26.3.09

El placer de tener la razón

El otro día como a las nueve de la mañana estaba yo con Arnau y Malena (unos de mis sobrinos locales) viendo un pedazo de Chicken Little en lo que su mamá se acababa de bañar. La verdad es que me quedé un poco picada porque me llamó la atención la figura del pollito sabelotodo y fantasioso que parece que dice mentiras, pero no, no dice... lo que pasa es que su papá no le cree.

Me encantó porque me hizo acordarme de mi misma tratando de convencer a mi mamá de que algo de lo que decía era verdad: no sé, que el arrojado de mi hermano me había puesto de golpes primero o que había fantasmas en mi casa. Había cosas que al pasar el tiempo se probaban ciertas ("no, mami, de verdad que yo no perdí la grabadora... sólo no sé dónde la puse") y otras, como las de los fantasmas, pues.

Hoy abro el New York Times, y El País, y El Universal y me encuentro con la siguiente cita, de boca - nada más y nada menos - que de Hillary Clinton:

"Our insatiable demand for illegal drugs fuels the drug trade. Our inability to prevent weapons from being illegally smuggled across the border to arm these criminals causes the deaths of police officers, soldiers and civilians." / "Nuestra insaciable demanda de drogas ilegales alienta el tráfico de drogas. Nuestra incapacidad para prevenir el contrabando de armas a través de las fronteras que arma a esos criminales causa las muertes de policías, soldados y civiles".


¿Se acuerdan cuántas veces habíamos dicho esto en México? Es más, por no ponerlo en boca mexicana, ¿se acuerdan de Traffic? ¡En serio que estábamos diciendo la verdad! Y me parece increíble llegar al momento de la historia donde se reconoce esto.

Hacia el final de Chicken Little hay la típica escena (también como de Nemo) donde el papá cede y le dice que sí, que todo está perfecto, que confía en él y verá cómo le hace la vida más fácil. Y había algo hoy en la foto de la Hillary ahí, sentada en Los Pinos, riéndose a carcajadas con el Calderón que me hizo pensar en que parecía una gallina gorda y simpática, aceptando frente a alguien más pequeño que se había equivocado. Pero, ¡ojo!, no nos equivoquemos ahora cortesía de mi analogía. Que México no es hijo de Estados Unidos y bueno, pues qué buena onda que ahora nos quieran ayudar y todo... pero seguimos siendo muy nuestros. Las cesiones de territorio fueron SantaAnnistas. Y ahí se quedaran. Nada más que es un éxito cuando le reconocen a uno que tenía la razón.

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