La verdad de las cosas es que son unos animales - en tapatío perfecto - bien bonitos. Grandotas, con sus ojazos soñadores, andan paseándose por sus casas tan tranquilas. Yo aprendí a quererlas cuando niña, en el rancho de mi tío Florencio, donde las tareas se repartían de acuerdo a edades y, por supuesto, sexo: las niñas, con mi tía Inés a moler el maíz y hacer las tortillas, y los niños con los papás a la ordeña.
Para mi buena suerte, a mí mamá le daba apuro que yo me acercara tan chica al comal, caliente. Así que me podía ir con mi papá en cuanto salía el sol a la ordeña. Mi tío Florencio, hermano de mi abuelita, encontraba simpático que a mi me gustaran tanto los animales y me enseñó a ordeñar cuando tenía como unos 8 años. Me gustaba muchísimo. La leche caliente y la convivencia de la ordeña. El olor al campo cuando amanece.
De todo esto me acordé hoy que venía con mis padres de regreso de Vallarta. Tomamos la autopista para llegar más rápido, pero nos tocaron un par de accidentes. El último lo vimos a lo lejos: una columna de humo negro que se levantaba al frente de un montón de autos detenidos. Estábamos mirando a lo lejos, junto a un puente de esos que son - justamente - cruce de ganado. Al darnos cuenta que iba a tomar un tiempo, mi padre puso la reversa y nos subimos al puente de ganado (y detrás de nosotros como 10 coches más). En cuanto cruzamos el puente, nos encontramos con unas 15 vacas que nos miraban profundamente molestas... ¿quién nos dijo que podíamos pasar por su camino?
Después de verlas a las ojos un rato, me dí cuenta que lo que tendría que estar haciendo era tomándoles fotos. Saque la cámara y disparé, sin mucho éxito. Abrieron paso y pasamos. Yo me quedé mirando hacia atrás, viendo la caballada de coches que nos seguía entre la polvareda, y a ellas, con fondo de agave azul, protegiendo a sus becerritos, con sus ojazos, como preguntándose qué había pasado.
22.5.09
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1 comentario:
Qué bonita estampa, los recuerdos, el campo, la infancia.
Un abrazote y que siga disfrutando las vacaciones allá en el terruño amado.
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