El Museo Nacional de Fotografía holandés está en Rotterdam, en una zona de la ciudad que me encanta. Y después de haberme pasado la mañana de discusión con el primer capítulo, tomé mi bolso, mi ordenador y me subí al tranvía 23. Llegué justo a tiempo para entrar (aún me confundo con los horarios) y ver en sus últimos días Faces, una exposición sobre el retrato a partir de 1990.
Me busqué en esas caras, en esos ojos. Y encontré sus miradas y esa inspiración de la que habla Apfel. Me cautivó justo la mirada de Alberto García-Alix: me gustaría tener sus ojos - me sorprende la nostalgia y la belleza con la que mira, incluso a él mismo.
Al terminar el museo, salí al parque. Trabajé un rato más, enfrente del río, entre las risas de los paseantes y una pareja que llegó en una limosina blanca a tomarse sus fotos de boda. Después, acompañada de una lluvia tímida, regresé a casa. Lo encontré en el súper mercado y subimos a cocinar. Cuando estaba todo casi listo, un rayo de sol firme se colaba por la ventana: "Cinco minutos, chica. Hay un espacio en el sol y es mío". Agradecí entonces por mis ojos, por mi cámara de teléfono, por los recuerdos. Por el sol.
La tesis: Ayer antes de dormir cerré la introducción. Estoy en la página 9 del primer capítulo, revisando, traduciendo, ajustando. No sé si me convence - sí sé, no me convence. Creo que estoy demasiado acostumbrada a escribir lo que me da la regalada gana y, cuando sé que habrá alguien evaluándolo, entro en pánico. Estoy en pánico. Pero hay alguien dentro de mi que a veces habla conmigo y me dice: "Vuelve. Sigue. Termina. No puede ser tan terrible al final". Y suspiro. Y regreso.
Una imagen: del sol.
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