15.9.15

Los nacionalismos a medida (67)

Una de las cosas más sabrosas de ser un nerd y hacer un doctorado y sufrir con ello, es que en el camino te toca hablar sobre cosas apasionantes. No sólo los que hacemos un doctorado somos clavados en nuestro tema, pero tenemos una cierta tendencia a reunirnos con otros académicos de vez en cuando y asomarnos a su pequeñísimo ámbito de especialidad, a esa pregunta de investigación que les carcome. Hace meses, cuando Eric llegó a Barcelona, pasamos un ratito de una tarde hablando sobre la mexicanidad. Él está investigando sobre ese constructo social imaginario que nos hace sentirnos parte de algo que a nivel masivo se traduce en poner banderas verdeblancoyrojoconáguila fuera de nuestras casas cada septiembre y salir a dar el grito. Sobre ese mito que nos hemos contado según el cual, y parafraseando a Chavela Vargas, los mexicanos somos tan nuestros que hasta nacemos donde nos da la regalada gana.

Hoy en mi país de origen sería fiesta nacional, pero veo cada vez más voces que piden que no se salga, que no se celebre un país que pasa por una crisis de seguridad y de gobierno tan grave que ya hasta mis padres me admiten que existe en los teléfonos. Hemos pasado del "no te preocupes" a "bueno... ya sabes... se ha puesto muy feo". Hemos pasado de las portadas de Time en plan superhéroe a la gente que me mira con horror cuando les cuento que me hace ilusión ir a mi país a visitar a mi abuela. Cada vez el mexicano deja de ser sólo el fiestero y flojo de turno en el imaginario colectivo para convertirse también en el que vive en el sitio más peligroso del mundo.

Somos particulares, los mexicanos. Y aunque creamos que el país se esté cayendo a pedazos y no vayamos a salir a dar gritos oficiales, creo que seguimos dándolos en privado. Por que ese nacionalismo - esa palabra que viviendo entre México y Catalunya entiendo tan bien - es principalmente festivo, y lleno de orgullo. Es, en el caso mexicano, incluyente y abierto, esperanzado, gritón, festivo. Es un constructo, sí, pero que nos hace tejer hilos para unirnos aunque no haya ninguno.

El domingo, en una fiesta de bienvenida en Rotterdam, un chica italiana se acercó a conocerme con emoción porque yo era messicana. "Ahí han sido las mejores vacaciones de mi vida". Esas cosas, que nuestra comida sea considerada patrimonio inmaterial, que el país sea una colección tan increíble de maravillas naturales y humanas, son las que me hacen sentirme identificada con él: aunque ser mexicano sea un invento particular que cada uno lee como más le conviene. Tanto así que celebramos el día 15 cuando en realidad la Independencia se supone que comenzó el día 16 - pero don Porfirio prefirió juntar las celebraciones con las de su cumpleaños. Nacionalismos a medida.

La tesis: en eso estoy. Sentada en mi magnífica biblioteca de la Plaça Terrenci Moix (amo que se llame así), corrigiendo una bibliografía que está hecha por un monstruo harto de escribir y bucear en los artículos que he leído durante los últimos seis años. Es uno de esos días positivos - no pude estar en la reunión del #survivephd15 pero ya la revisaré. Creo que a veces lo que necesitas para sobrevivir es concentrarte: hacer.

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