"¿Avanzaste?", me dijo al llegar y plantarme un beso en la frente. Se había salido un par de horas antes al gimnasio y cuando me sugirió que lo acompañara yo miré el ordenador... la tesis... la bendita tesis que será un excusa que tendré que tirar muy pronto. Después de que él se fue yo me iba a poner a escribir... pero entonces me tocó acomodar la maleta del último viaje, y poner una lavadora, y cambiar de sitio las cosas en la nevera, y leer el diario, y ducharme muy largamente... esas cosas que se hacen en domingo.
El Jefe se reía de mi y decía que sabía con claridad que estaba que no cabía en mi de nervios cuando me ponía a arreglar mi casa. En los momentos más críticos, movía todos los muebles de lugar y desmontaba cosas, tiraba bolsas cosas que me parecían basura en ese momento. Y este domingo era como una versión mínima de eso: necesitaba acomodar cosas físicas para acomodar las cosas en la cabeza.
Cada vez que leo los capítulos en los que estoy trabajando me doy cuenta lo mal estructurados que están y cómo en realidad forman parte de una sola cosa. También me doy cuenta del tiempo que ha pasado y de lo diferente que soy a 2010 cuando comencé esta investigación. Quizá es cierto que uno tiene que pasar mucho tiempo haciendo su doctorado: es la única manera de asegurarse que las cosas caen por su peso.
La tesis: poco he hecho. Mal porque tengo que entregarle algo a mi director el lunes y más pronto que nunca será 30 de septiembre. Pff.
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