13.3.13

Francisco (28)

Estaba en la cafetería de la Facultad cuando comencé a ver la fumata blanca en la pantalla de la televisión. No hay audio y por un momento, parecía que nadie se daba cuenta. Estuve esperando un rato y después me fui caminando a casa, con las ganas de estar enfrente del televisor cuando el nuevo Obispo de Roma saliera por el balcón.
Alcancé a llegar a casa, preparar la cena y ponerme enfrente de la televisión. Mientras veía las imágenes de toda la gente en la Plaza, pensé que realmente ha pasado poco tiempo desde el último cónclave. Yo, parte principal de una generación visual, recuerdo haberme sentido un poco decepcionada con la última elección: me hacía falta alguien con cara de "bueno".
Ya sé que esa es una opción ridícula. Y ahora ya me comienzan a llegar todas las noticias de todo lo que este "Sucesor de Pedro" ha hecho en su vida. También digo - quien ahora le pone el dedo, se lo hubiese puesto a quien fuera. Extrañamente, en los últimos años me encuentro con que los ateos son los más beligerantes contra Dios y contra cualquiera que elija creer.
En lo que a mi respecta, Francisco I y yo tenemos ideas muy, muy distintas en muchas cosas. Opciones de vida que yo considero normales y deseables él las ha calificado de "tentación del demonio". Y hay datos para decir que estuvo de alguna manera involucrado muy de cerca con Videla. Si alguien quiere saber cómo se siente que saquen todo tu pasado un día, este es un buen ejemplo.
Yo me quedo hoy con la forma - y el fondo - de su primera aparición pública. Primero, en silencio, durante un par de minutos que parecía eternos, como miraba la plaza casi con pánico. La verdad es que se sacó una lotería difícil de gestionar. Me quedo también con su italiano tembloroso que quería ir a castellano cada minuto. Me quedo, sobre todo, con el reconocimiento a su predecesor y con el hecho de que pidiera primero que la gente pidiera por él, que le dieran su bendición antes de ofrecerla.
Sí, soy de lágrima fácil. Y me quedé mirando frente al televisor a un hombre que acaba de tomar el trabajo de dirigir una de las instituciones más complejas, anquilosadas, poderosas y decadentes de la tierra. Vaya que es un trabajo difícil. Vaya que me merece buenos deseos.
Para algunos cualquiera sería bueno. Para otros, cualquiera iba a ser igual de malo.
Este que llegó, con todos sus errores, tomó como nombre uno común - tan común que hay varios santos que se llaman así. Y uno de esos santos escribió una de mis oraciones favoritas que comienza: "Señor - hazme instrumento de tu paz".
Lo único que puedo desearle hoy es que ojalá que lo sea.

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