8.3.13

Pánico escénico (23)

S y yo tenemos una relación que data de toda su vida, literalmente. Cuando su madre descubrió que estaba embarazada me estaba enseñando a hablar holandés. Así que tengo el privilegio de que, cuando se refiere a él, sé más o menos todo de su vida.
En mi ordenador y mi teléfono hay decenas de fotos suyas y mías haciendo toda clase de trastadas. La última, tomada hace como una semana, nos muestra muertos de la risa en el camino, con S en un carrito de la compra porque no habíamos llevado su carreola.
Ayer su madre me encargó una cosa muy importante: me pidió que si podía ir por él a la guardería, llevarlo a casa y mantenerlo un poco ocupado en lo que ella regresaba de una escuela "de grandes" (S va a cumplir tres años este año... ya le toca ir a escuela de grandes). Entiendo que para quienes son mamás o han sido canguros, esto suena muy sencillo. Yo me estaba muriendo de miedo.
No era la primera vez que me pasaba esto: también con otros de mis "sobrinos", cuando he tenido que ir a recogerlos a la escuela, tengo temor de que no querran irse conmigo, o lloraran, o no querrán dármelos en la escuela (¿quién dice que yo parezco gente de bien?) o así. Pero bueno, valiente, salí y llegué a tiempo por él.
Sortee la entrada y a los otros padres. Caminé hasta encontrar su salón y lo ví ahí, jugando, flotando alrededor de su profesora. Al verme a través de la ventana, se sonrío. Conforme me vió entrar y me escuchó saludarlo, dejó el juguete con el que estaba en su sitio y fue a darle un beso a su maestra. Un beso de despedida. Se iba conmigo. Así, sin más.
Su maestra me ayudó a detectar dónde estaba su jersey y me dijo el sitio de la chaqueta. Siguiendo las indicaciones de su madre, fuimos a buscar la carreola... y yo me pasé cinco minutos dando vueltas porque él se reía y no me terminaba de señalar sólo una. Debe ser muy divertido burlarse del adulto a cargo, ja.
Cuando encontré finalmente el carro y una abuela a mi lado me explicó cómo abrirlo, él se sentó en silencio y con sus ojos grandes me esperó a que lo amarrara.
Salimos. El sol vespertino de invierno acompañó nuestro paseo. A veces me cruzaba con otras madres u otras personas en la calle y les descubrí haciendo eso que yo hago cuando veo a alguien pasear con un bebé: miras al carrito y después al que lo lleva y viceversa. No sé --- como si buscáramos un parecido.
Llegamos a casa y encontré sumamente complicado entrar con el carrito, subir las escaleras, meterme al ascensor, bajar, tal. Sólo me hizo tener más admiración por la mamá de S, que lo cuida tanto, que ha sido siempre una mamá tan maravillosa.
Ya en casa, jugamos a los rompecabezas, a los trenes, comimos compota de manzana (desafortunadamente yo no, en realidad) y palitos de pan. Poco después, llegó mamá. Y nos encontró a los dos sonrientes, orgullosos, de haber pasado con éxito - y sin pánico escénico - nuestra primera recogida en la guardería.

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