10.6.04

Sobre los talleres

Mientras acababa de secarme y dejaba de temblar, BEF y yo nos tomamos un café. Le mostré la novela primigenia. Y me preguntó porqué estaba tan insegura de ella. Le dije que probablemente era una herencia de todos los talleres por los que había pasado, en donde me había quedado con la sensación de que nada que no fuera "la gran nueva voz del siglo XXI" valía la pena.

Entonces, BEF me contó algo que le decía un amigo suyo, muy querido, un hombre mayor que también escribe. "Los talleres sirven para una sola cosa. Escribes un cuento, lo llevas la primera vez y todo mundo te crítica y te dice minuciosamente cómo eres una mierda. La segunda vez vuelves a llevar un texto. Lo lees. Dejas a todo el mundo que te diga que eres una mierda. Cuando terminen te levantes y dices. "Pues este texto, que ustedes dicen que es una mierda, es un cuento de Hemingway. Entonces, lo que ustedes quieren, es joder".

Fin de la historia.

Yo creo que los mejores talleres sirven para hacer un poquito mejor lo que escribimos. Son los ojos de un amigo cercano que tiene los tamaños de decirte: "esto es una mierda porque no se entiende", "tienes mal puestos los tiempos", "no hace sentido por X, Z o Y".

Es bonito hacer ejercicios de escritura para soltar la mano. Tratar de cambiar de sexos de personajes, de tiempos, de narrador. Son ejercicios para aprender a utilizar tus herramientas. Pero si no eres capaz de corregirlos, de ver qué es lo que OBJETIVAMENTE esta mal (rimas internas, faltas de ortografía, etc), entonces no te sirven de nada.

Creo que no porque perenganito que tiene diez libros escritos y hasta un Nobel escribe con faltas de ortografía, yo también tengo que hacerlo. Es una cuestión de disciplina personal. Y, desde mi humilde y amargosita opinión, no hay nada más triste que alguien que se diga "escritor" y no sepa respetar las normas que se imponen en el idioma que escribe... así sean escribir inglés fonético cuando busca el spanglish.

Y bueno. Esa es la dosis de amargura del día de hoy.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No creo que estés amargosa. Es muy duro escribir con cierta regularidad (por no mencionar el famoso "todos los días"). Y no es justo que gente mala leche te corte las alas antes de que tomes impulso para volar.

Además, lo pondré de esta forma, a veces (y me atrevo a decir que es tu caso) escribir no es un gusto, ni un lujo, ni una pose, sino una NECESIDAD. A veces tienes que escribir, bien o mal, para publicar o para guardarlo en el cajón; es cuando tus manos tiemblan, sudas frío... vaya, hasta te pones de malas si no escribes. Y en ese momento no importa lo que digan lo demás. Escribe, sin fijarte, sin esmerarte... Y cuando el impulso pase, entonces sí detente y revisa, cambia, ajusta, pule.

Rax dijo...

Bueno, creo que los talleres sirven mucho más que para eso que dice Bef. Claro, te puedes encontrar gente horrible, pero también personas cool que te ayudan a mejorar tus textos, como bien dices.
El chiste está en que, taller o no taller, tengas bien claro qué es lo que tú quieres decir. Y una cosa es que te sugieran en cuanto a redacción, otra distinta, muy distinta, que te quieran cambiar el contenido, la aproximación, vamos, la idea motor.
Para otra cosa que sirven los talleres es para perder el miedo a mostrar tu trabajo y a enfrentar la crítica. Y eso sirve no sólo si quieres dedicarte exclusivamente a escribir: ayuda a apreciar mejor el trabajo de otros y a desenvolverte mejor en el mundo. Neto que sí.
En fin... no se sienta amarga, que son fases y no estados de vida inalterados. A darle átomos