Ya me voy a cambiar de oficina. Para llegar aquí, todos los días viajo con el Duque entre cuarenta minutos y una hora en el tráfico y después me bajo en Reforma y Jardín de Líbano para tomar un camión o una micro. En un exceso de civilidad - para la Ciudad de México -, todos los días espero mi transporte en un parabús. En esa esquina, trabaja un chico que vende El Universal y El Gráfico. A fuerza de vernos durante meses, todos los días nos saludamos. "Buenos días, buenos días". Hoy también me dijo el buenos días. Con una sonrisa linda. Después, se puso a reírse y a saludar a un "colega" - un chavito de unos diez años que vende el Diario DF. "Quihubole, ese". "Pues quihubole".
Esos diálogos, tan amables en su sonido y su sonrisa, los voy a extrañar.
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1 comentario:
hombre! uno se encariña con las rutinas... con las pequeñas cosas que tejen nuestra vida diaria y que hacen que recordemos esos tiempos como extraordinarios. :)
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