no está por computadora. Salve a los conservadores de la animación, je.
(Tengo que irme a una junta. Corro)
Terror y caos
Se acabó el fin de semana. Me quedé con tantas cosas que hacer que asusta. Pendientes, pendientes y pendientes. Mañana tengo que hacer el TOEFL y - no tan sorprendentemente - tengo miedo otra vez. Me volví a dar cuenta de todas las cosas que tengo que hacer para pedir mi préstamo. Y ya me dió el horror.
¿Alguien me quiere regalar mucho dinero y hacerme feliz? Quizá sea un buen momento para revisar si me saqué la lotería...
¿Alguien me quiere regalar mucho dinero y hacerme feliz? Quizá sea un buen momento para revisar si me saqué la lotería...
27.8.04
La felicidad compartida
"Lo que no conocía (pero alguna vez imaginé) fue lo dulce de tus labios."
Vaya con la lágrima. Me enorgullece que lo haya dicho un amigo mío. Es una de esas cosas que todas las mujeres solemos añorar.
Comparto contigo la felicidad, querida Conciencia. Y estoy orgullosa de tu valor.
Vaya con la lágrima. Me enorgullece que lo haya dicho un amigo mío. Es una de esas cosas que todas las mujeres solemos añorar.
Comparto contigo la felicidad, querida Conciencia. Y estoy orgullosa de tu valor.
26.8.04
Mi única sobre las Olimpiadas
El día de la carrera, en uno de los periódicos de la Ciudad de México salió un cartón muy interesante. Ana Guevara, a punto de salir en la carrera final, con una imagen del país en su espalda. ¿Y así esperaban que fuera rápida?
Ana es quizá una de las deportistas más consistentes en nuestro México contempóraneo. Bueno, de las conocidas. Y con todas sus facultades completas.
Yo no quería que ganara porque, en el fondo, me hubiera gustado que la selección se regresara sin una sola medalla. Nada más para que se den cuenta que el Comité Olímpico Mexicano es un fraude, una entidad que chupa recursos de manera gratuita. Y que a los verdaderos deportistas no los apoya. Que nos podemos conformar con "bravo, porque es la doce del mundo". No se vale.
Tampoco se vale que a una chica le pongan todo el ánimo del país encima. Es una responsabilidad un poco injusta. Un mucho injusta.
Lo más triste para mí es que no hemos visto a nuestros verdaderos medallistas: los paralímpicos. Ellos - que comen mal, no tienen su cuerpo completo, todo les pasó en la vida - regresan cargados de medallas. Me consta que algunos tienen que vender boletos de rifas para pagarse su boleto, porque el Comité no lo hace. Y regresan cargados de medallas. ¿Cuánto tiempo les ha dedicado la tele?
Me encanta la campaña de Nike. Pero me encanta porque la hizo un amigo mío. Porque sé qué significa para él, para nosotros.
Me da orgullo Ana. Me duelen sus lágrimas. Me duelen los reclamos.
Se merecía ganar. Pero yo no quería que ganara. Y sí, sigue siendo mi héroe.
Ana es quizá una de las deportistas más consistentes en nuestro México contempóraneo. Bueno, de las conocidas. Y con todas sus facultades completas.
Yo no quería que ganara porque, en el fondo, me hubiera gustado que la selección se regresara sin una sola medalla. Nada más para que se den cuenta que el Comité Olímpico Mexicano es un fraude, una entidad que chupa recursos de manera gratuita. Y que a los verdaderos deportistas no los apoya. Que nos podemos conformar con "bravo, porque es la doce del mundo". No se vale.
Tampoco se vale que a una chica le pongan todo el ánimo del país encima. Es una responsabilidad un poco injusta. Un mucho injusta.
Lo más triste para mí es que no hemos visto a nuestros verdaderos medallistas: los paralímpicos. Ellos - que comen mal, no tienen su cuerpo completo, todo les pasó en la vida - regresan cargados de medallas. Me consta que algunos tienen que vender boletos de rifas para pagarse su boleto, porque el Comité no lo hace. Y regresan cargados de medallas. ¿Cuánto tiempo les ha dedicado la tele?
Me encanta la campaña de Nike. Pero me encanta porque la hizo un amigo mío. Porque sé qué significa para él, para nosotros.
Me da orgullo Ana. Me duelen sus lágrimas. Me duelen los reclamos.
Se merecía ganar. Pero yo no quería que ganara. Y sí, sigue siendo mi héroe.
25.8.04
The Manhattan Incident... now in Moscu
Hace días, el Duque platicaba conmigo que había quedado muy decepcionado con el nombre que la historia reciente decidió otorgar a los actos terroristas del WTC en septiembre de 2001. Él opinaba que debería haberse llamado algo similar a "The Manhattan Incident". Estuvimos reflexionando en esa posibilidad y llegamos a la conclusión de que no hubiese sido tan inteligente, sobre todo porque no sólo sucedión en Manhattan.
Hoy, sin embargo, en Rusia marcarán el día como el 25/08 o como "The Moscow Incident". Dos aviones explotaron con minutos de diferencia y, según los reportes, el último aviso que se trataba de un secuestro aéreo antes de explotar.
¿Serán los chechenos? ¿Los mismísimos rusos? ¿O también ellos comenzarán a buscar culpables fuera de sus fronteras?
Hoy, sin embargo, en Rusia marcarán el día como el 25/08 o como "The Moscow Incident". Dos aviones explotaron con minutos de diferencia y, según los reportes, el último aviso que se trataba de un secuestro aéreo antes de explotar.
¿Serán los chechenos? ¿Los mismísimos rusos? ¿O también ellos comenzarán a buscar culpables fuera de sus fronteras?
Y bueno...
Siguiendo los malos consejos de Benjamín, me encontré jugando en la red que según un test... pues bueno... soy Tori Amos. ¿Podría ir mejor?
Which Rock Chick Are You?
24.8.04
Que si lo cuidan, por favor
Con horror - y tardanza - este blog reporta el robo de "El grito" y "Madonna", dos de las pinturas más importantes del pintor noruego Edvard Munch.
El domingo, a mediodía, dos ladrones enmascarados entraron al museo Munch y se llevaron los cuadros ante la mirada atónita de los policías sin armas que cuidan el lugar y muchos de los visitantes.
Hoy, el director del Museo Munch, Gunnar Sorensen, emitió una recomendación para los ladrones a raíz de que uno de los testigos contó que el acto fue tan violento, que creyeron que lo que buscaban era destrozarlos. "Cualquier cosa que hagan, deben cuidar las pinturas lo mejor que puedan". La policía encontró los marcos y vidrios rotos a medio kilómetro del museo el día del robo. Ninguna de las pinturas, explicaron los oficiales del museo, estaban aseguradas contra robo. En gran parte, afirman, "por la naturaleza irremplazable de las piezas".
Tristísimo.
El domingo, a mediodía, dos ladrones enmascarados entraron al museo Munch y se llevaron los cuadros ante la mirada atónita de los policías sin armas que cuidan el lugar y muchos de los visitantes.
Hoy, el director del Museo Munch, Gunnar Sorensen, emitió una recomendación para los ladrones a raíz de que uno de los testigos contó que el acto fue tan violento, que creyeron que lo que buscaban era destrozarlos. "Cualquier cosa que hagan, deben cuidar las pinturas lo mejor que puedan". La policía encontró los marcos y vidrios rotos a medio kilómetro del museo el día del robo. Ninguna de las pinturas, explicaron los oficiales del museo, estaban aseguradas contra robo. En gran parte, afirman, "por la naturaleza irremplazable de las piezas".
Tristísimo.
Cuando los condones sean sexy
Después de un brote fuertísimo de SIDA dentro de la industria del porno en su meca - L.A. - ahora hasta los legisladores están tomando medidas. En una carta enviada a casi 200 representantes del "negocio", Paul Koretz, representante demócrata de West Hollywood, les informa que deben adoptar "procedimientos de reducción de riesgo", como el uso de condones, o deberán enfrentar la posibilidad de que la Legislatura del estado "ejerza su autoridad y exiga acciones más astringentes".
Algunos actores y productores se niegan porque dicen que "los condones nunca han sido sexy" y que la gente busca la pornografía precisamente porque les permite hacer cosas que en la vida real no son "inteligentes" ni factibles - como orgías absolutamente apasionadas o sexo no protegido.
En fin. Parece que los condones tendrán que volverse sexies.
Actualización: Este blog no se considera parte de la "ola de libros y publicaciones que alaban la pornografía de la que da cuenta hoy el NYT. Y no, definitivamente quien lo escribe no es una estrella del porno, je.
Algunos actores y productores se niegan porque dicen que "los condones nunca han sido sexy" y que la gente busca la pornografía precisamente porque les permite hacer cosas que en la vida real no son "inteligentes" ni factibles - como orgías absolutamente apasionadas o sexo no protegido.
En fin. Parece que los condones tendrán que volverse sexies.
Actualización: Este blog no se considera parte de la "ola de libros y publicaciones que alaban la pornografía de la que da cuenta hoy el NYT. Y no, definitivamente quien lo escribe no es una estrella del porno, je.
Nuevo centro de operaciones
Para tristeza absoluta de los manifestantes - estoy casi segura de que disfrutaban viéndonos sufrir - ya no estamos más en el terrible edificio de las cucarachas, las manifestaciones y la falta de aire acondicionado. A partir de ayer, habitamos sendas y modernas instalaciones en la colonia Del Valle. La fresez.
Pregunta un amigo: "¿Qué? ¿Te cambias de oficina a semanas de dejar el trabajo?". La verdad es que la culpa de esta contradicción fue mía. En algún momento de desesperación y descrédito, cuando hablaban de la eventual mudanza, yo sentencié: "El día que cambien de lugar la oficina, yo trabajaré un mes y después me iré".
Boca de profeta, pues. Espero que mis negras intenciones de irme a trabajar a Nueva York también tengan un éxito tan rotundo.
Pregunta un amigo: "¿Qué? ¿Te cambias de oficina a semanas de dejar el trabajo?". La verdad es que la culpa de esta contradicción fue mía. En algún momento de desesperación y descrédito, cuando hablaban de la eventual mudanza, yo sentencié: "El día que cambien de lugar la oficina, yo trabajaré un mes y después me iré".
Boca de profeta, pues. Espero que mis negras intenciones de irme a trabajar a Nueva York también tengan un éxito tan rotundo.
19.8.04
Sobre la materia prima de los héroes
Hace días, casi desmayo de emoción al ver la campaña nueva de Nike. "Mi héroe es una chava". Así dice. Y me sentí contenta de saber que los niños tienen a alguien a quien ver, a quien admirar.
Hoy, yo cambié un poquito de héroes. Un ser que me ha enseñado mucho, que me ha hecho la vida a veces más difícil y muchas veces más comprensiva, está pasando por un momento que yo me imagino terrible. Tenía semanas no queriéndolo tanto. Porque se había portado muy maldito. Pero si ya pasaba esto por su cabeza, lo comprendo a veces. Y es un poco mi héroe porque acepta su destino. Cual héroe griego. Cual Spiderman, quien se deja un poco. Pero, como buena overachiever - idea robada de BEF - espero que reaccione pronto. O que me explique de alguna manera porqué le conviene hacer algo que yo nunca hubiera aceptado.
Hoy, yo cambié un poquito de héroes. Un ser que me ha enseñado mucho, que me ha hecho la vida a veces más difícil y muchas veces más comprensiva, está pasando por un momento que yo me imagino terrible. Tenía semanas no queriéndolo tanto. Porque se había portado muy maldito. Pero si ya pasaba esto por su cabeza, lo comprendo a veces. Y es un poco mi héroe porque acepta su destino. Cual héroe griego. Cual Spiderman, quien se deja un poco. Pero, como buena overachiever - idea robada de BEF - espero que reaccione pronto. O que me explique de alguna manera porqué le conviene hacer algo que yo nunca hubiera aceptado.
El muerto del día
Resulta que ayer en la tarde, sin decir agua va, se murió Víctor Cervera Pacheco, príista yucateco que perdurará en mi mente por ser el más moderno traidor a la patria que todavía se dió el lujo de volver a competir por la gobernatura. Ja. Sólo a él se le ocurría aquello de la "Independiente y Soberana República del Yucatán".
Además de eso, puedo decir que me conmovió la nota de Notimex que explica lo sucedido en el lugar de su muerte - un hospital - ya que los familiares se negaron a dar detalles del sepelio: "En la clínica se encuentran priistas, conocidos y allegados que acudieron tras conocer la noticia de su deceso. Entre los asistentes figura el diputado Adolfo Peniche Pérez; la ex diputada y ex alcaldesa priista de Ticul, Beatriz Peralta Chacón; la legisladora Lucely Carrillo Alpizar, quienes lloraban la muerte de quien es considerado un símbolo del priismo en la región." A lágrima viva, seguro. Pobrecitos. Ojalá que el señor regrese a jalarles los pies para que dejen de sufrir.
He dicho.
Además de eso, puedo decir que me conmovió la nota de Notimex que explica lo sucedido en el lugar de su muerte - un hospital - ya que los familiares se negaron a dar detalles del sepelio: "En la clínica se encuentran priistas, conocidos y allegados que acudieron tras conocer la noticia de su deceso. Entre los asistentes figura el diputado Adolfo Peniche Pérez; la ex diputada y ex alcaldesa priista de Ticul, Beatriz Peralta Chacón; la legisladora Lucely Carrillo Alpizar, quienes lloraban la muerte de quien es considerado un símbolo del priismo en la región." A lágrima viva, seguro. Pobrecitos. Ojalá que el señor regrese a jalarles los pies para que dejen de sufrir.
He dicho.
Esas pequeñas cosas que voy a extrañar
Ya me voy a cambiar de oficina. Para llegar aquí, todos los días viajo con el Duque entre cuarenta minutos y una hora en el tráfico y después me bajo en Reforma y Jardín de Líbano para tomar un camión o una micro. En un exceso de civilidad - para la Ciudad de México -, todos los días espero mi transporte en un parabús. En esa esquina, trabaja un chico que vende El Universal y El Gráfico. A fuerza de vernos durante meses, todos los días nos saludamos. "Buenos días, buenos días". Hoy también me dijo el buenos días. Con una sonrisa linda. Después, se puso a reírse y a saludar a un "colega" - un chavito de unos diez años que vende el Diario DF. "Quihubole, ese". "Pues quihubole".
Esos diálogos, tan amables en su sonido y su sonrisa, los voy a extrañar.
Esos diálogos, tan amables en su sonido y su sonrisa, los voy a extrañar.
Para que no se me olvide
"Toma en cuenta", decía un Dalai Lama, "que los grandes amores y los grandes logros implican grandes riesgos".
Noticias del desastre
El día llegó. Finalmente, todo indica que el viernes nos vamos de aquí: adiós cucarachas, fallas en el aire acondicionado y sobre todo, adiós campesinos. Ahora traten de meter diez años de oficina en cajas. Caótico, sí.
Por otro lado, en la Florida, el desastre que dejó el huracán Charley es menos que el que está dejando la falta de "solidaridad" - diría el Pelón. Mientras que en México la gente nos vanagloriamos de saber ayudar sin pedir cuando hay necesidad, en este estado americano la gente está subiendo los precios de TODO para aprovecharse de los damnificados: desde hoteles hasta hielo. Me parece inconcebible la idea de una bolsa de hielo de diez dólares, pero en fin.
Afortunadamente, mi tesoro en la Florida - el querido Charly - está en perfectas condiciones. Sería bueno que los demás aprendan a ayudar sin buscar lucro. Hum.
Por otro lado, en la Florida, el desastre que dejó el huracán Charley es menos que el que está dejando la falta de "solidaridad" - diría el Pelón. Mientras que en México la gente nos vanagloriamos de saber ayudar sin pedir cuando hay necesidad, en este estado americano la gente está subiendo los precios de TODO para aprovecharse de los damnificados: desde hoteles hasta hielo. Me parece inconcebible la idea de una bolsa de hielo de diez dólares, pero en fin.
Afortunadamente, mi tesoro en la Florida - el querido Charly - está en perfectas condiciones. Sería bueno que los demás aprendan a ayudar sin buscar lucro. Hum.
En la mitad del silencio
Si te vas sin mí
encuentra un espacio entre las cajas
para guardar la última lágrima
de la mitad de agosto
no busco que te quedes
- odiaría interrumpir las migraciones de las aves -
sólo espero que a la mitad del vuelo, en el cansancio
la nostalgia te sostenga como un árbol
y sepas que irse
es una buena manera de volver.
encuentra un espacio entre las cajas
para guardar la última lágrima
de la mitad de agosto
no busco que te quedes
- odiaría interrumpir las migraciones de las aves -
sólo espero que a la mitad del vuelo, en el cansancio
la nostalgia te sostenga como un árbol
y sepas que irse
es una buena manera de volver.
18.8.04
Y otro más...
... comido por las transnacionales. Hoy en Reforma se da cuenta de que la fábrica de dulces Lorena - dueños del nunca bien ponderado Pelón Pelo Rico y que, con todo y todo, exporta a 12 países - acaba de ser comprada por Hershey México. ¿Serán capaz de mantener su saborcito único a quiénsabequécosa? ¿Los pelos de rata completamente limpios que dice la leyenda urbana son el secreto para su éxito? Saaabe.
13.8.04
Tardecitas
Hoy es cumpleaños de nuestra queridísima Rax. Nos congratulamos con el cielo que la trajo y la mantiene para sonrisas de muchos. Un abrazote.
Cuatro mil bodas falsas
Ayer, el vaquero favorito de todos los imbéciles, George Bush, logró la anulación de las casi cuatro mil bodas que se celebraron en San Francisco desde que en febrero (14) de este año comenzaran a emitirse las licencias en esa ciudad para matrimonios homosexuales.
Anulación. Frente a la ley. Porque el matrimonio es santo, entre hombre y mujer solamente. Bush dixit.
Me encantaría saber a la vuelta de los años, cuántos de estos matrimonios que hoy él llama "nulos" seguirán juntos, apoyándose, amándose y no juntos por apariencia. Me encantaría saber la suerte que tendrán con respecto a las parejas de heterosexuales que se casaron este mismo año. Incluyendo, por supuesto, el matrimonio (¿o serán los matrimonios?) de Britney este año.
Anulación. Frente a la ley. Porque el matrimonio es santo, entre hombre y mujer solamente. Bush dixit.
Me encantaría saber a la vuelta de los años, cuántos de estos matrimonios que hoy él llama "nulos" seguirán juntos, apoyándose, amándose y no juntos por apariencia. Me encantaría saber la suerte que tendrán con respecto a las parejas de heterosexuales que se casaron este mismo año. Incluyendo, por supuesto, el matrimonio (¿o serán los matrimonios?) de Britney este año.
12.8.04
Algunas líneas
Te encontré al otro lado del otoño
seguías ahí
como un silencio demasiado largo
que duele
- muelas que no dejan de salir a mitad de la noche -
Vestida de un perdón violáceo
salí a tu encuentro
y el estruendo de las calles me sirvió de manto
fue tibio encontrar mis viejas heridas
mi labios descascarados, cautivos de una postal
un refugio en medio de los lobos
el agua comenzó a caer
bajo la lluvia
los grillos inventaron el vals perfecto
para los niños que no fuimos
seguías ahí
como un silencio demasiado largo
que duele
- muelas que no dejan de salir a mitad de la noche -
Vestida de un perdón violáceo
salí a tu encuentro
y el estruendo de las calles me sirvió de manto
fue tibio encontrar mis viejas heridas
mi labios descascarados, cautivos de una postal
un refugio en medio de los lobos
el agua comenzó a caer
bajo la lluvia
los grillos inventaron el vals perfecto
para los niños que no fuimos
9.8.04
Desde otra trinchera
Apenas me preparaba para narrar que otra vez estaba tomada la oficina, cuando nos evacuaron. Desde un cybercafé, sigo el desarrollo del día. Por lo menos hoy no tuve que brincar... tenía falda.
¡Albricias!
¡Albricias!
Periódico en problemas
The Village Voice, uno de los periódicos más emblemáticos de Nueva York, está pasando por sospechosas reestructuras, incluyendo el despido "no del todo claro" de uno de sus editores más renombrados.
No puedo dejar de sentir tristeza. Yo ya estuve en la caída y cierre de un periódico. Y en la venta de otro a un conglomerado de comunicación. Ninguna de las dos perspectivas es la más buena. Sólo resta desear que les vaya lo menos mal posible.
No puedo dejar de sentir tristeza. Yo ya estuve en la caída y cierre de un periódico. Y en la venta de otro a un conglomerado de comunicación. Ninguna de las dos perspectivas es la más buena. Sólo resta desear que les vaya lo menos mal posible.
6.8.04
Blanco y morado
Me miran desde la esquina de mi escritorio. Me recuerdan que las cosas están cada día mejor. Me dan una perspectiva de la vida que elegí.
Hace meses que no recibía flores. Y llegaron. No puedo evitar - mujer soy y me gusta - sentirme un poco diosa cuando me ofrecen así, regalos.
Amada. Así me siento. Lo soy. Y amo de regreso.
Hace meses que no recibía flores. Y llegaron. No puedo evitar - mujer soy y me gusta - sentirme un poco diosa cuando me ofrecen así, regalos.
Amada. Así me siento. Lo soy. Y amo de regreso.
5.8.04
Novedades en el frente de la salud
Me había estado sintiendo terrible desde el miércoles pasado, cuando aparentemente me intoxiqué en un restaurante en Polanco. No vine a trabajar el jueves, y el resto del fin de semana la pasé en condición de muerto fresco, con mareos espectaculares, debilidad y fiebre. El lunes por fin decidí ir al doctor quien semi me diagnosticó con una cosa que sonaba horrible (Fiebre de Malta), pero que en realidad no era tan grave. Decidió que me tenían que sacar sangre... otra vez. Tres tubos de ensayo después, ayer por la tarde me entregaron mis análisis. Y dice mi sangre que no tengo nada. Que lo único que me pasa es que me está dando hipoglucemia por mi falta de orden al comer (tengo 60 de glucosa, si alguien sabe qué es eso) y que por lo mismo mi colesterol y triglicéridos siguen en el piso.
Píldoras de valemadrina. Esa fue mi receta. ¿Alguien sabe dónde se compran?
Píldoras de valemadrina. Esa fue mi receta. ¿Alguien sabe dónde se compran?
¿La institucionalización de las mentiras?
El sábado pasado que estaba instalada en ser "el cronopio de las camelias" - como bien dijo el Duque - me aventé la primera parte de la sexta temporada de Sex and the City. En un capítulo, me reí horrores al ver como Charlotte, agobiada por una cita HORRIBLE, corre a la mesa de Carrie (quien llegó al mismo restaurante por casualidad) para pedirle que le marque al celular y le diga que pasó algo malo. Esto le permitirá escabullirse de la fallida reunión sin ser grosera.
Gracias a las nuevas tecnologías, sin embargo, ya no será necesario tener amigas como uno para contar con una buena coartada. En Estados Unidos, Cingulair ya está ofreciendo un nuevo programa llamado Escape-A-Date. El programa consiste en programar el teléfono para generar una llamada automática a la mitad de una cita. Si el encuentro con el sujet@ en cuestión está resultando terrible, la llamada puede ayudarte escapar.
La editorial del NYT donde leí el dato afirma que lo grave del caso es que "se trata de otro paso adelante en la institucionalización de las mentiras, para aquellos que carecen de la fortaleza mental para mentir por si mismos". Hummm. A mí - francamente - sólo me parece divertido.
(Ah... el cinismo... :))
Gracias a las nuevas tecnologías, sin embargo, ya no será necesario tener amigas como uno para contar con una buena coartada. En Estados Unidos, Cingulair ya está ofreciendo un nuevo programa llamado Escape-A-Date. El programa consiste en programar el teléfono para generar una llamada automática a la mitad de una cita. Si el encuentro con el sujet@ en cuestión está resultando terrible, la llamada puede ayudarte escapar.
La editorial del NYT donde leí el dato afirma que lo grave del caso es que "se trata de otro paso adelante en la institucionalización de las mentiras, para aquellos que carecen de la fortaleza mental para mentir por si mismos". Hummm. A mí - francamente - sólo me parece divertido.
(Ah... el cinismo... :))
2.8.04
Enfermo, raro
Que dice el doctor que tengo la presión alta. Que digo yo que no sé que tengo, pero me siento mal. Perdonen la ausencia, pero esta sensación inenarrable de movimiento tiene la culpa. Ya les contaré en qué va. Saludos.
29.7.04
Invitación
Mañana 29 de julio tendré el inmenso placer de colaborar en la presentación del libro "Estos son los días" de mi querídisimo Alberto Chimal. Digo en favor de la asistencia que no será una presentación tradicional, sino una lectura "teatralizada" de los magníficos cuentos que integran el libro, que ganó el premio San Luis Potosí de Cuento en 2002.
La cita es el Bar Las Hormigas de la Casa del Poeta (Álvaro Obregón 73, Col. Roma) a las 19:00 horas. Quienes tengan tiempo, descuélguense por allá. Nos dará gusto verlos.
- Lo de "teatralizada" es por aquello de que vamos a leer puros teatreros (y una teatrera, that's me) ... pero se va a poner bueno, de verdad. :) -
La cita es el Bar Las Hormigas de la Casa del Poeta (Álvaro Obregón 73, Col. Roma) a las 19:00 horas. Quienes tengan tiempo, descuélguense por allá. Nos dará gusto verlos.
- Lo de "teatralizada" es por aquello de que vamos a leer puros teatreros (y una teatrera, that's me) ... pero se va a poner bueno, de verdad. :) -
28.7.04
Otro reality... esta vez religioso
Consigna el NYT el trabajo de la cadena UPN para presentar el más nuevo de los nuevos realities: Amish in the City. La serie tratará de las aventuras de un grupo de chicos ultraconservadores viviendo en Hollywood con otros compañeros no tan religiosos.
No puedo evitarlo, pero me imagino a un Big Brother de menonitas y chicos urbanos. De verdad, ¿alguna otra idea para mejorar la televisión?
No puedo evitarlo, pero me imagino a un Big Brother de menonitas y chicos urbanos. De verdad, ¿alguna otra idea para mejorar la televisión?
27.7.04
¿De verdad perteneces a este país?
Cuando la gente quiere tomar la ciudadanía de otro país, debe pasar por extraños exámenes que aseguren que sabe de ese país, "de su historia y sus valores" - lea usted aquí lo que le parezca más indicado. Estados Unidos acaba de anunciar que está rediseñando su examen para que sea más "justo". "La nueva prueba", dice el NYT, "también tratará de asegurar que los prospectos de ciudadanos comprendan los conceptos básicos de la democracia americana y no simplemente reciten datos que se aprendieron de memoria".
Jugando con la imaginación: ¿cuántos gringos - en el sentido más estricto de la palabra - conservarían su nacionalidad si se les aplicara el examen a todos? Pocos, temo decir. En algún momento leí que los alumnos de preparatoria en Latinoamérica sabíamos más de la historia de EEUU en promedio que los alumnos estadounidenses.
Quién sabe. Lo cierto es que alguna vez leí una leyenda urbana que me mató de risa (creo que en la revista Chilango): al darse cuenta que los sud y centroamericanos que se querían hacer pasar por mexicanos en la frontera sur llevaban aprendido el himno nacional y parte de la historia, los oficiales de migración cambiaron de pregunta. Ahora, cuando tienen duda, se llevan a la persona en cuestión a una habitación aparte y le hacen una sola pregunta: "Describanos qué es una catafixia". ¿Alguna duda?
Jugando con la imaginación: ¿cuántos gringos - en el sentido más estricto de la palabra - conservarían su nacionalidad si se les aplicara el examen a todos? Pocos, temo decir. En algún momento leí que los alumnos de preparatoria en Latinoamérica sabíamos más de la historia de EEUU en promedio que los alumnos estadounidenses.
Quién sabe. Lo cierto es que alguna vez leí una leyenda urbana que me mató de risa (creo que en la revista Chilango): al darse cuenta que los sud y centroamericanos que se querían hacer pasar por mexicanos en la frontera sur llevaban aprendido el himno nacional y parte de la historia, los oficiales de migración cambiaron de pregunta. Ahora, cuando tienen duda, se llevan a la persona en cuestión a una habitación aparte y le hacen una sola pregunta: "Describanos qué es una catafixia". ¿Alguna duda?
Conmovida, primera parte
Me gusta leer el NYT porque los reporteros le dan un sabor especial a las notas, las hacen verdaderos reportajes, cuentos. Pero no cuentos morales, por más cursi o cercano que sea el tema. Hoy leí algo que me conmovió: la historia de una monja en Ohio, doctora en Ciencias y directora de una universidad, a la que le detectaron cáncer en el seno hace cinco años.
Al darse cuenta que tenía pocas o prácticamente ninguna posibilidad de curarla del todo, su doctor le propuso que empezara a participar en pruebas clínicas. La monja dice que aceptó pensando en dos cosas: en su curiosidad científica y en su vocación a una vida de servicio. "Como miembro de una orden religiosa (...) quería seguir dando servicio a otros", dijo. "Yo no estaría viva si no fuera por otras mujeres que aceptaron hacer pruebas clínicas".
Durante cinco años, ha pasado por pruebas buenas y otras no tanto. Ahora, cada vez peor de salud, vive en una casa de la orden. Ya no le piden que vaya a muchas pruebas, pues ha pasado por demasiados tratamientos, pero no se rinde. "Mientras que yo sea útil con estas pruebas, seguiré participando. En realidad, no estoy buscando una cura para mí. Me voy a morir de esta enfermedad, ya lo sé. Es solamente una manera de hacer que mi muerte tenga más sentido".
Al terminar de leer, no pude más que acordarme de una sección llamada "Y tú te quejas", que sale en una revista de espectáculos semanal. En cada publicación, presentan a una persona con alguna enfermedad o discapacidad y los muestran como un ejemplo de resignación y avance. Pero el tono de la redacción es tan tramposo, tan chantajista... que no sirve de nada. No conmueve. Llama al "ni estás tan mal, hay gente que está peor que tú". Vaya comparación con el "por qué no hacerlo, si es bueno para todos" del artículo del NYT. Eso, por lo menos, es lo que creo yo.
Al darse cuenta que tenía pocas o prácticamente ninguna posibilidad de curarla del todo, su doctor le propuso que empezara a participar en pruebas clínicas. La monja dice que aceptó pensando en dos cosas: en su curiosidad científica y en su vocación a una vida de servicio. "Como miembro de una orden religiosa (...) quería seguir dando servicio a otros", dijo. "Yo no estaría viva si no fuera por otras mujeres que aceptaron hacer pruebas clínicas".
Durante cinco años, ha pasado por pruebas buenas y otras no tanto. Ahora, cada vez peor de salud, vive en una casa de la orden. Ya no le piden que vaya a muchas pruebas, pues ha pasado por demasiados tratamientos, pero no se rinde. "Mientras que yo sea útil con estas pruebas, seguiré participando. En realidad, no estoy buscando una cura para mí. Me voy a morir de esta enfermedad, ya lo sé. Es solamente una manera de hacer que mi muerte tenga más sentido".
Al terminar de leer, no pude más que acordarme de una sección llamada "Y tú te quejas", que sale en una revista de espectáculos semanal. En cada publicación, presentan a una persona con alguna enfermedad o discapacidad y los muestran como un ejemplo de resignación y avance. Pero el tono de la redacción es tan tramposo, tan chantajista... que no sirve de nada. No conmueve. Llama al "ni estás tan mal, hay gente que está peor que tú". Vaya comparación con el "por qué no hacerlo, si es bueno para todos" del artículo del NYT. Eso, por lo menos, es lo que creo yo.
23.7.04
¿Te acuerdas de mi?
Iba tarde. Me dí cuenta desde que ví un montón de gente afuera del restaurante y escuché la voz del maestro de ceremonias. Mi preocupación mayor era que mis tobillos no sufrieran una torcedura a causa de los tacones, que rara vez me pongo.
En el momento en que estaba a punto de entrar, lo ví. Nos miramos un par de veces con descrédito. Increíble. Años intentando ponernos de acuerdo, la invitación perdida para mi boda. Y estaba ahí. El hombre que, a mis 15 años, me convenció de que yo sí podía, de que mi destino - dijo - era aprender todo lo posible, volar, ser grande. Mi director de la preparatoria, mi mentor. Qué fuerte. Hace casi diez años de eso. Y está aquí. Y está bien. No puedo más que agradecer al cielo que me lo pusiera enfrente. Me dió gusto saber que es feliz, que es quien le gusta ser. Eso es el regalo más grande que un hombre pueda tener.
Increíble que, en una de las ciudades más grandes del mundo, me encuentre con la gente que he perdido. Supongo que alguien diría que es el destino.
En el momento en que estaba a punto de entrar, lo ví. Nos miramos un par de veces con descrédito. Increíble. Años intentando ponernos de acuerdo, la invitación perdida para mi boda. Y estaba ahí. El hombre que, a mis 15 años, me convenció de que yo sí podía, de que mi destino - dijo - era aprender todo lo posible, volar, ser grande. Mi director de la preparatoria, mi mentor. Qué fuerte. Hace casi diez años de eso. Y está aquí. Y está bien. No puedo más que agradecer al cielo que me lo pusiera enfrente. Me dió gusto saber que es feliz, que es quien le gusta ser. Eso es el regalo más grande que un hombre pueda tener.
Increíble que, en una de las ciudades más grandes del mundo, me encuentre con la gente que he perdido. Supongo que alguien diría que es el destino.
Pobre, pobrecito niño feo
A principios de la semana, German Dehesa comentaba en su columna que nadie había querido hacerle demasiado caso al anterior presidente español, José María Aznar, ahora que venía a Méixco a presentar su nuevo libro. Parece que todos los grandes intelectuales y figuras de la politica le hicieron un *poquito* el feo y no lo acompañaron en su momento.
Ahora me doy cuenta de la gravedad del asunto. Revisando concienzudamente mis correos electrónicos, en una de mis doscientascatorce cuentas me doy cuenta que tengo un mail de Editorial Planeta, casa editora del señor. El correo, enviado a las últimas horas del martes 20, invita bajo estricta confirmación al evento, programado para el jueves 22.
Yo, que entre otras cosas me dedico a veces a coordinar eventos, sé que cuando estás invitando a mucha gente (un mail masivo es mucha gente) dos días antes del evento, estás entrando en estado de pánico. Y el pánico se debe a que nadie, pero NADIE te ha confirmado.
Pobre, pobrecito niño feo.
(Flavio siempre se acuerda con una sonrisa en la boca de la noche que estuvimos en la cacerolada afuera de la Casa de Gobierno, frente a la Puerta del Sol. Miles de madrileños se arremolinaban exigiendo una explicación a la falta de información sobre el atentado, cuando CNN ya había dicho de los nexos con grupos extremistas. Un grupo de chicos comenzó a gritar muchas consignas, pero la más pegajosa sonaba: "Eso... nos pasa... con un gobierno facha". Esa consigna, las pintas de Aznar con orejas de Mickey Mouse y su nombre debajo ("Azwar") y la estatua de Federico García Lorca enfrente del Teatro Municipal -a sus pies habían escrito con pintura en spray A tí también te asesinaron- son, para bien o para mal, algunos de mis recuerdos más claros de Madrid).
Ahora me doy cuenta de la gravedad del asunto. Revisando concienzudamente mis correos electrónicos, en una de mis doscientascatorce cuentas me doy cuenta que tengo un mail de Editorial Planeta, casa editora del señor. El correo, enviado a las últimas horas del martes 20, invita bajo estricta confirmación al evento, programado para el jueves 22.
Yo, que entre otras cosas me dedico a veces a coordinar eventos, sé que cuando estás invitando a mucha gente (un mail masivo es mucha gente) dos días antes del evento, estás entrando en estado de pánico. Y el pánico se debe a que nadie, pero NADIE te ha confirmado.
Pobre, pobrecito niño feo.
(Flavio siempre se acuerda con una sonrisa en la boca de la noche que estuvimos en la cacerolada afuera de la Casa de Gobierno, frente a la Puerta del Sol. Miles de madrileños se arremolinaban exigiendo una explicación a la falta de información sobre el atentado, cuando CNN ya había dicho de los nexos con grupos extremistas. Un grupo de chicos comenzó a gritar muchas consignas, pero la más pegajosa sonaba: "Eso... nos pasa... con un gobierno facha". Esa consigna, las pintas de Aznar con orejas de Mickey Mouse y su nombre debajo ("Azwar") y la estatua de Federico García Lorca enfrente del Teatro Municipal -a sus pies habían escrito con pintura en spray A tí también te asesinaron- son, para bien o para mal, algunos de mis recuerdos más claros de Madrid).
22.7.04
El chisme de Linda Ronstand
Yo me acordaba de esa mujer porque en algún momento de mi infancia presentó un disco de música ranchera que se llamaba "Canciones de mi Padre". Resulta que la semana pasada la corrieron de un hotel de Las Vegas donde estaba dando un show por atreverse (hum?) a dedicarle una canción al gordito quejoso más querido del mundo nowadays: Michael Moore.
El dueño del hotel no sólo le cortó la energía en el show, sino que le dió por terminado su contrato y ni siquiera la dejó sacar sus cosas del cuarto de hotel, acusándola de anti-americanista.
¿Otro absurdo para la colección?
El dueño del hotel no sólo le cortó la energía en el show, sino que le dió por terminado su contrato y ni siquiera la dejó sacar sus cosas del cuarto de hotel, acusándola de anti-americanista.
¿Otro absurdo para la colección?
Por si se preguntaban quién reactiva la economía...
Mientras que Samuel Huntington saca al mundo libros que garantizan a los norteamericanos que es "la invasión latina" la que pone en peligro sus costumbres, sus tradiciones y su forma de vida - lo que sea que esto signifique - en Washington se realiza un foro de Ejecutivos Hispanos.
Entre los resultados del foro, se informó que en los últimos tres años hubo un incremento importante en los viajes por parte de los norteamericanos de "minoría". Los hispanos hacen el ocho por ciento del total de los viajes en EEUU, y entre 2000 y 2002 su frecuencia de viajes nacionales creción casi 20 por ciento, en comparación con el dos por ciento total.
Sin viajes, ni movimiento, no hay crecimiento de la economía. ¿Será que Mr. Huntington tiene razón? ¿Será que hace mucho tiempo que EEUU dejó de ser la tierra de los WASP? ¿O será simplemente un poco de justicia poética?
Entre los resultados del foro, se informó que en los últimos tres años hubo un incremento importante en los viajes por parte de los norteamericanos de "minoría". Los hispanos hacen el ocho por ciento del total de los viajes en EEUU, y entre 2000 y 2002 su frecuencia de viajes nacionales creción casi 20 por ciento, en comparación con el dos por ciento total.
Sin viajes, ni movimiento, no hay crecimiento de la economía. ¿Será que Mr. Huntington tiene razón? ¿Será que hace mucho tiempo que EEUU dejó de ser la tierra de los WASP? ¿O será simplemente un poco de justicia poética?
Antes de que se me olvide
Es tarde, Eva me va a dar un ride, pero si no lo pongo ahorita, se me va a olvidar. La cadena Fox de televisión está a punto de estrenar un nuevo realiti en EEUU. El programa, que se va a llamar "Trading spouses", es la mediatización total del fenómeno swinger.
Lo más interesante es el grito enloquecido de horror que se ha escuchado. No precisamente el de las audiencias que piden programas respetuosos... sino el de otras cadenas que exigen que se penalice la piratería de ideas de programas.
La respuesta conciliadora ante la acusación de robo de ideas es que "los productores a menudo realizan programas similares y que las cadenas televisoras los compran incluso sabiendo que los televidentes podrían terminar con una programación que aparenta una sospechosa similitud".
¿Alguna otra argumentación impecable entre el público? - Aplausos al final de la sala -
Lo más interesante es el grito enloquecido de horror que se ha escuchado. No precisamente el de las audiencias que piden programas respetuosos... sino el de otras cadenas que exigen que se penalice la piratería de ideas de programas.
La respuesta conciliadora ante la acusación de robo de ideas es que "los productores a menudo realizan programas similares y que las cadenas televisoras los compran incluso sabiendo que los televidentes podrían terminar con una programación que aparenta una sospechosa similitud".
¿Alguna otra argumentación impecable entre el público? - Aplausos al final de la sala -
16.7.04
Onomatopéyico
Una cosa que aprende la gente cuando vive en la Ciudad de México es que la contaminación auditiva puede no tener límites. En un espacio de media cuadra, los gritos pueden ser tantos que uno tema con razones estar quedándose sordo. Por ejemplo, la media cuadra que ocupa la entrada al Teatro Metropolitan.
La hazaña de ir a ver Stomp! había comenzado semanas antes. El Chacuas lo sugirió. Yo, que moría de ganas, dije que sí y el Duque también. A mí se me ocurrió hacerlo público y poco a poco se fueron agregando nombres. Yo prometí comprar los boletos. El "amo de los boletos" cobraba la friolera de 70 pesos de comisión en cada uno, así que me negué a comprarlos por Internet - además de que mi tarjeta de crédito no sirve porque me la clonaron. Total que yo aseguré que estaría en el Metropolitan comprándolos, pronto.
Se fueron pasando los días. Yo revisaba los lugares disponibles por Internet y me tranquilizaba ver que quedaban muchos. Como habíamos quedado en que la fecha era el 15, el 14 yo iba a ir por ellos. Pero el 14 fuí secuestrada por un grupo de campesinos dentro de mi edificio de oficinas, así que no alcancé a llegar.
Ayer - la fecha planeada - fuí al teatro a mediodía. Me aterrorizó darme cuenta que, con todo y la taquilla abierta con muuuuchos boletos, es el paraíso de los revendedores. Los policías pasan, los ven, platican con ellos. Pero no les dicen nada. Tú vas caminando tranquilamente por Independencia y de pronto se te acerca un obscuro hombrecito y casi te grita en el hombro: "¿Qué pasó, guerita? ¿Quieres boletos para Bunbury, para Stomp? Tenemos de todos los precios..."
En la taquilla, cometí el fatal error de querer recibir un consejo del boletero. El tipo y una mujer que estaba sentada junto a él me miraron con ojos de pobrecitaimbécilignorante cuando pregunté si era mejor verlo de arriba que de abajo, porque no conocía el foro. Volví a hacer mis cuentas mentales: "Duque, Chacuas, Alberto, Su, Víctor, Ceci, Roberto, Marianna, James, Mariana". 10 boletos, por favor. ¿Ya se dió usted cuenta del error?
Decidí caminar de regreso del teatro a la oficina. Pasé por las calles llenas de voceadores que tenía que recorrer en mis primeros días en el DF para llegar a mi casa... y me acordé porqué me mudé de ahí. Sin embargo, fue divertido pasar por pequeñas tiendas. En una de esas, hasta compré el vaso de mi licuadora, que se había roto ya hacía mucho tiempo.
Ya en la oficina, regresando de comer, volví a hacer la cuenta mental de los boletos. Estaba a punto de respirar tranquila cuando me dí cuenta de una cosa: ¡no me había contado a mí! y era casi imposible salirme de la oficina. Me quedé en el ácido el resto de la tarde, hasta que cerca de las 7, George me llevó al teatro.
Fue entonces el momento del ruido, absoluto, infernal. Mientras me formaba para ver si todavía quedaba el boleto 15 de la zona C4 en la tercera fila (hubiera sido horrible mandar a alguien lejos) me pidieron dinero para los niños con cáncer, las mujeres de la calle, los organilleros; me ofrecieron papitas, refrescos, binoculares y, por qué no, el vídeo de Stomp en su versión pirata.
Después de comprar el boleto que, mágicamente, sí estaba, me dió la indignación. Decenas de puestos alrededor del teatro vendían todos los souvenirs posibles. Había, sin embargo, un grupo que llamó mi atención porque estaban completamente abstraídos del ruido: unos muchachos de rasgos extranjeros, entre ellos uno con mohawk y otro con una enorme melena afro, jugando futbol. Cáscara callejera con los niños de la calle, muchos de ellos hijos de los ambulantes. De pronto jugaban, después se burlaban de los niños y de sus compañeros haciendo teatro y mímica callejera de la mejor escuela. Comprendí que estaba viendo a los artistas del show.
Para absoluta fascinación de los niños, estuvieron jugando con ellos un buen rato. Después tomaron aire y se pasearon entre los puestos de mercancía "pirata". Dos de ellos terminaron comprando una chamarra y una taza respectivamente antes de entrar al teatro por la puerta de artistas.
Ya sin mi show callejero, intenté concentrarme en la lectura de un libro. Pero no. Atrás de mi seguían los doscientosquincemil ambulantes vendiéndome hasta lo imposible. Y ninguno de los citados llegaron. De pronto ví al Chacuas. Intensamente rojo, hinchado, sudoroso. Me sorprendió. Después del abrazo de saludo me dice: "¿Has oído esa historia de que si te comes unos tacos en la calle te mueres?". Me dí cuenta que estaba temblando y trataba desesperadamente de abrir un frasco de medicina. Sus brazos estaban llenos de ronchitas y sus manos, tan hinchadas, que le eran prácticamente inútiles.
Le dí el medicamento y corrí a una farmacia homeopática que había visto a una cuadra. Rogé, me abrieron y compré algo para él. Cuando regresé, me encontré con Marianna. Le dí al Chacuas una primera toma y comenzaron los peores 30 minutos del día: espera a que lleguen todos los invitados antes de que nos den el portazo.
Poco a poco, entre el caos del valet parking y los cientos de personas que llegaban al teatro, ví arribar a los dueños de los 10 boletos en mi bolsa. Al final, entré corriendo con James y Mariana. Apenas nos habíamos sentado y todo, apagaron las luces. El timing perfecto.
Sobre Stomp, sólo otra onomatopeya: wow. Literalmente, estos sí salieron más cabrones que bonitos. El show es una revaloración cuidadosa de las percusiones, y nos hace recordar cómo en realidad están en las cosas más cotidianas. Los juegos con escobas, baldes, trapeadores, destapacaños, botes de basura... Lo más bonito es su capacidad para que a nosotros, que nos gusta el showbiznez, nos sintiéramos parte del juego con aplausos. Me encantó sentir el silencio del teatro - a pesar de que la señora detrás de mí no paraba de narrar el espectáculo -, y sobre todo, la cooperación, la risa, la felicidad que se veía en las caras de quienes asistieron.
Lo más increíble es darse cuenta que todos esos sonidos salen del cuerpo, de los objetos que nos rodean: retomar la idea de que somos una orquesta. ¿Lo más bonito? Yo me quedo con tres números, más bien discretos en cuanto a la intensidad de su sonido: los encendedores, la basura y el periódico. Y me quedo con la serena diversión de todos los artistas que salen a jugar una cáscara con los niños del barrio antes del espectáculo.
La hazaña de ir a ver Stomp! había comenzado semanas antes. El Chacuas lo sugirió. Yo, que moría de ganas, dije que sí y el Duque también. A mí se me ocurrió hacerlo público y poco a poco se fueron agregando nombres. Yo prometí comprar los boletos. El "amo de los boletos" cobraba la friolera de 70 pesos de comisión en cada uno, así que me negué a comprarlos por Internet - además de que mi tarjeta de crédito no sirve porque me la clonaron. Total que yo aseguré que estaría en el Metropolitan comprándolos, pronto.
Se fueron pasando los días. Yo revisaba los lugares disponibles por Internet y me tranquilizaba ver que quedaban muchos. Como habíamos quedado en que la fecha era el 15, el 14 yo iba a ir por ellos. Pero el 14 fuí secuestrada por un grupo de campesinos dentro de mi edificio de oficinas, así que no alcancé a llegar.
Ayer - la fecha planeada - fuí al teatro a mediodía. Me aterrorizó darme cuenta que, con todo y la taquilla abierta con muuuuchos boletos, es el paraíso de los revendedores. Los policías pasan, los ven, platican con ellos. Pero no les dicen nada. Tú vas caminando tranquilamente por Independencia y de pronto se te acerca un obscuro hombrecito y casi te grita en el hombro: "¿Qué pasó, guerita? ¿Quieres boletos para Bunbury, para Stomp? Tenemos de todos los precios..."
En la taquilla, cometí el fatal error de querer recibir un consejo del boletero. El tipo y una mujer que estaba sentada junto a él me miraron con ojos de pobrecitaimbécilignorante cuando pregunté si era mejor verlo de arriba que de abajo, porque no conocía el foro. Volví a hacer mis cuentas mentales: "Duque, Chacuas, Alberto, Su, Víctor, Ceci, Roberto, Marianna, James, Mariana". 10 boletos, por favor. ¿Ya se dió usted cuenta del error?
Decidí caminar de regreso del teatro a la oficina. Pasé por las calles llenas de voceadores que tenía que recorrer en mis primeros días en el DF para llegar a mi casa... y me acordé porqué me mudé de ahí. Sin embargo, fue divertido pasar por pequeñas tiendas. En una de esas, hasta compré el vaso de mi licuadora, que se había roto ya hacía mucho tiempo.
Ya en la oficina, regresando de comer, volví a hacer la cuenta mental de los boletos. Estaba a punto de respirar tranquila cuando me dí cuenta de una cosa: ¡no me había contado a mí! y era casi imposible salirme de la oficina. Me quedé en el ácido el resto de la tarde, hasta que cerca de las 7, George me llevó al teatro.
Fue entonces el momento del ruido, absoluto, infernal. Mientras me formaba para ver si todavía quedaba el boleto 15 de la zona C4 en la tercera fila (hubiera sido horrible mandar a alguien lejos) me pidieron dinero para los niños con cáncer, las mujeres de la calle, los organilleros; me ofrecieron papitas, refrescos, binoculares y, por qué no, el vídeo de Stomp en su versión pirata.
Después de comprar el boleto que, mágicamente, sí estaba, me dió la indignación. Decenas de puestos alrededor del teatro vendían todos los souvenirs posibles. Había, sin embargo, un grupo que llamó mi atención porque estaban completamente abstraídos del ruido: unos muchachos de rasgos extranjeros, entre ellos uno con mohawk y otro con una enorme melena afro, jugando futbol. Cáscara callejera con los niños de la calle, muchos de ellos hijos de los ambulantes. De pronto jugaban, después se burlaban de los niños y de sus compañeros haciendo teatro y mímica callejera de la mejor escuela. Comprendí que estaba viendo a los artistas del show.
Para absoluta fascinación de los niños, estuvieron jugando con ellos un buen rato. Después tomaron aire y se pasearon entre los puestos de mercancía "pirata". Dos de ellos terminaron comprando una chamarra y una taza respectivamente antes de entrar al teatro por la puerta de artistas.
Ya sin mi show callejero, intenté concentrarme en la lectura de un libro. Pero no. Atrás de mi seguían los doscientosquincemil ambulantes vendiéndome hasta lo imposible. Y ninguno de los citados llegaron. De pronto ví al Chacuas. Intensamente rojo, hinchado, sudoroso. Me sorprendió. Después del abrazo de saludo me dice: "¿Has oído esa historia de que si te comes unos tacos en la calle te mueres?". Me dí cuenta que estaba temblando y trataba desesperadamente de abrir un frasco de medicina. Sus brazos estaban llenos de ronchitas y sus manos, tan hinchadas, que le eran prácticamente inútiles.
Le dí el medicamento y corrí a una farmacia homeopática que había visto a una cuadra. Rogé, me abrieron y compré algo para él. Cuando regresé, me encontré con Marianna. Le dí al Chacuas una primera toma y comenzaron los peores 30 minutos del día: espera a que lleguen todos los invitados antes de que nos den el portazo.
Poco a poco, entre el caos del valet parking y los cientos de personas que llegaban al teatro, ví arribar a los dueños de los 10 boletos en mi bolsa. Al final, entré corriendo con James y Mariana. Apenas nos habíamos sentado y todo, apagaron las luces. El timing perfecto.
Sobre Stomp, sólo otra onomatopeya: wow. Literalmente, estos sí salieron más cabrones que bonitos. El show es una revaloración cuidadosa de las percusiones, y nos hace recordar cómo en realidad están en las cosas más cotidianas. Los juegos con escobas, baldes, trapeadores, destapacaños, botes de basura... Lo más bonito es su capacidad para que a nosotros, que nos gusta el showbiznez, nos sintiéramos parte del juego con aplausos. Me encantó sentir el silencio del teatro - a pesar de que la señora detrás de mí no paraba de narrar el espectáculo -, y sobre todo, la cooperación, la risa, la felicidad que se veía en las caras de quienes asistieron.
Lo más increíble es darse cuenta que todos esos sonidos salen del cuerpo, de los objetos que nos rodean: retomar la idea de que somos una orquesta. ¿Lo más bonito? Yo me quedo con tres números, más bien discretos en cuanto a la intensidad de su sonido: los encendedores, la basura y el periódico. Y me quedo con la serena diversión de todos los artistas que salen a jugar una cáscara con los niños del barrio antes del espectáculo.
Salta... corre por tu vida
¿Sabe usted quién es la CCC? La Confederación Cardenista Campesina. ¿Y sabe usted a qué se dedican por estos días? A cerrar a diestra y siniestra edificios y calles en la Ciudad de México, preferiblemente si éstos están directamente relacionados con el gobierno federal.
Y no, yo no trabajo en una dependencia de gobierno. Pero en mi edificio, de sus 18 pisos, sólo uno le pertenece a una empresa privada. Sí, exacto. A la empresa privada en la que yo trabajo. Ergo, como si laborara en la SEDESOL, me encuentro tiro por viaje con campesinos que deciden que no me van a dejar entrar (o salir) de trabajar, según convenga a sus intereses.
Ayer, desde antes de las nueve de la mañana ya había una cantidad razonable de PeFePos en la entrada, protegiendo el edificio. (Detalle curioso: de camino, venía yo desternillándome de risa con una canción de Óscar Chávez en la que desacredita por completo a los granaderos...). A las once nos avisaron que ya se había cerrado la entrada y la salida. No me preocupé entonces. Me preocupé cuando me dí cuenta que yo no traía comida y que los señores no pensaban moverse de ahí. Cortesía de la empresa para la que trabajo, todos los que no traíamos nada de comer degustamos deliciosas sopas maruchan y ensalada de atún. Todo fuera por el bien de la sociedad.
A las seis de la tarde empezamos a ponernos realmente nerviosos. Los campesinos no se iban, estaban cada vez más agresivos. De hecho, la recomendación era: "ni bajen". Yo tenía una cita con unos ex-clientes que esperamos que vuelvan a serlo a las 7, pero a las 6.45 me dí por vencida y cancelé. Cuando les expliqué la razón, estallaron en una carcajada. La verdad, visto desde afuera, no sólo es cómico... dirían los gringos "hilarious".
Poquito después de las siete, nos llamaron a reunión en la sala de juntas. Las treinta almas que habíamos quedado encerradas en un piso 10 comparecíamos frente al director y el subdirector de seguridad de la SEDESOL. Pero no hablaron ellos, sino Miguel, quien nos explicó las opciones. Apenas habían comenzado a negociar. Gobernación tenía la esperanza de que se pudiera arreglar algo "antes de mañana". Eso implicaba la posibilidad de pernoctar en el edificio. Humpff. No muy buena idea.
La otra opción tampoco era realmente brillante. Se trataba de ir al tercer piso del estacionamiento - cuarto del edificio -, caminar un par de metros por una saliente y después, gracias a una escalera bastante enclenque, bajar al techo del edificio continguo, un banco. De ahí, abría que caminar la azotea y brincar al siguiente edificio, un restaurante, que nos permitiría utilizar sus escaleras de emergencia para salir a la calle.
Decidimos la segunda. Formamos cuadrillas. Nos contamos. Empezamos planes para reunirnos después de bajar. "Nadie se va si no los hemos contado", decía con voz estentórea Miguel mientras sacaba su cámara digital. Había que inmortalizar el descenso para justificar nuestra mudanza frente al enorme corporativo en Chicago y Nueva York.
Una vez todos en el estacionamiento, comenzamos a bajar. Primero las chicas. Insistimos también que primero las que tenían más miedo. Bajaron. Después de ellas, de las más nerviosas, yo. La verdad es que también me moría de miedo, pero con mi extraño instinto de Peter Parker, decidí hacerlo sencillo. La escalera se movía muchísimo y el hombre de seguridad, en lugar de detenerla, sólo me gritaba: "No mire para abajo, licenciada, mejor al frente, mejor al frente".
Poco más de media hora después, todos estábamos sanos y salvos a media cuadra de la oficina. Miguel seguía tomando fotos. Sacó su lista - un rotafolio que extendió a pesar de las ráfagas de viento. A voz en cuello, revisó que cada uno estuviéramos ahí. Y nos dejó irnos, a casa, entre cansados, divertidos y frustrados, entre una lluvia de mirada reprobatoria de nuestros ex-captores.
Hoy que llegué a mis oficinas, como el dinosaurio de Monterroso, los manifestantes seguían aquí. Me preguntaron los de seguridad si quería entrar - tremendo deja vu. "Pues sí, señor... tengo mucho trabajo". Los "campesinos" me miraron. Yo no quise mirarlos a ellos. A mí no me sacan de la cabeza que son paleros. Y de la peor calaña.
Lo bueno es que en menos de un mes - dedos cruzados - estaremos fuera de aquí. Espero que esta sea la última aventura que haga salir a la "Lara Croft que hay en mí".
Y no, yo no trabajo en una dependencia de gobierno. Pero en mi edificio, de sus 18 pisos, sólo uno le pertenece a una empresa privada. Sí, exacto. A la empresa privada en la que yo trabajo. Ergo, como si laborara en la SEDESOL, me encuentro tiro por viaje con campesinos que deciden que no me van a dejar entrar (o salir) de trabajar, según convenga a sus intereses.
Ayer, desde antes de las nueve de la mañana ya había una cantidad razonable de PeFePos en la entrada, protegiendo el edificio. (Detalle curioso: de camino, venía yo desternillándome de risa con una canción de Óscar Chávez en la que desacredita por completo a los granaderos...). A las once nos avisaron que ya se había cerrado la entrada y la salida. No me preocupé entonces. Me preocupé cuando me dí cuenta que yo no traía comida y que los señores no pensaban moverse de ahí. Cortesía de la empresa para la que trabajo, todos los que no traíamos nada de comer degustamos deliciosas sopas maruchan y ensalada de atún. Todo fuera por el bien de la sociedad.
A las seis de la tarde empezamos a ponernos realmente nerviosos. Los campesinos no se iban, estaban cada vez más agresivos. De hecho, la recomendación era: "ni bajen". Yo tenía una cita con unos ex-clientes que esperamos que vuelvan a serlo a las 7, pero a las 6.45 me dí por vencida y cancelé. Cuando les expliqué la razón, estallaron en una carcajada. La verdad, visto desde afuera, no sólo es cómico... dirían los gringos "hilarious".
Poquito después de las siete, nos llamaron a reunión en la sala de juntas. Las treinta almas que habíamos quedado encerradas en un piso 10 comparecíamos frente al director y el subdirector de seguridad de la SEDESOL. Pero no hablaron ellos, sino Miguel, quien nos explicó las opciones. Apenas habían comenzado a negociar. Gobernación tenía la esperanza de que se pudiera arreglar algo "antes de mañana". Eso implicaba la posibilidad de pernoctar en el edificio. Humpff. No muy buena idea.
La otra opción tampoco era realmente brillante. Se trataba de ir al tercer piso del estacionamiento - cuarto del edificio -, caminar un par de metros por una saliente y después, gracias a una escalera bastante enclenque, bajar al techo del edificio continguo, un banco. De ahí, abría que caminar la azotea y brincar al siguiente edificio, un restaurante, que nos permitiría utilizar sus escaleras de emergencia para salir a la calle.
Decidimos la segunda. Formamos cuadrillas. Nos contamos. Empezamos planes para reunirnos después de bajar. "Nadie se va si no los hemos contado", decía con voz estentórea Miguel mientras sacaba su cámara digital. Había que inmortalizar el descenso para justificar nuestra mudanza frente al enorme corporativo en Chicago y Nueva York.
Una vez todos en el estacionamiento, comenzamos a bajar. Primero las chicas. Insistimos también que primero las que tenían más miedo. Bajaron. Después de ellas, de las más nerviosas, yo. La verdad es que también me moría de miedo, pero con mi extraño instinto de Peter Parker, decidí hacerlo sencillo. La escalera se movía muchísimo y el hombre de seguridad, en lugar de detenerla, sólo me gritaba: "No mire para abajo, licenciada, mejor al frente, mejor al frente".
Poco más de media hora después, todos estábamos sanos y salvos a media cuadra de la oficina. Miguel seguía tomando fotos. Sacó su lista - un rotafolio que extendió a pesar de las ráfagas de viento. A voz en cuello, revisó que cada uno estuviéramos ahí. Y nos dejó irnos, a casa, entre cansados, divertidos y frustrados, entre una lluvia de mirada reprobatoria de nuestros ex-captores.
Hoy que llegué a mis oficinas, como el dinosaurio de Monterroso, los manifestantes seguían aquí. Me preguntaron los de seguridad si quería entrar - tremendo deja vu. "Pues sí, señor... tengo mucho trabajo". Los "campesinos" me miraron. Yo no quise mirarlos a ellos. A mí no me sacan de la cabeza que son paleros. Y de la peor calaña.
Lo bueno es que en menos de un mes - dedos cruzados - estaremos fuera de aquí. Espero que esta sea la última aventura que haga salir a la "Lara Croft que hay en mí".
12.7.04
Servicio Social - Bloggers al Servicio de la Comunidad
Proceso de Apostilla de La Haya para títulos de Universidad Privada
1. Asegúrate que tu título tiene todas las certificaciones de tu universidad y la SEP. En términos generales, se trata de un sello o una firma en la parte posterior, en donde se mencione la SEP y algo de tu universidad. Si esto no está, ve a las oficinas de Atención Escolar de tu Universidad y pide que te lo sellen.
2. Una vez con todos los sellos de la Universidad, hay que llevarlo a legalizar por la SEP. Esto se hace en la DIRECCIÓN GENERAL DE EDUCACIÓN SUPERIOR (San Fernando 1, Col. Toriello Guerra, Tlalpan, enfrente del Hospital de Nutrición). El horario de recepción de documentos es de 9 a 12 horas. El trámite cuesta 303 pesos por documento (Julio 2004), pero hay que preguntar allá si todavía es la cifra válida. Te entregan el documento legalizado al otro día, sólo de 12 a 14 horas.
3. La siguiente parada es en la Dirección de Asuntos Jurídicos de la SEP que está en Donceles 100, Col. Centro (Oficina 102). Es quizá la más difícil en cuanto a trato. Hay que llevar los títulos legalizados, con una fotocopia, copia de una identificación – si el trámite que vas a hacer es tuyo – y tus formatos de pago (93 pesos por documento, a julio de 2004). Puedes entregar los documentos de 9 a 14 horas y los recoges al otro día de 12 a 15 horas.
4. A continuación ya vas por la apostilla, que la emite la Secretaría de Gobernación. Haces tu pago en un banco (442 pesos por documento, a julio de 2004) y vas a la oficina de SEGOB en donde está la sede del Diario Oficial (Río Amazonas y Río Lerma, Col. Juárez). Entregas documentos de 9 a 13 horas. Recibes de 12 a 14 horas al día siguiente.
• Todos los pagos relativos a este proceso, con excepción del de la Universidad, deben hacerse en el banco con un formato F-5 de Hacienda
• Si quieres hacer el trámite para una tercera persona, es necesario que te expida una carta poder y te la lleves a todos lados, por si te la piden allá.
• ¡Ármate de paciencia!... y pide a Dios que te permita tranquilizarte porque si te pones loco… capaz de que no te tienen tus papeles a tiempo
1. Asegúrate que tu título tiene todas las certificaciones de tu universidad y la SEP. En términos generales, se trata de un sello o una firma en la parte posterior, en donde se mencione la SEP y algo de tu universidad. Si esto no está, ve a las oficinas de Atención Escolar de tu Universidad y pide que te lo sellen.
2. Una vez con todos los sellos de la Universidad, hay que llevarlo a legalizar por la SEP. Esto se hace en la DIRECCIÓN GENERAL DE EDUCACIÓN SUPERIOR (San Fernando 1, Col. Toriello Guerra, Tlalpan, enfrente del Hospital de Nutrición). El horario de recepción de documentos es de 9 a 12 horas. El trámite cuesta 303 pesos por documento (Julio 2004), pero hay que preguntar allá si todavía es la cifra válida. Te entregan el documento legalizado al otro día, sólo de 12 a 14 horas.
3. La siguiente parada es en la Dirección de Asuntos Jurídicos de la SEP que está en Donceles 100, Col. Centro (Oficina 102). Es quizá la más difícil en cuanto a trato. Hay que llevar los títulos legalizados, con una fotocopia, copia de una identificación – si el trámite que vas a hacer es tuyo – y tus formatos de pago (93 pesos por documento, a julio de 2004). Puedes entregar los documentos de 9 a 14 horas y los recoges al otro día de 12 a 15 horas.
4. A continuación ya vas por la apostilla, que la emite la Secretaría de Gobernación. Haces tu pago en un banco (442 pesos por documento, a julio de 2004) y vas a la oficina de SEGOB en donde está la sede del Diario Oficial (Río Amazonas y Río Lerma, Col. Juárez). Entregas documentos de 9 a 13 horas. Recibes de 12 a 14 horas al día siguiente.
• Todos los pagos relativos a este proceso, con excepción del de la Universidad, deben hacerse en el banco con un formato F-5 de Hacienda
• Si quieres hacer el trámite para una tercera persona, es necesario que te expida una carta poder y te la lleves a todos lados, por si te la piden allá.
• ¡Ármate de paciencia!... y pide a Dios que te permita tranquilizarte porque si te pones loco… capaz de que no te tienen tus papeles a tiempo
Actualización tardía - el largo suplicio de la Apostilla
Por fin, el viernes recibí mis papeles con "la apostilla de La Haya". Se escucha emocionante. Se ve horrible. Después de mi periplo anteriormente reseñado, tuve que ir al otro día al fin del mundo - allá, donde ya había ido - a recoger los papeles. Mi plan era salirme temprano, llegar justo a las 12 y salir volada para alcanzar abierta la otra instancia de la SEP, en el Centro. Pues bueno... todo sucedió y no alcancé. Me recibieron en la oficina de Donceles con un "nooooo señoriiiita, hace cinco minutos que dejamos de recibir papeles. Regrese el lunes". Uf.
Lunes: junta de seis horas en la oficina. Martes. Me escapo y dejo los papeles en el Centro, finalmente. (Para el libro de recuerdos la licenciada me dice "yo como que la conozco..." y yo le contesto "pues sí, es la cuarta vez que vengo").
Miércoles. Más juntas. Viajes por toda la ciudad. Mi hermano postizo que trabaja en esta oficina ofrece - amabilísimamente - llevarme al Centro por mis papeles (inútil apurarnos ya, porque no alcanzo a llegar a Gobernación de ningún modo). Subimos a su auto. En un trayecto que normalmente hubiera tardado 20 minutos más diez del proceso, nos tardamos hora y media. Calles y calles del Centro tapizadas de ambulantes nos impedían pasar. Además, la "autenticación de la firma" - proceso que tocaba ahí, es verdaderamente horrible. Como mi título es de por si pequeño, le agregaron con cinta adhesiva media hoja bond (¿¿¿¡¡¡!!!???) donde escribieron el texto y le pusieron un sellito azul. Para la posteridad - de nuevo -: todos los documentos, emitidos por la SEP (Secretaría de Educación Pública) , son consistentes en una falta de ortografía. ¿Desde cuándo se acentúa la palabra seis? :(
En fin. Al otro día - jueves - dejé los papeles. Como contrarrecibo me dieron una hoja bond en la que ni siquiera estaba mi nombre. Uf. Miedo.
El viernes finalmente me entregaron los títulos con la Apostilla de la Haya. Para quienes se preguntan qué carajos es eso, se trata, nada más y nada menos, que de una hojita bastante pinche cancelada con un sello en tinta azul de la Secretaría de Gobernación. Dos semanas, y más de mil pesos por documento más tarde, primera prueba hacia España superada. Ahora, el pasaporte.
Lunes: junta de seis horas en la oficina. Martes. Me escapo y dejo los papeles en el Centro, finalmente. (Para el libro de recuerdos la licenciada me dice "yo como que la conozco..." y yo le contesto "pues sí, es la cuarta vez que vengo").
Miércoles. Más juntas. Viajes por toda la ciudad. Mi hermano postizo que trabaja en esta oficina ofrece - amabilísimamente - llevarme al Centro por mis papeles (inútil apurarnos ya, porque no alcanzo a llegar a Gobernación de ningún modo). Subimos a su auto. En un trayecto que normalmente hubiera tardado 20 minutos más diez del proceso, nos tardamos hora y media. Calles y calles del Centro tapizadas de ambulantes nos impedían pasar. Además, la "autenticación de la firma" - proceso que tocaba ahí, es verdaderamente horrible. Como mi título es de por si pequeño, le agregaron con cinta adhesiva media hoja bond (¿¿¿¡¡¡!!!???) donde escribieron el texto y le pusieron un sellito azul. Para la posteridad - de nuevo -: todos los documentos, emitidos por la SEP (Secretaría de Educación Pública) , son consistentes en una falta de ortografía. ¿Desde cuándo se acentúa la palabra seis? :(
En fin. Al otro día - jueves - dejé los papeles. Como contrarrecibo me dieron una hoja bond en la que ni siquiera estaba mi nombre. Uf. Miedo.
El viernes finalmente me entregaron los títulos con la Apostilla de la Haya. Para quienes se preguntan qué carajos es eso, se trata, nada más y nada menos, que de una hojita bastante pinche cancelada con un sello en tinta azul de la Secretaría de Gobernación. Dos semanas, y más de mil pesos por documento más tarde, primera prueba hacia España superada. Ahora, el pasaporte.
2.7.04
Crónica de la burocracia
Primero fuí, según instrucciones de una página de Internet y de la grabación en el teléfono de informes, a una oficina de la Secretaría de Gobernación. Ahí, con mi título en mano y mis tres copias del formato F5 de Hacienda, me dieron el primer portazo de realidad. "Noooooo, señoriiiiiiita", me dijeron con el típico tono pachorrudo del burócrata al que no-le-puede-importar-menos. "Lo que pasa es que su título es de una universidad privada. Primero tiene que legalizarlo. Vaya a esta dirección". Estaba en la colonia Juárez y me mandaban a Donceles, en pleno centro, a dos cuadras del Zócalo. Montada en un brioso corcel - un taxi ecológico - fuí hacia allá.
Después de fletarme 15 minutos de un taxista que iba refunfuñando contra la marcha del domingo, de sortear una manifestación afuera de la Cámara de Diputados y otros bichos variopintos, llegué a Donceles 100. Uno de esos edificios simplemente hermosos. Tan hermosos que parece que en ellos no trabaja nadie. Los pajaritos cantaban en los patios. Nadie salía de sus oficinas... a menos de que fuera para fumar. Me guían, y llego a la oficina 102. Una señorita sentada en el rincón se para, con toda su calma, para acercarse. "¿Qué se le ofrecía? ¿Sabe qué trámite viene a hacer?", me dice con tono de hartazgo. Explico: la apostilla de la Haya, la universidad privada... "Présteme sus títulos", ordena. Los inspecciona. Me los devuelve - por no decir avienta encima. "No, pues no. Primero tiene que llevar a estos a que les pongan otra firma para poderlos autentificar. Aquí le anexo la dirección. Ya cuando los tenga firmados viene, porque si le explico ahorita seguro se le va a olvidar y lo va a hacer todo mal". Me puse a copiar las instrucciones que estaban en una pared. "No, no las copie. Mejor cuando ya tenga todo viene. Porque si se equivoca no podemos hacer nada por usted...".
Dos días después, diez minutos antes de las ocho - hora de inicio de trámites - llego a la Dirección General de Educación Superior de la SEP, por supuesto, al otro lado de la Ciudad. El policía me desalienta: "Nooooo, señoriiiiita. Aquí vienen llegando como a las nueve. Váyase al Sanborns a tomar un cafecito". Me niego a irme al Sanborns. Acabaron ofreciéndome la silla de la caseta. Y esperé. Y esperé. Y esperé mientras los escuchaba hablando de automóviles. "No, pues usté sí puede pensar en comprarse un Fiat... si ya es sargento". Y esperé. Finalmente, como a las 8:45, me dejaron pasar. "En el segundo edificio, enfrente de las escaleras está una ventanilla. Ahí."
Llego al edificio. La mujer me mira desde su ventanilla. Y no la abre. Yo suspiro. Cinco minutos después de las nueve, abre. "¿Qué quiere?" - la mar de la amabilidad. Explico. "Ah, no", dice, "no es conmigo. Pásele a la oficina X adentro".
Casi lloro. Adentro, las cosas pasan más o menos rápido. La señorita que me recibe mis papeles me hace plática. Yo no entiendo cuándo termina el proceso. De pronto, reacciona. "Ay, perdón. Ya te puedes ir. Es que estaba tan a gusto platicando". Sonrío. Doy las gracias y me voy.
9:45. Llegaré a hora decente a la oficina. Camino rápido por la zona de hospitales, hacia Tlalpan. De pronto, escucho que gritan a mis espaldas "¡Cinthya... Cinthya!". Viro. La señorita de la oficina de la SEP. Cruzo la calle. Entre suspiros y respiración agitada, se explica: "Es que... el título... de tu marido... no tiene un sello... Tienes que ir a la escuela... y que se lo pongan". Casi me siento a llorar. En lugar de eso, caminé con ella de regreso a su oficina y tomé el título del Duque. Su jefa se apiadó de mí: "Ve con el licenciado X, al campus Ciudad de México, que está aquí cerca. Él le pone el sello".
Pues fuí al Campus. Y el licenciado... no estaba. Pero el chico que lo apoya, Ricardo, oyó mis cuitas. Le conté TOOOOODA la historia. Creo que se conmovió. Pagué los derechos, puso el sello. Sólo faltaba la firma de su jefe. Y su jefe no llegaba. Le llama al celular. ¡El jefe estaba en la oficina de la SEP de la que yo venía! Algo se puso verde en mis ojos cafés... supongo que el absurdo.
Afortunadamente, Ricardo tenía que llevar cosas para la SEP, con su jefe. Me invitó a subir a su carro y yo, con mi título cual si fueran hilos azules, salí hacia la oficina de la SEP. Entregué el papel. Ahora tendré que ir mañana, de 12 a 14 horas, UNICAMENTE, a recogerlo.
Y continuará la saga...
Después de fletarme 15 minutos de un taxista que iba refunfuñando contra la marcha del domingo, de sortear una manifestación afuera de la Cámara de Diputados y otros bichos variopintos, llegué a Donceles 100. Uno de esos edificios simplemente hermosos. Tan hermosos que parece que en ellos no trabaja nadie. Los pajaritos cantaban en los patios. Nadie salía de sus oficinas... a menos de que fuera para fumar. Me guían, y llego a la oficina 102. Una señorita sentada en el rincón se para, con toda su calma, para acercarse. "¿Qué se le ofrecía? ¿Sabe qué trámite viene a hacer?", me dice con tono de hartazgo. Explico: la apostilla de la Haya, la universidad privada... "Présteme sus títulos", ordena. Los inspecciona. Me los devuelve - por no decir avienta encima. "No, pues no. Primero tiene que llevar a estos a que les pongan otra firma para poderlos autentificar. Aquí le anexo la dirección. Ya cuando los tenga firmados viene, porque si le explico ahorita seguro se le va a olvidar y lo va a hacer todo mal". Me puse a copiar las instrucciones que estaban en una pared. "No, no las copie. Mejor cuando ya tenga todo viene. Porque si se equivoca no podemos hacer nada por usted...".
Dos días después, diez minutos antes de las ocho - hora de inicio de trámites - llego a la Dirección General de Educación Superior de la SEP, por supuesto, al otro lado de la Ciudad. El policía me desalienta: "Nooooo, señoriiiiita. Aquí vienen llegando como a las nueve. Váyase al Sanborns a tomar un cafecito". Me niego a irme al Sanborns. Acabaron ofreciéndome la silla de la caseta. Y esperé. Y esperé. Y esperé mientras los escuchaba hablando de automóviles. "No, pues usté sí puede pensar en comprarse un Fiat... si ya es sargento". Y esperé. Finalmente, como a las 8:45, me dejaron pasar. "En el segundo edificio, enfrente de las escaleras está una ventanilla. Ahí."
Llego al edificio. La mujer me mira desde su ventanilla. Y no la abre. Yo suspiro. Cinco minutos después de las nueve, abre. "¿Qué quiere?" - la mar de la amabilidad. Explico. "Ah, no", dice, "no es conmigo. Pásele a la oficina X adentro".
Casi lloro. Adentro, las cosas pasan más o menos rápido. La señorita que me recibe mis papeles me hace plática. Yo no entiendo cuándo termina el proceso. De pronto, reacciona. "Ay, perdón. Ya te puedes ir. Es que estaba tan a gusto platicando". Sonrío. Doy las gracias y me voy.
9:45. Llegaré a hora decente a la oficina. Camino rápido por la zona de hospitales, hacia Tlalpan. De pronto, escucho que gritan a mis espaldas "¡Cinthya... Cinthya!". Viro. La señorita de la oficina de la SEP. Cruzo la calle. Entre suspiros y respiración agitada, se explica: "Es que... el título... de tu marido... no tiene un sello... Tienes que ir a la escuela... y que se lo pongan". Casi me siento a llorar. En lugar de eso, caminé con ella de regreso a su oficina y tomé el título del Duque. Su jefa se apiadó de mí: "Ve con el licenciado X, al campus Ciudad de México, que está aquí cerca. Él le pone el sello".
Pues fuí al Campus. Y el licenciado... no estaba. Pero el chico que lo apoya, Ricardo, oyó mis cuitas. Le conté TOOOOODA la historia. Creo que se conmovió. Pagué los derechos, puso el sello. Sólo faltaba la firma de su jefe. Y su jefe no llegaba. Le llama al celular. ¡El jefe estaba en la oficina de la SEP de la que yo venía! Algo se puso verde en mis ojos cafés... supongo que el absurdo.
Afortunadamente, Ricardo tenía que llevar cosas para la SEP, con su jefe. Me invitó a subir a su carro y yo, con mi título cual si fueran hilos azules, salí hacia la oficina de la SEP. Entregué el papel. Ahora tendré que ir mañana, de 12 a 14 horas, UNICAMENTE, a recogerlo.
Y continuará la saga...
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