A los pocos días que se había ido Marco, comencé a sacar del piso muchas cosas: tazas que ya no utilizábamos, un sillón, moldes de plástico viejos que odiaba. Pasé un par de horas eligiendo, limpiando, dejando en la calle un miércoles - como toca según la ordenanza barcelonesa.
En la travesía, al ir a las tiendas, me encontré que mucha gente que había decidido no salir de vacaciones quiso cambiar su casa. También, me encontré a muchos amigos que habían aprovechado estos meses para hacer cambios - o los habían sufrido intempestivamente.
Me acordé de que hace tres años que me mudé a la casa donde vivo: recién operada, utilizando las maletas como carritos de mudanza. Me dí cuenta que mi tendencia natural a la acumulación cada vez hace más difícil que me mude con unas cuantas maletas.
Ahora tiro cosas. De vez en cuando tengo angustia de ser dueña de tantas. Me gustaría moverme de un lado a otro sólo con una maleta. Pero, la verdad, es que tampoco me lastran. Solo pienso que será difícil dejarlas ir cuando ponga la nariz en dirección de otro destino. Cuando sea que esto pase.
31.8.09
29.8.09
Todo lo que nos separó
En esta semana, me encontré dos notas en La Vanguardia sobre cómo Facebook es ahora la fuente interminable de problemas entre parejas. Desde Bélgica se comenta cómo más parejas lo utilizan como causal de divorcio - por celos o para demostrar maltrato - y una Universidad en Canadá (Guelph) está llevando a cabo un estudio sobre cómo el medio es perjudicial para las relaciones de pareja pues puedes husmear todo lo que está haciendo en su vida.
Facebook no es el malo malísimo que se está llevando todo al carajo, señores. Esas relaciones ya estaban mal. ¿Qué necesidad en tener que subir fotografías en las que te ves con alguien más en actitudes cariñosas - o peor, estar en actitudes cariñosas con alguien más, ser fotografiado y exponerte a ser subido a Facebook cuando se supone que estás bien con tu pareja? No hace sentido.
Pero claro, mejor echarle la culpa a la televisión de los niños malcriados o a Facebook de los matrimonios rotos. Muy feo eso de decir: "yo me metí a su facebook y busqué hasta que encontré algo para dejarlo", "yo me puse 'single' aunque estuviéramos casados para que rabiara", "yo le puse los cuernos, y alguien lo subió a facebook".
No es una cuestión de Facebook. Hace años fui testigo de la siguiente escena: una chica llegó al club deportivo en donde su marido entrenaba un deporte de grupo. Los compañeros de él, que nunca la habían visto, se le acercaron y le preguntaron que si era la hermana de su esposo. Al contestar ella que no, que se había casado con él hacia tres años, más de alguno exclamó: "¡Anda! ¡Yo no creía que este tuviera novia, mucho menos que estuviera casado!".
Ese bocazas es más o menos el equivalente analógico al "single" en el perfil de Facebook. Y es mucho más jodido en vivo que en digital.
Facebook no es el malo malísimo que se está llevando todo al carajo, señores. Esas relaciones ya estaban mal. ¿Qué necesidad en tener que subir fotografías en las que te ves con alguien más en actitudes cariñosas - o peor, estar en actitudes cariñosas con alguien más, ser fotografiado y exponerte a ser subido a Facebook cuando se supone que estás bien con tu pareja? No hace sentido.
Pero claro, mejor echarle la culpa a la televisión de los niños malcriados o a Facebook de los matrimonios rotos. Muy feo eso de decir: "yo me metí a su facebook y busqué hasta que encontré algo para dejarlo", "yo me puse 'single' aunque estuviéramos casados para que rabiara", "yo le puse los cuernos, y alguien lo subió a facebook".
No es una cuestión de Facebook. Hace años fui testigo de la siguiente escena: una chica llegó al club deportivo en donde su marido entrenaba un deporte de grupo. Los compañeros de él, que nunca la habían visto, se le acercaron y le preguntaron que si era la hermana de su esposo. Al contestar ella que no, que se había casado con él hacia tres años, más de alguno exclamó: "¡Anda! ¡Yo no creía que este tuviera novia, mucho menos que estuviera casado!".
Ese bocazas es más o menos el equivalente analógico al "single" en el perfil de Facebook. Y es mucho más jodido en vivo que en digital.
Caballos, ranas, elefantes...
Quizá es parte de mi cinismo habitual o de mi necesidad de protegerme. A veces salgo a la calle y, confieso, en lugar de ver gente veo animales. Todo empezó cuando alguien me dijo que Julia Roberts tenía cara de caballo - y cuando la miré no pude más que aceptar. Y de pronto me encuentro con conejos, ranas, pescados, perros, gatos...
El castigo a esto es que cada vez que me miro en un espejo me debato entre encontrar un elefante o un hipopótamo. Pero las opciones son pocas. Y hace días recibí un bloque de sabiduría: "No me digas a mí esas cosas - no me gusta juzgar a la gente por su físico".
Algo en la idea del karma me hace pensar que si dejo de ver a Julia Roberts con cara de caballo dejaré de verme como prima de Dumbo. Pero claro... es como el oso blanco en el que no quiero pensar y está sentado todas las noches a la orilla de mi cama.
El castigo a esto es que cada vez que me miro en un espejo me debato entre encontrar un elefante o un hipopótamo. Pero las opciones son pocas. Y hace días recibí un bloque de sabiduría: "No me digas a mí esas cosas - no me gusta juzgar a la gente por su físico".
Algo en la idea del karma me hace pensar que si dejo de ver a Julia Roberts con cara de caballo dejaré de verme como prima de Dumbo. Pero claro... es como el oso blanco en el que no quiero pensar y está sentado todas las noches a la orilla de mi cama.
19.8.09
Verse el ombligo
De vez en cuando me acuerdo que mi trabajo primigenio era de periodista y no sólo escribo, sino que asisto a las discusiones internacionales sobre los cambios en la manera de abordarlo. Nos hemos despedido de las redacciones con interminables faxes y ahora casi todo llega por internet. Cada vez es más fácil trabajar menos - hacer un refrito con lo que envían las agencias y listo.
Quizá una de las cosas más terribles del periodismo de los últimos años es este hábito permanente de mirarse el ombligo - de escribir para los otros periodistas, no para el público. Es cierto e importante lo que trae la otra cadena, el otro diario, no lo que puedo producir yo.
Esa es una de las actitudes que tendrán que cambiar con las nuevas necesidades del mercado. Aquí y en todo el mundo estamos viendo como los periódicos cierran sin previo aviso. Y una de las opciones es saber qué quiere leer tu lector - y dale eso. No responderle a la cabecera de al lado.
Dos ejemplos: hace poco escuché a un corresponsal internacional contar cómo había descubierto algo muy importante en Irak y que no se lo publicaron, porque nadie más lo llevaba. Cinco días después, cuando lo sacó la BBC, su editor también lo puso en página. Ejemplo dos: en Pensacola, Florida, un blogger está cambiando el destino de un caso por haber publicado el resultado de sus propias investigaciones - aún en contra de los medios locales e incluso desafiando al principio las conclusiones de la policía. Según el artículo publicado en el NYT, Rick Outzen decidió publicar después de consultar a un abogado bajo la premisa "¿Significa que estoy mal porque soy el único que lo lleva?.
Sería muy lindo que los periódicos y los medios en general volvieran a la sana costumbre de investigar y producir contenidos - es mucho más atractivo para el lector que sólo escuchar un diálogo entre cadenas. Y miren que lo digo mientras comento el artículo de otra publicación. A lo mejor me debería morder la lengua más seguido ;).
Quizá una de las cosas más terribles del periodismo de los últimos años es este hábito permanente de mirarse el ombligo - de escribir para los otros periodistas, no para el público. Es cierto e importante lo que trae la otra cadena, el otro diario, no lo que puedo producir yo.
Esa es una de las actitudes que tendrán que cambiar con las nuevas necesidades del mercado. Aquí y en todo el mundo estamos viendo como los periódicos cierran sin previo aviso. Y una de las opciones es saber qué quiere leer tu lector - y dale eso. No responderle a la cabecera de al lado.
Dos ejemplos: hace poco escuché a un corresponsal internacional contar cómo había descubierto algo muy importante en Irak y que no se lo publicaron, porque nadie más lo llevaba. Cinco días después, cuando lo sacó la BBC, su editor también lo puso en página. Ejemplo dos: en Pensacola, Florida, un blogger está cambiando el destino de un caso por haber publicado el resultado de sus propias investigaciones - aún en contra de los medios locales e incluso desafiando al principio las conclusiones de la policía. Según el artículo publicado en el NYT, Rick Outzen decidió publicar después de consultar a un abogado bajo la premisa "¿Significa que estoy mal porque soy el único que lo lleva?.
Sería muy lindo que los periódicos y los medios en general volvieran a la sana costumbre de investigar y producir contenidos - es mucho más atractivo para el lector que sólo escuchar un diálogo entre cadenas. Y miren que lo digo mientras comento el artículo de otra publicación. A lo mejor me debería morder la lengua más seguido ;).
16.8.09
Añoranza de sonido
Ayer por la tarde, después de declinar una tentadora invitación para ir a uno de esos parques acuáticos a pleno rayo de sol, decidí salir de mi letargo vacacional. Tenía una especie de nostalgia acústica de español, de catalán, de valenciano - de algo que entendiera y me pareciera más cercano a casa.
Así que tomé el tranvía y viajé por la costa de Alicante hasta el centro de la ciudad. Ya no hacía tanto calor y me perdí en las callecitas. Fui a la catedral de San Nicolás y escuché a los mendigos de las puertas pedir limosna en inglés, italiano, francés y (sí, oh, sí) holandés. Salí de ahí y me fui siguiendo las voces - las de los camareros que ponían cañas a los guiris, de los tenderos que cerraban el sábado, de los pocos paseantes por ahí. En un retuerto de la calle, fuegos artificiales. Una especie de pequeñísima mascletà. Adiviné con acierto una boda. Y me los encontré ahí, a todos los emperifollados, a todas con sus taconsísimos y sus abanicos, al señor de los fuegos artificiales, al camarero del bar de al lado, a los niños correteando entre las faldas cortísimas o larguísimas - según el entendimiento de la moda.
Entré a la iglesia en lo que se sucedían las felicitaciones y escuché a la típica media docena de beatas que están en la Iglesia durante horas, murmurando los rosarios de la tarde y de la mañana. Y la letanía me fue especialmente querida, dicha en ese español castizo que me recuerda (sin acento) al de mis abuelos, tan lenta, saboreando todas las palabras - dándoles su significado, que dirían las monjas con las que me eduqué.
Salí después de un misterio renovada. Con el rintintín del sonido religioso colgado de mis orejas. Con la tranquilidad de saber que en gran parte de mi mundo conocido se habla la lengua que me dieron como materna. Después me comí un helado y charlé un rato grande con el señor de una tienda de ibéricos, que me explicó con paciencia la diferencia entre el jamón y la paletilla.
De regreso en el tranvía, la visión era completamente diferente. Por unas horas, me habían regresado a mi mundo. Y al regresarme los sonidos, me regresaron las ideas. Por ahora, sólo puedo decir que todo empezó con un gato negro que se llama Kafka.
Así que tomé el tranvía y viajé por la costa de Alicante hasta el centro de la ciudad. Ya no hacía tanto calor y me perdí en las callecitas. Fui a la catedral de San Nicolás y escuché a los mendigos de las puertas pedir limosna en inglés, italiano, francés y (sí, oh, sí) holandés. Salí de ahí y me fui siguiendo las voces - las de los camareros que ponían cañas a los guiris, de los tenderos que cerraban el sábado, de los pocos paseantes por ahí. En un retuerto de la calle, fuegos artificiales. Una especie de pequeñísima mascletà. Adiviné con acierto una boda. Y me los encontré ahí, a todos los emperifollados, a todas con sus taconsísimos y sus abanicos, al señor de los fuegos artificiales, al camarero del bar de al lado, a los niños correteando entre las faldas cortísimas o larguísimas - según el entendimiento de la moda.
Entré a la iglesia en lo que se sucedían las felicitaciones y escuché a la típica media docena de beatas que están en la Iglesia durante horas, murmurando los rosarios de la tarde y de la mañana. Y la letanía me fue especialmente querida, dicha en ese español castizo que me recuerda (sin acento) al de mis abuelos, tan lenta, saboreando todas las palabras - dándoles su significado, que dirían las monjas con las que me eduqué.
Salí después de un misterio renovada. Con el rintintín del sonido religioso colgado de mis orejas. Con la tranquilidad de saber que en gran parte de mi mundo conocido se habla la lengua que me dieron como materna. Después me comí un helado y charlé un rato grande con el señor de una tienda de ibéricos, que me explicó con paciencia la diferencia entre el jamón y la paletilla.
De regreso en el tranvía, la visión era completamente diferente. Por unas horas, me habían regresado a mi mundo. Y al regresarme los sonidos, me regresaron las ideas. Por ahora, sólo puedo decir que todo empezó con un gato negro que se llama Kafka.
13.8.09
Pequeñas coincidencias literarias
Hace pocos días, Matiana y yo descubrimos que estábamos leyendo el mismo libro e íbamos casi por las mismas páginas. Consecuencias supongo de estar sumidas en Murakami, como la mitad del mundo occidental. Un poco tarde - en estos tiempos de Larsson - pero el japonés suele ser atractivo para cualquiera que lo toca. Resultó que de entrada no nos dimos cuenta que era el mismo porque yo lo tenía en inglés y ella en español (y el nombre, por un capricho de traducción, cambia) pero era el mismo.
La primera vez que intenté leerlo también coincidí con otras dos personas queridas. Pero entonces no pude concentrarme en la narración de los amores adolescentes de Murakami. Ahora tengo pendiente Kafka en la Playa. Sobre todo porque me dijeron que tiene un personaje que puede hablar con los gatos. Y porque estoy en la playa y alguien lo está leyendo. Y porque esta mañana, mientras preparábamos el desayuno bajo una leve lluvia de verano, descubrimos que un gato negro - al que yo sin duda llamaría Kafka - estaba sentado bajo la veranda, junto a la piscina, como esperando. Y volteó a mirarnos con ojos profundos y no se inmutó.
Seguramente él también está de vacaciones. Y, como personaje de Murakami, si se inmuta, no lo deja traslucir.
La primera vez que intenté leerlo también coincidí con otras dos personas queridas. Pero entonces no pude concentrarme en la narración de los amores adolescentes de Murakami. Ahora tengo pendiente Kafka en la Playa. Sobre todo porque me dijeron que tiene un personaje que puede hablar con los gatos. Y porque estoy en la playa y alguien lo está leyendo. Y porque esta mañana, mientras preparábamos el desayuno bajo una leve lluvia de verano, descubrimos que un gato negro - al que yo sin duda llamaría Kafka - estaba sentado bajo la veranda, junto a la piscina, como esperando. Y volteó a mirarnos con ojos profundos y no se inmutó.
Seguramente él también está de vacaciones. Y, como personaje de Murakami, si se inmuta, no lo deja traslucir.
12.8.09
Preguntas para mis padres
Nunca lo puse en duda antes, porque estaba en una situación que no me lo permitía. Cada vacación que salía con mis padres, me convencía de que el plan era lo más bueno que se podía y que, de cualquier forma, no había más que pudiera hacer. Las vacaciones más complejas eran, sobre todo, las que tomábamos con la familia de mi padre. Éramos muchos, por lo tanto todo se complicaba de forma importante: desde ir a hacer la compra, cocinar hasta dormirse.
Años después, me encuentro de pronto en una situación que me hace ser empática con mi madre. Yo asumía que era lo que había pero, ¿y mi madre? ¿Cuántas veces se cuestionó salir de vacaciones con la familia de su marido y lidiar con "a mí no me gusta comer esto" o con el típico sobrino malcriado que hace un berrinche enfrente de todos? ¿Y qué tal mi papá cuando era al revés y tenía que lidiar con sus cuñadas haciendo algún tipo de drama?
Supongo que estas son las pequeñas cosas que nos demuestran que "estamos creciendo": el ser capaces de pronto de preguntarnos asuntos que dábamos por sentados y resueltos. Qué horror.
Años después, me encuentro de pronto en una situación que me hace ser empática con mi madre. Yo asumía que era lo que había pero, ¿y mi madre? ¿Cuántas veces se cuestionó salir de vacaciones con la familia de su marido y lidiar con "a mí no me gusta comer esto" o con el típico sobrino malcriado que hace un berrinche enfrente de todos? ¿Y qué tal mi papá cuando era al revés y tenía que lidiar con sus cuñadas haciendo algún tipo de drama?
Supongo que estas son las pequeñas cosas que nos demuestran que "estamos creciendo": el ser capaces de pronto de preguntarnos asuntos que dábamos por sentados y resueltos. Qué horror.
11.8.09
El dificil arte de disfrutar del arte
La primera vez que viajé a Europa, no visité tantos museos como a mi compañero de viaje le hubiese gustado. De hecho, tengo sólo memoria clara de haber estado en el Museo del Prado durante horas y horas. Me encantó ver ciertas cosas - tienen un espacio de arte flamenco que me impresiona - pero me aburrí. No sé. Me aburrí mucho. De ir viendo este y otro cuadro. A veces me divertía encontrarme obras que había visto en mis libros de Historia del Arte y descubrirlas en una proporción completamente distinta, pero sólo eso. No mucho más.
Por supuesto, esto de que me aburrí no podía ser dicho en público. Qué mala educación, qué verguenza. ¿Entonces a qué vienes a Europa si no quieres ir a los Museos? Y entonces reflexioné que, en realidad, yo no había pensando en venir a Europa por los museos: a mí lo que me encanta es la gente. Me hace feliz sentarme en un banquito y observar, un rato, la gente y su manera de caminar. Ir a los mercados y ver qué comen, cómo se relacionan. Eso, mucho más que ir a los Museos.
En el NYT publicaron la semana anterior un asunto que dice que la verdad es que muy poca gente ve los museos con atención. Vamos, que vas porque "toca" ir y pararte frente o junto a las "grandes obras" - sin necesariamente mirarlas durante mucho tiempo. Es una especie de proyecto educativo exprés, en donde es más importante exponerse al arte que en realidad disfrutarlo. Vamos, algo así como aprender por inercia.
De niña no me llevaron a incontables museos. Más bien me acuerdo de haber ido a Zoológicos y Parques y haberme reido un montón con mis primos. Leí mucho y vi muchos cuadros, pero en los libros. No había aprendido a disfrutarlos.
Desde hace unos meses, mi cercana relación con múltiples y pintorescos holandeses, me ha enseñado muchas cosas. Ver con otras gafas. Así como viajo diferente desde que mis compañeros de aventura son arquitectos (vaya experiencia la de Shanghai cuando lo que piensas son durabilidad de los materiales, y ver Nueva York como un experimento de urbanismo), también voy a los museos diferentes desde que empecé a visitarlos con un amigo holandés artista. Él pinta y fue a una escuela de bellas artes. Nuestra primera incursión en los museos fue hace más de un año, una especie de intensivo una mañana de domingo - en cuatro horas, de verdad, vimos cinco museos. ¿Cómo? Íbamos a ver una cosa a cada uno. Un cuadro solo. Pero a verlo de verdad. La textura, el tamaño, los colores. Lo que era diferente y único. Las razones por las que está en el Museo.
Y tengo que decir que, desde entonces, me gustan más los museos. A veces me da un poco de rabia tener que pagar el boleto entero cuando solo quiero ver una exposición o un cuadro, pero vale la pena para encontrar MIS cuadros. Los que me fascinan. Ahora sé que volvería siempre al Prado para ver el Jardín de las Delicias, al Reina Sofía por el Guernica, al Mauritshuis para ver la Joven de la Perla, al Louvre por las Bodas de Caná que están justo enfrente de la sobrevaluada Mona Lisa. Y así siento que de verdad que he aprendido algo.
Por supuesto, esto de que me aburrí no podía ser dicho en público. Qué mala educación, qué verguenza. ¿Entonces a qué vienes a Europa si no quieres ir a los Museos? Y entonces reflexioné que, en realidad, yo no había pensando en venir a Europa por los museos: a mí lo que me encanta es la gente. Me hace feliz sentarme en un banquito y observar, un rato, la gente y su manera de caminar. Ir a los mercados y ver qué comen, cómo se relacionan. Eso, mucho más que ir a los Museos.
En el NYT publicaron la semana anterior un asunto que dice que la verdad es que muy poca gente ve los museos con atención. Vamos, que vas porque "toca" ir y pararte frente o junto a las "grandes obras" - sin necesariamente mirarlas durante mucho tiempo. Es una especie de proyecto educativo exprés, en donde es más importante exponerse al arte que en realidad disfrutarlo. Vamos, algo así como aprender por inercia.
De niña no me llevaron a incontables museos. Más bien me acuerdo de haber ido a Zoológicos y Parques y haberme reido un montón con mis primos. Leí mucho y vi muchos cuadros, pero en los libros. No había aprendido a disfrutarlos.
Desde hace unos meses, mi cercana relación con múltiples y pintorescos holandeses, me ha enseñado muchas cosas. Ver con otras gafas. Así como viajo diferente desde que mis compañeros de aventura son arquitectos (vaya experiencia la de Shanghai cuando lo que piensas son durabilidad de los materiales, y ver Nueva York como un experimento de urbanismo), también voy a los museos diferentes desde que empecé a visitarlos con un amigo holandés artista. Él pinta y fue a una escuela de bellas artes. Nuestra primera incursión en los museos fue hace más de un año, una especie de intensivo una mañana de domingo - en cuatro horas, de verdad, vimos cinco museos. ¿Cómo? Íbamos a ver una cosa a cada uno. Un cuadro solo. Pero a verlo de verdad. La textura, el tamaño, los colores. Lo que era diferente y único. Las razones por las que está en el Museo.
Y tengo que decir que, desde entonces, me gustan más los museos. A veces me da un poco de rabia tener que pagar el boleto entero cuando solo quiero ver una exposición o un cuadro, pero vale la pena para encontrar MIS cuadros. Los que me fascinan. Ahora sé que volvería siempre al Prado para ver el Jardín de las Delicias, al Reina Sofía por el Guernica, al Mauritshuis para ver la Joven de la Perla, al Louvre por las Bodas de Caná que están justo enfrente de la sobrevaluada Mona Lisa. Y así siento que de verdad que he aprendido algo.
9.8.09
Actos de terrible nostalgia
Carmen, mi vecina la que le grita a los noticieros de radio y televisión, tiene un carácter un poco difícil. Pero nos queremos mutuamente por esas razones imposibles de definir. Hace unos días, dada mi nueva condición de loner, le avise que le llevaría un juego de llaves - yo luego las pierdo, y ella suele estar siempre en casa.
Finalmente hace unos días el juego de llaves estuvo listo y yo en tiempo para llevárselas. Pero - cosas de casa - me parecía el colmo de la mala educación llevarle las llaves y ya. Así que fuí a buscar algo para llevarle con las llaves. Como ya sé que no come dulces (ya cometí el error una vez), decidí comprarle una planta.
Y comencé a deambular por el barrio. Evitando cuidadosamente el pedazo de calle donde estaba la florería de la Mona, que cerró justo a finales de junio. Y finalmente encontré un sitio, y compré la flor pero me sentí rara, como si estuviera cometiendo alguna clase de crimen. Pagué y me pareció que la planta ya no era tan bonita, y odié el logotipo de la pegatina. Vamos, que casi me pongo a llorar cuando pasé por enfrente del local que todavía tiene el letrero de "En Alquiler".
Podrían ser las hormonas, sí. También podría ser que, cual canción de Morrissey, estoy a veces un poco cansada de que mi vida sea una interminable sucesión de gente diciendo adiós. Es lo que hay.
Finalmente hace unos días el juego de llaves estuvo listo y yo en tiempo para llevárselas. Pero - cosas de casa - me parecía el colmo de la mala educación llevarle las llaves y ya. Así que fuí a buscar algo para llevarle con las llaves. Como ya sé que no come dulces (ya cometí el error una vez), decidí comprarle una planta.
Y comencé a deambular por el barrio. Evitando cuidadosamente el pedazo de calle donde estaba la florería de la Mona, que cerró justo a finales de junio. Y finalmente encontré un sitio, y compré la flor pero me sentí rara, como si estuviera cometiendo alguna clase de crimen. Pagué y me pareció que la planta ya no era tan bonita, y odié el logotipo de la pegatina. Vamos, que casi me pongo a llorar cuando pasé por enfrente del local que todavía tiene el letrero de "En Alquiler".
Podrían ser las hormonas, sí. También podría ser que, cual canción de Morrissey, estoy a veces un poco cansada de que mi vida sea una interminable sucesión de gente diciendo adiós. Es lo que hay.
8.8.09
Cuando fuimos felices
Mis dos hermanas postizas regresan de un viaje a Rusia. Cada una me cuenta una versión de la historia pero ninguna de las dos es especialmente alentadora. A medida que van pasando los días, los recuerdos que traen a colación son cada vez mejores. Estoy convencida que de aquí a septiembre la narración será la bomba.
Vienen dos chicas amigas a que les preste mis guías de China. Todo lo que les cuento, todo, es divertido y brillante. Me cuesta acordarme de algo que no me haya gustado. A pesar de que puedo tener en la cabeza el miedo que me dió perderme en la Muralla y no encontrar cómo regresar, incluso eso me parece divertido. Me cuesta verle algo horrible.
Las últimas vacaciones que pasé en México me cansé y casi quise regresar llorando. Ahora se me cuecen las habas por darme otra vuelta por las calles que fueron mías.
Que acabó en divorcio, vale, es cierto. Pero hay días en que lo único que me puedo acordar, afortunadamente, son las tardes que nos pasábamos muertos de la risa o un viaje improvisado a Oaxaca.
En fin, que estoy de acuerdo con Tim Kreider. Lo único bueno de estos "malos tiempos" es que cuando los recordemos, nuestra cabeza se concentrará en lo bueno que hubo. Por ejemplo, los amigos que siempre están.
Vienen dos chicas amigas a que les preste mis guías de China. Todo lo que les cuento, todo, es divertido y brillante. Me cuesta acordarme de algo que no me haya gustado. A pesar de que puedo tener en la cabeza el miedo que me dió perderme en la Muralla y no encontrar cómo regresar, incluso eso me parece divertido. Me cuesta verle algo horrible.
Las últimas vacaciones que pasé en México me cansé y casi quise regresar llorando. Ahora se me cuecen las habas por darme otra vuelta por las calles que fueron mías.
Que acabó en divorcio, vale, es cierto. Pero hay días en que lo único que me puedo acordar, afortunadamente, son las tardes que nos pasábamos muertos de la risa o un viaje improvisado a Oaxaca.
En fin, que estoy de acuerdo con Tim Kreider. Lo único bueno de estos "malos tiempos" es que cuando los recordemos, nuestra cabeza se concentrará en lo bueno que hubo. Por ejemplo, los amigos que siempre están.
7.8.09
La tocaya y los dramones preadolescentes
Tengo una tocaya com-ple-tí-si-ma. No nada más se llama Cinthya, sino que se llama Cinthya. Sí, sí, sí. La misma grafía. Bien bonito. Nos conocimos hace muchos años en un concursillo por ahí en Hermosillo (y nos reencontramos en Pachuca) y me encanta verla en mis recuerdos con su sonrisota y su buena vibra permanente.
Tiene tanta buena vibra permanente la querida tocaya que aunque la tienen encerrada en un hospital en Glasglow (donde se está recuperando de un accidente horroroso que -gulp- casi me deja sin tocaya) se la pasa escribiendo en un súper blog donde cuenta muchas cosas de lo que ha pensado de la muerte, los accidentes, el hospital de Glasgow, su recuperación y todo.
Total - ayer en su blog contó la historia del día que estaba convencida de que se iba a morir. Se cortó el bracito con un vidrio y se le veía el hueso y le salía harta sangre. Y estaba segura que hasta ahí llegaría todo. A los 11 años.
Yo prometí, en correspondencia, contar mi propio dramón. Tendría, no sé, digamos nueve años - pero creo que eran ocho. Había terminado de leer algo así como mi cuarta novela que, por supuesto, era toda la saga de "Mujercitas" de Louise May Alcott. Sí, claro, en la que Beth muere de fiebre escarlatina. Creo que en ese momento estaba perdida en "Corazón Diario de Un Niño" o alguna otra cursilada similar. Y de pronto empecé mala. Con fiebre. Me sentía mal. Y en las manos tenía como granos internos, algo muy chistoso y muy feo. No me dolía, pero se veía raro.
Como yo nunca pedía ir al médico, mi mamá me llevó corriendo con un doctor amigo que además era jefe de infectología de algún hospital. Me revisaron - temperatura, abatelenguas, reflejos - y me mandaron sentar. El doctor, tan tranquilo, le dijo a mí mamá: "Es un cuadro de fiebre escarlatina... le vas a dar esto y esto...".
Cuando yo escuché "fiebre escarlatina" dejé de oir todo lo demás. En serio, no oía. Estaba sumida en mi drama del "ya se jodió". Ya está todo perdido. Moriré. Intestada. Literalmente, joven y sin haber amado.
Aguanté el tipo hasta que llegamos a casa. Subí corriendo las escaleras después de tomarme la medicina - "qué estupidez, pensaba yo. Vaya manera de extender mi sufrimiento". Lo primero que hice fue buscar un papel bonito para empezar a escribir mi testamento. No quería que el apestoso de mi hermanito se quedara con mi grabadora - era para mi tía Martha, que sí me quería mucho. Total, así seguí un rato hasta que mi valentía dio paso al miedo y me puse a llorar con violentas sacudidas de por medio. Mi mamá me oyó y subió corriendo. Al principio intentó mantenerse seria, pero después no pudo evitar la carcajada cuando yo le dije que estaba segura que me iba a morir, como en la novela.
Tuvo que hablarle al doctor por teléfono para que me asegurara que de fiebre escarlatina no se moría nadie desde hacía décadas. Yo desconfiaba, pero decidí creerles. Y a partir de entonces mi mamá se volvió todavía más cuidadosa de lo que yo leía... con eso de que me lo iba creyendo todo...
Tiene tanta buena vibra permanente la querida tocaya que aunque la tienen encerrada en un hospital en Glasglow (donde se está recuperando de un accidente horroroso que -gulp- casi me deja sin tocaya) se la pasa escribiendo en un súper blog donde cuenta muchas cosas de lo que ha pensado de la muerte, los accidentes, el hospital de Glasgow, su recuperación y todo.
Total - ayer en su blog contó la historia del día que estaba convencida de que se iba a morir. Se cortó el bracito con un vidrio y se le veía el hueso y le salía harta sangre. Y estaba segura que hasta ahí llegaría todo. A los 11 años.
Yo prometí, en correspondencia, contar mi propio dramón. Tendría, no sé, digamos nueve años - pero creo que eran ocho. Había terminado de leer algo así como mi cuarta novela que, por supuesto, era toda la saga de "Mujercitas" de Louise May Alcott. Sí, claro, en la que Beth muere de fiebre escarlatina. Creo que en ese momento estaba perdida en "Corazón Diario de Un Niño" o alguna otra cursilada similar. Y de pronto empecé mala. Con fiebre. Me sentía mal. Y en las manos tenía como granos internos, algo muy chistoso y muy feo. No me dolía, pero se veía raro.
Como yo nunca pedía ir al médico, mi mamá me llevó corriendo con un doctor amigo que además era jefe de infectología de algún hospital. Me revisaron - temperatura, abatelenguas, reflejos - y me mandaron sentar. El doctor, tan tranquilo, le dijo a mí mamá: "Es un cuadro de fiebre escarlatina... le vas a dar esto y esto...".
Cuando yo escuché "fiebre escarlatina" dejé de oir todo lo demás. En serio, no oía. Estaba sumida en mi drama del "ya se jodió". Ya está todo perdido. Moriré. Intestada. Literalmente, joven y sin haber amado.
Aguanté el tipo hasta que llegamos a casa. Subí corriendo las escaleras después de tomarme la medicina - "qué estupidez, pensaba yo. Vaya manera de extender mi sufrimiento". Lo primero que hice fue buscar un papel bonito para empezar a escribir mi testamento. No quería que el apestoso de mi hermanito se quedara con mi grabadora - era para mi tía Martha, que sí me quería mucho. Total, así seguí un rato hasta que mi valentía dio paso al miedo y me puse a llorar con violentas sacudidas de por medio. Mi mamá me oyó y subió corriendo. Al principio intentó mantenerse seria, pero después no pudo evitar la carcajada cuando yo le dije que estaba segura que me iba a morir, como en la novela.
Tuvo que hablarle al doctor por teléfono para que me asegurara que de fiebre escarlatina no se moría nadie desde hacía décadas. Yo desconfiaba, pero decidí creerles. Y a partir de entonces mi mamá se volvió todavía más cuidadosa de lo que yo leía... con eso de que me lo iba creyendo todo...
6.8.09
Mi vida según Cortázar y Morrissey
Yo me hago un reloaded del meme que me han pasado Rax, Bef y Alberto poniendo la música y las letras al mismo tiempo. Primero el argentino, luego el divo de Manchester
¿Masculino o femenina?
Tía explicada o no /Girl least likely to
Descríbete:
Todos los fuegos el fuego /Sister, you know I'm a poet
¿Cómo te sientes?
Alegría del cronopio / Everyday is like Sunday
¿Dónde vives actualmente?
Un pequeño paraíso / On the Streets I ran
¿Si pudieras ir a cualquier otra parte, a dónde irías?
Fin del mundo del fin / We'll let you know
Tu medio favorito de transporte:
Novedades en los servicios públicos / Ouija board, Ouija board
Tus mejores amigos son:
El copiloto silencioso / To me you are a work of art
Tu color favorito es:
Cazador de crepúsculos / At Amber
¿Cómo está el clima?
Verano / Sunny
Tu momento favorito del día:
Retorno de la noche / Black cloud
Si tu vida fuese un programa de televisión se llamaría:
Pequeña historia tendente a ilustrar lo precario de la estabilidad / I'll never be anybody's hero now
Tu regalo ideal de cumpleaños sería:
Viajes / The Harsh Truth of the Camera Eye
¿Qué es la vida para ti?
Esbozo de un sueño / Ambitious Outsiders
Cómo es tu relación:
Simulacros / My life is an endless succession of people saying goodbye
Tu miedo:
Trabajos de oficina / That's how people grow old
¿Cuál es el mejor consejo que puedes dar?
No se culpe a nadie / Hold on to your friends
Si pudieras elegir otro nombre, ¿cuál sería?
Queremos tanto a Glenda / I know very well how I got my name
Un pensamiento para hoy:
Cuento sin moraleja / The more you ignore me the closer I get
Cómo quisieras morir:
Las Armas Secretas / One day goodbye will be farewell
El estado actual de tu alma:
Conservación de los recuerdos / I'm OK by myself
Tu mayor secreto:
El perseguidor / We hate it when our friends become successful
Tu lema:
Ahí pero dónde, cómo / Why don't you find out for yourself?
Lo que nos enferma
Hace un par de días me llamó mi vecino, prácticamente mudo. Me preguntaba que si estaba en casa porque él estaba en la suya, con 40 grados de fiebre y sin poderse mover. Y escuchaba incesantemente la ventana de mi baño que se había quedado abierta y se azotaba una y otra vez. "Quería pedirte que la cierres... ya sabes cómo es cuando uno está enfermo... se obsesiona con los sonidos".
Estaba lejos de casa, pero regresé en cuanto pude. Ayer en la puerta me encontré a su compañero y le pregunté que cómo estaba. "Ah, bueno, ya sabes... mucho mejor... es que salió de vacaciones y le pasó lo de todos los años: acabó en cama por la tensión acumulada".
Confirmé entonces aquello de que no soy solo yo la que tengo el hábito de cuidar poco a mi cuerpo. De escucharlo poco. Y cuando el cuerpo siente que la situación es la adecuada, se enferma - como para liberarse, como para darnos una pequeña venganza.
El otro día leí en el NYT un artículo que me dejó bastante cruzada. Resulta que según un estudio el divorcio y la viudez afectan definitivamente tu posibilidad de tener una enfermedad crónica. El nivel de estrés al que es sometido el cuerpo al pasar por el final de una relación en esos términos es tal que nunca se recupera del todo, ni siquiera cuando la gente se vuelve a casar.
El mismo artículo se apresura en aclarar, en voz de los expertos, que esto no quiere decir que un mal matrimonio sea mejor para la salud, porque también implica mucho estrés. Es decir, que no hay salida.
Hum. Me pregunto qué haremos todos los monógamos sucesivos con semejante bomba de información. ¿Será que las aseguradoras comenzarán a cobrar un suplemento a los sometidos a "fuerte estrés emocional"? Mejor de plano subir los precios para todos.
Porque el que no haya sufrido una ruptura que tire la primera piedra.
Estaba lejos de casa, pero regresé en cuanto pude. Ayer en la puerta me encontré a su compañero y le pregunté que cómo estaba. "Ah, bueno, ya sabes... mucho mejor... es que salió de vacaciones y le pasó lo de todos los años: acabó en cama por la tensión acumulada".
Confirmé entonces aquello de que no soy solo yo la que tengo el hábito de cuidar poco a mi cuerpo. De escucharlo poco. Y cuando el cuerpo siente que la situación es la adecuada, se enferma - como para liberarse, como para darnos una pequeña venganza.
El otro día leí en el NYT un artículo que me dejó bastante cruzada. Resulta que según un estudio el divorcio y la viudez afectan definitivamente tu posibilidad de tener una enfermedad crónica. El nivel de estrés al que es sometido el cuerpo al pasar por el final de una relación en esos términos es tal que nunca se recupera del todo, ni siquiera cuando la gente se vuelve a casar.
El mismo artículo se apresura en aclarar, en voz de los expertos, que esto no quiere decir que un mal matrimonio sea mejor para la salud, porque también implica mucho estrés. Es decir, que no hay salida.
Hum. Me pregunto qué haremos todos los monógamos sucesivos con semejante bomba de información. ¿Será que las aseguradoras comenzarán a cobrar un suplemento a los sometidos a "fuerte estrés emocional"? Mejor de plano subir los precios para todos.
Porque el que no haya sufrido una ruptura que tire la primera piedra.
3.8.09
Cuentas, números, alquimia
Cuatro cuentas de banco y repaso de todas las deudas que ya no están. Una vez que todo está pagado, que se ha decidido una nueva situación más precaria pero más feliz, comienzan las preocupaciones. La angustia por aquellas cosas que queríamos hacer pero que no parecen financieramente muy inteligentes. No es que en realidad nos haga falta nada - ni tampoco es que tengamos una vida altamente restringida - pero lo bonito sería que el asunto del dinero no fuera una angustia.
- Créeme... a tí también te aplica el consejo que se les da a los islandeses... todo mejorará...
Y lo quiero creer. Y me hago cálculos en la cabeza e imagino opíparas cenas caseras. Y me acuerdo que en el mueble de la entrada tengo una alcancía donde voy poniendo el dinero "para vacaciones". Lo abro. Yo creía que había más dinero de lo que tiene. Y, peor aún, en la cabeza del cerdito (es un cerdo, pero de plástico), se queda atorado un billete de 50 euros que me mira, casi sonríe con sorna y todo.
Qué hacerle. Supongo que es una manera de decirme que tengo que seguir ahorrando. ¿O qué será?
- Créeme... a tí también te aplica el consejo que se les da a los islandeses... todo mejorará...
Y lo quiero creer. Y me hago cálculos en la cabeza e imagino opíparas cenas caseras. Y me acuerdo que en el mueble de la entrada tengo una alcancía donde voy poniendo el dinero "para vacaciones". Lo abro. Yo creía que había más dinero de lo que tiene. Y, peor aún, en la cabeza del cerdito (es un cerdo, pero de plástico), se queda atorado un billete de 50 euros que me mira, casi sonríe con sorna y todo.
Qué hacerle. Supongo que es una manera de decirme que tengo que seguir ahorrando. ¿O qué será?
Descubriendo a un polaco
I Would Like to Describe
Zbigniew Herbert
I would like to describe the simplest emotion
joy or sadness
but not as others do
reaching for shafts of rain or sun
I would like to describe a light
which is being born in me
but I know it does not resemble
any star
for it is not so bright
not so pure
and is uncertain
I would like to describe courage
without dragging behind me a dusty lion
and also anxiety
without shaking a glass full of water
to put it another way
I would give all metaphors
in return for one word
drawn out of my breast like a rib
for one word
contained within the boundaries
of my skin
but apparently this is not possible
and just to say - I love
I run around like mad
picking up handfuls of birds
and my tenderness
which after all is not made of water
asks the water for a face
and anger
different from fire
borrows from it
a loquacious tongue
so is blurred
so is blurred
in me
what white-haired gentlemen
separated once and for all
and said
this is the subject
and this is the object
we fall asleep
with one hand under our head
and with the other in a mound of planets
our feet abandon us
and taste the earth
with their tiny roots
which next morning
we tear out painfully
(Este blog agradece graciosamente a Miquel Adam Rubiralta y a Facebook por habernos descubierto esto, tan maravilloso).
Zbigniew Herbert
I would like to describe the simplest emotion
joy or sadness
but not as others do
reaching for shafts of rain or sun
I would like to describe a light
which is being born in me
but I know it does not resemble
any star
for it is not so bright
not so pure
and is uncertain
I would like to describe courage
without dragging behind me a dusty lion
and also anxiety
without shaking a glass full of water
to put it another way
I would give all metaphors
in return for one word
drawn out of my breast like a rib
for one word
contained within the boundaries
of my skin
but apparently this is not possible
and just to say - I love
I run around like mad
picking up handfuls of birds
and my tenderness
which after all is not made of water
asks the water for a face
and anger
different from fire
borrows from it
a loquacious tongue
so is blurred
so is blurred
in me
what white-haired gentlemen
separated once and for all
and said
this is the subject
and this is the object
we fall asleep
with one hand under our head
and with the other in a mound of planets
our feet abandon us
and taste the earth
with their tiny roots
which next morning
we tear out painfully
(Este blog agradece graciosamente a Miquel Adam Rubiralta y a Facebook por habernos descubierto esto, tan maravilloso).
Anuncio: Branding Corporativo
Paul Capriotti, profesor mío de imagen y branding en la Maestría, acaba de publicar su libro nuevo de Branding Corporativo en línea para uso libre. El libro se llama justamente Branding Corporativo y está en PDF en su blog. Interesante para los interesados. Eso.
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