27.7.04

Conmovida, primera parte

Me gusta leer el NYT porque los reporteros le dan un sabor especial a las notas, las hacen verdaderos reportajes, cuentos. Pero no cuentos morales, por más cursi o cercano que sea el tema. Hoy leí algo que me conmovió: la historia de una monja en Ohio, doctora en Ciencias y directora de una universidad, a la que le detectaron cáncer en el seno hace cinco años.

Al darse cuenta que tenía pocas o prácticamente ninguna posibilidad de curarla del todo, su doctor le propuso que empezara a participar en pruebas clínicas. La monja dice que aceptó pensando en dos cosas: en su curiosidad científica y en su vocación a una vida de servicio. "Como miembro de una orden religiosa (...) quería seguir dando servicio a otros", dijo. "Yo no estaría viva si no fuera por otras mujeres que aceptaron hacer pruebas clínicas".

Durante cinco años, ha pasado por pruebas buenas y otras no tanto. Ahora, cada vez peor de salud, vive en una casa de la orden. Ya no le piden que vaya a muchas pruebas, pues ha pasado por demasiados tratamientos, pero no se rinde. "Mientras que yo sea útil con estas pruebas, seguiré participando. En realidad, no estoy buscando una cura para mí. Me voy a morir de esta enfermedad, ya lo sé. Es solamente una manera de hacer que mi muerte tenga más sentido".

Al terminar de leer, no pude más que acordarme de una sección llamada "Y tú te quejas", que sale en una revista de espectáculos semanal. En cada publicación, presentan a una persona con alguna enfermedad o discapacidad y los muestran como un ejemplo de resignación y avance. Pero el tono de la redacción es tan tramposo, tan chantajista... que no sirve de nada. No conmueve. Llama al "ni estás tan mal, hay gente que está peor que tú". Vaya comparación con el "por qué no hacerlo, si es bueno para todos" del artículo del NYT. Eso, por lo menos, es lo que creo yo.

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