La semana pasada se murió Raúl Alfonsín, quien fuera el primer presidente argentino después de la dictadura. Hombre valeroso y convencido de su labor, puso sobre el banquillo de los acusados a muchas personas que en cualquier otro país latinoamericano hubieran seguido viviendo felices y con sendas pensiones del gobierno.
No pude evitar pensar con Marco qué pasaría en México si se muriera alguno de los expresidentes que nos quedan. ¿Habría quien le lloraría a Salinas, a De la Madrid, a Zedillo, al mismo Fox - por no hablar de las verdaderas momias? Supongo que sí. En nuestra historia, lo único que es claro, es que siempre todo el que ha querido ha podido conservar su capillita.
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