Según lo que cuenta mi abuela, mi papá era un niño con unas ideas... un poco sui generis, por decir lo mínimo. Criado en una casa muy católica, rápido - por ahí de los seis años - comenzó a pensar que es importante el manejo de la política (algo que hemos visto claramente en los últimos bailes en el Vaticano).
Total que, cuando iba a hacer su primera comunión a los cinco años, una monja le preguntó quién quería que fuera su padrino. El niño se quedó pensando y le dijo: "Mire, madre... le digo mañana. Es que tengo que pensar quién hace las mejores fiestas del pueblo". Y se fue, dejando a la religiosa con el Jesús en la boca (quizá literalmente).
Nacido en Ciudad Guzmán, Jalisco, que comparte con Valencia tener como patrono a San José, mi mini-padre regresó al otro día con la monja a decirle: "madre, ya sé. Mi padrino va a ser San José... cuando es su santo, se hacen las mejores fiestas del pueblo".
El niño hizo su primera comunión con un reclinatorio vacío a su lado, con su padrino San José. Ese mismo niño contestó, sin pestañar, a la pregunta de qué quería ser de mayor: "¿Yo? Yo voy a ser Papa".
Obviamente le faltó el acento en la última sílaba... para mi ventaja. Por eso, aunque hoy no sea el Día del Padre en México, es más que nunca el día de mi Padre: con su padrino San José y sus propósitos de ser Papa (o papá).
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