29.5.09

Retornos

Hacía calor al bajarme del avión. De hecho temí que si me tomaban la temperatura antes de entrar al país me iban a poner en cuarentena. Me sentía nerviosa y un poco enferma. Suele pasarme normalmente después de un vuelo intercontinental - sobre todo si no he dormido bien.

Pero no pasó nada. Alguien me hizo cara al pasar migración, pero sin problemas. Llegaron todas mis maletas. Al salir, Ju me estaba esperando. Y fue como si no me hubiera ido tanto tiempo. Como si entendiera que aquí también está mi lugar.

En casa, estaba Marco. Y un ramo de flores que decían "bienvenida a mi continente". Y Laurence. Mi familia de acá, pues. Dejé mis maletas en la habitación y me fui a cenar, todavía con memoria de movimiento.

Dormí poco y mal. Cosas del jetlag. A las cuatro y media de la mañana, comencé a deshacer maletas. En una de ellas venía mi pasado, el de hace tanto: mis libros de Cortázar, de Sabines, de Maples Arce, de Rodari, de José Carlos Becerra... los libros nuevos de mis amigos. Me sumergí en las notas al calce, en las dedicatorias nuevas y en las viejísimas. Y estaba cómoda recorriendo mi pasado en mi presente de cama enorme y aire fresco, de ramos de girasoles e iris, de estudiante perpetua y empresaria sin grandes perspectivas.

Más tarde fui a la universidad. Caminé por el barrio. Compré pan con nueces y verduras orgánicas. Regresé a mis largas caminatas en solitario, pero acompañada por toda la ciudad. Me gustó sentir a la gente. Me gustó verme reflejada en los aparadores. Me gustó saber que, en muchos sitios, hay amigos queridos y posibilidades infinitas. Me gustó saber que, aunque estoy bien allá, también sigo estando bien aquí. Que casi cinco años después, con mi Rayuela a cuestas, volví a llegar a mi casa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que bonito n_n
<3

JULY dijo...

qué bueno que ya llegaste... ¡¡¡y contenta!!! benvingut a la teva casa!!! besotes mi Cin!