14.2.13

La maleta (2)


Pocas cosas que me causen más angustia que la noción de que tengo que meter toda o parte de mi vida en una maleta. Esta vez han sido dos meses, incluyendo – como bien dijo Alex – Navidad y mi cumpleaños, con lo cual las cosas que querían irse eran muchas más de las que habían llegado. Y también se iban otras cosas.

Se quedan los líquidos pesados y algunos libros. Me llevo lo que necesito para escribir una tesis: papeles, resúmenes, ánimos, regaños, la incredulidad de los que creen que eso de hacer una tesis doctoral es unjuegodeniños y que debí haber terminado hace tiempo. Me llevo las ganas de quedarme y acomodo sobre la cama las ganas de irme (no las encontraba. Salieron hace un par de horas mientras imaginaba mi casa, la de allá). Me llevo las bendiciones para que mi vida allá sea buena y dejo las recriminaciones sobre lo egoísta que es estar tan lejos.

Las maletas pesan. Las despedidas pesan. Miro mi cama, esta cama, y pienso en la otra, la mía, la que yo compré, en la que dormiré pasado mañana... porque mañana será un tránsito – el tránsito de no saber exactamente quién, dónde o cuando. Pero la certeza. Las ideas. La esperanza de que mañana.

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