17.10.03

Los encuerados

Por salud mental, empiezo a enteder poco a poco que más me vale no ponerme mala cada vez que encuentro a un nuevo grupo zapatista asentado a la entrada de mi oficina. Cada vez resultan más interesantes las "variantes" de la propuesta.

Ayer miércoles decidí ir al banco después de comer. La tramitología hizo que absurdamente yo saliera una y otra vez de la sucursal para retirar dinero y pedir saldos al cajero automático. En una de esas, comencé a escuchar los altavoces de la policía que ayuda a llevar "en orden" las marchas (si es que alguien considera que esto es posible).

Primero me pusé histérica. "Yo con cien pesos en la cuenta y qué tal si ahorita pasan y me los arrebatan y soy tan infeliz". Después ví una imagen que despertó mi curiosidad: un turista intensamente rubio, subido en la parte alta del Turibús, tomaba una y otra vez fotos con su muy sofisticada cámara fotográfica, mientras él y sus compañeros se retorcían de risa (en el cordón de la vereda. Perdón, Cortázar en mi cabecita hoy).

Casi me indigné. "¿Por qué le causan risa a este desabrido nuestros luchadores pueblos indígenas?". Pero entonces giré medio cuerpo y lo entendí todo: varias decenas de hombres caminaban por Paseo de la Reforma completamente desnudos. Sus sexos colgaban entre sus piernas, disimulados por la maraña de vello púbico. Gritaban consignas sobre la dignidad de los pueblos, tan encimadas las unas en las otras que era imposible entenderlas a cabalidad. Pero desnudos.

La verdad es que, para mí, no tenían cara de campesinos. No todos y mucho menos los que iban a la vanguardia completamente desnudos. Atrás los seguía un enorme contingente de hombres semi desnudos, ruborizados, que escondían su cara entre sus sombreros o sus gorras. Esos me parecían más campesinos. Y me dieron pena.

También me dió pena la ejecutiva que me estaba atendiendo en el banco, quien me dejó con el Jesús en la boca y el depósito en la mano y salió corriendo a ver a los encuerados. Cinco minutos después - ya que el contingente había pasado - volvió a entrar. Ruborizada. Sudorosa por su corta carrera. "Ay, perdón... es que hay que ir a ver si hay algo que valga la pena, ¿no crees?". Algo en mi corazón me dice que se sintió mal cuando no fuí empática, ni le sonreí y le pedí que termináramos el trámite.

Todo el merequetengue me hizo pensar en una cosa: ¿quiénes serán los encuerados totales? Mi primera hipótesis es que se trata de socios representantes de la Asociación Mexicana de Exhibicionistas y que decidieron rentarse para fiestas, reuniones y manifestaciones. Con la lanita del acarreo, pagan algunas de las multas y/o fianzas de sus agremiados. Y siguen mostrándose sin problemas.

Ah, qué caray.

¿Alguien tiene otra hipótesis que quiera compartir con nos?

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