Había un error en el planteamiento: quedarse en casa porque en la tarde tienes que ver a alguien cerca de casa. El problema de haber vivido tantos años en el centro de la ciudad es que cuando te sales un poco de él todo te parece lejísimos... Así que hoy decidí trabajar desde casa, como había hecho desde antes de irme.
Lo que está bien: que como aquí, que salgo a tomar el café y conozco a los vecinos, que efectivamente pruebo que sirve la placa de inducción y puedo comer algo de la comida preparada que acumulo para tiempos de guerra (como estos). Que aprovecho estos días en esta casa mía tan mía y a la que todavía no conozco del todo - sigo en el momento en el que tiene uno que prender la luz para dejar las cosas en su sitio.
Lo que está mal: que no me concentro, que me acomodo. Que está mi cama. Que me acuerdo que Internet está yendo de videos de gatitos. Que tengo una nevera con cosas y ni siquiera tengo que bajar por una cerveza... falso. Tengo que bajar por una cerveza cuando ha caído el sol y me doy cuenta de lo fácil que es tirar casi por la borda un día. Casi porque ya no la llamo "la casa", sino que se empieza a sentir más "mi casa".
La tesis: otra vez, ese capítulo de experimentación demasiado largo, demasiado complejo, con demasiadas imágenes, que vuelve tonto al Word. Otra vez la duda. Y los archivos de la bibliografía y las conclusiones mirándome con cara de: "¿qué? ¿volvemos mañana a la biblioteca mejor?".
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