14.4.09

Sol de abril

Era rubísimo y debía tener unos dos años. Lo llevaba en una carreola roja su mamá, que quizá había sido tan rubia como él pero hacía años: ahora tenía la melena castaña obscura, recogida en una cola de caballo. No se vieron sorprendidos por el sol: salieron de casa con pantalones cortos, su madre con sandalias y él sin zapatos. Mientras esperaban a cruzar una calle, se despejó la última nube que cubría un sol esplendoroso de las cinco de la tarde. Él, como si fuera un gato, se estiró y sacó más las piernas de la carreola, como queriendo que sintieran todas el sol.

En la fila de autos que esperaban el siga, justo enfrente de mí, un copiloto sonrió y nos dimos cuenta que estábamos viendo lo mismo. Él sacó su pierna derecha por la ventana del coche. Yo solamente pude maldecir un poco los calcetines gruesos que me había puesto en la mañana, poco previsora del sol de abril.

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