Quizá sea más cómodo ir en taxi por la vida, pero también es un poco más irreal. Así, cuando llegas en taxi a una sala de concietos en las afueras de Badalona - sala que está absolutamente cerrada aunque las entradas que tienes en tu mano dicen que el concierto comienza a las ocho - te da un poco de miedo. Es la mitad de un polígono y está mal iluminado. La única presencia humana perceptible es un grupo de chicos en un coche, que vomita música punk enfrente de la puerta del local, que han comenzado a beber hace horas.
Tu taxista te mira por el retrovisor y te pregunta si estás seguro que quieres que te deje ahí. Hay algo en su voz que suena a alerta y a desconcierto. Afirmas y él asiente con la cabeza y te dice el costo de llevarte al fin del mundo. Mientras él rebusca sus monedas para darte el cambio, una punzada de precaución te hace que le pidas un teléfono, alguna manera de comunicarte a un sitio de taxis.
Entonces te das cuenta que se llama Hermes - como aquel "dios de transiciones y fronteras", según Wikipedia. Un mensajero de los dioses, un protector, el que lleva a las almas a lo que haya después de la vida.
Sonríes - quizá su nombre sea mejor augurio de lo que te esperas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario