8.4.09

Dropnaming

El vicio de dejar caer nombres en la conversación es un problema de socialización. De niños reconocíamos a Topo Gigio y a Parchís - qué importante era quien realmente había visto a Timbiriche. Luego comenzamos a citar a los actores de las series como si fueran nuestros amigos. Y de ahí muta: algunos hablan de futbolistas, otros hablamos de escritores y artistas.

No es que uno tenga tres mil amigos o conozca a mucha más gente de pronto. No es un concurso en estilo facebook. Es de pronto que te das cuenta que utilizas más nombres de los que utilizabas antes. No mejoró tu léxico: mejoró la lista de contactos de tu cerebro.

Vas a los museos y te preguntas si es casualidad que encuentres una exposición de alguien a quien habías descubierto unos meses atrás del otro lado del mundo. Y te sorprendes a tí misma sabiendo quién es Mauricio Cattelan. Y te miras en el espejo y sabes que las mechas de tu pelo y el color de tu abrigo tienen nombre: Azul Klein, por Yves Klein (no por Calvin, a quien, por cierto, ya no citas).

Pero no los conoces. No sabes quien son. Tienes más personas a las que citar pero menos con las cuales citarte. Sabes más, pero te saben menos. No es que quieras ser citado: es que te gusta escuchar tu nombre --- sobre todo cuando alguien lo pronuncia bajito, y lo deja escurrirse lento en tu oreja, como una caricia.

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