Aquejados de un exceso de información, parece que haya pocas cosas hoy por hoy que nos sorprendan. Me sorprende a veces ver gente, o mirarme a mi misma, hojeando el periódico como quien cambia las páginas de un cómic o una historia de ficción... aunque lo que se publica en esas hojas papel revolución o en los sitios web sea más sorprendente que cualquier ficción posible.
Esta mañana, en clase - rala, gracias a la lluvia - hablamos de la muerte del comandante. Mientras nos miraba desafiante desde la portada de todos los diarios, alguien espetó al frente: "Yo es que, la verdad, no sé, no termino de entender por qué tendría que odiarlo... ¿por que se supone que tengo que odiarlo, verdad?"
Miré los dos diarios a mi alrededor - uno supuestamente moderado y otro de derechas. Después lo miré a él y contesté aquel: "uno no está obligado nunca a odiar a nadie". Y me sorprendí, de cómo la gente puede esperar, que le enseñen a quien odiar o no en un aula de universidad.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
yo estoy un poquillo triste, porque dentro de su locura, buscaba el bien común,
Publicar un comentario