Abrí los ojos a las 4 de la mañana, pero pude convencer a mi cuerpo de que era conveniente esperarme hasta las 6 y poco más. Entonces comencé a deambular por la casa, se despertó Judith, hablamos del viaje, mandamos mensajes, tranquilizamos (o intentamos) tranquilizar a la gente que está del otro lado del mundo.
Yo iba un poco zombi así que me costaba hacer las tareas normales de una mañana en velocidad rápida. Comencé de pronto a toser y a estornudar: lo normal en una mañana mía en la Ciudad de México. Viví aquí casi tres años y todas las mañanas, todas, tosí y estornudé. Nos bañamos, nos arreglamos para salir y por ahí de las nueve cerramos la puerta.
Hay cosas que cuando va a una ciudad hace o intenta hacer siempre. Algunas son excursiones culinarias. Yo intento siempre en el DF ir a desayunar por lo menos una vez al Saks de San Ángel. En medio del viejo pueblo, en una calle empedrada, es un restaurante excelente con un muy buen servicio y unos desayunos magníficos. Llegamos a las 9 y media, que de cualquier forma es temprano para un desayuno de domingo. El sitio estaba casi vacío. Un 20 por ciento de la gente tenía los famosos tapabocas. De la gente trabajando en el restaurante, ninguno.
Desayunamos como princesas y luego seguimos caminando por San Ángel hasta llegar a la avenida Altavista. Ahí buscamos la casa museo de Diego Rivera. En cualquier otra circunstancia, hubiéramos visitado el museo pero estaba cerrado cortesía de la "epidemia". Tomamos fotos desde afuera. Volvimos sobre nuestros pasos y visitamos un pequeño centro comercial de muy "alto standing" donde la gente estaba bebiendo café de Starbucks en una terracita. Algunos, otra vez un 20 por ciento aproximado, tenían el tapabocas, pero en el cuello. ¿Sería debido a alguna lesión de la tráquea?
Los famosos tapabocas, por cierto, están agotados en la capital. No hay en ninguna farmacia. Antier encarcelaron a seis tipos porque los estaban vendiendo mucho más caros en una especie de mercado negro que se aprovecha de la angustia de la gente. Seis detenidos. 50 pesos cada tapabocas. Que creo que inicialmente costaban 2.
Eso no es lo único increíble.
Después de volver a caminar por San Ángel, compramos un móvil y regresamos hacia la Condesa en el Metrobus - que por una vez venía vacío y era disfrutable. Recorrimos Insurgentes y vimos un accidente horrible: una ambulancia que llevaba un herido de otro accidente chocó con una camioneta. Un tsuru se paró a ayudar pero había gasolina y surgió una chispa que, casi instantáneamente, calcinó a los tres autos. Esto en plena Insurgentes y Xola. La gente se amontonaba alrededor del accidente. Cabe señalar que ninguno de los mirones llevaba tapabocas.
Al llegar a casa, prendimos la televisión. El presidente Calderón estaba dando un mensaje a la nación en tono tranquilizador. Que sí que es grave, pero que está controlado y es curable. Yo, la verdad, es que le creo. Aunque a los dos minutos recibamos la llamada de un familiar que jura y perjura que van mil muertos, otra de alguien que conoce a uno de los "primeros muertos": "dicen que fue neumonía... pero qué van a saber ellos...".
Por cierto: los números oficiales son los siguientes. Se habían detectado hasta ayer 1300 casos que PODRÍAN ser influenza (cuadros respiratorios altos graves). De esos 900 fueron dados de alta o confirmados como no infectados con influenza. Casi 400 están confirmados de influeza y se dice que van 81 muertos. Sólo quiero hacer una aclaración: en esta ciudad viven 22 millones de personas. 81 muertos es una muestra muy chiquita.
Total - fuimos a comprar la comida al súper, junto con un montón de habitantes de la Condesa que hacían un poco de compras de pánico. ¿Porcentaje de tapabocas? Quizá ahora un 30, pero con un 15 llevándolos sobre el cuello. Comimos en casa y luego comenzamos las visitas a mis amigos. Tengo tres parejas muy queridas que son padres de niños pequeños y decidieron atrincherarse en sus casas. Me parece lo normal. A la que visitamos ayer, la niña lloraba y lloraba porque le dolía la pancita - primer día de papilla. Nadie teníamos tapabocas - pero tampoco toqué a la chiqui para que sus papás no se pusieran más nerviosos. Escuchamos todas las posibles teorías. La que me gusta más es que Obama traía el virus y que la persona que lo recibió en el Museo de Antropología ya murió. En cualquier momento empezarán a decir que Obama no es más que su sustituto. También comentamos sobre la posibilidad de que fuera una cepa militar escapada de un centro de investigación en la frontera. Entre otras múltiples ideas...
El día terminaba con una cena en un coreano después de jugar un poco con una videoconsola. Imposible. La ciudad está muerta. Los restaurantes cierran - en mi teoría - no por miedo sino por simple y sencillo hastío. No es rentable. Regresamos todos a casa y comimos quesadillas. Quedamos de vernos con más amigos hoy. Estamos haciendo el tour de la ciudad de México sin museos ni espacios públicos. Yo sólo espero que me confirmen mi entrevista de más al rato. Porque no me puedo creer que todo el mundo vaya a dejar de trabajar.
Mi mayor pregunta es con respecto al tráfico: ¿qué tal estará hoy? ¿seguirá el pánico dejando las calles libres a los peatones y los paseantes? Ya se resolverá la duda mañana.
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