6.3.09

Lagrimeo

Yo soy de las que lloran, y mucho, en el cine. De las que han tenido que dejar de lado un libro porque tienen que levantarse a buscar un pañuelo y dejar de manchar las páginas de lagrimones. De las que, cuando se sienten mal - pero muy, muy mal - lloran por la calle o en un café, ante la estupefacción de los camareros. De las que, cada vez que tienen películas que las hacen llorar y las ponen para llorar. De las que agitan pañuelos en los aeropuertos de llegada y de salida. De las que hipan al final de su concierto favorito. De las que tienen sentimientos familiares y nacionalistas y simplemente son cursis y son fáciles de conmover y, bueno, lloran. Mucho.

Porque llorar es buenísimo. Liberador. Democrático. Universalizador.

Hoy, mientras seguía leyendo mis libros, descubrí que un personaje de la historia de México que a mí me habían pintado como un traidor en la escuela - el pobrecito de Maximiliano de Habsburgo murió diciendo (según la historiadora que estoy leyendo ahora): "Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria!". Y casi lloro. Pero lo que sí me hizo llorar fue el anuncio nuevo de Coca- Cola. Ya, ya sé que está hecho para hacerme llorar y es efectista y la mano del muerto.

Pero me acordé de mis abuelos. De lo bien que han vivido. De que es cierto que las crisis te abren posibilidades para ver las cosas desde otro punto de vista. Y bueno. Agradezco a los publicistas y a Josep Mascaró. Es bonito que un anuncio te haga sentir bien.

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