Ahora, cuando quiera hablar de él, tendré que hacerlo en pasado. Sin opción. El tiempo (mínimo, fugaz) que pasé con él ahora no tendrá posibilidad de regreso.
Lo recuerdo sonriendo. En realidad, me acuerdo de él en el asiento delantero de su coche, conduciendo a toda velocidad. Era un día maravilloso de verano y a mi me había costado semanas salir de un marasmo, de una depresión de esas tan mías que un día sí y el otro también... Pero salimos a la playa con un amigo común y el llegó mientras comíamos una paella espectacular. Se presentó y todo, mágicamente, fueron risas. Al terminar los postres, subimos a su auto y fuimos hacia unas playas que se me antojaron enormes, eternas, larguísimas. Seguimos riendo sin parar durante horas. Me acuerdo del viento que no permitía encender un cigarro, de que yo me negué a entrar a la playa argumentando frío pero más bien avergonzada de mi piel demasiado blanca, que él se tiró al suelo a tomar una fotografía en contrapicado... y entonces tomamos el auto para volver. Conducía rápido, de regreso al pueblo. Podíamos ver cómo comenzaba a caer el sol. No recuerdo qué canción sonaba en el radio (quizá Keane, quizá los Rolling) pero sí que la conocíamos y la cantábamos a gritos, sí que llevábamos todas las ventanas del coche abiertas y que, en ese momento, pensé que nunca, nunca me sentiría tan viva... viva como dentro de una película, con esa textura única de la altísima definición.
Esa noche me besó, entre risa y risa. Yo no esperaba que lo hiciera. Algo en mi estómago dió la vuelta y despertó del todo de su marasmo. Me besó como para decirme: "la vida siempre, siempre, siempre sigue". Estuvimos despiertos casi toda la noche sin parar de hablar. Nos atropellábamos, encabalgábamos las historias como si necesitáramos contarnos toda la vida ahí, como si no hubiera más tiempo. El cielo, luna llena. Me contó de un viaje que había hecho a la India y de pronto me dijo: "Deberíamos ir. Es un sitio que te encantaría". Y me fui a dormir con la ilusión del beso, de la India, de la vida que sigue.
Al día siguiente me fui a la playa antes de que él despertara. Al regresar a la casa, se había ido a comer con sus padres y nosotros teníamos que volver. No nos despedimos.
Por supuesto, no fuimos nunca a la India. Creo que lo volví a ver un par de veces, no más. Hablamos de cualquier cosa y llegamos a discutir negocios y planes de vida laboral en un aséptico chat.
Hace como un año y medio supe que estaba enfermo y que estaba haciendo todo lo posible por curarse, pero los pronósticos no eran buenos. Algún día hablé con él, pero no profundizamos en el tema. No nos despedimos. Hoy me enteré que se fue.
Y sólo quería darle las gracias y desearle un buen viaje.
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