Justo ahora trabajo enfudada en unos jeans sucios, mi pijama y una sudadera gris rata. Y calcetines verdes. Mi cabello, que hace poco más de un mes decidí convertir en negro con mechones azules se rebela otra vez y me está comenzando a mostrar distintas variedades del verde frente al espejo. Tengo unas ojeras espantosas, y eso que ayer dormí todo el día. Abro mi clóset y la verdad es que no hay nada "rompedor". Con excepción del jueves que hice reír al policía de la oficina de Extranjeros porque tenía el cabello azul, el abrigo azul, y la bolsa azul ("¿tú quién eres? ¿la chica de azul?", me dijo) no suelo llamar mucho la atención por como me visto.
Que soy sosa, pues. Que a mi lo de la moda nada más parece no acercárseme.
Lo más absurdo de todo esto es que me encanta. Mis amigos saben que me pasaría cualquier cantidad de horas en un museo viendo displays que tengan que ver con tendencias. Es más: en un momento de locura hasta tomé un postgrado que se llamaba coolhunting e investigación cualitativa de tendencias. Fue una lástima que la mujer que nos daba la parte de moda fuera, literalmente, vendedora de publicidad de una revista X y afirmara que la primera modelo que había cambiado la historia de la moda era Kate Moss. Una lastima.
El punto es que siempre estoy buscando qué ver. Me gusta cómo se viste la gente. Nada me divierte más que sentarme en un banco y observar la pasarela natural de la desfachatez local. Ayer, surfeando, me encontré un blog de un chico que toma fotos de las tendencias y de toda esa gente cool que yo nunca seré. Es un retrato en ácido de la nueva moda urbana de la ciudad de México. Y es para no perdérselo. Yo les presento Diario de Fiestas. Algo para compartir y pasar el dominguito.
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