5.5.09

México – Día 7

Nos despertamos y arreglamos la ropa de boda, porque ahora teníamos que ir hacia Xalapa para la misa de acción de gracias de L. No boda, porque era la cuarta de él, pero sí misa porque a ella le hacía ilusión y tenía un sacerdote amigo que no tenía conflicto en hacerlo.

Como medidas de contingencia, en lugar de darnos un desayuno normal recibimos del hotel una especie de box lunch que nos comimos en los jardines, medio atendidos por el chico de recepción que nos llevaba café. La verdad fue hasta divertido y mucho mejor que la cena del día anterior. Después recogimos cosas, subimos al coche (cuatro mujeres y un hombre viajando en una furgoneta pueden ser MUCHAS cosas) y salimos hacia Xalapa medio vestidas de boda, temiendo que nos arrugáramos demasiado.

No hubo contratiempos en el camino y teníamos casi una hora antes de la ceremonia al llegar a la ciudad. Yo estaba contenta porque veríamos el centro histórico de una de las ciudades que más me llaman la atención en México y no conozco, pero resultó que a pesar de la influenza y todo, no habían cancelado el desfile del Primero de Mayo y nos gastamos nuestros minutos extras en un embotellamiento de tráfico en las zonas más feas de la ciudad y luego intentando encontrar la iglesia, que resultó ser una parroquia de lo más deslucida en una zona alejada. Total, que entramos a misa y escuché quizá una de las celebraciones más suigeneris en mi vida. La iglesia, que no tenía ni un sola imagen de un cristo crucificado, era reino absoluto del sacerdote, quien además de bendecir a los novios, hizo lo mismo con los niños, realizó oraciones por los difuntos, bendijo una cruz para una construcción y pidió a los músicos que le tocaran un pedazo de las Bodas de Alonso. Todo en uno. Al salir, tomamos fotos y nos dividimos en los carros para hacer otras dos horas de camino hacia Fortín, donde tendríamos una comida.

Bueno, eran dos horas de camino inicialmente, si hubiéramos tomado la desviación correcta hacia Córdoba. Como no lo hicimos y el pobre de mi papá traía a cinco copilotos en el coche, nos tardamos una hora más. Nos fuimos por la carretera libre, llegamos hasta Coatepec, después nos regresamos por una zona de rápidos y dimos una vista general a la Sierra Madre Oriental. Al final, lo bueno es que J estaba encantada y Sebastián – quien estaba encargado de descubrir que todavía tiene tíos que no conoce, como yo por ejemplo – nos mantuvo entretenidas contándonos todo sobre sus películas favoritas. J, extrañando a sus niños, comenzó a hablar en uruguayo para mi encanto absoluto. Cuando por fin llegamos, fuimos el hazmerreír de la fiesta: afortunadamente alcanzamos comida que más bien nos funcionó como cena. Entre eso, unas cervezas, unos tequilas y los jaraneros, nos reímos un buen rato hasta que llegó el momento de ir a descansar. Nos seducía sobre todo la posibilidad de pasar, por fin, dos noches seguidas en un hotel.

1 comentario:

Mona dijo...

Quiero ver esas fotos YA!!!!