Y en medio de todo esto, la ciudad. El sol. La posibilidad de ir al cine de mediodía. De salir a comprar café o postales o flores frescas o un acondicionador o todo junto. La calle como posibilidad. La ventana. El ruido. Debería. Debería. Debería.
Entonces, con y a pesar de todos esos debería en la espalda, picándome, salí de la casa y me fui al cine, a las dos de la tarde, con los niños que apuran sus vacaciones. Y luego recorrí la ciudad haciendo las compras: queso, galletas, regalos... Y conforme pasaba la tarde, sentía que se me hacía más grande el hueco en la mitad del estómago: quedaban menos de 24 horas para irme a allá, a los múltiples proyectos, a toda esas cosas por hacer.
Terminé mis vueltas y me senté a escribir unas tarjetas, a mano, para enviar por correo postal. Me llené los dedos de tinta porque la pluma se tapó. Me limpié y volví al ejercicio de sentarme y pensar en cómo te sientes, qué es lo que quieres, cuándo. Y la claridad: "No necesitaba escribir en inglés y lo hice. Ahora quiero escribir en español y lo hago, pagando el precio. No necesito irme mañana, pero si quiero cambiar el vuelo me costará algo... habrá que pagar el precio. No necesito seguir en un proyecto que me encanta pero que no me paga: si lo hago, tendré que postponer más la tesis - y ya no puedo. Ese precio no."
Y así fue. Y aunque en este momento debería estar volando y este post debería estar publicado antes de las doce del día, no es el caso. He escrito en la tesis, sobre todo esta mañana, que por alguna razón amanecí con Tocqueville y Rawles en mi cabeza. Y aquí estoy. Y si es necesario volver a cambiar, pues se cambiará de nuevo.
La tesis: ¿será que acabo el primer capítulo? Stay tuned.
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